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ADHESIONES CAMBIANTES
En nuestro pasado han sido muchos los casos que pueden calificarse como deslealtades, deserción, «cambio de bando» o simple «gatopardismo» y lo que hoy parecen dicotomías en el comportamiento de nuestros hombres públicos, seguramente no lo fueron cuando la decisión, la opinión o el acto que permite hoy calificarlos así, fue producto de las circunstancias que le fueron propias.
Algunos de nuestros próceres de la independencia, pocos meses después de declararse independientes de España, el 9 de julio de 1816, se manifestaron dispuestos a pasar a depender del gobierno del Brasil, ya que este estaba por invadir la Banda Oriental (Uruguay) y amenazaba a las Provincias Unidas del Plata.
Las cartas y los comisionados no llegaron a Río de Janeiro y solamente fue así gracias a que JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN no creía necesario entregar el país al Brasil para salvarlo del artiguismo. Prefería hacerlo con Francia. Vemos entonces que no estaba muy claro, que era lo que querían nuestros próceres para el país que estaban fundando.
Esperando que recordándolos, no se vean menoscabados los méritos que la Historia le ha adjudicado a cada uno de los nombrados, ponemos aquí, a modo de ejemplos que ratifican lo dicho, algunos de los casos más recordados.
Es obvio que no hemos incluido en esta lista, los nombres de aquellos que “se cambiaron de bando”, impulsados por las circunstancias, el cambio de paradigmas que afectó a muchos de los líderes de aquellas épocas y que justificó el ser abandonados por sus seguidores y hasta “por conveniencia política o social”. Tampoco recordaremos, debido a los límites etarios que nos hemos impuesto, los innumerables casos que hoy envilecen la política partidista argentina.
SANTIAGO DE LINIERS (1753-1811)
El héroe de la Reconquista de Buenos Aires en agosto de 1806, también tuvo actitudes aparentemente divergentes como político, aunque en este caso no fue una dicotomía, sino más bien, la expresión de una lealtad mal entendida.
Lucho con ardor y fue uno de los artífices de esas gloriosas jornadas de 1806, durante la primera invasión de los ingleses a Buenos Aires para impedir una presencia que afectaba nuestros intereses, pero, poco más de cuatro años después, pone en evidencia que su lealtad era para con España y que la gesta que realizara para rechazar al invasor inglés, era en defensa de los intereses de la Madre Patria y no de los que ya comenzaban a gestarse en estas tierras, soñando con la independencia del yugo español.
Recordemos que la provincia de Córdoba se constituyó en uno de los baluartes de la contra Revolución de Mayo y que LINIERS fue uno de sus principales cabecillas y en 1811 debió ser fusilado por traicionar precisamente los intereses que había defendido en 1806.
Su fusilamiento ha sido considerado como el “primer asesinato político” que se registró en los anales de la República Argentina. Su fusilamiento marca el nacimiento de las diferencias políticas que separaron a los gestores de la Revolución de Mayo y da origen a la nefasta controversia que enfrentó a los unitarios y a los federales por largos y sangrientos años.
MARIANO MORENO (1778-1811)
El MARIANO MORENO que en Perú había defendido los derechos de los mineros diciendo: “En los países de minas no se ve sino la opulencia de unos pocos con la miseria de infinitos» y en Buenos Aires, el de los peones de estancia, desde el estudio jurídico de Agustín Gascón; ese personaje, sabio, pujante, ardoroso defensor de la justicia y de la igualdad entre los hombres que desde su cargo de Secretario de la Primera Junta de Gobierno Patrio, ejerció una influencia decisiva marcando el rumbo de la Patria naciente y que luchaba a favor de los intereses de los indios, era por otro lado, el mismo MARIANO MORENO que se manifestó también como un fuerte aliado de los intereses comerciales de los estancieros, que fue el autor del famoso alegato conocido como “Representación de los hacendados”, donde decía: «Nada es hoy tan provechoso como afirmar por todos los vínculos posibles la estrecha unión y alianza con la Inglaterra. Esta nación generosa que, conteniendo de un golpe el furor de la guerra, franqueó a nuestra metrópoli auxilios y socorros, es acreedora por los títulos más fuertes a que no se separe de nuestras especulaciones el bien de sus vasallos (…).
