PUEBLOS ABORÍGENES INVOLUCRADOS EN LA CAMPAÑA AL DESIERTO PATAGONICO

Doce grandes grupos étnico y culturales con distintas idiosincracias, costumbres y destinos, fueron los que originariamente poblaron los territorios de la América precolombina, que hoy ocupa la República Argentina (ver Aborígenes de la Argentina).

Hoy son muy pocos los descendientes de aquellos primitivos aborígenes y también pocas han sido las gestiones para que el recuerdo de su existencia, no permanezca en el olvido de los argentinos

Comenzando el siglo XVI, la totalidad de la población indígena en el área, no excedía los 300.000 individuos. Eran los Atacamas, Calchaquíes, Chanés, Charrúas, Chorotes, Chulupíes, Comechingones, Diaguitas, Guaraníes, Guaycurúes, Huarpes, Logys, Kollas, Lules, Mocovíes, Ocloyas, Omaguacas, Onas, Pilagás, Tobas (Quom), Quechuas, Ranqueles, Salineros, Sanavirónes, Selknam, Tapietes, Tastiles, Tehuelches, Tilianes, Tobas, Tonokotes, Vilelas, Wichís y Yamanás, identificados luego como los “indígenas o aborígenes originarios”, al reconocer en ellos a los primitivos pobladores de estas tierras, antes de ser mixogenizados por las numerosas comunidades indígenas vecinas que arribaron al país y que en muchos casos dominaron a los nativos, como ocurrió con la araucanización de la Patagonia en el siglo XVIII.

De estas naciones hubo gran cantidad de desprendimientos que a medida que fueron habitando otros lugares, fueron adquiriendo otras costumbres que les permitieron adaptarse al medio y progresar.

Son sesenta y cuatro los grupos familiares o parcialidades que el investigador GUILLERMO ALFREDO TERRERA incluye en un estudio que realizara sobre este tema y éstos son sólo una parte de la gran cantidad y variedad de nombres que empleaban los indígenas argentinos para denominarse por lo que nos permitimos sugerir se consulte su obra “Caciques y Capitanejos en la Historia Argentina”, para informarse acerca de este tema.

En cualquier zona, o territorios que ocuparan, su presencia y sus estructuras culturales, determinaron la posibilidad o imposibilidad, del establecimiento de los españoles: la hostilidad de los charrúas desviaba la marcha de los conquistadores hacia la costa sur del Río de la Plata y después de 1600, hacia la tierra habitada por los semi civilizados guaraníes; en las proximidades de Asunción;

Los hostiles guaycurúes evitaron que los españoles pudieran ocupar el Chaco y que establecieran la codiciada ruta que vinculara a las poblaciones establecidas en el Río de la Plata y en el Perú. Contradictoriamente, fueron los civilizados aborígenes andinos, los que a pesar de ser feroces guerreros, fueron los que suministraron su capacitada mano de obra, que les permitió establecer luego, prósperas poblaciones en el norte y el noreste.

Durante el siglo XVII, tanto las poblaciones aborígenes, como la española era escasa, permaneciendo en pueblos muy separados entre sí y a veces, totalmente aislados, a pesar de lo cual, lograron sobrevivir y mezclaron su sangre y estilos de vida.

Y fue frente a estas familias de aborígenes, que se alzó la figura del hombre blanco (1), que llegó a América, primero para conquistar estos nuevos territorios que se abrían ubérrimos y llenos de riquezas para satisfacer su codicia y sus ansias de poder y dominio, reemplazado luego por el gaucho, que vio en estas tierras, la posibilidad de labrarse un porvenir y que quiso poseerla, porque se le dijo que era suya, que esta era su patria y que era su derecho afincarse en ella, laborarla y extraer de ella su sustento y el de su familia.

Y así lo hizo, sin pensar que detrás de ese horizonte que veía prometedor, estaban quienes habían nacido en ella. Quienes por siglos y siglos la habían recorrido libres y felices. Con sus hijos, sus costumbres y sus miedo (ver El aborigen y su problemática).

