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UN ASILO EN MAL ESTADO (08/01/1893)
Un informe del Director del «Asilo Nocturno Municipal» de Buenos Aires, el doctor J. LAPIERRIERE, daba cuenta de la grave crisis social que afectaba a la ciudad, describiendo la carencia de comodidades elementales para atender las necesidades de los mendigos que según sus palabras «pululan en las calles de la ciudad, ofreciendo un espectáculo repugnante e inmoral a la vez» (ver Mendigos en Buenos Aires).
Está claro que la preocupación del Director era más de carácter estético que social, pero sus palabras describían el estado de las cosas.
La creciente llegada de inmigrantes, para los que los gobiernos apenas habían previsto alojamiento y salidas laborales, provocaban la aparición de nuevas formas de marginalidad. No es que los mendigos fueran una novedad en el país, pero en tiempos anteriores su presencia no era tan masiva y hasta existía el mendigo de a caballo como una forma del folclore nacional.
La nueva ola de mendigos estaba formada por los desplazados de la sociedad, que vestidos con andrajos recorrían las calles buscando limosna o alimento en los cajones de basura.
A mediados de la década del 80 aparecieron en la ciudad los llamados «atorrantes», otro fruto de la sociedad capitalista y de la urbanización. La mayoría de los atorrantes eran extranjeros, consecuencia de la inmigración mal manejada, y aunque muchos de ellos tenían algún oficio en su país de origen, en el nuestro no habían conseguido una manera de ganarse la vida.
Según la versión más aceptada, el origen de la palabra «atorrante», deriva del nombre del fabricante de los caños de agua corriente, A. TORRENT, que figuraba en éstos y que antes de ser instalados, servían como refugio a los pobres sin techo. Hoy en día los caños A. Torrent han desaparecido pero no sus posibles inquilinos.