PRIMEROS ACTOS DE DISCRIMINACIÓN, REPRESIÓN O CENSURA EN ARGENTINA

Los pueblos que ocultan su pasado, están condenados a repetir errores. No sabemos quién lo dijo, o cuándo nació esta sentencia; lo que si sabemos es que en la República Argentina, se tiene muy mala memoria y en general, quienes son los responsables de su marcha hacia su destino, no solo se olvidan (que en definitiva sería una acto involuntario), de lo que pasó y de quienes protagonizaron ese pasado, sino que con absoluto desprecio por la verdad, la tergiversan y la adecuan a sus ideas y conveniencias.

Es así que hoy, para algunos historiadores y formadores de opinión, ROSAS fue un tirano y asesino, SARMIENTO fue un genial generador de cultura, BELGRANO, un impoluto abogado devenido en general por las circunstancias y QUIROGA un tenaz y desinteresado luchados por la independencia.

Eso es lo que nos vendieron y así lo afirmamos todos hoy. Pero esa es la verdad?. Muchas de estas afirmaciones son ciertas y otras muchas, son visiones parcializadas de la realidad, pero todas pretenden idealizar el pasado, para que su recuerdo nos otorgue patente de «bien nacidos», sin antecedentes que le quiten nobleza a nuestro presente.

Revisando nuestra historia, podríamos encontrar una gran cantidad de actos, actitudes, opiniones y gestiones que podrían calificarse de «non sanctas». Descontemos los actos de crueldad innecesaria, porque ella es innata al ser humano. Descontemos los actos de corrupción, porque ese es un mal universal, que llegó de la mano de la necesidad de satisfacer la codicia del hombre «civilizado». Descontemos el prevaricato, la lujuria, la deshonestidad, la violencia, el desamor, la irresponsabilidad y tantas otras rémoras que arrastran los seres humanos desde «Caín y Abel».

Qué nos queda entonces?. La pretensión de prevalecer sobre los demás y de conculcar los derechos ajenos; la insana necesidad de someter la voluntad de los otros para adecuarla a la nuestra. Tres males de la conducta humana que hoy son característicos del «ser argentino».

Una característica que nos viene de lejos y que hemos sabido cultivar a través de los años. Porque todo lo malo que hoy vivimos, ya lo vivimos en el pasado. Lo que conviene a nuestros intereses, lo destacamos. Lo que lastima nuestros «ideales», lo ocultamos o lo alteramos y vayan como ejemplo, los siguientes  casos, muy poco conocidos, por razones obvias::

Primer acto de Censura (06/11/1800)
Cuando en el año 1800, el periodista CABELLO Y MESA solicitó permiso para publicar un diario en Buenos Aires, jamás pensó que su diario sería objeto de la primera censura que se ejercerá sobre un medio de difusión en el Río de la Plata.

Recordemos que el 26 de octubre de 1800, el coronel y abogado español, residente en Buenos Aires, don FRANCISCO ANTONIO CABELLO Y MESA se dirigió al virrey del Río de la Plata, GABRIEL DE AVILÉS Y FIERRO, solicitando autorización para editar un periódico expresando entre entre otros argumentos que

“… Establecido en Buenos Aires, mi periódico la despertará de su suporación (sic), removerá sus genios sublimes, los hará diligentes benéficos y animosos”. Agregando “Escribiré sobre la historia y topografía de estas provincias, sobre virreyes y gobernadores y no habrá ciencia, arte y mecanismo de que no se hable en mi periódico”.

Lejos estaba de pensar CABELLO Y MESA que el periódico que pensaba editar con el nombre de “Telégrafo Mercantil” sería el protagonista del primer acto de censura al periodismo que se produjo en el Río de la Plata.

En efecto, el 6 de noviembre el mismo año, el virrey lo autorizó a editar por su cuenta ese periódico que soñaba tan abarcativo, diciendo en el Decreto que oficializaba la autorización:

“Se le autoriza a usted a publicar un periódico “…. con las precauciones correspondientes de guardar moderación, evitar toda sátira, no abusar de los conceptos y que antes de que se imprimiese, éste y demás papeles relativos, los revea y apruebe el señor regente de esta Real Audiencia y que el señor JOAQUÍN BERNARDO DE CAMPUZANO, a quienes esta superioridad nombra en calidad de revisores y censores de la obra” (ver El Telégrafo Mercantil).

Primer acto de discriminación en Buenos Aires (1810)
No todo el mundo pudo concurrir al Cabildo Abierto del 22 de Mayo. Normalmente, en sus convocatorias ordinarias, al Cabildo de Buenos Aires, además de los políticos, eclesiásticos y militares, solo podían concurrir los vecinos casados, afincados y arraigados en la ciudad.

Al Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, por ejemplo, fueron invitados solamente los más caracterizados miembros de la administración militar, eclesiástica y civil, «la principal y más sana parte del vecindario», decía El Correo de Comercio de ese día.

Primer organismo represor (07/04/1811)
El 7 de abril de 1811, la Junta Grande de Buenos Aires, creó el «Tribunal de Seguridad Pública» para controlar los excesos» de los morenistas».

Después de la asonada que estallara el 5 de abril, en apoyo de CORNELIO SAAVEDRA y en contra de los «morenistas», se crea este organismo, dependiente de la Junta Grande, que debía ocuparse de controlar a los adversarios del gobierno y de disponer el confinamiento de éstos por medio de procesos sumarísimos (ver Primer intento contrarrevolucionario).