En esta tierra entonces, hubo dos «dueños». Mejor dicho dos mundos que se consideraron dueños absolutos de un bien. Y como esto no era así, vino lo que vino.

Crueldades de ambos bandos. Incomprensión, engaños, violencia, dolor, mucho dolor y un final que no mereció nadie. Porque unos fueron borrados de la tierra y otros, quedaron triunfantes sobre ella, pero a qué precio señor !!!.

Aún hoy, pasados ya muchos años, la historia argentina aún está manchada con la sangre de quienes murieron en ella por defender “sus derechos” y aún se piensa que podría haber habido otra solución, para dirimir esas diferencias de opinión.

Haremos a continuación un breve resumen de las características que identificaban a algunos de estos pueblos que se involucraron en esa lamentable lucha.

(1) Huinca. Procede de “wingka”, la palabra mapuche usada para nombrar a los españoles que llegaron a su territorio en el siglo XVI. Por extensión se aplica a los chilenos y argentinos, no indígenas y no negros, a veces con sentido despectivo. En un significado similar se han utilizado en castellano las palabras «cristianos» o «blancos». Para autoidentificarse, las personas aludidas con la palabra huinca, utilizan la denominación de su nacionalidad u otra adscripción geográfica o étnica.

Araucanos. Tribus de los caciques TRACALEU, MARCELO NAHUEL, JUAN SALPÚ, NAMUNCURÁ, ZUNIGA, PURRÁN . SAYHUEQUE, estaban en la provincia de Neuquén. Tribu del cacique araucano YANQUETRUZ, que se estableció entre los ranqueles ocupando territorios al sur de Córdoba, Santa Fe, San Luis y La Pampa. Tomó el mando de los ranqueles al morir el cacique CARIPILÚN.

Las víctimas del malón - Por Luciana Sabina | Opinión

Aucas. Eran en un principio una tribu de indígenas nómades que habitaba la pampa, al sur del río Colorado y que en el siglo XIVIII pasaron a Chile, atravesando la Cordillera de los Andes y se instalaron principalmente en tierras que hoy ocupan las ciudades de Concepción y Valdivia. Combatieron duramente con los pueblos de esos territorios y fueron cooptados por los araucanos

A principios del siglo XIX repasaron nuevamente la cordillera, ahora transformados en una tribu de belicosos guerreros que se dieron el nombre de aucas (que significa “pueblo libre”) y se instalaron sobre las márgenes de los ríos Negro y Colorado

Boroganos (o boroanos). Se conoce como boroanos, borogas o boroganos (en cualquiera de los tres casos también se los encuentra en la bibliografía escritos con v), al grupo de mapuches originarios de Boroa (o Voroa) en la Araucanía chilena. Su lugar de origen se encontraba en el territorio actualmente chileno que se extiende, entre los ríos Cautín y Toltén, cerca de La Imperial. Su nombre deriva del arroyo Vorohue («lugar donde hay huesos», aunque según algunas versiones estos «huesos» serían mazorcas de maíz).

Durante la guerra e la Independencia de Chile (1819/1821), la mayoría de los boroganos lucharon junto a los realistas, acaudillados por el cacique Curiqueo, pero algunos otros lo hicieron del lado de los «patriotas» (independentistas). A partir de 1818, comenzaron a realizar incursiones al oriente de la Cordillera de los Andes, llegando hasta la actual provincia de Buenos Aires en donde formaron una federación gobernada por un consejo de seis caciques mayores: Cañiullan, Melín, Alún, Gauyquil, Mariano Rondeau y Cañiuquir, del cual dependían otros veinte caciques menores.

