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LOS OMNIBUS (1854)
En junio de 1852, JOAQUÍN FILLOL inaugura un servicio de galeras (imagen) entre la ciudad de Buenos Aires y los pueblos de Mercedes, Pergamino, Azul. Chascomús y Dolores y así se inicia el servicio de transporte público de pasajeros, donde por primera vez, gente desconocida entre sí, compartían un espacio para viajar.
Un año más tarde el servicio ya llegaba a Rosario, adquiriendo con ello, un cierto carácter “interestatal”, ya que por entonces la provincia de Buenos Aires ya se había separado de la Confederación Argentina.
En poco tiempo proliferaron empresas similares, muchas de ellas con nombres tan pintorescos como “Sueño de la mañana”, “Ninfas del Plata”, “El lucero del sur”, “Brisas del desierto”, “El despertador”, “Júpiter furioso” y “el relámpago apurado”, aunque en muchos casos, el nombre se refería al punto de destino, como fue el caso de “La bella Ensenadera” (que llegaba a Ensenada), “La venus Lobera”, que llegaba a Lobos) y otras por el estilo.
En 1853 comenzaron a circular las dos primeras líneas de carruajes de tracción animal que prestaban el servicio de transporte urbano. Eran propiedad de FRANCISCO HUÉ y unían con cierta regularidad Plaza de Mayo con la Boca, Barracas y la Recoleta y al año siguiente comienzan su actividad otras dos líneas, que, partiendo también de Plaza de Mayo, llegaban hasta el Mercado de Constitución y la Plaza Once de Setiembre, respectivamente.
Hasta ese momento todas estas líneas utilizaban vehículos generalmente de 4 ruedas, tirados por cuatro caballos, algunos con “imperial” (doble piso), con capacidad para alrededor de 15 pasajeros y así fue, hasta que en julio de 1902, los señores AGUSTÍN LLAMBÍ y GOTHOLD FRANKEL obtuvieron una concesión para explotar cuatro líneas con dos ómnibus por lo menos cada una, con tracción mecánica.
Superados diversos inconvenientes, la mayoría de ellos burocráticos, finalmente el 30 de noviembre de 1903 se realizaron los primeros ensayos en la avenida de Mayo con el primer vehículo de tracción mecánica que circuló por las calles de Buenos Aires y a fines de enero de 1904, ya estaban circulando regularmente, uno (quizás dos) coches por la avenida de Mayo, uniendo la Plaza de Mayo y la calle Entre Ríos. Era abierto (como los tranvías jardinera) y estaba accionado por la corriente eléctrica que generaba un pequeño motor a nafta incorporado en el mismo vehículo, y que no podía funcionar por más de tres horas seguidas, haciendo que fuera obligatorio suspender el servicio hasta que el motor se enfriara
Aunque las condiciones de la concesión establecían que tuvieran llantas de goma, las ruedas eran metálicas (imagen) y ante la insistencia de la Inspección General de la Municipalidad de Buenos Aires que pedía la suspensión del servicio porque ese vehículo deterioraba la calzada y el goteo de la bencina de su motor generaba peligro, se hicieron numerosos ensayos.
Se colocaron bandas de goma maciza a las ruedas, pero éstas se deterioraban rápidamente y el experimento fracasó. Se cambió de motor y se varió su ubicación y esto tampoco resultó, por lo que, sin poder satisfacer las exigencias de la concesión, desalentados por la poca rentabilidad del servicio, que luego de pasada la novedad, dejó de ser utilizado por los porteños, debido a que era un servicio reiteradamente suspendido, con horarios inciertos, poca frecuencia y un muy corto trayecto, los señores LLAMBÍ y FRANKEL desistieron de la concesión y el 18 de setiembre de 1904 clausuraron definitivamente el servicio.
A pesar de este fracaso ocurrido en Buenos Aire, el empleo de vehículos motorizados para el transporte de pasajeros, toma nuevo impulso y varias ciudades (incluso la misma Buenos Aires), se animaron a organizar este servicio para conectarse con otras. En 1910 comenzó a circular una línea que unía las ciudades de Junín, Los Toldos y Bahía Blanca, que contaba con automotores Peugeot con ruedas con neumáticos y a partir de entonces surgen las líneas “San Martín a Billinghurst” (1911), “Floresta a Mar del Plata” y “Puyuta, en San Juan a Desamparados” (1912), “Baradero a Capitán Sarmiento” y “Jujuy a Termas de Reyes” (1913), “Villa Zagala (1914), “Resistencia a Zapala” (1917), “Plaza Italia a Parque Tres de Febrero”, “Plaza Colón al Balneario Municipal”, en Concepción del Uruguay (1918), en Chivilcoy (1919) y muchas más.
El 20 de agosto de 1922 se inauguró la Línea “A” de la empresa “Auto Ómnibus Metropolitano” (imagen a la izquierda) de SANDALIO SALAS, prestando un servicio que iba desde las Plazas Constitución y de Mayo hasta la Estación Retiro en la ciudad de Buenos Aires. Empleaba unos pocos coches “Ford T” que estaban pintados de azul y blanco; tenían entrada por la culata y dos bancos longitudinales con capacidad de 6 pasajeros cada uno, sentados dando la espalda a las ventanillas y este fue el primer servicio realmente efectivo de transporte colectivo de público que se prestó en la República Argentina (ver Orígenes del transporte público de pasajeros en la Argentina)..
A partir de entonces, serán ya muchas las empresas que inician sus actividades prestando servicios urbanos, interurbanos e interprovinciales, incorporando nuevas y modernas unidades mejor dotadas mecánicamente, con mayor capacidad y mejores comodidades, consolidando un servicio que, a partir del 24 de setiembre de 1928, comenzó a ser reemplazado por “los colectivos”, cuando un grupo de taxistas con poco trabajo, decidió comenzar a llevar más de un pasajero en sus viajes, actividad que por lo exitosa, impuso la fabricación de un nuevo vehículo con mayor capacidad para satisfacer la demanda (ver El colectivo porteño).
Fuente: Fascículo Nº 1 de “El auto colectivo”, publicación de la Cámara Empresaria del Transporte de Pasajeros; «Hemeroteca» particular..