Lo integraban 8 llamados «jueces»: Atanasio Gutiérrez, Pedro Aguirre, José de Rocha, el doctor Pedro Seguí y Juan Bautista Bustos, este último, responsable de la orden emitida el 19 de junio de 1811, para que Bernardino Rivadavia fuera confinado en la población de Salto, acusado de «su positiva oposición a nuestro sistema de gobierno» (se enfrentan saavedristas y morenistas).

La mazorca (1833)
La «mazorca» era el nombre con el que popularmente se designaba a la ·Sociedad Popular Restauradora», organización política inspirada por ENCARNACIÓN EZCURRA, esposa de JUAN MANUEL DE ROSAS.

Usada luego por éste, para doblegar a sus enemigos y mantener a su gobierno en el poder, fue fundada en 1833 durante el gobierno de JUAN RAMÓN BALCARCE, por ciudadanos interesados en devolverle el poder a ROSAS, luego de cumplido su primer mandato.

La «mazorca» surgió de discrepancias irreconciliables entre grupos federales, pero en la práctica se aplicó especialmente contra los «salvajes unitarios», tal como se describía a sus adversarios políticos.

Entre los primeros miembros de esta sociedad en Buenos Aires se encontraban el coronel PEDRO BURGOS, que fue su primer presidente, JULIÁN G. SALOMÓN, otro de sus presidentes y cuyo hermano había sido muerto por unitarios, doña ENCARNACION EZCURRA DE ROSAS, protectora de los intereses de su esposo durante las ausencias de éste durante su Campaña al Desierto (y según algunos de sus contemporáneos, la verdadera organizadora de esta Sociedad a la que manejaba con férrea decisión), los padres de ésta y otros ciudadanos porteños igualmente responsables.

Su símbolo era una mazorca de maíz (con sus granos o componentes todos unidos, conformando un sólido bloque) y su finalidad, perseguir a los opositores de ROSAS.

En general, el uso del término «mazorca» (espiga madura de maíz), se explicaba de muchas maneras, aunque los federales preferían vincularlo con el hecho de que, la organización defendía a los indígenas, de la misma manera que a los rústicos valores criollos, violento contraste con las ampulosas ideas prácticas y foráneas admiradas por sus enemigos, los unitarios. Por su parte sus adversarios, decían que la palabra «mazorca» significaba «más horcas».

Uno de los primeros actos de violencia ocurrido en 1843. Como tardía protesta contra el regreso en 1835 a Buenos Aires del ex líder unitario y presidente BERNADINO RIVADAVIA, la mazorca preparó y festejó el camino triunfal de Rosas a su reasunción del poder y veinticinco jóvenes vestidos con uniforme azul, enjaezados con cordeles de color escarlata, tiraban de su carruaje por las calles de la ciudad, luego de la nueva toma del mando.

Durante el gobierno de Rosas, la «mazorca» fue responsable de suscitar y expandir el entusiasmo público en su favor, organizando demostraciones populares de adulación y llegando (según dicen sus detractores) hasta a inducir a la Iglesia Católica a exhibir retratos de ROSAS en los altares, como única fuerza unificadora de Argentina

Espías, rufianes y asesinos contribuyeron a que la «mazorca» fuera sinónimo de terrorismo. En 1839, después de abortada la conspiración de MAZA, la «mazorca» lanzó olas de violencia contra los unitarios y otros enemigos de ROSAS, precipitando la huida de muchos intelectuales y otras figuras públicas.

Una nueva ola de desmanes castigos brutales, matanzas, secuestros, torturas y destrucción de la propiedad privada, hicieron que la «mazorca» fuese a la vez odiada y temida.

La oleada de asesinatos de 1842 fue tan ignominiosa, que provocó la protesta del mismo ROSAS. Algunos historiadores revisionistas, no intentan negar o excusar estos excesos, pero algunos señalan que la situación política de la Argentina que siguió a la anarquía y amenazaba constantemente con el advenimiento de guerras civiles, hizo pensar a ROSAS que dichas acciones eran necesarias y que, bárbaros como fueron esos métodos, tenían sus raíces y precedentes en recientes experiencias políticas de la nación, habiendo recurrido a ellos a su turno, todas las facciones, convirtiéndose unos y otros, en ejecutores o víctimas, según las circunstancias» (ver La crueldad no tenía bando).

Después de la caída de ROSAS, la «mazorca» fue abolida y sus principales dirigentes fueron sometidos a juicio y acusados personalmente de los crímenes cometidos por ella. Los archivos provinciales de Buenos Aires, conservan la documentación de estos juicios por ellos se sabe hoy que MANUEL TRONCOSO, SILVEIRO BADÍA, FERMÍN SUÁREZ, ESTANISLAO PORTO, MANUEL LEIVA, MANUEL GERVASIO LÓPEZ, LEANDRO ALÉN, CIRÍACO CUITIÑO, TORCUATO CANALES y ANTONIO REYES fueron convictos y algunos de ellos ejecutados (ver Juicio a la mazorca).

Si esto no es discriminación, la discriminación, donde está?.
“Se nos habla de gauchos… la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país”.

“Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: clase gobernante. Somos gentes decentes. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de verse en nuestra Cámara (referido a la Cámara de Diputados y Senadores) ni gauchos, ni negros, ni pobres”.

“Si los pobres de los hospitales, de los asilos de mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran: porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga. Recoge los desperdicios”.

“Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos” (ver Dichosos dichos dicharacheros).

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