LAS SOCIEDADES SECRETAS EN EL RÍO DE LA PLATA (1804)

La historia de las sociedades secretas en el Río de la Plata se funde con la historia misma de la República Argentina. Y su tratamiento, ha creado profundas diferencias entre nuestros historiadores, derivadas del tradicional secreto que las caracteriza, especialmente cuando se habla de la masonería y de las logias masónicas y de la histórica negación de su influencia en el proceso de nuestra Independencia, por parte de muchos de ellos (Ver La masonería y la Revolución de Mayo).

LOS TRES VIAJES SIMBÓLICOS ~ MASONERIA DEL MUNDO

Recordemos, antes de entrar en tema, que una de las acepciones de “logia”, dice que es un término derivado del griego, que define a un lugar donde grupos de individuos se congregan alrededor de un objetivo específico y que las logias, muy comunes de siglos pasados, fueron organizaciones básicas cuyos integrantes, reconociéndose entre ellos como “hermanos”, que generalmente se constituían como tales, con el objeto de debatir ideas y temas de carácter filosófico, político, cultural o religioso.

En 1717, la masonería (1), apreciando que el término también podía traducirse como “lugar para la defensa, argumentación, verbo, palabra”, en el sentido de que en estos lugares de reunión se habla o se transmite enseñanza a través de la palabra, el 24 de junio de 1717, aplicándole el nombre de “logia”, fundaron la “Gran Logia de Londres y Westminster”.

Tenía por objeto, cultivar el amor a la patria, el sometimiento a las Leyes y el respeto a las Autoridades constituidas, considerando el trabajo como el deber primordial del ser humano y honrarlo en todas sus formas.

A partir de entonces los términos “logia” y “masonería”, erróneamente, permanecerán indisolublemente ligados y así llegaron a Hispanoamérica (ver La Masonería).

Las Logias y Francisco de Miranda
La atracción, que a partir del siglo XVIII comenzaron a ejercer sobre Inglaterra las tierras del nuevo mundo (y los beneficios económicos que allí esperaba encontrar), impulsaron la realización de diversas acciones tendientes a socavar la influencia y la presencia de España en ellas.

Por eso, en Londres, ya desde hacía un tiempo, desarrollaba una intensa actividad lo que podía llamarse el “Grande Oriente Político” y que desde allí, partían todas las comunicaciones, directivas y proyectos que se vinculaban con el innegable interés británico por el futuro de América y que en Londres también, en 1797 el prócer venezolano FRANCISCO DE MIRANDA había fundado una sociedad secreta llamada “Gran Reunión Americana”, con los mismos propósitos independentistas.

Más tarde, DE MIRANDA con el propósito de unir en un común esfuerzo a los criollos sudamericanos que soñaban con la Independencia de su patria, instaló filiales en Paris y en Madrid y en 1808 otra en Cádiz, con el nombre de “Sociedad de Lautaro” o de los “Caballeros Racionales”. Se supone que en estas logias se iniciaron los dirigentes patriotas americanos, quienes al regresar a sus patrias, levantaron la bandera de la emancipación.

JOSÉ DE SAN MARTÍN fue uno de los primeros en afiliarse a la logia “Caballeros Racionales”(2) y casi simultáneamente lo hizo SIMÓN BOLÍVAR, ligándose así por un mismo juramento prestado en el Viejo Mundo, los dos futuros libertadores del Nuevo Mundo.

Pronto se incorporaron otros americanos, entre ellos los chilenos JOSÉ MANUEL CARRERA y BERNARDO DE 0’HIGGINS, el fraile domínico mexicano SALVADOR TERESA DE MIER, los quiteños VICENTE ROCAFORTE y CARLOS DE MONTÚFAR, los venezolanos ANDRÉS BELLO, LUIS LÓPEZ MÉNDEZ y los argentinos JOSÉ MARÍA ZAPIOLA, CARLOS MARÍA DE ALVEAR, JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN, TOMÁS GUIDO, MANUEL MORENO y el barón de HOLMBERG, destacado militar perteneciente a la nobleza alemana.

