RIVADAVIA Y ROSAS

Rivadavia y Rosas, dos visiones diferentes, acerca de estos dos importantes protagonistas de la Historia Argentina.

Ofrecemos aquí la oportunidad de comprender hasta que punto, la pasión partidaria, los intereses personales y hasta los contenidos genéticos y culturales de un autor, pueden llegar a influir en su visión de hechos de los que no ha sido contemporáneo, y que juzga sin tener en cuenta que quizás “su verdad”, no es espejo de la realidad.

Diario Pampero: De Rivadavia a Don Juan Manuel

Un enfoque “liberal” nos asegura que:
«Rivadavia personifica nuestra revolución, como Rosas personifica la contrarrevolución. Rivadavia es esencialmente republicano porque busca el orden dentro de la coordinación, que es el régimen estructural de las democracias, en tanto que Rosas con su sistema gauchesco es esencialmente antirrepublicano, porque sólo busca el orden dentro de la total subordinación: negación de la república».

«Rivadavia, republicano de verdad, no sabe lisonjear al pueblo; sólo sabe servirlo con desinterés y entrega todos sus actos a la publicidad. Rosas, “antirepublicano” en cambio, no hace más que adularlo y corromperlo; servirse de él y sepulta su conducta en el sigilo. Dicho de otro modo, Rivadavia es el Presidente, Rosas el Dictador».

«La primera Ley de Rivadavia, siendo ministro en 1821, es una ley de olvido. Todas las leyes que dio Rosas pueden titularse sin error, leyes de odio.

«Rivadavia había estudiado en Inglaterra el sistema de las instituciones liberales. Rosas no conocía del mundo más que la pampa sin hombres y sin fronteras».

«En 1813, Rivadavia, sueña con fundar institutos donde se enseñe Derecho Público, Economía Política, Agricultura, Lenguas; dota, como le es posible, la Biblioteca Popular; solemniza con su presencia los modestos exámenes escolares».

«Es el hombre que abre escuelas. Rosas, dicho de una vez, el que las cierra (Arturo Capdevila en «Las vísperas de Caseros). Rosas es el antípoda de Rivadavia. Todo avance de Rosas debe ser correlativo de un retroceso de Rivadavia; son dos fases de la humanidad; dos personajes de la tragedia eterna».

«La Sociedad de Beneficencia ha guardado a Rivadavia una secular fidelidad y quizás ha exagerado un poco en ello. Pero, cuando en 1834, Rivadavia, reembarcado por el gobierno a las cuatro horas de su llegada de Europa, esperaba a bordo su pasaporte para partir al destierro, se realizó la fiesta de los premios a la virtud y Rivadavia no fue mencionado en el acto».

«Es verdad que ya la mazorca aullaba en las calles. La Sociedad negó a su protector aquella vez; fue la única. Fue una pequeña infidelidad en más de un siglo. Y había su motivo. Rosas retiró después a la Sociedad todo subsidio y cerró la Casa de Expósitos».

«Rosas era el demoledor, como Rivadavia había sido el constructor. Y puso las escuelas bajo la dependencia de la policía. No se atrevió a destruir esa obra, pero le retiró el pan y el agua; y fue apenas tolerada, llevando una vida vergonzante, como que era una hija de Rivadavia».

«No hemos de decir que son el Bien y el Mal, porque el bien y el mal están demasiado mezclados en la vida; pero la política argentina ha girado y girará por mucho tiempo, como un péndulo, de Rosas a Rivadavia y de Rivadavia a Rosas». Con esta limitación: que una sola vez se llegó a Rivadavia y otra vez se llegó hasta Rosas».

«Lo más grave de nuestra crisis moral es que empieza la restauración de Rosas y el olvido de Rivadavia. Es un síntoma grave. Se acerca el día en que Rivadavia sufrirá su segundo destierro, y en que llegarán a Buenos Aires, tal vez aclamados, los restos del Restaurador».

«Hay una curva en la historia en que dejará de verse al grande hombre por un tiempo; pero sucederá como en las rutas de montañas, una nueva curva lo hará reaparecer más arriba; y ésa será su reivindicación».

«Porque, como se verá más tarde en numerosos capítulos de nuestra Historia, los argentinos perdonan la corrupción y la deshonestidad de sus funcionarios, pero los fustigan, cuando les imponen reglas y normas; cuando es acotado “el libre albedrío” en beneficio de la mayoría de los ciudadanos» (ver El liberalismo de Rivadavia).

Rivadavia y Rosas vistos con otros ojos
Parafraseando a Luis Alberto Romero, podríamos decir que “Rosas es una figura destacada de la Historia Argentina y cada uno que opina acerca de él, está proyectando sus propias preocupaciones y sus propios fantasmas e intereses.

El llamado “revisionismo histórico”, que en 1881 comenzara Adolfo Saldías, con su obra “Historia de Rosas” (1), dedicado a rescatar la que sus cultores consideran como “la verdadera Historia Argentina”, despojada de los mitos que supieron instalar “los liberales” instalados en la Academia Nacional de Historia en el imaginario colectivo, nos da otra versión sobre Rivadavia y Rosas.

“Tener el coraje de decir la verdad – le escribe Manuel R. García a Saldías, supone más valor moral que el de hacerse matar en los campos de batalla”. Calixto Oyuela, por su parte, le dirá: “Desde que he empezado a pensar por mí mismo en la vergonzosa historia de nuestras guerras civiles, he sentido la necesidad de despojamos virilmente de los odios heredados que pretenden imponérsenos en nombre de una hueca y bombástica tutela” (“Ni el polvo de tus huesos, América tendrá”, ha dicho José Mármol uno de los más enconados enemigos de Rosas, sin odio, por supuesto, porque solamente los rosistas odian)».

«Desde Perú, Ricardo Palma le escribe: “Pienso como Ud. que sin la dominación de Rosas, cuyo despotismo se ha exagerado un tanto, no estaría hoy esa gran patria Argentina a la altura en que se encuentra”.

«Pero hubo quienes no le perdonaron su atrevimiento: Mitre le envió una larga carta llena de esas frases que tanto gustaban al general: “¡Llama usted traidores, y por varias veces, a los que combatieron y derribaron la tiranía de Rosas por medio de alianzas y coaliciones, buscando fuerzas concurrentes! ¡Olvida que el pueblo luchó cuarenta años contra su tirano salvando su honor con su resistencia!».

«Mitre llamaba ladrón a Rosas porque “detrás del presupuesto oficial de dos millones de pesos estaba toda la fortuna privada del gobernador que subvenía a los gastos de gobierno en forma de auxilios sin control”. (Es decir, que Rosas era ladrón para Mitre porque pagaba gastos públicos con su fortuna privada»

«Saldías desde entonces fue condenado al silencio. Era un panegirista de Rosas. Su “panegírico” consistía precisamente en haber estudiado documentalmente la época de Rosas y cometido la imparcialidad de transcribir documentos auténticos».

