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URBANIZACION DE BUENOS AIRES
Buenos Aires catalogada a menudo, como la ciudad de América más europea, fuera de Europa, merece este calificativo, entre otros motivos, por su desarrollo urbanístico, racional y muy semejante al empleado por las ciudades europeas del siglo XIX.
Desde sus orígenes, Buenos Aires perteneció administrativamente al Virreinato del Perú, el más importante enclave de la corona española en América y aunque era la puerta atlántica de España en Sudamérica, fue una ciudad de importancia menor en comparación con Lima y otras plazas coloniales, hasta que en 1776, al crearse el Virreinato del Río de la Plata, pasó a ser, como Capital del nuevo virreinato, la verdadera “joya de la corona”, donde la circulación y el comercio eran los rasgos dominantes de sus primeros tiempos.
Los intereses de España en estas tierras eran garantizar y apoyar la navegación de los ríos que penetraban en el territorio, asegurar la posesión de las tierras y contribuir a que fueran pobladas, facilitando así la circulación entre el Alto Perú y estos nuevos dominios. El pueblo y las ciudades fueron entonces, las principales instituciones que utilizaron los españoles para realizar la conquista y la colonización de sus posesiones en América.
Los capitanes españoles que venían desde Alto Perú y Chile, a través de los Andes, o los que llegaban desde España, navegando por el Océano Atlántico, generalmente traían la orden de fundar pueblos permanentes, legalmente organizados, en lugares elegidos por su buen suelo, la adecuada provisión de agua, la vecindad de aborígenes amistosos que pudieran asegurar los primeros suministros de alimentos y mano de obra para el trabajo. Ubicados estratégicamente para asegurar su defensa y si fuera posible, cercanos de otros más antigüos o con disponiblidad de tierras a su alrededor para facilitar futuros asentamientos (ver Cómo se fundaba una ciudad).
Cada pueblo era trazado según los principios establecidos por las Leyes de Indias y que eran de uso en España; con un casco urbano definido como un damero con forma de cuadrícula (en imagen, el Plano de Bermúdez de 1708), constituído por manzanas cuadradas, dispuestas alrededor de una Plaza Mayor y dividida cada una de ellas en cuatro solares, y predios para quintas en la periferia (Buenos Aires nació con 250 de esas manzanas, cada una de las cuales tenía 140 varas de lado). Luego de ubicar dónde iría la Plaza Mayor, la Iglesia, el Cabildo o Ayuntamiento y los demás edificios para la Administración pública, las tierras se distribuían entre los pobladores, que podían optar por recibir lotes en el ejido o en las quintas.
A fines del siglo XVI, ya habían sido fundadas la mayoría de las ciudades hoy existentes y catorce de ellas, con tierras sobre las cuales la corona española tenía jurisdicción, se convirtieron en la actuales provincias argentinas, conservando las huellas que dejaron aquellas y cuyos principales exponentes son la Plaza Mayor, (actual Plaza de Mayo en Buenos Aires y Plazas principales en el interior), el Fuerte y el Cabildo.
Los Cabildos y la Iglesia eran la autoridades reconocidas no sólo en la ciudad, sino también por las zonas aledañas y en teoría, estas ciudades eran gobernadas por “Gobernadores reales” o “Tenientes de Gobernador”, bajo la autoridad de las “Audiencias Reales” y subordinadas todas ellas, durante la mayor parte de período colonial, al virrey de Lima, hasta que en 1776 se creó el virreinato del Río de la Plata y pasaron a depender de éste.
Pero en la práctica, como los poblados estaban tan lejos, unos de otros, sólo algunos de ellos tuvieron funcionarios reales residentes en el lugar, por lo que fueron los Cabildos y los cabildantes (vecinos destacados), quienes debieron asumir las responsabilidades de la defensa y protección del poblado, del comercio, de la provisión de alimentos, de la organización del trabajo, de los problemas legales, de la administración de Justicia, del orden dentro de la comunidad y de la salud entre otras, mientras la Iglesia y los misioneros, evangelizaban a los nativos y los introducía en la cultura española. Era también la Iglesia, la autoridad espiritual y moral y quien proveía, mediante sus festivales religiosos, los numerosos acontecimientos culturales y teatrales que enriquecían la vida de la sociedad colonial.
Con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1767, Buenos Aires. pasó a ser la Capital del nuevo virreinato y a partir de entonces comenzó a tener un desarrollo significativo, por ser la única ciudad comercial poseedora de un puerto sobre la costa atlántica, convenientemente conectada con las ciudades del interior del Virreinato. Ya en 1778, un Censo ordenado por el virrey VÉRTIZ reveló una población de 24.205 habitantes (en 1602 tenía 500 habitantes).