Y sea que realmente la asociación creada por DE MIRANDA fuese la base de la que posteriormente se ramificó por toda la América del Sur, sea que a imitación de ella se organizase otra análoga, o que la idea brotase espontáneamente en algunas cabezas, el hecho es que en los primeros años del siglo XIX una vasta sociedad secreta, compuesta casi exclusivamente, de americanos, ya se había generalizado en España, contando entre sus miembros. hasta con algunos títulos de la alta nobleza española.

Primeras Logias en el Río de la Plata
A fines del siglo XVIII y principios del XIX se instalaron las primeras logias masónicas en los territorios ocupados entonces por el virreinato del Río de la Plata. En 1804, con “carta patente” de la Gran Logia de Maryland se fundó la denominada “San Juan de Jerusalén” con influencia en esta parte de América.

Más tarde la logia “Independencia” con “carta patente” de la Gran Logia General Escocesa de Francia, algunos de cuyos miembros fueron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Belgrano, Juan José Castelli (venerable maestro de la logia), Domingo Matheu, Juan Larrea y Manuel Alberti (“Nacimiento y desarrollo de la masonería uruguaya en el siglo XIX” editado por la Universidad Nacional de Costa Rica).

En junio de 1807, las autoridades del Cabildo y la Audiencia observaban con preocupación que desde hacía algunos meses estaban proliferando en Buenos Aires y la Banda Oriental, esas misteriosas sociedades de complicado ritual, que desde hacía un siglo existían en Europa y atribuyen eso a que los ingleses, desde su fugaz permanencia durante la primera invasión que llevaron a Buenos Aires, en junio del año anterior, habían estado estableciendo en ambas márgenes del río de la Plata, ese tipo de «sociedades masónicas», a las que estaban concurriendo algunos vecinos, atraídos algunos, por los misteriosos ritos que allí se desarrollaban, interesadas otros en conquistar la simpatía de los extranjeros.

Pero no eran solamente estas sociedades las que preocupaban a las autoridades coloniales. Desde el gobierno del virrey de AVILES, en los últimos años del siglo XVIII, ya se sospechaba la existencia de tales logias, que se consideraban peligrosísimas para España, debido a que uno de sus fines era la difusión de las ideas de la Revolución Francesa.

Se afirmaba que los logistas celebraban sus reuniones en la ruinosa residencia o Colegio de Bethlem, antigua propiedad de los jesuitas en las barrancas de San Telmo. Ese local, que estaba abandonado desde la expulsión de la Compañía, resultaba un marco ideal para poner a buen resguardo de curiosos y autoridades, las ceremonias que allí tenían lugar, pues hasta se aprovechaban los pasadizos secretos que los jesuitas habían excavado, para escapar en caso de peligro.

Los ritos, según trascendió, pertenecían al Gran Oriente francés, y alarmaron al marqués de AVILÉS, que consideraba a los franceses como «sembradores de ideas sociales y políticas contrarias a los intereses del virreinato».

Iguales inquietudes preocuparon luego a su sucesor, el virrey OLAGUER Y FELIÚ, que acusó a los galos residentes en Buenos Aires, de intentar volar la Catedral. Las autoridades impusieron entonces severísimas penas a los complotados y hasta se les aplicó tormento, para que confesasen sus culpas, pero sólo fueron descubiertos cuando la compra de municiones que éstos hacían, provocaron las sospechas de las autoridades, que pudieron así desbaratar el complot.

Esta situación cambió luego de producidas la segunda invasión de los ingleses (1807), pues durante esa época, se formaron las primeras milicias y regimientos con criollos, que defendieron exitosamente la ciudad de dos ataques de los ingleses, sin contar con ningún auxilio de España, que sólo se hizo presente cuando todo acabó.

Comenzaron entonces a surgir, entre los ciudadanos oriundos, nuevos intereses de involucrarse en el gobierno de su tierra y sacudirse el yugo de la autoridad absoluta que imponía la corona española. Pero exponer abiertamente estas nuevas posturas y aspiraciones, exponía a ser denunciado como traidor a la corona y para evitar ese riesgo, los ciudadanos comenzaron a reunirse en sociedades cuyas actividades se mantenían en secreto, bajo juramento de sus integrantes.