«John Lynch, un biógrafo inglés de Rosas, ha dicho que “los historiadores trataron a Rosas en términos de rígidos contrastes, como la personificación del bien y el mal y el verdadero registro de su gobierno, quedó perdido en la mitología”

Las verdades federales
Rivadavia y el Primer Triunvirato
«El 23 de setiembre de 1811, se formaliza la instalación del Primer Triunvirato como máxima autoridad de las Provincias Unidas del Sur» (una estructura obstinadamente porteña y tontamente liberal, según José María Rosa).

«Tres porteños formaban ese gobierno, pero el nervio estaba en el Secretario, Bernardino Rivadavia, ejemplo de mentalidad ascuosa. Una llamada Asamblea, formada solamente por porteños de “clase decente”, completaba el cuadro de autoridades. A la Revolución (con erre mayúscula), por la independencia, la había sustituido la revolucioncita ideológica de Rivadavia (era el mayo liberal y minoritario), que quieren festejar como si fuera el auténtico».

«Detrás de éste se encubría el predominio de una clase de nativos: la oligarquía – la “gente principal y sana” o gente decente – del puerto. La revolución consistía para ellos en cambiar el gobierno de funcionarios españoles por la hegemonía de decentes porteños. Los demás – provincias, pueblo, independencia – no contaba: todo con música de “libertad”, para engañar a los incautos».

«Rivadavia empezó por sustituir a Artigas del mando militar en el sitio de Montevideo. Un porteño, Rondeau, reemplazaría al jefe de los orientales; no era conveniente que alguien de prestigio popular y que además no era porteño, mandara las tropas. Artigas obedeció; aún era disciplinado y aún creía, el desengaño sería formidable, en el patriotismo de los hombres de la Capital».

«Luego Rivadavia retiró la bandera azul y blanca que Belgrano inaugurara en las barracas de Rosario. ¿A qué izar banderas que podían tomarse como símbolos de una nacionalidad, si la revolución (con erre minúscula) no era nacionalista sino puramente liberal?. Belgrano también obedeció aunque a regañadientes y a la espera del desquite».

«Finalmente, Rivadavia ordenó que todos los ejércitos dejaran sus frentes de lucha y vinieran a proteger a Buenos Aires. El del Norte debería descender por “el camino del Perú” (Jujuy, Salta, Tucumán, Córdoba) y estacionarse en las afueras de la Capital».

«El de la Banda Oriental, dejar el sitio de Montevideo, abandonando a los españoles toda la provincia y aun parte de Entre Ríos. Ocurre entonces uno de los episodios más emocionantes de la historia del Plata, silenciado o retaceado por los programas oficiales en su afán de callar todo lo que huela a pueblo».

«Los orientales rodean a Artigas, que se apresta, a dejar el sitio, conforme a la orden superior, para replegarse sobre Buenos Aires. ¿Abandonará el Jefe a su pueblo? La orden es clara, y Artigas no quiere insubordinarse. Pero le duele dejar a los suyos a merced del enemigo».

«Medita un momento: no puede irse y dejar a los orientales; pero tampoco puede dejar de irse. Y da la orden extraordinaria: que todos, todos se vayan con él. Saca la espada de Las Piedras y señala el rumbo: hacia el Ayuí, en Entre Ríos, emigrará la provincia en masa «(ver El éxodo oriental).

«Se atemoriza el Triunvirato. Por un instante teme que Artigas venga en son de guerra contra Buenos Aires. “Aquí está acampado todo un pueblo arrancado de sus raíces” – escribe desde el Ayui el general Vedia, enviado a inspeccionar el éxodo».

«Pero que no haya temor en el Triunvirato ni en el señor Rivadavia: están en el Ayuí pacíficamente a la espera que las cosas cambien y puedan volver a su querida provincia».

«Y llega la Revolución del 8 de Octubre de 1812. Desde febrero está en Buenos Aires el coronel de caballería José de San Martín, un auténtico patriota que sueña con una patria grande y se ha encontrado con la revolución pequeña de los rivadavianos».

«Crea el Regimiento de Granaderos a Caballo, plantel de un nuevo ejército ordenado y eficiente. En los diarios ejercicios de la plaza de Marte, conversa con sus soldados: mocetones traídos de las provincias, especialmente de las Misiones correntinas, donde naciera el coronel; también hay “orilleros” de Buenos Aires (siempre muy argentinos), y no faltan jóvenes “decentes”, pero de probado patriotismo».

«Todos se quejan de los errores del gobierno; todos quieren una verdadera Revolución por la independencia. Un día – el 6 de octubre de 1812 – llega una noticia que llena de gran júbilo. A todos, menos a los hombres del gobierno. Belgrano ha desobedecido al Triunvirato y presentado batalla en Tucumán el 24 de setiembre, obteniendo una gran victoria».

«El 7 la ciudad se llena de manifestantes: ha ganado la Patria, pero también ha sido derrotado el gobierno. Hay pedreas contra los edificios públicos».

«En la mañana del 8 la conmoción popular es enorme. A San Martín se le encomienda poner orden con sus granaderos. El regimiento sale a la plaza, pero se hace intérprete del clamor del pueblo y marcha contra el Fuerte. ¡Que caiga el Primer Triunvirato, incapaz de comprender la Revolución!. Lo reemplazará otro Triunvirato, con la misión de convocar a una auténtica Asamblea Nacional, donde estén representados todos los pueblos del interior. ¡Ah!».

«Y esa Asamblea declarará la independencia, como lo quieren todos. La Revolución (con mayúscula) ha retornado su cauce. Los liberales se ocultan derrotados o protestan de su inocencia».

Los caudillos no son la barbarie
Casí todos los caudillos populares (Artigas, Ramírez, Güemes, Quiroga, Rosas, etc.), salieron de la clase elevada, pero se consustanciaron con los problemas del pueblo y se convirtieron en sus voceros y líderes, en oposición de quienes despreciaban los que calificándolos como de una “clase inferior”, necesitaban mantenerlos en la ignorancia y la pobreza, para mantener vigente su dependencia y militancia.

