ARAUCANIZACIÓN DE LA PATAGONIA

La “araucanización” o “mapuchización» de nuestra Patagonia, es un proceso que tuvo orígenes totalmente pacíficos. A principios del siglo XVIII, en las ferias de El Cayrú y Chapaleofú, situadas en las sierras de la pampa húmeda, territorios ocupados actualmente por la República Argentina, existía una importantísima actividad comercial y de intercambio de productos entre los habitantes nativos de las llanuras pampeanas y las sierras de la actual provincia de Buenos Aires, con los de la Patagonia septentrional en ambas márgenes de la cordillera de los Andes.

En estas ferias, llamadas «Ferias de los ponchos» por los jesuitas de la época que las registraron (THOMAS FALKNER entre ellos), se intercambiaban diversos tipos de mercancías: desde productos ganaderos y de la agricultura hasta sal, bebidas y vestimentas tales como ponchos, botas, y abrigos.

El Cayrú se hallaba en la parte más occidental del Sistema de Tandilia (en territorio del actual Partido de Olavarría y la de Chapaleofú, en las inmediaciones del arroyo homónimo, situado en el actual Partido de Tandil, ambos en la actual provincia de Buenos Aires.

Fue así como, a partir de esa circulación de personas para el intercambio y la comercialización de productos, desde comienzos del siglo XVIII, ya existía un principio de intercambio cultural entre los distintos pueblos que habitaban desde la pampa húmeda, pasando por la Patagonia septentrional, hasta la zona inmediata a la Cordillera de Los Andes (tanto al este, como al oeste de ella) y hasta la costa del océano Pacífico.

Pero pronto, cambiará esta situación de armonía entre los pueblos y estallará una violencia, que durante largo tiempo llevará a la desaparición de muchos de ellos y dejará en la conciencia de sus protagonistas, el dolor de no haber sabido hacer las cosas de otro modo.

Nuestra Pampa ofrecía ya sus ubérrimos pastizales con inmensas manadas de caballos salvajes y grandes rebaños de ganado vacuno pastando en ellas. Era, a los ojos de todos, promesa de buena caza y mejor calidad de vida, por lo que pronto atrajo la atención de los pueblos del inhóspito sur, tanto de los que vivían al este, como al oeste de la Cordillera de los Andes, cuyas subsistencias eran muy precarias y sacrificadas.

Araucanización de la Patagonia argentina
Cuando hablamos de la “araucanización” o “mapuchización” de nuestra Patagonia, debemos saber antes, quiénes eran realmente nuestros pueblos originarios y cuáles fueron los pueblos invasores, ancestros de quienes hoy, se autoidentifican también originarios de la República Argentina.

Pueblos originarios de la Patagonia argentina
Llamados “pampas” por los españoles de la conquista, eran los puelches, tehuelches, querandíes y salineros. Habitaban desde sus orígenes, los territorios de la llamada pampa argentina, incluyendo la Patagonia, sur de la provincia de Buenos Aires y Neuquén.

Pueblos Mapuche - Los pueblos originarios de Argentina

Pueblos invasores
Los mapuches, una tribu originaria de la actual República de Chile, posibles descendientes de los grupos creadores de las culturas Bato, El Vergel, Liolleo, y Pitrén. Habitaban las tierras comprendidas entre el Valle de Aconcagua y el centro de la Isla Grande de Choele Choel, en el actual territorio chileno, deriva del autónimo “mapuche”, que en idioma mapudungún, significa “mapu”, tierra, país, y “che”, persona, gente; es decir, “gente de la tierra”, “nativo”).

En el siglo XVI, cuando llegaron los españoles, los llamaron “araucanos”, porque habitaban la región de Arauco (1). También se los llamó “reches” durante el siglo XVI y quienes habitaban al este de la Cordillera de los Andes, los llamaban “moluches” (gente del oeste). Antes, los Incas, y los mismos españoles después, los llamaban “aucas”, una palabra que derivaría de “awqa”, que en idioma quechua significa, salvaje o rebelde, enemigo, haciendo alusión a su temperamento belicoso.

Pero, si bien el nombre “mapuche”, estrictamente, está destinado a identificar a los habitantes de Arauco, genéricamente se aplica a todos los aborígenes que hablaban o hablan la lengua mapuche o “mapudungún”, incluyendo también, a varios grupos surgidos de la “mapuchización de los pueblos originarios argentinos, producida entre los siglos XVII y XIX, por medio de su expansión hacia el este de la Cordillera de los Andes.