Así nació la «Sociedad de los Siete», integrada por CORNELIO SAAVEDRA, MANUEL BELGRANO, JUAN JOSÉ CASTELLI, JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN, MARIANO MORENO, HIPÓLITO VIEYTES y NICOLÁS RODRÍGUEZ PEÑA. Se reunían en la jabonería de HIPÓLITO VIEYTES y en la casa de NICOLÁS RODRÍGUEZ PEÑA tratando de encontrar la forma más conveniente para quebrar la preponderancia española y aunque en sus reuniones coordinaban sus movimientos ante los acontecimientos que se iban produciendo en Buenos Aires desde principios de 1810, no se mostraban públicamente como un grupo cohesionado por un mismo fin.

Pero las estrategias de la Sociedad de los Siete evidentemente resultaron acertadas, porque fueron éstas, las que condujeron a la Revolución de Mayo y lograron la expulsión del virrey CISNEROS de su cargo, reemplazándolo con una Junta de Gobierno de extracción criolla. Con sus objetivos cumplidos, la “Sociedad de los Siete” dejó de existir como tal, cuando varios de sus miembros más prominentes ocuparon cargos de gobierno en la nueva Junta.

La Logia Lautaro
En 1811, al tomar conocimiento de los sucesos acaecidos durante la Revolución de Mayo, JOSÉ DE SAN MARTÍN, que en ese entonces se desempeñaba con el grado de capitán en el ejército español pidió su baja (ver San Martín en España) y pasó a Londres, con la intención de embarcarse para Buenos Aires y ofrecer su espada y sus servicios al gobierno independiente.

En Londres se encontró con sus amigos CARLOS MARÍA DE ALVEAR y JOSÉ MARÍA ZAPIOLA y se puso en contacto con MANUEL MORENO, que acababa de dar sepultura en el mar a su ilustre hermano Mariano y con el que fue, más tarde, uno de sus mejores amigos; el diplomático y general TOMÁS GUIDO.

Pocos meses después de su llegada a Inglaterra, SAN MARTÍN, en compañía de ZAPIOLA y ALVEAR, del capitán de caballería FRANCISCO DE VERA, del Capitán de milicias FRANCISCO CHILAVERT, del Subteniente ANTONIO ARELLANO y del Teniente Coronel de Guardias Valonas, el barón de HOLMBERG, se embarcó en el buque “George Canning” (recordar que este era el nombre del político, que como canciller inglés, fue quien bregó para que Inglaterra reconociera la Independencia Argentina), llegando a Buenos Aires el 9 de Marzo de 1812.

En mayo de 1812, JOSÉ DE SAN MARTÍN ya había regresado a su Patria (ver El regreso de San Martín), se puso al servicio del gobierno de Buenos Aires, en su lucha por la consolidación de su independencia, conseguida en las jornadas de mayo de 1810 y para poner en marcha sus propósitos, encontró seguro reparo en las ideas que el venezolano FRANCISCO MIRANDA, había esparcido por Europa a través de las logias, sobre todo en Londres y España, por intermedio del conde de Puño en Rostro.

Decididos entonces a participar activamente en los acontecimientos que se avecinaban en estas tierras, donde las palabras libertad y soberanía, después de mayo de 1810, ya eran más que palabras, eran una necesidad incontrolable, SAN MARTÍN, ALVEAR y ZAPIOLA, en setiembre de 1812, fundan una logia a la que llamaron “Logia Lautaro”, en homenaje al bravío caudillo indígena chileno destacado en la lucha contra la dominación hispánica a comienzos de la conquista de Chile y se lanzan a una decidida gestión en defensa de los logros obtenidos el 25 de mayo de 1810 y con el fin de afianzarlos, instaurando un gobierno republicano y dictando su Constitución (3).

Pronto se incorporaron a ella GERVASIO ANTONIO DE POSADAS y JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN y luego lo hicieron ANCHORENA, MONTEAGUDO, la mayor parte de los hombres políticos que se distinguieron durante la época del Triunvirato y en la Asamblea del año 1812 y los dirigentes de la Sociedad Patriótica creada el 13 de enero de 1812.

Rápidamente abrieron filiales en Santa Fe, Córdoba, Tucumán y Mendoza y también en Santiago de Chile y Lima (Perú) y a semejanza y con similares propósitos que la “Gran Reunión Americana” fundada en Londres por FRANCISCO DE MIRANDA en 1797, tomaron de la masonería su misterio, disciplina, jerarquías y algunos símbolos. “Los afiliados, escribe BARTOLOMÉ MITRE, se daban el título de Hermanos y su leyenda mística estaba simbolizada por las letras U.F.V., que quiere decir Unión, Fe, Victoria”.