Los detractores de los caudillos populares han dicho que sus gobiernos significaban la barbarie (2). Si precisamos qué es “barbarie”, nos encontramos con que eran bárbaros porque eran obstinadamente argentinos. También nos han dicho que eran atrasados, reaccionarios y otros términos semejantes. Este “atraso” se debería a que gobernaban sus provincias de acuerdo con constituciones o leyes constitucionales en las cuales no estaban muy separadas las funciones de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Se horrorizaban de que el caudillo-gobernador lo fuera casi todo: comandara los ejércitos, reformara las leyes y entendiera en apelación de los pleitos fallados por los alcaldes de los cabildos. “¡Qué diría Montesquieu ante el Estatuto Constitucional que dio Estanislao López en 1819 a la provincia de Santa Fe!”, ha escrito muy seriamente un profesor de historia constitucional. Yo no sé lo que diría Montesquieu, pero sé que Santa, Fe no era París, ni era Londres, ni era Filadelfia, y que en 1819 era una comuna que luchaba denodadamente tras de su caudillo, por su autonomía y su derecho a vivir.

La Ley del Olvido de 1821
«No es obra de Rivadavia, aunque así lo haya dicho De Vedia y Mitre. El proyecto de Rivadavia, entonces ministro de gobierno, es de fecha. 27 de septiembre de 1821, y prometía “no acordarse más de la ingratitud, ni de los errores, ni de las debilidades que habían degradado a los hombres o afligido a los pueblos”. Pero en la Sala de Representantes se entendió que esa literatura era inaceptable para adversarios políticos en exilio, y se transformó el perdón en una verdadera amnistía que permitiría regresar a “todos los que se habían ausentado voluntariamente para ponerse a cubierto de los riesgos de las agitaciones populares” (ley de 9 de noviembre de 1821). Pero Rivadavia, que no quería una amnistía total redujo, por decreto de 13 de noviembre, el permiso para regresar a solamente nueve personas».

Bernardino Rivadavia y la cultura
«Rivadavia fue tenido por un hombre culto por sus contemporáneos. Más que por un hombre culto, por un sabio: el apelativo que se le adjudicó, “Padre de las Luces” no tenía intención irónica ni era como cree Alberto Palcos por sus desvelos por el alumbrado público, sino por sus ·vastísimos conocimientos en todas las ramas del saber humano”.

«Casi todos sus contemporáneos, creían en el enorme talento y los considerables conocimientos de Rivadavia: hasta San Martín (por lo menos en 1823), y el mismo Rosas en sus cartas de 1830 y 1834, ambos desconfiados por naturaleza de valores ficticios, reconocen su “vasta erudición”.

«Entre quienes no creyeron en la cultura de Rivadavia, y llegaron a burlarse inexorablemente del Padre de las Luces estuvieron el padre Castañeda hombre de sólida formación filosófica, y Pedro de Angelis, humanista y erudito a toda prueba».

«Pero, recordemos que Rivadavia no escribió un libro  (lo que en verdad no es descalificante, muchos otros próceres tampoco lo hicieron y eso no merma sus valores), ni dictó una cátedra. Su talento y conocimientos se manifestaron, por lo tanto, en su conversación particular, epístolas, discursos y decretos de gobierno. Nadie ha mencionado una frase feliz o un giro brillante de la conversación de Rivadavia, y sus cartas no pasan de una medianía decepcionante».

«Los discursos no revelan precisamente ese enorme talento. En el inaugural de la presidencia, dijo: “…Organizar los elementos sociales que ellos tienen (los Estados) de manera que produzcan cada vez, en menor tiempo, el resultado mayor y mejor. Esto es lo que hay de verdad cuando se dice que se crea, y esto también pone delante de vosotros (los diputados) uno de aquellos avisos de refracción que el Presidente no puede dejar de recomendar: el que los señores diputados lo tengan siempre delante de sí, y es el que sólo la sanción que regle lo que existe o para cortar el deterioro o para que produzca todo lo que da su vigor natural tiene efecto, y por consiguiente, obtendrá la autoridad que da el acierto y la duración que sólo puede garantir el bien”.

«En este párrafo, verdaderamente confuso, se encuentra de todo: anfibologia, solecismos, barbarismos, monotonía. Y después de descifrar con trabajo ese aviso de refracción que la Presidencia recomienda a los diputados tener delante de sí, resulta que se reduce a una verdad de Pero Grullo: quitar lo malo y dejar lo bueno».

«Quedan sus decretos de gobierno. En el Registro Oficial de Rivadavia han encontrado sus admiradores la prueba de sus conocimientos y su afán civilizador. Aunque sea por las tapas. Alguna vez un diputado o senador comparó a Rivadavia con Rosas, por supuesto en beneficio de aquél, por el número de decretos de gobierno producidos por uno y otro».

«En sus decretos de gobierno, Rivadavia enseñaba de todo y algunas veces esos conocimientos se entremezclaban, como en el decreto de 31 de diciembre de 1823, creando una Academia de Medicina y Ciencias Exactas para encargarse de “formar una colección demostrativa de la geología y de las aves del país”: tamaña colección de despropósitos no puede ser más estrafalaria».

«Y no solamente hace danzar juntas a la medicina, a las ciencias exactas, a la geología y a las aves del país para ilustración de los lectores del Registro Oficial», sino que, como “sabía de todo” (hasta de obstetricia), en el decreto que dio en enero de 1824 para reglamentar el funcionamiento de una Escuela de Partos, dispone el estudio “de las partes huesosas que constituyen la pelvis; el útero, el feto y sus dependencias, la vejiga, la orina y el recto”.

«En estos decretos administrativos está el sólido pedestal de la cultura de Rivadavia. O nuestros gigantes padres los conocieron solamente por las tapas, como el diputado o senador de marras, o se impresionaron demasiado por la música de las palabras».

«Es cierto que no ha dejado un solo libro, pero volcaba esta sabiduría en el Registro Oficial viniera o no al caso. Como ese decreto de 6 de junio de 1826 (cuando era presidente y en plena guerra con Brasil) en que para nombrar un jardinero con 50 pesos mensuales de sueldo, dictaba una cátedra de botánica en quince artículos («repletos de granos y hortalizas” como dice Paul Groussac), cuya parte dispositiva se resume: “las funciones del jardinero son… plantar y cultivar todo árbol de utilidad para paseo, combustible y todo género de combustible; plantar y cultivar todo género de flores, árboles frutales, plantas medicinales, granos, pastos y hortalizas”. (Registro Nacional Nº 1998, tomo II, pág. 135).

Persecusión, destierros y ajusticiamientos
Si releemos nuestra Historia, notaremos con horror, que fácil era en la época de nuestras luchas por la Independencia, luego durante las guerras civiles y finalmente durante la etapa de consolidación nacional, ejercer la fuerza y actuar con crueldad. No solo Rosas persiguió, no solo Rosas, ajustició, ni no solo Rosas fue obligado a ejercer sus mandatos con mano dura. Infinidad de casos así lo atestiguan y Bernardino Rivadavia no escapó a la norma (ver La crueldad no tenía bando).