Identificados solamente por el lugar geográfico donde se ubicaban y por ciertas diferencias culturales derivadas de esto, podemos decir que formaban parte de pueblo mapuche, los araucanos o mapuches en sentido estricto, por supuesto, en primer lugar; los pincuches o gente del norte; los huilliches o gente del sur (cuncos y payos); los pehuenches o gente del pehuén; los o gente del este; los borogas (o boroanos); los promaucaes (chonos); los mapochoes; los maules y los cauquenes.

Los mapuches invaden la Patagonia
Primero serán los ranqueles o ranculches (de rancul, “cañaveral”), pehuenches (o peliuenches) los que dejan el Neuquen y levantan sus toldos de cuero de potro en la zona de lagunas al noroeste de Buenos Aires y sur de Santa Fe, Córdoba y San Luis.

Y fue entonces que del otro lado de la Cordillera de los Andes, se enciende la codicia y los araucanos (como los españoles de la conquista llamaban a los mapuches), salen al encuentro de esta formidable riqueza y comienzan a cruzar, al principio individualmente y solo para llevarse algunos caballos salvajes o carnear una vaca y luego emigrando en masa para asentarse en estas tierras.

Los borogas, serán los primeros mapuches que cruzando la Cordillera de los Andes, protagonizarán la primera migración de un pueblo entero de esa etnia y se establecerán en la zona de las Salinas Grandes al sur de los ranqueles. Y ya nada detendrá el aluvión. Todos los pueblos, originarios del sur chileno comienzan a cruzar la Cordillera para asentarse en estas tierras, en migraciones que serán constantes durante todo el siglo XVII hasta la primera mitad del XIX.

No sólo los pastos y el ganado habían atraído su codicia. Habían conocido el caballo y rápidamente comprendieron las ventajas que estos animales les podían otorgar en la caza y en la guerra, dos actividades que desde tiempos inmemoriales les eran propias de su idiosincrasia.

Los llamaron “cahuales” (derivado del español baguales) y “cavallú” (según Guillermo Alfredo Terrera en “Caciques y capitanejos en la Historia Argentina”), e hicieron del caballo la base de su economía. Fue su transporte y su comida; con leche de yegua alimentaron sus hijos, calzaron botas de potro y construyeron las tolderías con sus cueros. Agricultores y sedentarios en Chile, en la Pampa fueron nómades y cazadores: levantaron las tolderías junto a las aguadas y ríos, que montaban y desmontaban según lo exigía la caza de potros y ganado y pronto, la guerra con los cristianos.

Apenas como un recuerdo de sus viejas costumbres, trabajaban metales a martillo, especialmente plata, y sembraban algunas hortalizas en torno a las tolderías. La caza del caballo primero, y la guerra contra los cristianos, cuando éstos comenzaron a amojonar la pampa y a marcar con hierro al ganado, fueron sus principales ocupaciones.

Los mapuches, un pueblo guerrero, de carácter dominante y decididamente hostil para con todo aquello que limitara su libertad y su libre albedrío, pronto dominaron a los pueblos originarios de la Patagonia argentina y les impusieron sus costumbres, su rebeldía “y su vocación guerrera”.

Y así comenzaron los asaltos a estancias y los robos de ganado; sus caciques decidían en las controversias y entonces se inician las pujas territoriales entre tribus rivales y las luchas por el poder. Poco a poco, su idioma el “mapudungún”, mucho más rico que el de los “pampas” fue imponiéndose para hacerse común a todos los demás, y entonces, la pampa argentina comenzó a ser territorio mapuche.

Pero lo peor estaba por llegar. Y llegó en 1833, cuando “piedra azul” CALFUCURÁ, el más poderoso cacique mapuche, llamado por los borogas y otros caciques como RONDEAO, MELÍN y tal vez CAÑUQUIR y CAÑUILLÁN, cruza la Cordillera y se instala en las Salinas Grandes, al sur de Buenos Aires.

Venía para ayudar a los borogas y demás tribus ya asentadas en la pampa, para superar una controversia que había surgido con el gobernador de Buenos Aires JUAN MANUEL DE ROSAS. Pero cuando llegó, el problema había sido resuelto amigablemente con ROSAS, cosa que irritó sobremanera a CALFUCURÁ, a quien además, cumpliendo con lo acordado con el gobernador de Buenos Aires, se le prohibió malonear en esa provincia.