Y fue a partir de esa circunstancia, cuando las ciudades comenzaron a crecer en tamaño e importancia. Para fines del siglo, la Audiencia de Buenos Aires y las Intendencias ya podían contar con funcionarios reales españoles radicados efectivamente en la mayoría de las ciudades, y comerciantes españoles residentes, que recién llegados, ocupaban cargos en los Cabildos locales. Buenos Aires, como ciudad capital del virreinato, comenzó entonces a ser embellecida y modernizada para ser digna de su importancia y lo mismo ocurrió con otras ciudades.
Este movimiento de evolución y modernización de las ciudades, continuó con lentitud hasta fines del siglo XIX, salvo las que se encontraban en la ribera del Paraná, desde Santa Fe hasta Buenos Aires ya que éstas aumentaron rápidamente su tamaño e importancia, debido al impulso que les dieron los primeros inmigrantes que llegaron a estas tierras: comerciantes y artesanos extranjeros, trabajadores urbanos, empresarios, educadores, profesionales, científicos, etc., y a la gente del interior que migraba hacia los centros más urbanizados,
Buenos Aires, como sus pares del Litoral, fue creciendo con altibajos alrededor de su Plaza Mayor (especialmente hacia el sur), hasta que durante el período comprendido entre los años 1880 y 1914, cuando estalla la Primera Gran Guerra Mundial, sobrevino el gran cambio.
En este lapso, la población de Buenos Aires y sus alrededores (el Gran Buenos Aires de hoy) se quintuplicó. El flujo de inmigrantes, la creciente actividad agrícola ganadera y comercial y el extraordinario desarrollo de la industria de la carne (por la aparición de la refrigeración), revolucionaron a las ciudades costeras, dado que las nuevas industrias urbanas y los servicios públicos, comenzaron a exigir una mayor disponibilidad de mano de obra. Buenos Aires, prototipo y líder de las ciudades costeras, fue, como era de esperar, el destino preferido por los trabajadores provincianos que buscaban mejorar su situación económica y social.
Su tez y su sangre, herencia de la mestización sufrida a lo largo de los años entre españoles, nativos y negros, comenzó a mezclarse con la de los nuevos europeos que llegaban atraídos por el bienestar que les prometían estas tierras y surgió una nueva clase social: la clase media argentina. Un estrato de la sociedad argentina, que estando ubicado entre la clase alta, poseedora de elevados recursos y la clase baja, que contaba con bajos y hasta escasos recursos, produjo trabajadores, científicos, profesionales, maestros y artesanos que impulsaron enérgicamente al país hacia su futuro.
Durante esas tres décadas (1880-1914), se desarrolló un extenso programa-de obras públicas en Buenos Aires por lo que pronto se la pudo equiparar a las más desarrolladas capitales europeas (ver Buenos Aires se transforma). Se mejoró el puerto; por medio de ferrocarriles se la conectó con numerosos destinos internos, así como con Bahía Blanca, Rosario y prácticamente con todo el país; sus alrededores se sembraron de industrias nuevas, el comercio se diversificó, floreció la cultura y todo eso trajo que también creciera exponencialmente el número de sus habitantes, circunstancia que generó el surgimiento y la posterior super densidad poblacional de las “villas de emergencia”: La ciudad no estaba preparada para alojar ni para ocupar a esa gran cantidad trabajadores que llegaban desde el interior, incrementada por los que llegaban desde Chile, Bolivia. Paraguay y Brasil.
Pero el problema no terminó entonces. La inmigración interna a Buenos Aires en las décadas de 1940 y 1950, llegó a contabilizar un movimiento de casi doscientos mil personas por año luego de la Segunda Guerra Mundial. El traslado masivo del interior hacia la costa, estaba acompañado por la migración local del campo a la ciudad; en 1869, sólo el 29% de la población vivía en ciudades con más de dos mil habitantes; para 1914, esta proporción se había elevado al 53% y en 1970, se estimaba que era del 75%.
Por otro lado, había un área periférica, casi rural, con menor densidad de población, en la que se desarrollaban toda una serie de actividades “industriales”, como eran los hornos de ladrillos, la fabricación de tejas y la extracción de cal.
Como en el período colonial, Buenos Aires, como otras ciudades (especialmente las costeras), continuaron siendo centros de una intensa actividad política, social, económica y cultural de la vida nacional y si bien, los disturbios sociales, aun con todas sus modernas modalidades e ideologías, requerimientos y prácticas (cuyas raíces deberían buscarse en los movimientos comuneros del período colonial), fueron efectivos para producir cambios, fueron también la antesala de golpes militares, cívico-militares y de las reformas que comenzaron a aplicarse y que caracterizaron el gobierno de JUAN DOMINGO PERÓN a partir de 1945.