Se unieron al general chileno José Miguel Carrera, que luego de ser derrotado en su patria, había huído hacia la Argentina y lo secundaron en sus correrías hasta que este fue derrotado el 30 de agosto de 1821 en Punta del Médano por las fuerzas del coronel José Albino Gutiérrez. En  1823, comenzaron a trasladarse a las Salinas Grandes y a la Sierra de la Ventana, donde se asentaron. y en agosto de 1828, atacaron Carmen de Patagones y la “Fortaleza Protectora Argentina”.

El boroga Caniucuiz (Cañiuquir o Cañiquir) asumió el mando de los boroganos y éstos intentaron unirse al levantamiento unitario de Juan Galo de Lavalle, pero Juan Manuel de Rosas  logró impedir esto, llegando a un arreglo con los boroganos por medio de una de las esposas (Luisa) del cacique mayor Cañiuquir, que mantenía prisionera en su estancia de Los Cerrillos. Más tarde, de la mano del cacique Rondeau  buscaron acercarse a las autoridades y vivieron un tiempo en paz, hasta que el araucano Calfucurá, considerándolos traidores a “la causa araucana”, asesinó a Rondeau y a todos sus capitanejos.

Mapuches. Tribu del cacique COLIQUEO, proveniente de Chile, que se ubicó en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. El origen de esta “gente de la tierra”, que habitaba en Chile, arrancaría de una población remota de pescadores y cultivadores, de lengua mapuche dominados por “moluches” (guerreros), que los habría invadido hacia los siglos XII o XII (según R.L. Latcham).

Uno de sus componentes habría derivado de una básica vinculación amazónica y el otro sería de raza “ándida”. No se sabe en qué medida intervinieron elementos oceánicos que aportarían una fuerte influencia polinésica (toquis o hachas ceremoniales, arcos cortos, inhumación de sus muertos en una canoa, anclas de cuatro uñas y velas trapezoidales). Los mapuches, desplazados por la invasión de los “moluches”, se extendieron hacia el norte (pincuches),  y hacia el sur (huilliches).

Quizás otra etnia que había llegado a tener  unos 400.000 individuos se afincó al oeste de la Cordillera de los Andes y cuando llegaron los conquistadores españoles, los llamaron “araucanos”, gentilicio derivado de “Arauco”, voz corrupta equivalente al topónimo “ragco” (agua gredosa), según F. Erize.

Los mapuches cultivaban  papas, maíz, ají y quinoa utilizando una especie de azadón y una pala con la que cavaban la tierra. Su vivienda (que llamaban «ruca»), tenía planta regular y estaba construída con madera y ramas y tenía techo de paja. Con lana de llama tejían en un telar vertical, sus prendas    de vestir: los hombres una manta cuadrada sujeta a la cintura y poncho. Las mujeres una larga manta que se ataba por sobre un hombro y pasaba por debajo del otro brazo.

Sus armas principales eran el arco y las flechas con punta de piedra que llevaban en un carcaj de cuero, una larga lanza, cachiporra con cabeza de piedra y honda. Su alfarería, generalmente sin decoración, se reducía a cántaros con un asa vertical junto a la boca y era frecuente el uso de recipientes de madera para contener alimentos o agua.

Los grupos costeros construían embarcaciones de madera y balsas con juncos de totora. Tuvieron una incipiente industria del cobre y alcanzados por influencias incaicas, desarrollaron una lucida industria textil con decoración geométrica y la platería, material con el que labraban pectorales, adornos para llevar en la frente, prendedores con los que las mujeres prendían su rebozo y otros ornamentos. Su lengua vernácula era el «mapundungun» que el jeuita LUIS DE VALDIVIA fue el primero en recoger en su obra «Arte y vocabulario mapundungum», aún tiene vigencia oral (Historia de la Argentina», Víctor Barrionuevo Imposti, Madrid 2001)

Pampas. Con este nombre aludimos a los indígenas primigenios que habitaban en las pampas, antes de que éstas, fueran araucanizadas. Abarcaban a los “taluhet” del norteste (que incluía a los “querandíes”), y a los “diluhet” del sudoeste de dichas llanuras. Se dedicaban a la caza de guanacos y venados, para lo cual debieron ser  ágiles corredores y diestros en el manejo del arco y las boleadoras. Muerta la presa, bebían su sangre caliente.

