URQUIZA Y EL PACTO DE UNION CON BUENOS AIRES (11/112/1859)

En el panorama de los sucesos de 1859,  llama la atención el contraste entre la actitud que tuvo JUSTO JOSÉ DE URQUIZA antes de la batalla de Cepeda y la que mostró  después de su victoria, cuando firma el Pacto de Unión con Buenos Aires (ver Guerra entre la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires).

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En documentos fechados entre mayo y octubre de ese año, URQUIZA se mantiene decidido a obrar con la máxima energía frente al partido, que el considera, ha segregado a Buenos Aires del resto de la Confederación.

No es menos cierto que, ante los ultrajes de la prensa liberal a su esposa (a la que alguna vez, hasta la compararon con Dolores Guisado, nombre sinónimo de “loca” para los porteños de aquella época), URQUIZA está dispuesto a exterminar a “los salvajes unitarios” y que en su Proclama a la provincia rebelde (Buenos Aires), después de Cepeda, el Presidente alcanza a decir: “vengo a arrebatar a vuestros mandones el poder con que os conducen por una senda extraviada».

Pero los hechos, dicen otra cosa. En efecto, lograda la victoria aplastante de Cepeda, URQUIZA aprueba sin más las bases para convenir el Pacto de Unión, bases que excluyen la imposición de condiciones y sanciones al bando vencido. Llama, pues, la atención esta actitud del jefe victorioso que refrena súbitamente sus ímpetus y cambia de actitud.

LUCIO V. MANSILLA y JUAN B. ALBERDI echan algo de luz sobre este giro político del entrerriano. El primero, relacionando el cambio de URQUIZA con su viaje a Asunción del Paraguay, a comienzos de 1859, para hacer de mediador en el conflicto paraguayo-norteamericano,  mediación eficaz que llevó al arreglo firmado el 1º de febrero de dicho año por ambas partes en litigio.

Según MANSILLA, durante su gestión en el Paraguay, el presidente URQUIZA recibió el apoyo del presidente CARLOS ANTONIO LÓPEZ para su reelección. Aún más: el gobierno de Asunción reclamó dicha reelección como contrapartida de ciertas ofertas sobre Misiones y el Bermejo, que le hiciera URQUIZA.

ALBERDI, por su parte, en mayo de 1859, le escribió a URQUIZA desde París, diciéndole: Los periódicos de la Confederación, las cartas del Plata y de Chile y sobre todo, los periódicos de Europa, inspirados por el Brasil, hablan de reelegir a Vuecelencia en la Presidencia, que viene  por un voto nacional, derogatorio de la Constltución en nombre de la necedad pública”, sosteniendo, en la misma carta, que era más aconsejable elegir un hombre de la confianza de URQUIZA, para que fuera él, quien se encargara de proceder a la reforma de la Constitución y lo prevenía de que el consejo de la reelección emanaba de “entidades extranjeras a la patria argentina”.

Como la idea de la reelección era inseparable de la vigencia de la Constitución Nacional en toda la Confederación, y esta vigencia a su vez, dependía de la incorporación de Buenos Aires, cuya presencia legalizaría la reelección, ALBERDI le sugirió una reforma de la Constitución e invocar como primer punto de dicha reforma, o tal vez, como único medio de proceder a ella, “la necesidad de facilitar la reincorporación de Buenos Aires al seno de la unión federal”, idea ésta, que inspiró en gran medida las principales cláusulas del Pacto de Unión del 11 de noviembre.

También ALBERDI le hacía presente a Urquiza que “al tiempo de hacer la reforma se podría establecer el principio de la reelección del Presidente”, pero esto último no sucederá, por la sencilla razón de que será el pensamiento del Estado de Buenos Aires el que se impondrá en la Convención Constituyente de setiembre de 1860.

De todos modos, la idea dominante entre los consejeros de URQUIZA en 1859 era que debía aceptar ser reelegido Presidente. Y ella ayuda a explicar las visibles concesiones que URQUIZA le hace a Buenos Aires,  contenidas en el convenio del 11 de  noviembre, cuando firma el Pacto de Unión:  URQUIZA necesita que Buenos Aires esté en la Confederación, para poder ser reelegido Presidente.

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