Para la década de 1950, la urbanización de toda la región costera había causado problemas no solo para las ciudades involucradas, sino también a toda la Nación, por lo que desde entonces, se ha tratado de descentralizar la industria, creando centros industriales en todas las provincias. Ciudades nuevas —aunque pequeñas— comenzaron a desarrollarse, tanto en el norte como en el sur, como centros en los cuales se explotan sus recursos naturales, mientras las ciudades costeras continúan atrayendo gente, dinero, ocupación y poder e influyendo sobremanera en la vida de la Nación.
Hitos de la urbanización de Buenos Aires
En diciembre de 1784 durante el virreinato de JUAN JOSÉ DE VÉRTIZ Y SALCEDO, comenzaron a empedrarse las primeras calles de Buenos Aires con piedras que se traían desde Colonia del Sacramento. La primera que se empedró fue la calle Bolívar y la piedra fue el material utilizado hasta aproximadamente 1880, cuando se comenzó a utilizar adoquines de granito para mejorar las calles (ver Empedrado de las calles de Buenos Aires).
En 1826, se realizó el ensanche de algunas calles. Corrientes, Córdoba, Santa Fe, Belgrano e Independencia fueron incluídas en un proyecto puesto en marcha por BERNARDINO RIVADAVIA.
En 1829, durante la presidencia de HIPÓLITO YRIGOYEN, comenzaron los trabajos para el entubamiento del arroyo Maldonado, a los que le siguieron luego. muchos de los otros arroyos que cruzan la ciudad de Buenos Aires (el Vega, el Granados, el Medrano, el Manso, el Matorras, el White, entre otros), que fueron entubados y o cegados.
En 1853 se creó el Estado de Buenos Aires y para esa época el ejido urbano se extendía hacia el oeste hasta la Plaza Miserere y las actuales calles Jujuy y Pueyrredón; hacia el norte hasta la calle Santa Fe, y hacia el sur hasta San Juan.
En la segunda mitad del siglo XIX, además de esta área, solo dos de las unidades territoriales (como se llamaban antes de ser conformados como “Barrios”) en que estaba dividida la ciudad, Flores y Belgrano estaban urbanizados. Luego, a partir de los barrios “San Telmo” y “Monserrat” (o “Barrio Sur”), que son los más antiguos comienzan a conformarse barrios periféricos que luego se vincularán entre sí, consolidando la trama urbana de la ciudad.
En la década de 1860, Buenos Aires era ya una ciudad moderna. Era la sede del poder económico debido al dominio del puerto y de la aduana y mostraba su transformación principalmente en el crecimiento de su población. Desde 1864 a 1914 la ciudad, debido a la gran inmigración, multiplicó por 8 su población, dando lugar a grandes cambios en su fisonomía. Siguiendo el estilo parisino del Segundo Imperio, el estilo Hausmann, se construyeron grandes avenidas y plazas, edificios públicos y obras emblemáticas.
En 1869 se creó el primer tendido de red de agua corriente, de extensión aún muy limitada. También hacia el sur, se dio impulso a la expansión de la ciudad. En 1870 Buenos Aires aún presentaba una planta urbana pequeña que mantenía su organización tradicional. Pero esta situación cambiará radicalmente en el último tercio del siglo XIX.
En 1871, con la epidemia de fiebre amarilla que se abatió sobre la ciudad, comenzaron a aparecer los primeros “conventillos. Modalidad habitacional que se vio vigorosamente potenciada, debido al éxito de la “Ley de Inmigración Avellaneda”, promulgada en 1876 y que provocó que la inmigración llegara a sus niveles más altos.
En 1875 se construyó el “Parque Palermo”, un año después, se inauguró el Hipódromo Argentino y en 1882, se inició la construcción de Puerto Madero
A partir de 1890 el desarrollo industrial tomó fuerza y se sumó como factor clave de la economía urbana. La planta urbana tradicional se transformó rápidamente, se consolidó el área central y los barrios fueron adquiriendo diferentes funciones y jerarquías.
La población de mayores recursos fue abandonando su tradicional emplazamiento en la zona sur de la ciudad y construyó sus nuevas residencias en la zona norte. Lo hizo en los barrios de Retiro y Recoleta y más allá, hacia Palermo. El motivo, las deficientes condiciones de salubridad que presentaba el sur. Pero también las modas de la época, que privilegiaban los palacetes individuales.