A veces recogían raíces, algarrobas y langostas, cuando las había. Su industria principal era el trabajo de la piedra, con la que fabricaban algunos útiles, puntas de flecha y “sobadores” para la preparación de las pieles. Se guarecían al amparo de paravientos hechos con estacas, cueros y ramas y más tarde en toldos. Los hombres vestían un taparrabo triangular  y usaban “barbote”, también llamado “tembetá”, voz guaraní («tembé»: labio, «Ita»: piedra),  que designa a una varilla de metal, madera  u otro material que atraviesa el labio inferior de los miembros de la tribu, como señal de madurez sexual.

Las mujeres se cubrían con “pampanillas” y unos y otros se abrigaban con mantos hechos con pieles de zorro, guanaco o nutrias cosidas entre si y según las circunstancias (fiesta o guerra), se pintaban el cuerpo. De pueblos más avanzados aprendieron a modelar una tosca alfarería.

Ranqueles, surgidos de la expansión de los rasgos culturales de un sector de los tehuelches septentrionales, dominaban el sur de las provincias de Mendoza, Córdoba y San Luis y el norte de La Pampa, capitaneados por los caciques EPUMER ROSAS -EPUMER PAINE, REUMAY, PINCÉN, CARIPILÚN, MANUEL GRANDE, TRIPAILAO, y RAMÓN CABRAL o RAMÓN PLATERO.

Salineros. Aliados naturales de los ranqueles, el núcleo principal se ubicaba en las Salinas Grandes, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Estaban dirigidos por la dinastía araucana de los Curá, que ocupaban el sudeste de La Pampa y el oeste de Buenos Aires, mientras que la tribu del cacique PINCÉN ocupaba  el noroeste de Buenos Aires.

Tehuelches, vivían en la zona de Tapalqué, provincia de Buenos Aires, en Río Negro, Neuquén y Chubut. A esta etnia pertenecían la tribus de los caciques JUAN SACAMATA, MANUEL QUILCHAMAL, tehuelches de la cordillera de los andes, CATRIEL, que vivían en la zona de Azul y la Tribu del cacique principal MANUEL BAIGORRITA (ver Aborígenes de la Argentina).

PERFIL DE LOS PRINCIPALES CACIQUES. En un interesante libro de Guillermo Alfredo Terrera, “Caciques y Capitanejos en la Historia Argentina” (que ponemos a disposición de nuestros usuarios), hay una detallada lista con el nombre y actuación de 840 caciques y capitanejos que vivieron y lucharon en defensa de sus tierras, tanto en la Patagonia como en el Chaco. Ante la imposibilidad de poner esta lista aquí, a continuación consignaremos los datos de solamente algunos de ellos, cuyo protagonismo les otorgó mayor fama:

Agner. Cacique pampa que vivió en las sierras de Choique Mahuida por los años 1860-1879. Se lo consideraba uno de los jefes de mayor valor. Murió en combate conjuntamente con el cacique Querenal. La traducción de su nombre equivale a “zorro”.

Agüel. Cacique pampa de gran predicamento entre todas las tribus del sudoeste bonaerense. En 1780 fue uno de los firmantes del Tratado de Paz, conocido como el Tratado de los Huesos”, concertado con el gobernador de Buenos Aires, Bucarelli para tranquilizar la frontera sur de Buenos Aires.

Para hacerlo debió llevar a su sobrino para entregarlo como rehén en garantía del cumplimiento del Tratado. En caso de rompimiento por parte de los indios, Agüel debía ser tomado prisionero en donde se lo encontrase y su cabeza cortada y expuesta en la picota pública en la Guardia de Luján, como un severo escarmiento y advertencia  a quienes no cumplían con su palabra ni respetaban los Tratado. Los toldos del cacique Agüel se levantaban  en las proximidades de las Salinas Grandes.