Creyendo haber sido traicionado por los borogas, luego de enterarse de que su gran amigo, el cacique TORIANO, había sido ejecutado en Tandil por las fuerzas gubernamentales, CALFUCURÁ dirigió su venganza contra RONDEAO y MELÍN y, el 9 de setiembre de 1834 los asesinó a ambos en sus propios toldos ubicados en Masallé.

Al descabezar tan cruelmente a los borogas, a CALFUCURÁ le fue fácil entonces ganar el mando y así se lo notificó a los demás caciques de la región, diciendo que por la voluntad del dios “Guenechén” él se había erigido en “Jefe Supremo del Gobierno de las Salinas Grandes” y establece una confederación de pueblos de la pampa.

Nace así CALFUCURÁ como el “cacique general de la Pampa” y entonces todo el territorio explota, cuando se inicia una guerra que tendrá por un lado a las tribus mapuches, secundadas (obligada o voluntariamente) por los más violentos de nuestros aborígenes originarios y por el otro a las fuerzas de los distintos gobiernos que se sucedieron durante tan nefasto período de nuestra Historia, conocido como el de las “Campañas al Desierto” y mal llamado de la “Conquista del Desierto

El 8 de marzo de 1872 el coronel IGNACIO RIVAS derrotó a CALFUCURÁ en la batalla de San Carlos, dando comienzo a la declinación del poder del cacique mapuche y el fin a sus devastadoras incursiones. Su prestigio de a poco se fue apagando y sus posteriores acciones no tuvieron la fuerza arrolladora de otras épocas, hasta que desapareció de escena por completo (ver Calfucurá, Juan).

El cacique mapuche SAYHUEQUE tomó el mando de los aborígenes en guerra con el blanco, y durante algunos años intentó continuar la guerra iniciada por CALFUCURÁ, pero ya no era lo mismo y luego de realizar algunas incursiones, fue finalmente derrotado el 18 de octubre de 1884, por el mayor MIGUEL VIDAL, cuando, al mando de 3.000 guerreros intentó tomar por asalto el Fuerte Junín de los Andes.

El 01 de enero de 1885 SAYHUEQUE junto con todos los guerreros que aún le quedaban rindió formalmente sus fuerzas en la actual provincia de Chubut, al nuevo gobernador de la Patagonia, el general LORENZO VINTER.

Pero todavía no terminaba esta historia. Porque algunos grupos menores continuaron indómitos en diversos territorios en conflicto, protagonizando nuevos ataques, hasta que el 10 de marzo de 1887, en el noreste de la provincia de Santa Fe se libró el combate de El Rabón, donde el teniente coronel JUAN J. GÓMEZ derrotó a una partida de aborígenes que había atacado las instalaciones de San Antonio de Obligado y este si fue el último episodio de esta historia, que se inició, allá por el  año 1821, cuando se libró el Combate de Chapaleufú contra los aborígenes.

Bibliografía consultada: “Estampas del pasado”. Busaniche J. L. Solar, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1971; “Historia Argentina”. Ediciones Océano, Barcelona, España, 1982; “Historia de la Argentina”, Víctor Barrionuevo Imposti, Cultural S.A., España, 2001, “Los chichas como mitimaes del Inca, Carlos Zanoli, 2003, “Caciques y capitanejos en la Historia Argentina”, Guillermo Alfredo Terrera, Buenos Aires, Revista Todo es Historia, Tomo 6, pág. 36; INDEC (Base de datos de pueblos indígenas u originarios, “Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del Mar Océano”, pág. 192, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, editado por la Real Academia de la Historia, “Problemas indígenas americanos”, pág. 48, de Enrique de Gandía. Ed. Emecé Editores, Buenos Aires, 1943; Revista Todo es Historia Nº261; “Los pueblos indígenas en América Latina, Ed. CEPAL, 2014; “Diccionario Histórico Argentino”. Ione S. Wright y Lisa M. Nekhom, Ed. Emecé, Brasil 1994; “La Historia en mis documentos”. Graciela Meroni, Ed. Huemul, Buenos Aires, 1969; “Los Indios de Argentina”, Fernández Juan Marchena, España 1992; “Los indios en la Argentina (1536-1845)”. Bonifacio del Carril, Ed. EMECÉ, Buenos Aires, 1992; “Historia Argentina”. José María Rosa, Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1981; “Los jinetes de las Américas”. Edward Larocque Tinker, Ed. Guillermo Kraft, Buenos Aires, 1952; “La raza pampeana y la raza guaraní. Los indios del Río de la Plata en el siglo XVI”. Samuel Quevedo Lafont, Ed. Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1900.

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