Ese “númen de la Revolución de Mayo, fue más tarde, el mismo que puso en evidencia su encendido amor por los ingleses, quizás el más innoble expoliador de nuestras riquezas en aquella época, el creador de “la enfiteusis”, macabro sistema por medio del cual nacieron los latifundios en la Argentina, el fundador de la “River Plate Minning Company”, empresa de la cual fue integrante de su Directorio con un sueldo de 1.200 libras, siendo simultáneamente funcionario del gobierno nacional; “anglófilo” de corazón, hasta el punto que, según lo expresara CORNELIO SAAVEDRA, eligió marcharse a Londres, luego de que renunciara como Secretario de la Primera Junta de Gobierno.
MIGUEL DE AZCUÉNAGA (1754-1833)
Fue quizás otro de los privilegiados por el destino, pero que transitó alternadamente por esas dos ideologías dominantes de la época. Militar exitoso, fue un activo participante durante las invasiones inglesas, reorganizó las fuerzas armadas luego de la Revolución de Mayo y ocupó diversos cargos públicos. Salvo dos episodios lamentables que debió sufrir debido a su militancia “morenista” o “unitario” y “federal”. Recordemos que en 1811, a raíz de los sucesos del 5 y 6 de abril de ese año, fue desterrado debido a sus simpatías por MARIANO MORENO y en 1829, fue expulsado de Buenos Aires por orden del general unitario JUAN GALO DE LAVALLE
FACUNDO QUIROGA (1788-1835)
FACUNDO QUIROGA el líder riojano, caudillo indiscutido de las provincias del norte andino, declaró en cierta oportunidad que él era “unitario por convicción”, pero que se había hecho federal, por tres razones que habían influido decididamente en su cambio de bando:
La primera, en orden cronológico, fue cuando se vio afectado por una disposición que el ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires, BERNARDINO RIVADAVIA, dictara en 1824, concediendo a inversores británicos el derecho de explotación de las minas del Famatina en la provincia de la Rioja, cancelando los derechos que sobre ella tenía Facundo Quiroga, lo que lo impulsó a alinearse con los enemigos de los porteños, en defensa de sus empresas mineras.
En otra oportunidad, QUIROGA, considerando que la autonomía soberana de su provincia se veía perjudicada por la leva forzada realizada en 1825 por el coronel ARÁOZ DE LAMADRID en las provincias de Tucumán y Catamarca, reclutando efectivos que eran necesarios durante la guerra con Brasil, volvió a expresarse como federal, rechazando la ingerencia del gobierno de Buenos Aires en las provincias.
Por último, consideró lesivo a la Iglesia Católica, de la cual era un decidido adherente, el tratado realizado por el gobierno de Buenos Aires (como encargado de las relaciones exteriores del conjunto de las Provincias Unidas con Gran Bretaña, mediante el cual se establecía la libertad religiosa en estos territorios.
Y esas fueron las tres razones que invocara el caudillo riojano para “sentirse unitario”, mientras “actuaba como federal, porque esa era la voluntad de los pueblos”.
CARLOS MARÍA DE ALVEAR (1789-1852)
El mismo ALVEAR que con solo 23 años, en 1812 llegó al Río de la Plata para luchar por nuestra Independencia; que combatió en Ituzaingó, logrando la victoria más resonante y decisiva de nuestras armas en ese trágico enfrentamiento que fue la guerra con Paraguay; el mismo que durante quince años, como embajador ante los Estados Unidos luchó denodadamente para lograr ayudas en nuestra lucha contra los ataques que Francia e Inglaterra llevaban a cabo contra nuestros puertos, fue el mismo ALVEAR que, cuando todo el país festejaba la libertad lograda el 25 de mayo de 1810 y luchaba para consolidar esa conquista, el 25 de enero de 1815, llamaba a la puerta del imperio británico y en nombre de “estas sumisas colonias de Su Majestad”, rogaba que vinieran a hacerse cargo de nuestro destino “Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso.»