Aigó. Cacique del grupo borogano que levantaba sus toldos en las cercanías de un paraje conocido como Leuvucó, en la Pampa central entre los años 1820 y 1850. Formó parte del Gran Consejo del cacique Yanquetruz y luego del Gran Jefe Indui Painé-Guor.

Alan. Cacique araucano chileno que entró a la Argentina en 1820 y se dedicó a “maloquear” en tierras criollas. En un malón que realizó sobre la población de Tapalqué, fue muerto en pelea junto con otros caciques chilenos en 1836.

Antener. Capitanejo borogano con tolderías al sudeste de la Pampa Central. Resistió hasta lo último la expedición de Julio A. Roca y se refugió en los contrafuertes cordilleranos, viviendo en su primitiva libertad en las costas del arroyo Quequentreu hasta 1881.

Apú. Cacique araucano chileno que entró al país en 1815 para dedicarse a malonear sobre localidades del sur bonaerense.

Baigorrita. Cacique ranquelino de Poitahué (Quenqué), cuyo nombre completo era Manuel Baigorría Gualá, alias Maricó, Hijo del cacique Pichón Gualá, muerto en 1855, y de Rita Castro, cautiva puntana de “El Morro”; nieto del cacique Yanquetruz II, muerto en 1838. Entre sus hermanos varones se cuentan los capitanejos Quinchán, Cayomuta, Epuhueque, Caispán; y entre las mujeres, María, Celia y Josefa.

A la muerte de su padre, en razón de su corta edad, fue criado, junto con sus hermanas, por el coronel unitario Manuel Baigorria, por entonces refugiado entre los ranqueles, quien le dio su nombre y apellido. En 1862, Baigorrita ya había asumido el cacicazgo de Poitahué, distante a unos 50 km. de Leubucó, sede del cacique principal MARIANO ROSAS. En junio de 1865, a instancias de su padrino, firmó un tratado de paz con el presidente Bartolomé Mitre, a fin de pacificar la frontera sur de San Luis y Córdoba. Pero bien pronto, junto con el cacique Epumer, apoyó el accionar de las montoneras del interior (hermanos Sáa) en disconformidad con el gobierno de Buenos Aires.

Entre las primeras invasiones que promovió, se cuenta por sus efectos devastadores, el malón sobre Villa Mercedes (San Luis), en 1867 y sobre Villa La Paz (Mendoza), en 1868, donde fue saqueada hasta la misma iglesia del pueblo. Cuando fue vencido, prefirió internarse en el monte y desde allí hostigar a las partidas de “milicos” que recorrían la campaña en misiones de vigilancia.

Calfucurá.  Cacique araucano chileno cuyo nombre significa “piedra azul”, en virtud de una antigua leyenda que asignaba poderes de Gran Jefe y Caudillo al cacique que encontrara una piedra zul azul. Según noticias Cafulcurá era poseedor de dicha piedra y por ende debía erigirse en Rey y Señor de toda la enorme región pampeana argentina.

Entró en nuestro territorio por el año 1830 en carácter de invasor y se instaló en las Salinas Grandes cercano a un lugar llamado Masallé y pidió asilo y protección a otro cacique araucano conocido como Mariano Rondeau,  que era el principal jefe de la nación borogana. Dados los hábitos belicosos de Calfucurá, que participaba en malones y asaltos sobre las tierras de los cristianos, hubo discrepancias con el cacique Mariano Rondeau que vivía en paz y amistad con los cristianos, por cuanto en 1833 había participado en  la columna expedicionaria de Rosas como auxiliar de la misma, para pacificar a los ranqueles.

El 13 de agosto de 1834, Calfucurá con la cooperación de otros caciques araucanos, asesina en un parlamento al jefe borogano Rondeau y a varios de sus lugartenientes que se negaban a participar en malones contra el cristiano. Quienes no mueren son reducidos a prisión y Calfucurá se hace proclamar Emperador de la Pampa y adopta el grado de general, dando nacimiento a un gobierno indígena y a una dinastía que recién en el año 1884,  sería derrotada como poder político entre los aborígenes.