«Él era católico pero había adoptado las ideas “regalistas” (3) y con el apoyo de varios miembros del clero “progresista”, entre los que se destacaron sacerdotes como Valentín Gómez, Gregorio Funes y Julián Segundo de Agüero, lo aplicó durante su gestión como Ministro de Gobierno del coronel Martín Rodríguez».

«Fue entonces, que el 1 de julio de 1822, Rivadavia, con el fin de incrementar las arcas del estado provincial, publicó una serie de decretos reformistas, que fueron completados seis meses más tarde por la ley de la Cámara de Representantes, que dictó, el 21 de diciembre, llamándola, la «Ley de Reforma General», más conocida como “Reforma Eclesiástica” y cuyo articulado afectó principalmente al clero regular, cuyos miembros eran considerados más adictos a la Santa Sede, que los sacerdotes disidentes del clero secular».

«El gobierno de la Provincia de Buenos Aires cerró entonces varios conventos administrados por los Bethlemitas, los Recoletos y los Mercedarios, mientras se apoderó de todos los bienes que pertenecían a estas órdenes religiosas e incautó los bienes propios del Santuario de Luján, de los de la Hermandad de Caridad, del Hospital de Santa Catalina y otros».

«Tomó sobre sí la responsabilidad de dar permisos para abandonar el estado religioso a quienes así lo deseaban. Suprimió el “diezmo” (impuesto tradicional que servía para el sostenimiento del clero), limitó el número de religiosos por convento, prohibiendo que hubiera más de 30 religiosos y menos de 16 en cada uno de ellos, bajo la pena de supresión y confiscación de bienes».

«Limitó la edad mínima para la profesión de los votos religiosos ya que ningún religioso podría pronunciar sus votos de consagración perpetua antes de los 25 años de edad. No reconoció la existencia de ninguna autoridad religiosa que residiera fuera del país y pretendiera tener poder sobre el clero secular y regular».

«La reforma eclesiástica desató un enfrentamiento entre Juan Cruz Varela y Florencio Varela, que defendían la posición del gobierno por un lado y fray Cayetano Rodríguez y fray Francisco de Paula Castañeda, periodista y escritor satírico que atacaban vigorosamente a Rivadavia, por el otro, mientras que el presbítero Mariano Medrano, vicario provisorio de la Santa Sede al haber quedado vacante el puesto de Obispo de Buenos Aires desde 1812, se opuso enérgicamente a las reformas rivadavianas».

«El 19 de marzo de 1823 estalló la «Revolución de los Apostólicos», para oponerse a las reformas del ministro Rivadavia. Encabezada por Gregorio García de Tagle acompañado por Domingo Achega, Mariano Benito Rolón y Ambrosio de Leica (padre), contaba con el apoyo de muchos descontentos, además de frailes, curas y vecinos creyentes, pero no tuvieron suerte y el movimiento fue rápidamente dominado».

«La mayoría de los líderes fueron capturados, ejecutados o castigados con dureza y el gobierno, aplicando una vez las políticas del regalismo, decidió exiliar a Castañeda a Carmen de paragones, pero el fraile escapó a Montevideo (curiosamente, el mismo destino y refugio obligado de los perseguidos por Rosas)».

«Tagle también logró escapar a Montevideo, con ayuda de Dorrego (el mismo a quien había desterrado injustamente en 1816 a España). El coronel José María Urien y el capitán José Benito Peralta fueron condenados a ser ejecutados, pero el juicio fue suspendido y sus documentos destruidos por orden de Rivadavia, quitándoles así la ciudadanía».

«Tagle fue arrestado en Montevideo, que era entonces la capital de la provincia Cisplatina, gobernada por Carlos Federico Lecor, quien tardó meses en liberarlo».

El Sufragio Universal
«Si hay una institución política típicamente Argentina, es ésta del sufragio universal, que aquí se practicó cuando en otras partes votaban solamente los ricos o los que pagaban determinados impuestos. Nuestro derecho político, nuestro auténtico derecho constitucional (no el que hemos copiado de otras partes) se basa precisamente en el voto general, en la elección del caudillo por eclosión del demos».

«No será muy liberal (muy liberal-burgués), pero nadie puede negar que es muy democrático. “Democrático” no quiere decir separación de poderes: quiere decir gobierno del pueblo y para el pueblo. En 1819 no había gobierno democrático ni en Estados Unidos de América, ni en Francia, ni en Inglaterra. Lo había, sí, en el Santa Fe de Estanislao López, en la Salta de Güemes, en la provincia Oriental de José Gervasio de Artigas. Por eso los unitarios fueron contrarios al sufragio universal».

«La Constitución de Rivadavia de 1826 descartaba el voto a los asalariados, peones, domésticos y soldados”, es decir los 19 vigésimas partes del pueblo. Se le daba únicamente a los ricos (argentinos o extranjeros con cierta residencia). Era la “aristocracia del dinero”, como pudo decir Dorrego en las sesiones del Congreso, oponiéndose inútilmente a esta medida». (“Cuando decimos pueblo, entendemos los notables, activos, inteligentes: la clase gobernante. Somos gentes decentes. Patricios a cuya clase pertenecemos nosotros, pues, no ha de verse en nuestra Cámara (Diputados y Senadores) ni gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir, patriotas” (Domingo Faustino Sarmiento, Discurso de 1866 ante la Cámara de Senadores).

«Contra los unitarios votó el viejo Passo, reliquia de la Junta de Mayo, “porque el pueblo es el que ha hecho la Revolución y el que la ha defendido en la guerra”. Años después, Esteban Echeverría, decía en su Dogma socialista: “El sufragio universal es absurdo”. Claro: era la eliminación de la minoría del gobierno, de esa minoría que no sabía dirigir al pueblo, que obstinadamente se colocaba en contra del pueblo, y era absurdo porque Echeverría era parte de ella. Pero el gobierno de la minoría se vino abajo con estrépito».

«Todo el edificio “construido por Rivadavia en la arena” – como dice Sarmiento – “se desmoronó”. Y agrega una frase de honda verdad y de claro estilo: “A Rosas le bastó con agitar la pampa”. Lo dijo despectivamente porque trataba a la pampa despectivamente. Pero ésa fue la gran verdad: Rosas agitó la pampa, y todo el artificio se vino al suelo en 1823».