Así se lo expresaba en sendas notas al embajador de Gran Bretaña en Brasil, lord STRANGFORD y al Ministro de Asuntos Exteriores ingles ROBERT STEWARD, vizconde de Castlereagh. Felizmente la carta dirigida al primero fue censurada por el mismo embajador y la que le remitiera al ministro fue interceptada por MANUEL BELGRANO y BERNARDINO RIVADAVIA, que se encontraban en Río de Janeiro en misión oficial.
En agosto de 1815, Alvear, derribado del gobierno y condenado al exilio por sus excesos y el descrédito de la Logia Lautaro, le escribe al rey de España pidiéndole disculpas y diciendo que el estuvo al frente del gobierno solo para detener la revolución, pidiéndole amparo. El rey de España no le dio ni la hora. Pero lo mas lastimoso es que volvió a la Argentina, debido a su condición de «venerable» en la sociedad secreta. y vuelve a tener participación en la política
Gran amigo y compañero de armas de JOSÉ DE SAN MARTÍN, cuando dejó de serlo, trató por todos los medios de menoscabar su influencia y bloquear sus proyectos; hoy se dice, que quizás fuera por una cuestión de ego. El 25 de abril de 1820, deseoso de ocupar de nuevo el poder, que había perdido en 1815, (cuando se vio obligado a renunciar como Director Supremo, habiendo transcurrido solamente tres meses desde su asunción), siendo las 10 de la noche, desembarcó en el puerto de Buenos Aires (venía desde Montevideo donde se había retirado para buscar el apoyo de ARTIGAS, un enemigo declarado del gobierno de Buenos Aires), con la intención de apoderarse militarmente de la ciudad.
Rápidamente se reunió en la plaza del Retiro con un grupo de 43 jefes y oficiales partidarios suyos, que le aguardaban armados y se presentó nuevamente en el cuartel del Regimiento de «Aguerridos», cuyo segundo jefe, el comandante ANACLETO MARTÍNEZ, se puso a sus órdenes.
A la mañana siguiente, el pueblo, enterado de este hecho, se concentró en la plaza y los cuerpos cívicos puestos en armas, se mostraron dispuestos a sostener a las autoridades constituidas y a combatir a todo trance a ALVEAR y a sus amigos. Alvear, considerándose perdido y frustrados sus objetivos, abandonó la ciudad en la mañana del 27, acompañado por los jefes y oficiales adictos, que le permanecieron fieles hasta el último instante. Con ellos, fue a refugiarse entre los caudillos RAMÍREZ y LÓPEZ, ambos federales, defensores de políticas e intereses totalmente opuestos a los suyos.
Gritón y presumido, Alvear dejo bastante que desear como político , pero era buen militar y en 1827, durante la guerra con Brasil , dirigiendo el ejército de la Confederación obtuvo la decisiva victoria de Ituzaingó (20 de febrero de 1827) y mas tarde, la elasticidad de sus convicciones políticas, no le hicieron difícil marchar como embajador de Rosas ante el gobierno de los Estaos Unidos de Norteamérica.
MANUEL JOSÉ GARCÍA (1784-1848)
El encargado de llevar las cartas que CARLOS MARÍA DE ALVEAR le enviaba en enero de 1814 al embajador ingles en Brasil, Lord STRANGFORD y al canciller inglés ROBRTO STEWART, pidiendo “poner a estas Provincias bajo la protección de Gran Bretaña”, fue MANUEL GARCÍA, un personaje que llegó a desempeñarse como Secretario de la Asamblea General Constituyente del Año XIII y quizás, uno de los más desprolijos y perniciosos funcionarios del pasado argentino.
A fin de enero de 1815, GARCÍA se reunió en secreto con el embajador inglés en Río de Janeiro y por sugerencia del mismo, modificó el texto (“para que estuviera más acorde con la nueva situación creada a raíz de la alianza de Inglaterra con el rey de España).