Calfucurá se antepone el nombre de Juan y manda confeccionar un sello con la siguiente leyenda: «General Juan Calfucurá-Salinas Grandes» y con él,  sella toda su correspondencia oficial. También designa un ministro que efectúa las veces dt secretario, lenguaraz y confidente, llamado Manuel Acosta o Manuel Freyre, de origen chileno, muy inteligente, taimado y cruel. La influencia de Acosta sobre Calfucurá,  es decisiva, dado que el cacique no sabía leer ni escribir.

Para afianzar su dominio político y militar sobre las demás tribus del desierto,  Calfucurá hace cruzar la-cordillera a numerosos caciques araucanos de su confianza, quienes entran a territorio argentino al frente de sus nutridos escuadrones de lanceros. Entre estos caciques se encontraban hombres como Mayquín cuyo nombre equivalente a envidioso, cruel y valiente guerrero y junto con éste los caciques Quillapán, Calvucoy. Mari-Hual y Calvuén.

Con estas aguerridas fuerzas, Calfucurá unifica por las buenas y por las malas, todas las tribus indígenas dispersadas en el vasto territorio de la llanura pampeana que abarca desde la cordillera al Atlántico y de la Patagonia hasta el sur de Córdoba y Santa Fe. Para ese tiempo y luego en años posteriores, las naciones indias deciden constituir una Confederación Indígena Americana que agrupara a todas las parcialidades aborígenes del continente, pero la carencia de comunicaciones, los intereses dispares, la falta de instrucción, la barbarie en que vivían muchos de ellos, tornan imposibles esos planes.

En realidad Juan Calfucurá, alentaba ideas de un gran imperio que sólo puede mantener durante su vida y unos escasos años a través de su hijo Namuncurá. El día 14 de junio de 1873, el gran jefe indio, soberano de Salinas Grandes, muere casi centenario en sus toldos de Chiloé, al oeste de Salinas, repitiéndole como una alucinación a su hijo Manuel Namuncurá:

«No entregar Carhué al Huinca». Con él moría uno de los más grandes caudillos de la pampa que poco tiempo antes había luchado en San Carlos contra las fuerzas militares, en un combate de épicas resonancias, donde el triunfo casi estuvo de su lado y lo mejor de sus caciques y guerreros combatieron denodadamente, dirigidos por Calfucurá,  que en su inquebrantable bravura debió ser ayudado a montar su caballo, porque sus casi cien años ya le impedían hacerlo (Guillermo Alfredo Terrera).

Cangapol. Cacique araucano que vivió por los años  ocupando un extenso territorio del centro-sur de la campaña bonaerense. Por sus virtudes guerreras lo llamaban “el cacique bravo”. Durante su mando, se produjeron algunos de los malones más violentos y feroces que se recuerdan, pero cuando se establece la paz, respeta sus términos y cesa en sus ataques.

Catriel. Familia de caciques pampas que actuó entre 1827 y 1878, con diferentes posiciones con respecto a las autoridades. Algunos de sus miembros fueros colaboradores y vivieron en paz, aunque siendo consideradores “traidores” por otros de su misma familia, que se dedicaron al pillaje y al robo de ganado.

Manuel Namuncurá. Cacique chileno, de la nación mapuche, hijo y sucesor de Calfucurá (no confundir con su homónimo, que era hermano de Calfucurá). Su apellido Namuncurá significaba “pie de piedra”. Llegó al actual territorio de la República Argentina en 1830, formando parte de la tribu “gente del río”, junto con su padre, el cacique Calfucurá. “Chile es muy chico, decía, “hay mucha piedra”. El cacique chileno necesitaba el aire de la Pampa argentina.