Rosas y los perseguidos políticos
Rosas no persiguió a muchos que así lo juraron. Juan Bautista Alberdi no escapó de Buenos Aires por “las persecuciones del tirano”: se fue tranquilamente por la Aduana, con su pasaporte en regla y su cintillo punzó en el sombrero, porque le habían prometido en Montevideo un jugoso cargo de redactor en El Nacional. Claro que para escribir el diario pagado por el cónsul francés tuvo que arrojar al agua el cintillo y olvidarse de los principios nacionales de su Dogma Socialista y dar por superado todo eso, en octubre de 1867, cuando lo visitó a Rosas en su destierro (ver Alberdi visita a Rosas en su destierro).

«Tampoco Esteban Echeverría escapó. Su viaje a la estancia de su hermano, en San Andrés de Giles, no fue por razones políticas sino de salud. No pudo hacerlo para “escapar a los sicarios de la tiranía”, como se dijo alguna vez: irse a la campaña, donde el prestigio de Rosas era inmenso, para escapar al poder de Rosas, hubiera significado meterse en la boca del lobo. Lo cierto es que nadie lo molestó jamás por sus opiniones, ni tampoco la policía se incautó de sus terribles cartas antirrosistas escritas a Montevideo en plena guerra con Francia. O la policía de Rosas era muy deficiente, o a éste le importaba muy poco la oposición del poeta».

«Es verdad que muchos fueron perseguidos por el régimen rosista, pero muchos más los que, como los nombrados, se victimizaron y pasaron a la Historia como perseguidos sin haberlo sido, logrando por ello, algún tipo de beneficio o ventaja (económica, de prestigio o de consolidación política».

Rosas y los latifundios
«Si Rosas hubiera creado los latifundios, se explicaría el odio que le conservó la oligarquía durante más de cien años. La tierra ganada por la Conquista del Desierto, que hizo Rosas, fue repartida en fracciones entre los soldados, oficiales y jefes».

«Aunque parezca una paradoja, los “latifundios” de Buenos Aires surgieron de la Ley de Enfiteusis de Rivadavia, y sobre todo de las maniobras de la Sociedad Rural, cesionaria de las porciones aparentemente distribuidas en Enfiteusis, que luego revendía con grandes ganancias a quienes jamás pagaron el canon de la enfiteusis y reunieron extensiones de cien o más leguas».

«Como Rosas exigiera a estos curiosos “enfiteutas” rivadavianos el pago del canon cuando la situación económica se puso difícil por el bloqueo francés de 1838, éstos se sublevaron: fue la rebelión llamada de “Los Libres del Sur”. Rosas les expropió la tierra, que fue administrada por la Provincia».

«Pero después de Caseros estas “víctimas de la tiranía” no solamente recuperaron sus enfiteusis – ahora, como “propiedades legítimas”, sino que fueron generosamente indemnizados con el dinero público».

¿Rosas entregado a los curas?
«Rosas no fue clerical ni anticlerical. Fue un argentino de religión católica que jamás admitió la ingerencia de la Iglesia en las cosas terrenales. Como defensor de la Fe fue denostado por los dirigentes que lo sucedieron, y que presumiendo de liberales, masones o simplemente “agnósticos”, vieron en él un peligro para sus proyectos, en vista del arraigo popular que iba adquiriendo como “restaurador de la religión” atacada por las veleidades reformistas de Rivadavia”. (recordar que Rosas devolvió algunos de los bienes confiscados por la reforma rivadaviana a las órdenes religiosas)».

Rosas y los jesuitas
El 9 de agosto de 1836 llegan a Buenos Aires, procedentes de Europa, seis religiosos de la Compañía de Jesús a quienes tanto el gobierno como la población tributan cálida acogida.

Días más tarde, el 26 de agosto, un decreto de Rosas dispone el restablecimiento de la Compañía de Jesús «tan respetable entre nosotros por los imponderables servicios que hizo en otro tiempo a la religión y al Estado».

Se produce así en América del Sur, la primera revocación de la pragmática de Carlos III que había dispuesto su expulsión en 1767.

Fue así que en el transcurso de siete años, los religiosos realizaron tranquilamente su misión pastoral y como educadores, cumpliendo las directivas que se les había impartido: “abrir «aulas públicas de gramática latina, y después, cuando puedan y lo indiquen las circunstancias, enseñar la lengua griega y la retórica, poner Escuelas de primeras letras para varones y establecer cátedras de filosofía, teología. cánones, derecho natural y de gentes, derecho civil y derecho público eclesiástico, como también de matemáticas».

Las relaciones con los jesuitas se desarrollaban sin mayores dificultades, respetando ambos sus respectivas jurisdicciones y responsabilidades, hasta que la conducta partidaria y militante de algunos religiosos y superiores de la orden, temerosamente adictos, como el Obispo de Buenos Aires, MARIANO MEDRANO (ver un Obispo bien federal), MARIANO JOSÉ DE ESCALADA y MIGUEL GARCÍA entre otros, con su obsecuencia y su declarado “rosismo”, fueron creando primero rechazo y luego una franca hostilidad de los jesuitas para con el régimen de Rosas, que exacerbada con habilidad por sus enemigos políticos, los llevó a transformarse en crueles opositores, finalmente sancionados con su expulsión (ver Rosas expulsa nuevamente a los jesuitas)

Rosas y el culto a la personalidad
«El retrato de Rosas no se puso jamás en los altares como objeto de culto religioso, ni con ningún otro propósito. Esa suposición, repetida por los enemigos de Rosas y copiada a la ligera por los libros de texto que desfiguran la historia, y aun por algunos que defienden a Rosas, debe desecharse como un infundio de la pasión política».

«Por lo demás, el cargo no va tanto contra Rosas, sino contra los piadosos varones – el obispo Medrano, los canónigos Elortondo y Palacios, Argerich, Zavaleta, Segurola, etc.–, que regían la iglesia de Buenos Aires y habrían permitido tamaña profanación del culto, o al internuncio apostólico, enviado del Pontífice, llegado en 1850, que no encontró en el ritual de la iglesia porteña nada censurable».

«La leyenda nace de un hecho cierto, pero convenientemente tergiversado, que está lejos de constituir una profanación religiosa. En las fiestas cívicas, especialmente las suburbanas, el retrato de Rosas era llevado por las manifestaciones populares hasta la silla del presbiterio destinada a los gobernadores, supliéndose la ausencia de Rosas que no podía asistir a todos los tedéums o ceremonias religiosas que se efectuaban en Buenos Aires un mismo día y a la misma hora».

«Pero el presbiterio no es el altar, ni la presencia del retrato de Rosas en ese sitio en suplencia de la persona del jefe de Estado, quiere decir que se lo adorase como objeto de culto. También en nuestros días el presidente toma asiento en el presbiterio de la catedral rodeado de sus ministros, y a ningún feligrés se le ha ocurrido decir que el Obispo lo presenta, a él o a sus ministros, a la adoración de los fieles devotos» (ver Juan Manuel de Rosas prohibe agasajos a su persona).