Y si bien en el caso de las cartas de ALVEAR, la oportuna intervención de BELGRANO y RIVADAVIA que pudieron interceptarlas, evitando el daño que podrían haberle provocado a nuestro movimiento independentista, este señor GARCÍA fue el mismo que años más tarde gestionará el famoso empréstito de un millón de libras esterlinas con la banca Baring Brothers (primer gran negociado argentino) y luego en 1827 tras la victoria argentina de Ituzaingó, firmara el vergonzoso acuerdo de paz que le impone el derrotado emperador del Brasil, tras el cual Uruguay pasa a ser un país autónomo e independiente y RIVADAVIA se ve obligado a renunciar.
ESTANISLAO LÓPEZ (1786-1838)
Antiguo aliado de FRANCISCO RAMÍREZ en sus luchas contra los federales de JUAN MANUEL DE ROSAS y luego su feroz enemigo por apetencias de liderazgo, no trepidó en ordenar el degüello del caudillo entrerriano, luego de vencerlo en el combate de El Chañar librado el 10 de julio de 1821.
Recordemos, que para mayor escarnio, luego de cortársela, la cabeza de RAMÍREZ fue atada con un tiento al apero de un indio y arrastrada hasta el Campamento de LÓPEZ, quien la envió a la ciudad de Santa Fe, ordenando que “la cabeza de RAMÍREZ se servirá pasarla a la Honorable Junta de la Provincia, acordando sea colocada en una jaula en la Iglesia Matriz, embalsamada si se pudiera o disecada por el cirujano para perpetua memoria y escarmiento de otros, que en lo sucesivo, en transporte de sus aspiraciones, intenten oprimir a los heroicos y libres santafesinos” (Juan Méndez Avellaneda, Todo es Historia).
GREGORIO ARÁOZ DE LAMADRID (1795/1857)
Quizás el guerrero de la Independencia con más méritos para ser reconocido como un verdadero titán de las batallas. A partir de los 12 años, y durante 50 años, vivió su vida luchando por su patria; herido con lanza, sable y bala 37 veces; rebelde, tenaz en la búsqueda de la victoria y temerariamente valiente, padeció de las mismas dudas que nublaron la mente de muchos de nuestros próceres, confundidos por la intangibilidad de las ideas políticas que caracterizaron la época que les tocó vivir. Unitario, Federal y finalmente Federal, fue siempre leal y jamás traicionó las ideas que defendía.
Enrolado en 1811, a los 12 años de edad en las milicias de Tucumán, inició su carrera militar bajo las órdenes de MANUEL BELGRANO formando parte del Ejército del Norte con quien combatió a las montoneras opositoras enemigas de Buenos Aires y más tarde enrolado en las filas unitarias, manteniendo épicos encuentros con figuras del federalismo de la talla de FACUNDO QUIROGA, el santafesino ESTANISLAO LÓPEZ, el entrerriano FRANCISCO RAMÍREZ. Actuó bajo el mando de JOSE RONDEAU, con quien hizo la tercera campaña al Alto Perú; de JUAN BAUTISTA BUSTOS en su enfrentamiento con el caudillo santiagueño JUAN FRANCISCO BORGES, al que derrotó en la batalla de Pitambalá y luego fusiló, por orden de BELGRANO
En 1820, acompañó a MANUEL DORREGO en la campaña hacia Santa Fe, contra los caudillos autonomistas e hizo luego una breve campaña al sur de la provincia de Buenos Aires, en la que conoció al entonces coronel JUAN MANUEL DE ROSAS, que le causó una agradable impresión, según dirá luego en sus “Memorias”, donde además relata que dos de los más importantes referentes del «federalismo porteño» JUAN MANUEL DE ROSAS y MANUEL DORREGO, fueron padrinos de bautismo (padrinos de agua y óleos, al decir de entonces), de su hijo Ciriaco y su hija Bárbara y que ENCARNACION EZCURRA, esposa de ROSAS, fue la madrina de Ciriaco.
Luego de ser derrotado en Coronda (26/05/1821), ARÁOZ DE LAMADRID se retiró del ejército y se dedicó a trabajar en San Miguel del Monte, en un campo que estaba muy cerca de una estancia de Rosas, con quien rápidamente trabó amistad y algo pasó entonces por su cabeza, porque a partir de entonces, durante un largo período de su vida, comenzó a compartir los ideales federales.
