SARRATEA Y ARTIGAS. UNA MALA RELACIÓN (1813)

En febrero de 1813, tres ejércitos sitian a la ciudad de Montevideo: el de JOSÉ RONDEAU, situado en el Cerrito de la Victoria, el de MANUEL DE SARRATEA, en Arroyo Seco y el de JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS, en Tres Cruces (ver Segundo sitio de Montevideo).

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Una clara enemistad, de la que poco se sabe acerca de las razones que la fundamentaron (1), separa a dos de los protagonistas de ese suceso: SARRATEA, miembro del Triunvirato que gobierna en Buenos Aires y ARTIGAS, caudillo oriental con claras y definidas ideas que se contraponen con las que se sustentan en Buenos Aires con respecto al futuro de los territorios que conformaron el Virreinato del Río de la Plata.

Y es así que ARTIGAS, considerando que SARRATEA, más que un aliado en su lucha contra los enemigos de su patria, la Banda Oriental, es un enemigo al que hay que destruír, apela a una operación conocida como “guerra de recursos”, cientos de veces utilizada por él; que fue tradición charrúa propia de la guerra en el desierto y que consiste en la privación al enemigo de su caballada y sus recursos alimenticios.

Por eso, el 16 de enero de 1813, cuando SARRATEA se despierta esa mañana, se encuentra con que sus fuerzas ya no cuentan más con su caballada ni con los bueyes que le eran necesarios para la alimentación de su tropa. ARTIGAS en una acción de comando, ejecutada sin violencia y sin que hubiera que lamentar derramamiento de sangre, se los había secuestrado.

Recién tres días después, SARRATEA se dirige a ARTIGAS diciéndole: “Cuando entre los defensores de una causa justa se excitan diferencias, cualquier extravío en la opinión, merece generosa disculpa. “No obstante he sabido con asombro que el 16 a la noche, se han tomado algunas caballadas de las divisiones del ejército y los bueyes del parque. Si V.S. no accede a la unión, lo sabrá circunstanciadamente por los señores coroneles Domingo French y don José Rondeau que se envían delante de V.S. Si nos retiramos, tendremos que dejar en manos del enemigo, cien defensores de la patria, cubiertos de heridas, por habérsenos sustraído los auxilios para transportarlos. (Archivo Artigas, TIX, p 26).

ARTIGAS, sin asomo de culpa o arrepentimiento, el 8 de febrero, le informa del hecho a la Junta del Paraguay (¿?) diciendo escuetamente que: «La sustracción que por mis partidas se hizo, alcanzó a 700 bueyes pertenecientes a su parque y 2.700 caballos.” (A. A. TIX, p. 255) y el 20 de enero, insistiendo en que el éxito de su campaña contra los portugueses hacía necesario el retiro de SARRATEA y sus efectivos del territorio oriental, le escribe a García de Zúñiga, integrante del gobierno de la Provincia Oriental: «Mi muy apreciable paisano y amigo: No debo retardar a usted la noticia: hemos convenido en que cesen las hostilidades. Yo, eludiendo cualquier intento de que quiera tomarse tiempo, cosa que no sería extraña en el señor de Sarratea, le exijo que dé órdenes para que se detengan en donde se hallen las tropas que aún no hayan pasado el Uruguay o el río Negro. Por Dios, no deje usted de contestarme, que ya el silencio es muy largo (A.A, T IX, p. 211).

Simultáneamente, SARRATEA no se queda atrás y en su lucha personal contra ARTIGAS, apela al gobierno de Buenos Aires expresando en una nota que le dirigiera el 6 de febrero “Unos pocos fusilazos bastarán para liquidar a Artigas arrojándolo más allá de las márgenes del Cuareim.” (A.A. TIX, p. 277).

“La situación se hizo insostenible y según quedara anotado en los “Archivos de Artigas”, Tomo IX, página XXIV, SARRATEA y un grupo de orientales, planearon el asesinato de ARTIGAS a manos de OTORGUÉS. Que le dieron dinero, le regalaron dos pistolas francesas y que OTORGUÉS aceptó. pero de inmediato le avisó a ARTIGAS, quien, el 11 de febrero se dirigió a SARRATEA diciéndole: “V.E. parece que hace un último esfuerzo para aburrirme”.

El 13 de febrero de 1813 desaparecieron los caballos del ejército acampado en el Cerrito de la Victoria al mando de JOSÉ RONDEAU y NICOLÁS DE VEDIA, un oriental al servicio de SARRATEA, describió lo sucedido diciendo: “A eso de las dos de la mañana tuve aviso de que habían sido sorprendidos los dragones que cuidaban los 300 caballos del cuarto escuadrón, por una partida nu­merosa del señor Artigas: que se llevaban estos y que además arreaban bueyes con los cuales se encaminaban al parque que está a retaguardia de este ejército”

RONDEAU, advertido ahora que la gravedad del enfrentamiento existente entre SARRATEA y ARTIGAS, pone en peligro el éxito de su misión en la Provincia Oriental, intima a SARRATEA que entregue el mando y se retire en el término de dos horas (A.A. TIX, p. 296) y le informa al gobierno de Buenos Aires: “El coronel Artigas echó al instante, mano de los infinitos recursos que tenía para hacer conocer la importancia de ellos e imponerse a este ejército, hasta arrojar de la provincia al general Sarratea. Empezó a escasear ganado para nuestras tropas; quedó cortada nuestra correspondencia con la capital; y el primer golpe que nos hizo sentir fue el apresamiento de boyadas y caballadas ejecutado todo por una maniobra tan rápida, que cuando fue sentida, ya la pieza era irrecuperable. En un país desprovisto de todo, despoblada la campaña, sin agricultura ni más vituallas que la carne, era segura una victoria, contando el enemigo con estos recursos. Siempre vence el que está mejor montado. Nosotros estábamos a pie y el ejército oriental, a caballo. El ejército oriental nos cortó la provisión de ganados hasta el punto de clamar nuestros soldados por falta de alimentos”. (A.A. TIX, P. 314).

Dispuesto así su retiro, el 21 de febrero SARRATEA, quizás con algo de sorna se despide de ARTIGAS diciéndole: “Aquí estoy pronto a dejar el mando del ejército. Para hacerlo, cuento que V.S. me proveerá de los caballos necesarios hasta el Uruguay, que serán devueltos desde aquella costa.” (A.A. TIX, p. 295).

(1) Sarratea no tuvo tacto en su trato con Artigas; probablemente llevaba de Buenos Aires instrucciones para apoderarse de su persona. Artigas había ido elaborando una concepción política federativa, se consideraba jefe de los orientales y deseaba para su pueblo una existencia libre como miembro de una confederación. Rodríguez Peña y Larrea llegaron a expresar la conveniencia de que Sarratea y Viana fuesen retirados de la Banda Oriental y se diese el mando a Artigas. Pero Buenos Aires sostenía a Sarratea (Segunda campaña a la Banda Oriental).

Esta nota fue confeccionada extrayendo material de un artículo que firmado por Carlos Maggi, fue publicada por el Diario El País, de la República Oriental del Uruguay.

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