Los “negocios” de Rivadavia
El préstamo de Baring Brothers
«Bernardino Rivadavia fue el inventor local de “la deuda eterna”. En 1822, siendo Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, desarrolló una intensa actividad para que se autorizara a la provincia a gestionar un préstamo de “tres a cuatro millones de pesos” (equivalentes a un millón de libras esterlinas) en Londres, para “construir un puerto, fundar ciudades y dar aguas corrientes a Buenos Aires».

«Al momento de tratarse el pedido del empréstito, alguien preguntó: ¿Pero cómo vamos a devolver un millón de libras esterlinas?

– Muy fácil -le contestaron- con las rentas de aduana, que son trescientas mil libras esterlinas por año; en tres años devolvemos el millón de libras esterlinas.

– Pues entonces -replicó el curioso- esperemos tres años y construimos las obras sin pedir ningún empréstito”.

Ante tal argumento, la sesión quedó en silencio, a punto de rechazar la propuesta, pero apareció el fatal argumento: “Si entra un millón de libras esterlinas, se reactiva toda la economía. Y fue entonces que se aprobó el pedido de Rivadavia sobre tablas el 19 de agosto de 1822″.

«Se autorizo a un “consorcio” (Guillermo y Juan Parish Roberston, Braulio Costa, Miguel Siglos y J. Pablo Sáenz Valiente) para negociarlo en Londres y como más tarde quedó claro, se estaba preparando “un negociado”.

«Este préstamo era en realidad una idea que formaba parte de la estrategia geopolítica de dominación de Gran Bretaña, para condicionarnos  económicamente e impedir nuestro crecimiento como Nación independiente. Respondió más a las necesidades inglesas de asegurarse la subordinación colonial que a necesidades locales y aquí encontró sus socios ideales».

«La estafa era tan evidente, que el principal banquero inglés (Nathan Rostschild) se abstuvo de participar y finalmente se cerró la operación con la casa Baring Brothers de Londres y el 1º de julio de 1824, se firmaron los contratos pertinentes».

«El país se comprometió por una deuda de 1.000.000 de Libras al 6 % de interés anual garantizadas con rentas y hasta con tierra pública. Del millón de Libras se descontó la comisión del “consorcio” (120.000 libras), intereses y “servicios” adelantados, quedando en definitiva un saldo de 560.000 Libras, que debía recibir Buenos Aires, por el 1.000.000 que se endeudaba».

«Cuando el gobierno reclamó el envío del dinero, Baring remitió 2.000 Libras en monedas de oro, 62.000 en letras de cambio (papelitos) y propone por “prudencia de mandar dinero a tanta distancia”, dejar depositado en su banco las 500.000 restantes, pagando 3 % de interés anual. (Un negocio redondo. Pedir dinero, al 3 % y prestarlo al 6 % “al mismo prestamista”).

«Ni se construyó el puerto ni se puso un solo caño en Buenos Aires y se pagó catorce veces la deuda, hasta cancelarla recién en 1904».

«Rivadavia sospechosamente interesado en la realización de esta operación, garantizó el pago de esa deuda con las tierras públicas de Buenos Aires y posteriormente extendió la garantía hipotecaria a todas las tierras públicas de la Nación. “… quedan especialmente afectadas al pago de la deuda nacional, la tierra y demás bienes inmuebles de propiedad pública cuya enajenación se prohíbe” y ya no pudieron venderse tierras públicas con fines de colonización».

«Como era lógico suponer, faltó dinero para pagar esa deuda. En consecuencia, en 1828 se liquidó la escuadra naval y se dieron en pago dos fragatas que se estaban construyendo en Inglaterra. De este modo, cuando cinco años más tarde, en 1833, se produjo la usurpación de las Malvinas por los ingleses, no hubo fuerza naval para contrarrestarla. Obviamente, esto estuvo planificado por los acreedores, y su cómplice, Rivadavia, como pronto se comprobará».

«Los mismos ingleses, admitieron el carácter fraudulento de esta negociación. Ferdinand White, espía inglés, enviado por la Baring al Río de la Plata, condenó los aspectos delictuosos de este acuerdo. Fue una operación usurera, un acto de saqueo y sumisión y el primer acto de corrupción ligado a la deuda externa».

«Según Scalabrini Ortiz, de la suma recibida, sólo llegaron al Río de la Plata en oro, como estaba convenido, el 4% de lo pactado, o sean 20.678 libras».

La Ley Nacional de Enfiteusis
«Como garantía del empréstito de la Baring Brothers, Rivadavia había hipotecado todas las tierras y demás bienes inmuebles de propiedad pública, prohibiendo su enajenación en toda la Nación. No siendo posible entonces enajenar esas tierras por la existencia de esta hipoteca, les aplicó un régimen mediante el cual, éstas, solo podían ser arrendadas temporariamente».

«El 18 de mayo de 1826 se sancionó la llamada “Ley Nacional de Enfiteusis”. Contenía nueve artículos y en ellos se establecía la cesión temporal del dominio de tierras, por el término de 20 años, a partir del 1º de enero de 1827, a cambio del pago de un cánon anual y el 16 de marzo de 1826, siendo ya presidente de la Nación, ratificó la vigencia de esta Ley mediante un decreto».

«La enfiteusis dejó como consecuencia la concentración de la propiedad de la tierra entre 1822 y 1830, tiempo en el cual, 538 “enfiteutas” en total, obtuvieron 8.656.000 hectáreas “en arrendamiento temporario”. Los enfiteutas más beneficiados fueron muchos colaboradores del propio régimen de Bernardino Rivadavia, entre ellos las familias Anchorena, Alzaga, Alvear, Azcuénaga, Basualdo, Bernal, Bosch, Bustamante, Castro, Díaz Vélez, Dorrego, Eguía, Echeverría, Escalada, Ezcurra, Yrigoyen, Lacarra, Larreta, Lastra, Lezica, Lynch, López, Miguens, Obarrio, Ocampo, Olivera, Ortiz Basualdo, Otamendi, Pacheco, Páez, Rozas, Sáenz Valiente y otras más».

«La Enfiteusis puso más de ocho millones de hectáreas a disposición de arrendatarios y enfiteutas, quienes en general no pagaban o pagaban cánones muy bajos al Estado; por lo que es lícito establecer que esta Ley tendió a favorecer la gran concentración de la propiedad en unas pocas decenas de familias».

«Fue un sistema de alquiler de tierras fiscales que evidentemente no logró alcanzar los objetivos para los que había sido implementado, ya que las tierras fueron acaparadas por grandes productores, creando así enormes latifundios».