En 1825 fue llamado nuevamente al ejército para acompañar al gobernador de Salta, ÁLVAREZ DE ARENALES, para enfrentar a los realistas, pero apenas entrados en el Alto Perú, se encontraron con que Sucre había ya obtenido su independencia de la corona de España y separado a Bolivia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 26 de noviembre de 1825, se hizo elegir gobernador por la Sala de Representantes de la provincia de Tucumán y se pronunció abiertamente a favor de las autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata, del presidente BERNARDINO RIVADAVIA, líder del partido unitario y de la Constitución Unitaria de 1824, en abierta oposición de los gobernadores federales del interior.
En, 1840, tras un breve paso por Montevideo, ARÁOZ DE LAMADRID fue llamado por el gobernador de Buenos Aires, JUAN MANUEL DE ROSAS para unirse a sus fuerzas y dirigirse a la provincia de Tucumán, a recuperar las armas que Buenos Aires había enviado allí, para ser empleadas durante un fugaz conflicto con Bolivia acaecido en 1837, y para derrocar a los gobiernos unitarios que se habían formado en el noroeste, y que acababan de unirse en la llamada Coalisión del Norte.
LAMADRID marchó entonces hacia su destino cantando vidalitas en honor de Rosas y acusando a los unitarios de traición a la patria y como era de esperarse, apenas llegado a su ciudad natal se unió al gobierno unitario junto con MARIANO ACHA y ANSELMO ROJO y fue nombrado comandante en jefe del ejército tucumano.
Por la misma época, JUAN GALO DE LAVALLE fracasaba en su invasión a Buenos Aires y se replegaba sobre Córdoba. LAMADRID avanzó entonces sobre Córdoba, donde al saberse que se aproximaba su ejército, estalló una revolución que depuso al gobernador MANUEL LÓPEZ. Fue nombrado comandante de las tropas de esa provincia. Enseguida se puso de acuerdo para reunirse con Lavalle, que venía perseguido de cerca por los federales de MANUEL ORIBE, en la frontera entre Córdoba y Santa Fe. Juntos debían avanzar después contra Buenos Aires.
Pero Lavalle no apareció a tiempo a su cita y Lamadrid se desvió en busca de «Quebracho» López. De modo que Lavalle fue destrozado en la batalla de Quebracho Herrado y con sus tropas deshechas, los generales unitarios abandonaron Córdoba, en diciembre de 1840.
Vinieron luego varios años en el exilio hasta que en el año 1852, JUSTO JOSÉ DE URQUIZA lo convocó para que se incorporara al Ejército Grande para luchar contra las fuerzas de JUAN MANUEL DE ROSAS y como tal, participó en la batalla de Caseros, como comandante del extremo del ala derecha de esa fuerza.
“El 11 de setiembre de 1852 apoyó la revolución que estableció la separación de Buenos Aires de la Confederación Argentina y su apoyo a esa revolución, dejó en claro que no era un federal enemigo de los caudillos, como dijeron por años sus panegiristas: era un unitario convencido, y todos los federales merecieron su repulsa” (Gregorio Aráoz de Lamadrid, Wikipedia).
ÁNGEL VICENTE PEÑALOZA (1798-1863)
En febrero de 1848, VICENTE PEÑALOZA, indiscutido caudillo federal de La Rioja, encabeza un movimiento contra el gobernador riojano VICENTE MOTA, para encumbrar en el gobierno a MANUEL VICENTE BUSTOS. Logrado su objetivo, junto a BUSTOS, PEÑALOZA apoyó la gestión del ultra unitario JUSTO JOSÉ DE URQUIZA a partir del Acuerdo de San Nicolás, y después de 1854, se convirtió en firme puntal de la Confederación Argentina en el noroeste. El 7 de julio de 1855 fue ascendido a coronel mayor del ejército nacional y el 27 de junio de 1861 el gobierno de la Confederación lo nombró Comandante en jefe de 1a Circunscripción Militar del Noroeste, que comprendía La Rioja y Catamarca.