Un pueblo ecuestre como el suyo, no podía vivir entre cerros, nieve y piedra. Necesitaba llanuras, serranías estiradas, montes, lagunas y por esa causa el cacique lleva a su gente hacia estos territorios, que ahora considera suyos y defenderá a toda costa. Ofició de embajador de su pueblo ante Juan Manuel de Rosas,  con el que firmó tratados de paz.

En 1854 fue bautizado en la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos  con el nombre cristiano de Manuel y se dice que su padrino fue el general Urquiza. A pesar de haber jurado lealtad a la Constitución de 1853, como heredero de su padre, al mando de la “Confederación de las Salinas Grandes” (junio de 1873), comandó a los mapuches de la confederación y a los ranqueles en sus correrías por varias localidades del centro de la provincia de Buenos Aires, que fueron devastadas.

En una de sus campañas, a finales de 1875, .formada por 3500 a 4000 lanzas aportadas por él mismo, Catriel, Pincén, Baigorrita y su hermano Álvaro Reumay, fueron asoladas las estancias que había entre Tres Arroyos y Alvear, saqueando a su paso las localidades de Tandil, Azul y Tapalqué.. Tan solo en el primer pueblo mataron a 400 vecinos, tomaron cautivos otros 500 y robaron 300.000 cabezas de ganado. En 1879, peleó contra las tropas comandadas por ROCA y resistió valientemente sus ataques.

Durante un tiempo pudo escapar de las cacerías realizadas por el ejército nacional entre 1881 y 1885 hasta que finalmente se entregó en Ñorquín, provincia de Neuquén en marzo de 1884, cuando solo estaban con él, unos 300 guerreros hambrientos y desarmados. Ese mismo año, Manuel Namuncurá visitó Buenos Aires e impresionó al gobierno argentino por su sencillez y franqueza. Se estableció posteriormente en Chimpay, provincia de Río Negro y luego en San Ignacio, provincia de Neuquén, donde murió a los 97 años de edad.

En 1886 una de sus esposas, la cautiva chilena Rosario Burgos, tuvo un hijo de él, que se llamó Ceferino Namuncurá y que por aquellos misteriosos designios de Dios, fue beatificado por la Iglesia Católica el 11 de noviembre de 2007.

Pincén. Cacique pampa que operaba a las órdenes del araucano chileno Calfucurá, pero a la muerte de éste, se independizó y raras veces escuchaba los pedidos de Namuncurá, en su carácter de heredero de la Confederación Salinera. Vivió muchos años en las cercanías de la laguna de Malalcó, aproximadamente a unos 50 kilómetros al oeste de Trenque-Laliquen.

Pincén o Pinthén,  como en ocasiones le llamaban, tenía tan sólo 150 guerreros, pero debido a su prestigio y audacia muchos caciques y capitanejos se ponían a sus órdenes para maloquear en tierras del criollo argentino. Con sus aliados, Pincén llegó a tener  600 lanzas y entre ellos figuraban caciques como Melideo y otros de menor importancia.

Sus malones fueron famosos por la crueldad, astucia y valentía de que hacían gala. Pincén  jamás quiso pactar ni firmar tratados o compromisos con los “huincas”: el los peleaba y Ies robaba, porque se sentía dueño de su tierra y de todo lo que había en ella, y si alguna vez otro cacique aceptaba la paz, Pincén se encargaba de romperla, lanzando sus malones al corazón de la tierra del cristiano blanco. Era un verdadero y auténtico guerrero pampa; el propio Alsina lo retrata, diciendo: «…indio indómito y perverso, azote del norte y oeste de la provincia.