La Río de la Plata Minning Association
«En mayo de 1824, Juan Gregorio de Las Heras, fue elegido gobernador de Buenos Aires y le ofreció a Bernardino Rivadavia continuar en el cargo de Ministro de Gobierno. Rivadavia no aceptó y partió hacia Londres, con una autorización de la Legislatura para gestionar la explotación de minas en el territorio de la Nación».

«Rivadavia ya había tenido noticias de “un fabuloso contenido de minerales precisos” en las sierras de Famatina y sin tener en cuenta que éstas estaban en la provincia de La Rioja y que Facundo Quiroga ya tenía en marcha un emprendimiento destinado a explotarlas, asociado con el Banco Hullet Brothers de Londres, fundo la “Río de la Plata Minning Association”, para explotarlas».

«Con un capital nominal de 1.000.000 de libras esterlinas, para “promover el desarrollo de la minería”, eufemismo que quería decir “para conseguir metales preciosos con los que acuñar moneda”, la Río de la Plata Minning Associatio”, lanzó su oferta de acciones, que pronto fue cubierta».

«Nadie hubiera podido suponer que Rivadavia tenía en la Rio de la Plata Minning Association, otro interés que no fuera el puramente patriótico de civilizar las minas del país entregando su explotación a una compañía extranjera».

«Que hiciera preceder el lanzamiento de las acciones, con esos famosos prospectos en que pintaba al Famatina como el venero de oro más grande del mundo que “afloraba con la lluvia” o “las pepitas ruedan por las laderas de los cerros y obstruyen las puertas de las casas, no explotado por la incuria de españoles y criollos”, nos pareció obra de su fantasía convenientemente estimulada por la casa Hullet de Londres, emisora de las acciones».

«Que como accionista principal aceptara la presidencia de la compañía, con sueldo de 1.200 libras, escribiera esas cartas comprometedoras que trajo Vicente Fidel López en su “Historia Argentina”, nos parece algo tan absurdo, tan inexplicable, que preferimos juzgar al prócer, antes que de corrupto, de haber sido un ingenuo que inconscientemente servía los intereses de profesionales de la estafa bursátil y de avezados políticos decididos a sojuzgarnos económicamente”.

«Pero, a la vista de acontecimientos posteriores, nos entra nuevamente la duda, cuando más tarde, trastocara todo el régimen político del país para hacerse elegir presidente, diera esa ley llamada de Consolidación de la Deuda, que ponía las minas provinciales bajo la jurisdicción del presidente de la República, y que acto seguido, Bernardino Rivadavia, presidente de la República, entregara a Bernardino Rivadavia, presidente de la Mining Association, la concesión del Famatina y de la acuñación de toda la moneda, ocurriendo todo ello, en plena guerra con Brasil, cuando se hacía más necesaria que nunca la unidad nacional, quitando todo motivo de recelo de las provincias, para con Buenos Aires».

«Pero, el negocio estallará pronto debido a que las fabulosas existencias de minerales preciosos en los cerros de Famatina, no existían en realidad, pero el encono que a partir de entonces nació en Facundo Quiroga contra Rivadavia, llevó a la primera guerra entre unitarios y federales que se desencadenó en el interior» (ver Compañía Minera del Río de la Plata).

«Y fue entonces, cuando Manuel Dorrego destapa el negociado con la Minning, que Rivadavia no puede tapar tanta mugre con un pañuelo, y renuncia aparatosamente: “Me es penoso no poder exponer a la faz del mundo los motivos que justifican mi irrevocable decisión. He dado a la patria días de gloria (¿?). He sostenido hasta el último punto la honra y dignidad de la Nación (menos la honra propia, añaden sus críticos). Dificultades de nuevo orden que no me fue dado prever (¿?) han venido a convencerme de que mis servicios no pueden en lo sucesivo serle de utilidad alguna. Sensible es no poder satisfacer al mundo de los motivos irresistibles que justifican esta decidida resolución. Quizás hoy no se hará justicia a la nobleza y sinceridad de mis sentimientos, mas yo cuento con que al menos me hará algún día la posteridad, me hará la historia”(¿Habrá sabido anticipadamente que Mitre y Sarmiento se ocuparían de esas historias?).

«La oligarquía unitaria no condenó a Rosas por tirano, lo condenó por la defensa de la soberanía que hizo y porque representó auténticamente a las clases populares. La mayoría de los hechos nefastos que se le atribuyen, son historia mentidas para cohonestar este odio; la leyenda de la mazorca, la de las ejecuciones, la del cierre de la universidad, el rechazo de San Martín de Tours, su nada heroico comportamiento en Caseros» (ver Rosas contra San Martín de Tours).

«A sus enemigos, les era necesario presentar a las futuras generaciones, el peligro de los gobiernos populares: mostrar el oscurantismo y el terror que advendrían si volvían los gauchos y orilleros conducidos por un gran caudillo a regir los destinos de la Patria, despojándolos de las ventajas y el poder que creían merecer por su condición de “clase superior”.

“Felizmente, hoy, por lo menos entre los historiadores, esa antinomia “Con Rosas o contra Rosas”, ya no existe. Ellos han superado esa etapa y ahora lo toman como un protagonista más de nuestra Historia y los que no lo hacen así, es porque tienen una visión politizada de la historia y tienen necesidad de proyectar de algún modo sus conflictos o su militancia en Rosas”, dice a este respecto Luis Alberto Romero (ver El Revisionismo responde)

(1). En 1881 Adolfo Saldías escribe su “Historia de Rosas”, que llamaría, desde la 2º edición “Historia de la Confederación Argentina”. Se había propuesto ir más allá de Mitre y de López, que en sus libros se habían detenido justamente al empezar la época de Rosas. Saldías era un hombre de formación liberal, y por supuesto antirrosista. Puede leerse su nombre entre quienes protestaron en 1877 por el funeral que los familiares quisieron hacerle a Rosas, invitando a un funeral “por las víctimas de la tiranía”. También había escrito un libro, “Historia de la Constitución Argentina”, en el cual tomaba por moneda de buena ley todo lo que hasta entonces se había dicho de Rosas.

Para eso estudió las publicaciones de la época, principalmente la Gaceta Mercantil y el Archivo Americano. También fue a Londres, y logró de Manuelita Rosas que le facilitara el archivo de don Juan Manuel. Resultado de ello fue su libro, que produjo el escándalo consiguiente en el Buenos Aires de 1881.

(2) “Tengo odio a la barbarie popular… La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil. Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad?. El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden… Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas” (Domingo Faustino Sarmiento carta a Bartolome Mitre desde los EEUU (1865).

