CASACUBERTA, JUAN JOSÉ DE LOS SANTOS (1789-1849)

JUAN JOSÉ DE LOS SANTOS CASACUBERETA, artísticamente conocido como JUAN AURELIO CASACUBERTA, fue el primer actor argentino. Nació en Buenos Aires en 1789, el año de la Revolución Francesa. Su padre era un español que cayó en lucha contra el inglés en Montevideo en 1807. La madre se volvió a casar con un fino artesano que bordaba con hilo de oro.

De niño Juan Aurelio ayudaba en el taller y hacía de mandadero y quizás de su contacto con ese ambiente donde su padrastro elaboraba finas joyas, allí surgió su sutileza, su sensibilidad, su amor por el arte, una sensibilidad que sin embargo, no estaba reñida con el coraje: en la segunda invasión de los ingleses (1807), empuño una antorcha y se instaló como el dueño de un cañón que tronaba frente a los portones del Convento Santo Domingo y con él, sembró la muerte y el desconcierto entre los invasores.

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El taller familiar era muy frecuentado por actores en demanda de sus joyas, tejidos y ornamentos para sus vestuarios y CASACUBERTA, de niño, escuchaba extasiado sus relatos, sus fantasías y hasta sus quejas; porque los actores no eran ricos y las esperas largas: «el trabajo es bueno, pero el Tesorero no está, ¿por qué no pasas mañana?».

Juan Aurelio ayudaba en el taller y hacía de mandadero y quizás de su contacto con ese ambiente donde su padrastro desempeñaba sus tareas, surgió su sutileza, su sensibilidad, su amor por el arte, una sensibilidad que sin embargo, no estaba reñida con el coraje: en la segunda invasión de los ingleses (1807), empuño una antorcha y se instaló como el dueño de un cañón que tronaba frente a los portones del Convento Santo Domingo y con él, sembró la muerte y el desconcierto entre los invasores.

En las esperas, a que lo obligaba su tarea de mandadero, Juan le toma gusto a las candilejas. No es fácil eso del teatro, se decía. Hay que entrar de a poco, de abajo. Hoy un bocadillo; mañana dos; pasado un párrafo completo. Y así fue. A los veinte años ya es un joven cómico y sueña con ser actor. Claro que sin dejar el taller. De tanto en tanto es bueno comer.

Su debut en el Teatro
En 1818 debutó como cómico y bailarín en el Coliseo Provisional y alternando sus tareas en el taller de su padrastro, con los “bocadillos” y actuaciones que iba logrando se le encomendaran, comenzó una tenaz lucha contra los prejuicios de una sociedad pacata.

La tarea de actor no era bien vista: se suponía que un hombre que se pintaba la cara y jugaba a ser otro hombre, valía menos que el dueño de un buen gallo de riña o que el contorsionista de un circo. Recién en 1842, cuando SARMIENTO proclamó que el teatro era un arte superior “que deleitaba los sentidos y conmovía el corazón”, JUAN AURELIO CASACUBERTA sintió justificado su esfuerzo y sus sacrificios.

Recién en 1829 pudo abandonar el taller para dedicarse de lleno al teatro. Incomprendido en su tierra, llevó su arte a Chile En Chile si lo quieren y aún lo recuerdan. Nadie olvida sus giras con la compañía de Trinidad Guevara en el Teatro Municipal de Valparaíso y su actuación en «Marino Faliero», de Casimiro Delavigne, o en las petipiezas: «La familia improvisada», «El gastrónomo sin dinero» y «El abogado tras los montes».

Después actuó en Montevideo, Brasil, Europa. Aplausos, aplausos, aplausos, pero decide volver a Buenos Aires. De pronto JUAN MANUEL DE ROSAS aparece en el escenario y CASACUBERTA deja el teatro y se incorpora a las fuerzas de ARÁOZ DE LAMADRID para combatirlo hasta que debe exiliarse en Montevideo. Pero aún resuena en sus oídos y en su corazón, el cariño de los aplausos que recibió en Chile y decide volver a ese amado público.

Su muerte
Como Moliêre, CASACUBERTA murió en escena. La noche del 23 de setiembre de 1849, mientras pone en escena “El abogado tras los montes” hace de “reo” y esta vez, “el reo” está emocionado. Tiene 52 años y siente algo extraño que crece y crece y le anuda el corazón. Está llegando al cadalso. Le duele el pecho.

No pensaba volver, está allí por los amigos. «¡El primer papel de los seis grados del crimen! ¡Ni que lo hubiesen escrito pensando en ti, Juan! ¡Tienes que aceptar!» Aceptó y también le gustaba!!. Sube al cadalso. Está por caer el telón. «¡Bravo, bravo!» Ensordecer aplauso con ruido de represa derrumbada. Pálido. El nudo crece y crece hasta transformarse en una alegría infinita que amenaza asfixiarlo. Trata de saludar levemente con la cabeza; la emoción se vuelve un dolor agudo, intenso, insoportable… Cae el telón. ¡Un final magistral! Pero el actor no vuelve a levantarse.

«Señoras, señores. Público de Chile. Hermanos exiliados argentinos. Con profundo dolor se me hace deber comunicarles que el actor Juan Casacuberta acaba de fallecer». Así, al caer el telón, dando por finalizada la obra que representaba, muere JUAN CASACUBERTA.

Silencio en Valparaíso esa noche de dolor de setiembre de 1849, un año trágico en el que la Patria debió sufrir pérdidas irreparables. Unas horas antes de caer Casacuberta en Chile, fallece en Montevideo el general MIGUEL ESTANISLAO SOLER y el 20 de mayo había muerto en la ciudad de Miraflores, cerca de Lima, Perú, otro guerrero de nuestra Independencia: MARIANO NECOCHEA (ver El Teatro en la Argentina. Sus orígenes).

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