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EL GRUPO BOEDO Y EL GRUPO FLORIDA. OPINIONES (1924)
Hoy, casi pertenece a la leyenda porteña esa generación de la segunda década del siglo, que como el Jano mitológico, tenía dos cabezas: la de Florida y la de Boedo. Florida, la frívola calle de un Buenos Aires cosmopolita que se alhajaba con objetos importados y tenía su mirada puesta en Europa. Boedo, el barrio comercial y fabril que nacía en Almagro, “cuna de tauras y cantores, de broncas y entreveros”, como canta el tanto. Pero en una y en otra, grupos de jóvenes que tiene un solo afán: el de testimoniar su tiempo a través de la palabra total que es la poesía (ver diferencias entre los grupos literarios «Boedo» y «Florida»).
Todos ellos son ciudadanos de Buenos Aires; son porteños (y Güiraldes ya lo dijo: “un porteño se distingue hasta en el modo de ponerse los zapatos). Unos miran la barriada, sus necesidades y sus cuchilleros; los otros, a Londres y a París, que entre novedades vanguardistas, devuelve a la ciudad su expresión más honda: el Tango.
Los dos grupos plasmarán la imagen de un Buenos Aires que pervive hermosamente en poemas, novelas y anécdotas. De un lado, en Boedo, estarán los hermanos Tuñón, Elías Castelnuovo, César Tiempo, Leónidas Barletta, Álvaro Yunque, Gustavo Riccio, Nicolás Olivari, Santiago Ganduglia. Del otro, Jorge Luis Borges, Ricardo Güiraldes, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo, Ulyses Petit de Murat, Francisco Luis Bernárdez y Ricardo Molinari, para citar algunos (ver El grupo Boedo).
Los de Boedo, urgidos por los problemas sociales, mirarán a los escritores rusos y se expresarán a través de “Los pensadores”, editada por la Editorial “Claridad” de Antonio Zamora. Los otros, más atentos a lo puramente literario, fecundarán revistas y así nacen “Proa”, “Prisma” y “Martín Fierro”. Pero la dicotomía no es tal; clandestinamente, los escritores circulan de un grupo a otro. Roberto Arlt, quien por su literatura empapada de suburbio y humillados, pertenece a Boedo, pero es amigo y secretario de Güiraldes. La revista “Martín Fierro”, por su parte, tiene entre sus primeros colaboradores a Olivari, Ganduglia, Mariani, de extracción “boedista” (o boedowskaia, como ironizaba Méndez Calzada). Y en el libro “Exposición de la actual poesía argentina”, que hacen Vignale y Tiempo, conviven unos y otros.
Borges ha negado enfáticamente la existencia de los dos grupos (otra de sus boutades?). Los más, también enfáticamente, la sostienen. Lo real es que los escritores de aquella generación testimoniaron un tiempo y una sensibilidad. Proclives a las falsas antinomias, decimos Florida versus Boedo, como ayer nos dijimos Sarmiento/Rosas, Civilización/Barbarie. Lo cierto es que esa generación nos dio el rostro de una ciudad joven que mezclaba ya la pampa con el asfalto, el gaucho con el gringo, los suburbios con el centro, buscando la síntesis de su futuro: la del país maduro. La única que nos permitirá sobrevivir” (dixit María Esther de Miguel, publicado en «100 hechos que hicieron la Argentina», editado por la Revista Gente y la Actualidad, Buenos Aires, 1975).