(3). El regalismo era una corriente de pensamiento que ya venía aplicándose en Europa, principalmente en España, que sostenía que no existía solamente una Iglesia Católica Apostólica Romana regida por el Papa, sino que existían comunidades nacionales de fieles, a los cuales el gobierno podía dirigir hacia los fines que más le convenían  al estado nacional, aún interfiriendo, en los asuntos de la religión católica a favor de sus propias políticas públicas.

Fuentes: “El revisionismo responde”. José María Rosa, Ed. Pampa y Cielo, Buenos Aires, 1864; “Las vísperas de Caseros”, Arturo Capdevila, Ed. Agencia General de Librería y Publicaciones, Buenos Aires, 1922; “La política religiosa de Rivadavia”. Guillermo Gallardo; “Vidas Argentinas”, Octavio R. Amadeo, Buenos Aires, 1934; “La dictadura de Rosas”. Mariano A. Pelliza, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1894; “Rivadavia y la reforma eclesiástica”. Haydée Frizzi de Longoni, Ed. La Prensa Médica Argentina, Buenos Aires, 1947; “Rivadavia”. Ricardo Piccirilli, Ed. Peuser, Buenos Aires, 1952; “Rivadavia”. Ricardo Font Ezcurra, Ed. Del Libro, Buenos Aires, 1942; “Rivadavia”. Haydée Frizzi de Longoni; “La Política Religiosa de Rivadavia”. Guillermo Gallardo, Ed. Theoría, Buenos Aires, 1942; “Rivadavia”. Edgard Pierotti, Ed. Martín Fierro, Buenos Aires, 1951;  “Treinta y dos escritores con Rosas o contra Rosas”. Autores varios, Ed. Freeland, Buenos Aires, 1974; “Rosas en los altares”, Alberto Ezcurra Medrano, Revista del Instituto de Investigaciones Histórica Juan Manuel de Rosas Nº 4, Buenos Aires, 1939; “Rosas, nuestro contemporáneo”, José María Rosa, Ed. La Candelaria, Buenos Aires, 1970; “Rosas”. Antonio Dellepiani, Buenos Aires, 1956; “Rosas. Aportes para su historia”. Ernesto Celesia, Buenos Aires, 1954; “Rosas. Ensayo biógrafo y crítico”. Raúl Rivanera Carlés, Liding S.A., Ed. Talleres Gráficos Apus, Buenos Aires, 1979; “Los tiempos de Rosas”. Luis Alberto Romero, Ed. Colihue, Buenos Aires; “Los tiempos de Rivadavia”. Luis Alberto Romero, Ed. Colihue, Buenos Aires; “Juan Manuel de Rosas en la historia argentina”. Enrique Arana, Editado por el Instituto Panamericano de Cultura, Buenos Aires, 1954; “Juan Manuel de Rosas”, Carlos Ibarguren, Buenos Aires, 1954; “Juan Manuel de Rosas, el maldito de nuestra historia oficial”. Mario O’Donnell, Ed. Planeta, Buenos Aires, 2001; “Juan Manuel de Rosas”. Félix Luna, Colección Grandes Protagonistas de la Historia Argentina”, Ed. Planeta, Buenos Aires 1999; “Juan Manuel de Rosas”, John Lynch, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1984; “Historia Argentina”. José María Rosa, Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1981, “Historia de un empréstito”. Ernesto Fitte, Ed. EMECE, Buenos Aires, 1962; “Historia del Primer Empréstito”. Raúl Scalabrini Ortíz, Ed. FORJA, Buenos Aires, 1939; “Por la Verdad Histórica”. Luis Alberto de Herrera, Ed. Cámara de Representantes, Montevideo, 1989; “La Historia Falsificada”. Ernesto Palacio, Ed. Difusión, Buenos Aires, 1939.

5 Comentarios

  1. A.M Ccho

    «No he de decir que son el Bien y el Mal».
    No hace falta decirlo, toda la nota exhala un direccionamiento y una mirada unipolar. Rosas y Rivadavia eran muy diferentes, aceptable. Ninguno de los dos era ejemplo, el intercambio comercial con Inglaterra bajo los gobiernos de uno y de otro,contarían una historia muy diferente, El pago en oro de el défict comercial o el superávit y la prohibición de que el oro saliera del territorio, de algo estoy convencido. Si defendiera los intereses económicos de Inglaterra preferiría a Rivadavia y tildaría de bárbaro a Rosas.

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    1. Horacio (Publicaciones Autor)

      Señor A.M Ccho: Le agradeceré me diga , hacia donde Usted estima que en mi texto expongo alguna preferencia por uno de estos dos personajes de nuestra Historia. o retaceo o resalto información en beneficio de uno u otro. Lo que menos deseo es usar mi página como tribuna de mis opiniones, pensamientos o ponderaciones y si Usted me ayuda, corregiré lo que sea necesario en ese texto, para que esto siga así. Desde ya muchas gracias por su colaboración.

      s «uni polra»

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  2. horacio

    Es de publico conocimiento la falta de lealtad y bajeza con el Libertador San Martín por parte de Rivadavia hasta planifico una trampa para terminar con su vida, un acto cobarde para el padre de nuestra patria, y San Martín en el exilio no tuvo mas que agradecimientos hacia Rosas por sus actos heroicos de afrontar un bloque anglofrances y la politica que tenia , le obsequio su sable que es simbolo de mando, creo que esto seria para reflexionar sobre lo erroneo del texto citado, espero una revisión del contenido, gracias

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    1. Horacio (Publicaciones Autor)

      Señor Horacio: Tiene Usted razón, pero no veo que debo corregir en nuestro texto. Hemos transcripto exactamente lo expresado por el Doctor Octavio R. Amadeo en su obra «Vidas Argentinas». Nosotros no damos opinión ni hacemos juicios de valor que ratifiquen o censuren una opinión. Simplemente la exponemos para que de la lectura de los distintos puntos de vista con los que se enfoque un acontecimiento o una personalidad, cada uno pueda llegar a saber, no cuál es la verdad, sino la realidad de las cosas. No compartimos la opinión del Dr. Amadeo, pero respetándola la hemos transcripto, como lo hemos hecho también en nuestro texto «San Martín y Rivadavia». Lo invitamos a que lo lea. El material que hemos subido a nuestra página, vinculado con San Martín, Rosas y Rivadavia, junto con su opinión y la de otros de nuestros usuarios, quizás puedan servir para que los argentinos, sepamos la realidad de nuestra Historia y no la «verdad» de cada uno, que siempre llegará distorsionada por las pasiones y la militancia. Gracias por su colaboración.

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  3. Anónimo

    Tendenciosa la nota, sin objetividad.

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