Jamás se entregará a no ser que un golpe de la fortuna lo haga nuestro prisionero. Pincén se conservará rebelde, dado el sometimiento de las otras tribus hostiles. Para mí, es el tipo del hijo del desierto: indómito y salvaje «. Cuando lo hicieron prisionero tenía 70 años de edad y vivía con 4 mujeres, una de ellas era blanca y según noticias, sobrina del militar Arredondo(Guillermo Alfredo Terrera)

Sayhueque. Nació en el año 1823 y era hijo del cacique mapuche Chocorí. Su apellido significa “dueño de lanares” en lengua aborigen. Su poderío como Lonco se extendía desde el norte de Neuquén hasta el Río Deseado en la provincia de Santa Cruz. Contaba con alrededor de 60.000 personas y un ejército de 8.000 hombres de lanza que estaban a las órdenes de éste a través de numerosos capitanejos o cacicazgos dispersos en la Patagonia.

Fue uno de los caciques más importantes de la Patagonia oriental. Cuando Sayhueque y su gente son atacados por el ejército, éste retrocede sin oponer resistencia. Para fines de 1883, los caciques Foyel e Inacayal se rinden y Sayhueque hace lo mismo el 1º  de enero de 1885 presentando su rendición en el fuerte de Junín de los Andes.

Luego de su rendición, volvió a Chubut, permaneciendo un tiempo en Fofocahuel hasta que el año 1895 por pedido de Francisco Moreno al Presidente de la República, éste concede al cacique tierras en cercanías de la Colonia San Martín con la llamada “Ley del hogar”, una ley que permitía a los descendientes de mapuches y tehuelches, asentarse con una determinada porción de tierra en las llamadas “Reservas Aborígenes”.

Yanquetruz. Cacique araucano chileno que entró al país en 1816 y se agregó a la tribu ranquelina de Carú Agé, que con sus tribus poblaba la zona de Leurucó. Su verdadero nombre era Llamquethru, pero los ranqueles le dieron otra pronunciación.  Al morir Carú-Agé, fue elegido para sucederlo como cacique general,  en mérito a su valentía, audacia y gran predicamento y a partir de ese momento se constituyó en el protagonista de los más feroces ataques que sufrieron los poblados fronterizos.

Pero al producirse la expedición de Juan Manuel de Rosas  en 1833, los ranqueles comenzaron a sufrir severas derrotas. El ahora disminuido “gran jefe”  fue perseguido tenazmente por las fuerzas nacionales y Yanquetruz, temiendo ser tomado prisionero,  con buenos caballos y con sólo 100 de sus bravos, abandona a sus lugartenientes y a su pueblo y huye hacia el desierto. De allí en adelante, su figura se eclipsa  y en 1838, muere en su toldo. Al entrar al país, casi veinte años  antes, lo hizo con 100 guerreros y en el máximo de su apogeo,  llego a contar con 1.500 lanzas (ver Las campañas al desierto).

5 Comentarios

  1. Gustavo Carrere

    Agradecería pudieran enviarme la obra de Guillermo Alfredo Terrera, “Caciques y Capitanejos en la Historia Argentina.
    Cordialmente,
    Gustavo

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    1. Horacio (Publicaciones Autor)

      Estimado amigo Gustavo. El libro que usted menciona y que está en mi poder, pertenece a una edición definitivamente agotada y cuando dijimos que estaba a disposición de quien lo solicitara, quisimos expresar que con mucho gusto haríamos llegar cualquier otro dato o comentario que nos fuera solicitado, pero no que enviaríamos el liro, que es un tesoro muy apreciado por nosotros. Así que por correo electrónico, le estoy enviando el índice de esta obra, para que usted me diga qué es lo que le interesa. Yo le enviaré por el mismo medio, una copia del artículo elegido.Gracias por seguirnos.

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  2. Alejandro Castelló

    Horacio: me sería muy util que me haga llegar por este mismo medio el índice de la obra. Probablemente luego le solicite algún artículo en particular. Muchas gracias.

    Responder
    1. Horacio (Publicaciones Autor)

      Señor Castello: Acabo de mandarle por correo electrónico el material que me solicitó. Espero que le sea de utilidad. Le informo además que buscando en Mercado Libre, encontré en oferta el libro del señor Terrera. Atentamente

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  3. LISANDRO COLIQUEO

    YGNACIO COLIQUEO ERA BOROGANO

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