JUAN MANUEL DE ROSAS (1793-1877)
A pesar de su origen y su declamada adhesión al federalismo, durante sus gobiernos, mantuvo una férrea impronta centralista, con claro predominio de Buenos Aires por sobre el resto de las provincias y con sospechosa frecuencia, respondía a intereses de los estancieros, fundamentalmente terratenientes ingleses y en muchos casos a los de banqueros y comerciantes ingleses, que siempre fueron contra los intereses de las provincias
JUSTO JOSÉ DE URQUIZA (1801-18709
Gobernador de Entre Ríos, que durante más de 16 años había sido colaborador y partidario acérrimo de JUAN MANUEL DE ROSAS y habiendo participado como tal, en todos los sucesos que ensombrecieron esa época nefasta, no se alejó de su amigo por un problema de conciencia o en un arranque de honestidad. Muchas fueron las razones que tuvo para ir elaborando a lo largo de muchos años, el plan que había urdido para distanciarse de él y con el tiempo, cuando las condiciones fueran propicias, derrocarlo.
RIVERA INDARTE (1814-1845)
JOSÉ RIVERA INDARTE es principalmente conocido por sus célebres «Tablas de Sangre», escrito publicado en Montevideo con violenta propaganda antifederal, en el cual atribuye a ROSAS, la responsabilidad directa de todas las muertes acaecidas en el país como consecuencia de las luchas civiles que se desarrollaron entre 1829 y 1843.
Existe, sin embargo, otra faz de Rivera Indarte, que es poco conocida. Antes de pasarse a las filas de los enemigos de Rosas, el escritor cordobés fue ardiente militante federal.
Con la misma pasión con que posteriormente atacó desde Montevideo a Rosas y su política, Rivera Indarte, fustigó desde Buenos Aires a los unitarios, a través de distintas composiciones poéticas. Entre estos versos se destacan un «Himno a los Restauradores» y un «Himno Federal», donde realiza una apasionada exaltación de la figura y la obra de Rosas y condena violentamente a los unitarios calificándolos de «bando traidor y parricida».
También existe una curiosa poesía, escrita por Rivera Indarte en 1835, donde aparece por primera vez el término marlo (o mazorca), utilizado como símbolo federal. Corresponde así a Rivera Indarte la invención literaria de la Mazorca.
Reproducimos el verso citado, que la Gaceta Mercantil de Buenos Aires se encargó de exhumar en 1844, para recordar al exaltado autor de las «Tablas de Sangre», su vieja devoción federal:
«Aqueste marlo que miras, De rubia chala vestido, En los infiernos ha hundido, A la unitaria facción Y así con gran devoción, Dirás para tu coleto, Sálvame de aqueste aprieto ¡Oh Santa Federación!, Y tendrás cuidado Al tiempo de andar, De ver si este santo, Te va por detrás» (ver La mazorca).
EFECTIVOS DEL EJÉRCITO GRANDE (1820)
El 8 de enero de 1820, efectivos del Ejército Grande, presumiblemente unitarios, que al mando de GREGORIO ARÁOZ DE LAMADRID marchaban en contra de los federales que atentaban contra la autoridad del Directo Supremo, se sublevaron en Arequito, negándose a combatir y uniéndose a quienes debían a reprimir (ver Motín de Arequito).
ANOTONINO TABOADA
Caudillo de Santiago del Estero. Emparentado con Felipe Ibarra, vencedor en la batalla del “Pozo de Vargas”, inicialmente, apareció como caudillo federal de su provincia pero luego por conveniencia hizo alianza con los seguidores del unitarismo porteño como Bartolomé Mitre y así entró en guerra contra otros caudillos federales de su época, especialmente contra Felipe Varela.
Fuentes: “Historias de traiciones y muertes de los políticos del Río de la Plata”. Una Monografía de Ricardo Héctor Machain, instalada en Google). “Historias de Buenos Aires”. Martín A. Cagliani; “Historia Argentina”. José María Rosa, Ed. Oriente, Buenos Aires, 1992.