PATRIA/PATRIOTISMO

La nota siguiente es una reconstrucción de un texto de Alberto Casal Castel que publicara en 1947 el diario El Mundo de Buenos Aires. Se deja constancia que debido al mal estado de este material, fue necesario recomponer algunas frases para hacerlo más legible y siempre tratando de respetar el espíritu que quiso imponerle su autor.

“De todos los sentimientos que animan al hombre, quizás  sea el de su amor a la tierra natal, el más perdurable y arraigado, porque une y solidifica a las demás devociones, en un mismo amor. En él se conjugan, convenientemente dispuestos,  el amor a los padres y a los hijos a través de las más diversas vivencias y los ilumina con su misma luz; el afecto hacia nuestros semejantes, el sentido de pertenencia a la tierra que nos vió nacer.

Nada tiene que ver esta pasión saludable, tierna y altamente significativa con ese otro desmesurado celo, con ese falso y teatral patriotismo de los días fastos, demasiado cargado de lugares comunes, de arengas, de banderas y escarapelas en los pechos escolares y a los que es preciso exaltar con gritos de viva la Patria y emociones colectivas.

Seguramente que no es en tales circunstancias fugaces, cuando mejor se expresa el patriotismo, ya que si lo es, cundo aflora sin provocados «efectos», la silenciosa gravedad de nuestros actos, la terca voluntad de aquella fuerza que actúa dentro de nosotros mismos cada día, y nos promete una justificadora seguridad de que trabajamos por algo más que no son nuestras conveniencias, nuestras preocupaciones y el interés que de ellas puede deducirse. Que no actuamos dentro de la esfera restringida, opaca, verdaderamente mortal, de aquello que se define por nosotros solos, sino movidos por todas las fuerzas generosas del pasado y por algo inusitadamente amplio, infinitamente grande, que no debe ser definido de una manera apropiada si tan sólo decimos “los demás”.

Es, en fin, el “Patriotismo” algo inmaterial, presencias desconocidas y espontáneas. Son elementos indescifrables y no obstante, sustanciales los que nutren al verdadero patriotismo, como la planta es nutrida por el enlace de cien mil raíces incrustadas en el suelo, con las sales muertas y los compuestos que yacen bajo la superficie del manto vegetal.  Comprendo la resonancia rítmica del tambor y estimo el sonido de los cobres, a quienes la bandera envuelve siempre, como una fiesta de color de la infancia, como una tricornia de días coloreados por muchas tintas diferentes: primera lección, quizá, de la unión de los hombres por imperio de la misma onda emotiva. Pero lo veo ceder, dispersarse, confundirse en sus mismos acentos, una vez acabado el espectáculo, con la pasajera fruición que es el precario destino de las fiestas.

En cambio, ese amor a la tierra confundido al cuadro permanente de los paisajes, al acento de los hombres, a los hombres mismos, a las costumbres, al hablar, se vuelve un razonamiento sereno que sirve de base a todos los otros razonamientos. Con ellos aprendemos a rechazar un conjunto significativo de ideas ocasionales, chocadas con su naturaleza, y a definir acabadamente la sustancia de un pensamiento nacional. «Quien ama a su país y no experimenta preferencias por las leyes que lo gobiernan, combativo instinto por la idea y la aspiración que lo modelan, lo transforman y lo amplifican, no conoce ese fervor razonador que siente el espíritu concienzudo e informado», ha dicho la condesa de Noailles. Acertado decir, pues la tierra fijó normas inalterables al espíritu que la historia recoge, y en ella nosotros somos los labradores que de nuevo habremos de dar vida a las viejas simientes trasmitidas a través de numerosas generaciones. —El argentino  se siente satisfecho de San Martín, de Rivadavia, de Sarmiento, de las grandes sombras que supieron con más nitidez, expresar lo argentino en sus aspira­ciones y precisarlo con la acción de una manera insuperable y definitiva. Pero no es preciso recordarlos a cada instante en la hueca campana del discurso, cuando parece ser más grato a memorias tan preclaras, el homenaje austero de los hechos.

