EL ÉXODO JUJEÑO (23/08/1812)

23 de agosto de 1812, con el general MANUEL BELGRANO a la cabeza, comienza el «éxodo jujeño», un heroico episodio de la Historia Argentina, que tuvo lugar durante la guerra de la Independencia.

Eran los días de la guerra de la independencia y las fuerzas españolas constituían un grave peligro para la consolidación de los logros obtenidos durante las jornadas de mayo de 1810.

La Revolución atravesaba momentos muy difíciles. Los realistas tomaban la iniciativa en casi todos los frentes y su avance desde el norte era incontenible.

El general MANUEL BELGRANO, que había llegado a Jujuy el 2 de agosto de ese año, luego de haberse hecho cargo del mando del Ejército del Norte el 26 de marzo de 1812, en la Posta de Yatasto (Salta), en el mes de mayo establece su cuartel general en Jujuy y se encuentra con una panorama desolador.

Las tropas que iba a comandar, como todas las de nuestras guerras de la independencia, pasaban meses y años sin cobrar sus sueldos. «Estaban mal vestidas y sufrían todo tipo de necesidades. De los 1500 soldados sobrevivientes, casi 500 estaban heridos o enfermos. Había 600 fusiles y 25 balas para cada uno».

Así le escribía BELGRANO al Secretario y hombre fuerte del Primer Triunvirato, BERNARDINO RIVADAVIA «Siempre me toca la desgracia de que me busquen cuando el enfermo ha sido atendido por todos los médicos y lo han abandonado».

«¿Se puede hacer la guerra sin gente, sin armas, sin municiones, sin pólvora siquiera?. Usted me ha ofrecido atender a este ejército: es preciso hacerlo y con la celeridad del rayo, no por mí, pues al fin mi crédito es poco, sino por la patria».

Pero ni RIVADAVIA ni el gobierno centralista que representaba se conmovieron, y el general tuvo que arreglárselas como podía, y pudo reorganizar aquellas tropas, recomponer la relajada disciplina y, gracias a la colaboración de la población, proveerlo de lo indispensable como para permitirle combatir» (dixit Felipe Pigna)

Abocado a sus tareas, BELGRANO se entera de que los realistas ya estaban listos para continuar su avance en dirección a Jujuy y se dirige al gobierno de Buenos Aires, reclamando el envío de refuerzos suficientes, para no tener que seguir retrocediendo y ofrecerle allí, una decidida resistencia a los realistas.

Pero no obtuvo ningún auxilio porque las autoridades estaban demasiado ocupadas con los sucesos que ocurrían en Montevideo y que le demandaban el empleo de todos sus efectivos.

Por eso, el gobierno de Buenos Aires (el Primer Triunvirato), temeroso del poder de combate de las fuerzas invasoras, le ordena al general BELGRANO que abandone Jujuy, debiendo trasladarse hacia Córdoba con todos los recursos que pudieran servirle al adversario y esperar allí que la situación fuera más favorable.

Belgrano, contrariando entonces sus deseos de esperar allí a los realistas para enfrentarlos, cumple las órdenes del Triunvirato y el 19 de julio dio un bando disponiendo el abandono del territorio.

La orden era contundente: había que dejarle a los godos en condición de «tierra arrasada», el camino que necesariamente deberían tomar en su avance hacia el sur. «Ni casas, ni alimentos, ni animales de transporte, ni objetos de hierro, ni efectos mercantiles».

Sabía que las tropas realistas llegarían a Jujuy muertas de hambre y de sed con la ilusión de abastecerse y se proponía no dejarle nada, Para eso contaba con el apoyo incondicional de todo un pueblo que lo venía dando todo por la causa revolucionaria.

Los más pobres eran los que compartían lo poco que tenían con las tropas patriotas. Pero Belgrano desconfiaba profundamente de las oligarquías locales a los que llamaba «los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud».

Belgrano no les dejó alternativa: o quemaban todo y se plegaban al éxodo o los fusilaba. Y lanzó su arenga: «Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he hablado con verdad. Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al ejército a mi mando, si como aseguráis queréis ser libres».

A las cinco de la tarde de aquel 23 de agosto de 1812, las tropas del general MANUEL BELGRANO y todo aquel pueblo, hombres, mujeres, ancianos y niños, comenzaron una retirada que se conoce como el «Éxodo Jujeño» y que respondía a esa táctica que había aplicado para crear el vacío ante el avance de los realistas.

El enemigo enfurecido le mordía los talones. La gente llevaba todo lo que podía ser transportado en carretas, muías y en caballos. Se cargaron muebles y enseres y se arreó el ganado en tropel. Los viejos se despedían de sus casas, en las que habían nacido cuando la colonia parecía ser el único sistema posible, cuando quedaban tan lejos los vientos libertarios que sonaban ahora, tan lejos de aquellos fuegos que ahora devoraron las cosechas, y hacían arder los objetos que no podían ser transportados.

Eran ellos, los ancianos, los encargados de contarles a los nietos que todo esto se hacía para ellos, para que vivieran otra vida, mejor que la de ellos: libres.

El general BELGRANO fue el último en partir a las doce de la noche de aquel día destinado a pasar a la historia. Quería estar seguro que no quedaba nada ni nadie. Y quería también asegurar la retaguardia de todo aquel pueblo andante.

Y así, el grueso del Ejército del Norte, la fuerza patriota en operaciones en el norte del país, pequeño y mal armado, desalentado por la derrota sufrida en Huaqui y sin posibilidades ciertas para contener el avance que los realistas forzaban desde el Alto Perú, inició la retirada hacia Tucumán, dejando libre el campo a las fuerzas españolas comandadas por el general PÍO TRISTÁN, que marchaban a su encuentro con más del doble de sus efectivos y perfectamente bien armadas.

Los voluntarios de DÍAZ VÉLEZ, que habían ido a Humahuaca a vigilar la entrada de Tristán y volvieron con la noticia de la invasión, fueron los encargados de cuidar la retaguardia. El repliegue se hizo en tiempo récord ante la proximidad del enemigo. En cinco días se cubrieron 250 kilómetros y poco después la marea humana llegaba a Tucumán.

«El Éxodo Jujeño» constituye una de las páginas más emotivas de la historia argentina, pues fue protagonizado por todo un pueblo, que acompañando a sus soldados, dejó todas sus posesiones, incendió sus campos y dispersó su ganado, para no dejar en manos del enemigo, ningún medio que pudiera facilitar su avance de conquista (ver El Ejército del Norte. Segunda Campaña)..

5 Comentarios

  1. GUILLERMINA BARCONTE

    COMO JUJEÑA ME SIENTO ORGULLOSA DE SERLO Y MUY EMOCIONADA. Y COMO ABOGADA QUE ESTUDIE EN TUCUMAN EN LA CUAL VIVO AUN DOS LUGARES HISTORICOS .

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  2. mabel

    Que GRANDE el Gral. BELGRANO !!!
    Cada vez que releo esta pagina de nuestra historia ,se me llena el corazon de orgullo ,y ahora con este gobierno neoliberal , me duele el alma por tanta traicion y entrega de la Patria !!!

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  3. Anónimo

    Sin palabras esos eran heroes que luchaban x la patria y no estos ladrones q gracias Al gral Manuel y su pueblo podemos contar la historia

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  4. Anónimo

    hola

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  5. Anónimo

    🙂

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