El general ZAPIOLA, con respecto a la formación de la Logia Lautaro, dice en sus «Memorias», que ésta, en Cádiz, se llamaba “Sociedad Lautaro” y en Buenos Aires se llamó “Logia de Lautaro”. Que cinco eran los grados que la constituían: El primer grado de iniciación de los neófitos era el juramento de trabajar por la independencia americana; el segundo, la profesión de fe del dogma republicano, no recordando los demás, según dice en un informe, que redactó en base a un cuestionario formulado por el general BARTOLOMÉ MITRE.

Por este informe también se sabe que la forma del juramento del segundo grado decía: «Nunca reconocerás por gobierno legítimo de tu patria sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad de los pueblos; y siendo el sistema republicano el más adaptable al gobierno de las Américas, propenderás por cuanto medio esté- a tus alcances a que los pueblos se decidan por él”.

La Logia Lautaro tuvo un comienzo de actividades verdaderamente trascendente para la marcha de los intereses del nuevo estado que había nacido el 25 de mayo de 1810. Trabajó con menos estridencias que otras sociedades de la época, pero también con mayor organización y disciplina y con planes concretos.

Sus miembros, abocados al logro de sus objetivos, hasta 1820, año en que fue disuelta por grandes divergencias internas y acusaciones de traición, ejercieron gran influencia en los acontecimientos políticos rioplatenses y tuvieron activa participación en los hechos que desencadenaron la caída del Primer Triunvirato.

«Le atribuían la responsabilidad de una política irresoluta en materia de independencia y soberanía y que por ello se había trasformado en un escollo para sus aspiraciones de prescindencia total y absoluta del poder español, hecho que produjo el aceleramiento de los proyectos para llevar adelante la Independencia,

A ella se le debe también, además de la organización de la Asamblea del año 13, la unión de los que luchaban por la Independencia sobre el Atlántico y sobre el Pacífico y por ella se fortaleció la unión con Chile, que sirvió luego para liberar al Perú.

Una grave crisis produjo una escisión en la Logia, en el seno de la Asamblea de 1813, reunida con el fin de concretar esos mismos objetivos de independencia y soberanía. Al llegar de España noticias del retorno de Fernando VII, un grupo, acaudillado por Alvear, consideró oportuno retrasar la declaración de la independencia y tratar de llegar a un acuerdo con el restaurado Rey, mientras concentraba poder en un solo representante del Poder Ejecutivo: el futuro Directorio.

El grupo sanmartiniano continuó fiel al mandato de la Logia pero, como sabemos, no logró su propósito pues la Asamblea no declaró la Independencia ni dictó la Constitución, aunque si hizo suyo el proyecto de Alvear, creando el Directorio, concentrando por ello el poder en una sola persona, cargo que, como consecuencia lógica, recaería más tarde en el mismo Alvear.

La Logia Lautaro fue disuelta en 1820, pero sirvió como prototipo de otras logias militares secretas, formadas en momentos de emergencia durante el siglo XIX, tales como el malogrado intento de MANUEL BELGRANO de restaurar la disciplina en el ejército con una sociedad secreta similar en 1820.

La logia unitaria formada para llevar a JUAN LAVALLE al poder y que actuó como fuerza directiva cerrando la brecha entre la renuncia de Rivadavia y la toma de posesión de Lavalle (1827-28) y las de 1852 —formadas por 34 miembros en Buenos Aires para combatir a “Urquiza lo mismo que a Rosas”—

Y la logia militar surgida en 1890, conocida como la “Logia de los 33”, que se reunió en casa de JOSÉ FÉLIX URIBURU y fue disuelta luego de haber preparado la revolución armada que provocó la caída del presidente MIGUEL JUÁREZ CELMAN; la “Logia General San Martín”, fundada en 1921 luego de la fusión de dos grupos que se oponían a la gestión del presidente HIPÓLITO YRIGOYEN.