El deber del ciudadano, por lo tanto, el deber que implícitamente contiene el patriotismo, consiste en ajustar nuestra conducta al mensaje transparente y lejano. No toman su origen allí los malos enconos, los orgullos falsos, las querellas estúpidas, las divisiones molestas, sino la noble altivez, la generosidad, lo ecuánime y lo justo; compuesto armónico que, después de resueltos los graves conflictos interiores, descendería al espíritu de las instituciones, a la letra de la Carta Fundamental, a los códigos, a la legislación y a la República misma,  para ofrecerle el sin par patrocinio de los penates de la nacionalidad.

También esa forma de sentir lo propio, la herencia, el pasado;  encarar el futuro con la misma seguridad, está en aquellos que  recogieron en sus libros, un pensamiento que lleva el sello de las llanuras; está en Echeverría, en Alberdi, en Avellaneda, en los escritores poli ticos y en los que fueron precisando el alma del pais con la visión de sus horizontes limpios y sus cielos dilatados. Dejar de inspirarse en sus libros, no completar el sistema de su estética, no perfeccionar esa aspiración legítima de clarificar la imagen de la nación, es un error lamentable. Porque no todo ha de ser batallas en el campo histórico, victorias y derrotas, expresiones de la última razón en el último grito del coraje, sino una cultura, la escuela, el libro, las labores pacíficas, la virtud de la verdad que puso de relieve cada uno en los días corrientes, y el conjunto de nociones que emanan de allí, para que podamos enfrentarnos con los compromisos cotidianos.

Francia no gusta hablar de sus guerras, no tiene ninguna pasión por la crueldad, como Inglaterra elude siempre la nota militar en sus arengas. La primera prefiere citar a Corneille, a Ráeme, a Hugo; desea la otra de buen grado recordar a Gladstone. a Pitt, a Lord Strafford, porque saben, a tramos de una larga experiencia, que el alma francesa o el alma inglesa reconocen mejor en esas creaciones literarias o políticas; que las mis mas acuerdan una fisonomía in confundible del carácter y la voluntad nacionales, e inyectan en el hombre de todas las capas sociales, un contenido espiritual suficiente para llevarlo, si es preciso, al combate, o para mantener esa difícil estructura moral que la paz prolongada quebranta y que sin embargo es el ligamen de acero en que se sostiene el edificio de la República estoica y del Imperio tenaz.

La tierra nos nutre y nos recoge. El amor a ella tiene, como vemos, aparte de la lealtad, la doble importancia de darnos la vida y asegurar la preserva­ción de los muertos. Con lo que queremos decir, que sustenta el espíritu de la empresa nacional y constituye el culto de la supervivencia de los sueños e ideales, que es por donde se reconoce la patria y la noble intención del patriotismo.

Qué es la Patria? (Material extraido de una nota de Alina Diaconú para el Diario La Nación, que debimos actualizar y reducir, sin alterar ni incluír palabras que hubieren podido alterar la esencia de lo que quiso expresar la autora.

ConcluIda la algarabía del Mundial de fútbol jugado en 2006, donde las nacionalidades salieron a exhibir con un fervor contagioso sus símbolos, nos decimos: qué bueno sería si en la Argentina toda aquella energía patriótica, estuviera siempre al servicio de una convivencia más armoniosa, de una unión real, de una solidaridad ciudadana y de una convicción en los valores, en los ideales y en la construcción de un país mejor.

Al mismo tiempo, de una manera paradójica, observamos cómo en los días patrios específicos, antes, durante y después del Mundial, la escarapela pareció haber caído prácticamente en desuso. El 9 de julio último, mirando al azar a los transeúntes, vimos que de treinta personas sólo dos -sesentonas ellas- usaban el albiceleste adminículo en la solapa. Y entonces nos hicimos esta simple y a la vez, complejísima pregunta: ¿qué es realmente la patria? Y, en nuestro caso, ¿qué es nuestra patria argentina?