En el área tradicional del centro, comenzaron a definirse sectores comerciales y bancarios y el 9 de julio de 1894 con la inauguración de la avenida de Mayo, con el fin de mejorar la circulación en la ciudad, comenzó a ponerse en marcha un plan de obras que incluyó la construcción de varias avenidas, se aceleró el trazado de nuevas calles, el adoquinado de calles existentes y la construcción de servicios hospitalarios y educacionales, acercando a la ciudad cada vez más a sus pares de Europa.
Paralelamente, se incrementó la red de tranvías (primero a caballo y después eléctricos) para cubrir la creciente necesidad de movilidad, integrando paulatinamente a la ciudad en expansión y la irrupción de estos nuevos medios de transporte, jugó históricamente un rol central en la dinámica de expansión de la ciudad.
La población de Buenos Aires siguió creciendo aceleradamente y se triplicó a lo largo del último tercio del XIX. Alcanzó los 664 mil habitantes en 1895 con la inmigración como principal motor de este crecimiento.
En 1880 Buenos Aires se transformó en la Capital Federal del país. Lo hizo después de décadas de conflictos con la provincia de Buenos Aires, que no quería perder el territorio de la ciudad por motivos económicos y políticos. Así, Buenos Aires se separó de su provincia. La Plata pasó a ser la sede de los poderes provinciales y el Gobierno Nacional se reservó el control del puerto, la administración de la justicia y la policía.
En 1906 se inauguró el Palacio del Congresos y en 1908 el Teatro Colón. En 1910, fecha del centenario de la ciudad, Buenos Aires es ya la mayor ciudad de América Latina.
El censo de 1914 indica que se ha superado por mucho el millón y medio de habitantes, con la inmigración como principal impulsor de este crecimiento y si en 1904 apenas el 26% de la población del distrito federal residía a más de 5 kilómetros de la Plaza de Mayo, solo diez años más tarde, en 1914, el 46% se encontraba en esta situación, característica ésta que demuestra la permanente expansión de los límites de la ciudad y la consolidación de sus cifras de ocupación.la ocupación.
El eje del desarrollo hacia el Norte, continuó sin pausa el movimiento iniciado por la clase acomodada en 1860 y esos territorios fueron recibiendo a la población de mayores recursos, que se vio atraída por la disponibilidad de tierras altas y muy servicios de transporte. El Eje Sur, en cambio, se fue pauperizando y se vinculó especialmente a los sectores obreros, por la creciente localización industrial. El Eje Oeste, a pesar de que fue el primero que se vinculó como tal con el centro, fue perdiendo impulso en este período.
Tras los años de esplendor, la pobreza provocada por las dos guerras mundiales obligó a numerosos habitantes de los países limítrofes y de las provincias a emigrar a Buenos Aires y la población de su área metropolitana creció a un ritmo acelerado, muy por encima del promedio del país, impulsando aún más la concentración de la población en la ciudad, que pasó de representar el 25,2% del país en 1935 a ser el 35,4% en 1970.
RESUMEN
Buenos Aires catalogada a menudo, como la ciudad de América más europea, fuera de Europa, merece este calificativo, entre otros motivos, por su desarrollo urbanístico, racional y muy semejante al empleado por las ciudades europeas del siglo XIX.
Los capitanes españoles que venían desde Alto Perú y Chile, a través de los Andes, o los que llegaban desde España, navegando por el Océano Atlántico, generalmente traían la orden de fundar pueblos permanentes, legalmente organizados, en lugares elegidos por su buen suelo, la adecuada provisión de agua, la vecindad de aborígenes amistosos que pudieran asegurar los primeros suministros de alimentos y mano de obra para el trabajo. Ubicados estratégicamente para asegurar su defensa y si fuera posible, cercanos de otros más antiguos o con disponibilidad de tierras a su alrededor para facilitar futuros asentamientos (ver Cómo se fundaba una ciudad).
Cada pueblo era trazado según los principios establecidos por las Leyes de Indias y que eran de uso en España; con un casco urbano definido como un damero con forma de cuadrícula, constituído por manzanas cuadradas, dispuestas alrededor de una Plaza Mayor y dividida cada una de ellas en cuatro solares, y predios para quintas en la periferia (Buenos Aires nació con 250 de esas manzanas, cada una de las cuales tenía 140 varas de lado). Luego de ubicar dónde iría la Plaza Mayor, la Iglesia, el Cabildo o Ayuntamiento y los demás edificios para la Administración pública, las tierras se distribuían entre los pobladores, que podían optar por recibir lotes en el ejido o en las quintas.