Otras Logias
Además de las Logias lautarinas (como se las llamaba a las fundadas bajo el patrocinio de la Logia Lautaro), durante las guerras de la independencia hubo sendas Logias en el Ejercito de los Andes y en el Ejercito del Norte, la primera presidida por el Libertador y la segunda por MANUEL BELGRANO, quien además, fundó la “Logia Argentina” en la ciudad de Tucumán, denominada posteriormente “Unidad Argentina” y que trabajo con Carta Constitutiva otorgada par la Masonería de Nueva Granada.

Las logias criollas eran masonas?
Acerca de todas esas Logias que hemos nombrado, se ha entablado una polémica, más de una vez apasionada, sobre si eran o no masónicas. Los que les negaron tal carácter sostienen que «aparte del formulismo masónico esas agrupaciones tenían fines patrióticos y que sus componentes eran profundamente católicos».

La historiografía latinoamericana advirtió de la existencia de sociedades secretas durante las guerras de la independencia desde mediados del siglo XIX, cuando los historiadores BENJAMÍN VICUÑA MACKENNA (1860) y BARTOLOMÉ MITRE (1869 y 1887), dieron cuenta de la famosa Logia Lautaro.

A partir de ese momento muchos fueron los historiadores que comenzaron a indagar en este tipo de asociaciones, tomando como referencia las características de la Francmasonería criolla que paralelamente comenzaba a institucionalizarse hacia la década de 1850.

La presencia de masones en los primeros años de nuestra historia independiente, durante ese período que marcó el comienzo de las luchas entre liberales y conservadores, causó inmediato revuelo y rechazo en la sociedad vernácula, debido a la irrupción de los proyectos de separación de la Iglesia y el Estado. En esas circunstancias, la presencia de la masonería, tanto en el espacio público como en la naciente historiografía, favoreció aún más el clima de conflicto social.

En cierto sentido la discusión se estructuró de forma análoga al debate europeo acerca del papel de la Francmasonería durante la Revolución Francesa, aunque en la versión sudamericana, los actores y los contextos políticos fueron determinantes para sostener tesis complotistas que buscaban frenar el avance del liberalismo, por medio de la propaganda antimasónica (González, 1990).

Por su parte, las Grandes Logias sudamericanas en los inicios de su vida institucionalizada y regular, no deseaban hacerse cargo de un proceso revolucionario que contradecía la norma andersoniana de no injerencia en asuntos políticos ni religiosos, debido a que, de aceptar la genealogía común con las logias de la independencia, los sectores radicalizados de la Iglesia católica utilizarían ese argumento como una prueba irrefutable de su finalidad complotista.

Eso explica, en parte, la cautela con que la primera historiografía, constituida por un importante número de masones, abordó el problema. Sin embargo, con el advenimiento de la celebración del primer centenario de las independencias en América del Sur, durante el primer cuarto del siglo XX, se produjo un giro en el debate (4).

Al momento de conmemorar el centenario, la masonería buscó hacer confluir su historia con la historia de la Nación y de este modo legitimarse como columna del republicanismo latinoamericano (González, 1990 y Del Solar, 2006). Al valorar la guerra de la independencia como un evento trascendente y fundacional, la masonería reivindico para sí la filiación de los protagonistas del proceso. De este modo las logias que durante el siglo XIX eran definidas como sociedades secretas pasaron a ser masónicas y junto con ellas los «padres de la patria».

Por su parte, el autor de «Efemérides Sanmartinianas», JACINTO YABEN transcribe la información del general Mitre que el historiador PAZ SOLDÁN, a su vez, reproduce en su «Historia del Perú Independiente«, diciendo: «Las sociedades secretas, compuestas de americanos, que antes de estallar la revolución se habían generalizado en Europa, revestían todas las formas de las logias masónicas; pero sólo tenían de tales los signos, las fórmulas, los grados y los juramentos.

“Su objeto era más elevado, y por su organización se asemejaban mucho a las ventas carbonarias. Compuestas en su mayor parte de jóvenes americanos fanatizados por las teorías de la Revolución francesa, no iniciaban en sus misterios sino a aquellos que profesaban el dogma republicano y se hallaban dispuestos a trabajar por la independencia de la América».