¿Es solamente la tierra en que uno nació o es la tierra que uno adoptó por convicción?. ¿Es una bandera? ¿Es un himno?. ¿Es una camiseta de fútbol? ¿Es una pintada en la mejilla?. ¿Es un mate con bombilla? ¿Una empanada de carne y un ñan con dulce de leche? ¿Un bife de chorizo y un choripán?. ¿Es el tango? ¿Es la chacarera y la zamba?. ¿Es San Martín y Sarmiento? ¿Moreno y Alberdi? ¿Las islas Malvinas?. ¿Es una guitarra? ¿Es un bandoneón?. ¿Es Borges y Cortázar? ¿Victoria Ocampo y Sabato?. ¿Es María Elena Walsh y Eladia Blázquez? ¿Es Piazzolla y Atahualpa Yupanqui?

¿Qué es la patria?. ¿Es Gardel, es Rivero? ¿Es Niní Marshall? ¿Es la pampa húmeda y el macizo andino?. ¿Es un Berni, un Spilimbergo, un Cándido López, un Molina Campos, un Quinquela Martín?.  ¿Es Ceferino Namuncurá, Pancho Sierra, la difunta Correa, el gauchito Gil?. ;Qué es la ratria?. Una canción de cuna?, una plegaria, un patio con aljibe, una tarde de siesta, un libro de historietas?.

En una palabra: ¿la patria es la nostalgia?, o bien es un jacarandá, un ombú, un ceibo en flor? ¿Una ruda macho, un malvón en un balcón? ‘. ¿Es un gorrión, es un jilguero, un zorzal? ¿Es Martín Fierro? ¿Es el asado de los domingos? ¿Es la costumbre del apodo?

¿Qué es la patria?. Es mamá y papá, los abuelos, los primos, el barrio, los amigos, los amores, el mozo del café?. ¿Una maestra, un profesor? ¿Los hijos?. ¿Son los cumpleaños, las navidades, las Pascuas, los nacimientos, los aniversarios?. ¿Es la cúpula de una iglesia, una fragata en alta mar, un avión que aterriza en Ezeiza?

¿Qué es la patria?. ¿Un conjunto de rock, una cancha de fútbol, Fangio, Maradona, Mesi  y Mafalda?. ¿Es Discépolo, entonces? ¿La Biblia y el calefón?. ¿Es la mufa, es la flaca? ¿Es el «che»? ¿O el actualísimo «obvio»?

¿Qué es la patria?. ¿Una picardía, una ironía, un chiste, una intención, un estribillo?. ¿Es un manojo de códigos secretos que todos conocen?. ¿Es una manera de mirar, una manera de pararse, una gesticulación, un tipo de mueca, cierto guiño, la siempre presente cargada?. ¿Es la así llamada viveza criolla? ¿O es la gauchada, o es el «canche rismo»?. ¿Será el futuro que soñamos para las generaciones venideras, o bien el pasado y los seres queridos que se fueron de aquí acaso para siempre?. ¿Qué es la patria?. ¿Un sentimiento o una idea? ¿Una percepción o una elaboración intelectual?

Esta larga enumeración de interrogantes partió de la visible ausencia de escarapelas el día 25 de mayo, el 20 de junio y el 9 de julio. Todas ellas fechas recientes. Todos, «días de la escarapela» (según el dicho), que es lo mismo que “nunca”, “inexistente”, en la exteriorización del amor a la Patria de  muchos argentinos.

Y pensar que todo esto nació a partir de las primeras semanas del Mundial de fútbol, con su explosión celeste y blanca, como si ése fuera el único hecho que lograra hacer enarbolar un latir patriótico en el corazón de los argentinos. Será esto la patria? ¿O qué no es?

“La década infame”. Así califica José Luis Torre al período comprendido por los años “30”, en referencia al fraude, la corrupción y los negociados que sacudieron a la opinión pública durante esos años.

 

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