Con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1767, Buenos Aires. pasó a ser la Capital del nuevo virreinato y a partir de entonces comenzó a tener un desarrollo significativo, por ser la única ciudad comercial poseedora de un puerto sobre la costa atlántica, convenientemente conectada con las ciudades del interior del Virreinato. Ya en 1778, un Censo ordenado por el virrey VÉRTIZ reveló una población de 24.205 habitantes (en 1602 tenía 500 habitantes).
Y fue a partir de esa circunstancia, cuando las ciudades comenzaron a crecer en tamaño e importancia. Para fines del siglo, la Audiencia de Buenos Aires y las Intendencias ya podían contar con funcionarios reales españoles radicados efectivamente en la mayoría de las ciudades, y comerciantes españoles residentes, que recién llegados, ocupaban cargos en los Cabildos locales. Buenos Aires, como ciudad capital del virreinato, comenzó entonces a ser embellecida y modernizada para ser digna de su importancia y lo mismo ocurrió con otras ciudades.
Buenos Aires, como sus pares del Litoral, fue creciendo con altibajos alrededor de su Plaza Mayor (especialmente hacia el sur), hasta que durante el período comprendido entre los años 1880 y 1914, cuando estalla la Primera Gran Guerra Mundial, sobrevino el gran cambio.
En este lapso, la población de Buenos Aires y sus alrededores (el Gran Buenos Aires de hoy) se quintuplicó. El flujo de inmigrantes, la creciente actividad agrícola ganadera y comercial y el extraordinario desarrollo de la industria de la carne (por la aparición de la refrigeración), revolucionaron a las ciudades costeras, dado que las nuevas industrias urbanas y los servicios públicos, comenzaron a exigir una mayor disponibilidad de mano de obra. Buenos Aires, prototipo y líder de las ciudades costeras, fue, como era de esperar, el destino preferido por los trabajadores provincianos que buscaban mejorar su situación económica y social.
El eje del desarrollo hacia el Norte, continuó sin pausa el movimiento iniciado por la clase acomodada en 1860 y esos territorios fueron recibiendo a la población de mayores recursos, que se vió atraída por la disponibilidad de tierras altas y muy servicios de transporte. El Eje Sur, en cambio, se fue pauperizando y se vinculó especialmente a los sectores obreros, por la creciente localización industrial. El Eje Oeste, a pesar de que fue el primero que se vinculó como tal con el centro, fue perdiendo impulso en este período.
Durante esas tres décadas (1880-1914), se desarrolló un extenso programa-de obras públicas en Buenos Aires por lo que pronto se la pudo equiparar a las más desarrolladas capitales europeas: se mejoró el puerto; por medio de ferrocarriles se la conectó con numerosos destinos internos, así como con Bahía Blanca, Rosario y prácticamente con todo el país; sus alrededores se sembraron de industrias nuevas, el comercio se diversificó, floreció la cultura y todo eso trajo que también creciera exponencialmente el número de sus habitantes, circunstancia que generó el surgimiento y la posterior super densidad poblacional de las “villas de emergencia”: La ciudad no estaba preparada para alojar ni para ocupar a esa gran cantidad trabajadores que llegaban desde el interior, incrementada por los que llegaban desde Chile, Bolivia. Paraguay y Brasil.
Pero el problema no terminó entonces. La inmigración interna a Buenos Aires en las décadas de 1940 y 1950, llegó a contabilizar un movimiento de casi doscientos mil personas por año luego de la Segunda Guerra Mundial. El traslado masivo del interior hacia la costa, estaba acompañado por la migración local del campo a la ciudad; en 1869, sólo el 29% de la población vivía en ciudades con más de dos mil habitantes; para 1914, esta proporción se había elevado al 53% y en 1970, se estimaba que era del 75%. Por otro lado, había un área periférica, casi rural, con menor densidad de población, en la que se desarrollaban toda una serie de actividades “industriales”, como eran los hornos de ladrillos, la fabricación de tejas y la extracción de cal.
Fuentes: “Urbanización y proceso social”. Roberto Cortés Conde y otros, editado en Lima, Perú, 1972; “Buenos Aires: del Centro a los barrios (1870-1910)”, James R. Scobie, Ed. Solar, Buenos Aires, 1977; “www..La evolución del mapa de Buenos Aires. Geografía infinita.com”; “Diccionario Histórico Argentino”, Ione S. Wright y Lisa M. Nekhom. Emecé Editores, Brasil 1994; “Buenos Aires, ciudad”. Ismael Bucich Escobar, Ed. El Ateneo, Buenos Aires, 1930