«Estas sociedades, continúa diciendo, que establecieron sus centros de dirección en Inglaterra y España, parece indudable que tuvieron su origen en una asociación que con aquellos propósitos y con el objeto inmediato de revolucionar a Caracas, fundó en Londres a fines del siglo pasado el célebre general Francisco de Miranda, quien buscó sucesivamente el apoyo de los Estados Unidos y de la Inglaterra en favor de su empresa» (ver  La masonería en la Argentina).

(1). La Masonería, es una organización privada, sin fines políticos o sectarios; en sus comienzos secreta, de carácter universal, iniciática y fraternal, que intenta reunir a personas dotadas de valores comunes de tolerancia y solidaridad, con sólidos principios éticos y filosóficos para ayudarlos a regular su vida y su conducta en los fundamentos de su propia religión y para promover acciones culturales, educativas y progresistas que fomenten el desarrollo social de las comunidades que las albergan.

(2). Con respecto a este último punto no ha faltado historiador español que haya deseado conocer a ciencia cierta, cuándo fue que eso ocurrió. ISMAEL SÁNCHEZ BELLA ha escrito al respecto: “Parece ser que la logia gaditana fue fundada tres años después de la llegada de un emisario del Precursor.

Desde antes de 1794 funcionaba en Madrid, en la casa del limeño OLAVIDE, una “Junta de Diputados de los Pueblos y Provincias de la América Meridional”, vinculada a MIRANDA cuando este todavía permanecía, en Francia pero más interés tiene seguramente para el caso personal de SAN MARTIN, su vinculación con el grupo constituido en Madrid en 1807 con el título de “Conjuración de Patriotas’, que presidia el salteño JOSÉ MOLDES, mientras en Cádiz, otro salteño JOSÉ GURRUCHAGA, relacionado con MIRANDA y el grupo madrileño, protegía a los militares sudamericanos.

(3) En realidad debería decirse que hubo dos Logias Lautaro, ya que, a partir de la revolución del 8 de octubre de 1812, dos tendencias se pusieron en evidencia en su seno.

El ideal revolucionar defendido por SAN MARTÍN, fue reemplazado por la idea de un partido personalista propuesta por ALVEAR, lo que motivó la derrota de los partidarios del primero en la Asamblea del Año XIII. Ésta, que fue la primera Logia Lautaro, fue un dócil instrumento de ALVEAR y cayó junto con su jefe en 1815. Luego, en 1816, bajo la inspiración de SAN MARTÍN surgió una segunda Logia Lautaro, esta vez, con la dirección de TOMÁS GUIDO.

(4) Poco menos de medio siglo después de que se fundara la Logia Lautaro, recién el 11 de diciembre de 1857, (aunque algunos autores estiman que fue el 1º de setiembre de 1859) fue fundada con gran secreto, la Masonería en la Argentina, una institución que a partir de entonces, protagonizó una larga y compleja historia en la que supo sumar enemigos acérrimos y defensores a ultranza (ver La Masonería en la Argentina).

Fuentes. “La masonería en la independencia americana”. Rodolfo González Rissotto y Mario Dotta Ostria, Ed. De la Plaza, Buenos Aires, 1990; “América masónica”. Felipe Santiago del Solar, Ed. Universidad del Desarrollo, Chile, 2006; «San Martín y la Logia Lautaro».  Ricardo Piccirilli, Ed. Ministerio de Educación y Justicia, Buenos Aires, 1958; «Historia Argentina”, Ediciones Océano, Barcelona, España, 1982; «Diccionario Histórico Argentino”. Ione S. Wright y Lisa M. Nekhom. Emecé Editores, Brasil 1994 “Historia Argentina”. José María Rosa, Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1981; “Historia de la Argentina”. Ernesto Palacio, Ed. Peña Lillo, Buenos Aires, 1868; «La masonería abre sus puertas». Gran Logia de España, Editorial Atanor, España, 2012; «Masones y sociedades secretas». Felipe Santiago del Solar; “Historia Argentina”. A. Haber, Ed. Cesarini Hnos, Buenos Aires, 1952; Historia del País de los Argentinos”. Fermín Chávez, Ed., Theoría, Buenos Aires, 1983; Historia Argentina”. Francisco Arriola, Ed. Stella, Buenos Aires, 1954; “Crónica Argentina”. Editorial Codex S.A., Buenos Aires, 1979.

 

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