LA GANADERÍA Y LOS CABALLOS ALZADOS (1744)

“El comercio principal del país es la ganadería. En todas partes tienen grandes majadas de ovejas y cuando yo recién llegué era tanto el ganado vacuno, que, fuera de los rodeos de hacienda mansa”.

“En inmensa cantidad alzada  y sin dueño se extendía por todos los llanos a una y otra parte de los ríos Paraná, Uruguay y aún del mismo río de la Plata y poblaban todas las pampas de Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe y Córdoba”.

“La codicia, empero, y el descuido de los españoles han destruido a tal grado este ganado alzado, que a no ser por el hecho providencial de alguna gente algo más previsora, ya la carne se hubiese puesto carísima en aquellas regiones”.

“En los primeros tiempos no pasaba año sin que zarpasen de seis a ocho buques desde Buenos Aires cargados de cueros, en su mayor parte. Grandes eran las matanzas que se hacían, sin que se aprovechase más que los cueros, la gordura y el sebo, pero la carne se tiraba al campo para que se pudriese o sirviera de alimento a los muchos perros que acudían a devorarla”.

“El consumo anual de ganado que se sacrificaba sólo en esa forma, en la jurisdicción de esta ciudad de Santa Fe, que no era más que una de tantas, no dejaba de alcanzar a algunos cientos de miles y la costumbre aún no se ha dejado del todo. No obstante esto, el ganado se conserva barato y aún en Córdoba los novillos se venden a dos pesos por cabeza, más es el caso que antiguamente no hubiese alcanzado ni a la mitad del precio actual”.

“Hay también gran acopia de caballos mansos, y un número increíble de baguales. El precio de un potrillo de dos o tres años es un medio peso, o sea dos chelines y cuatro peniques; el caballo de servicio vale dos pesos y la yegua, tres reales, y hasta dos a veces”.

“Los caballos alzados no tienen dueño y andan disparando en grandes manadas por aquellas vastas llanuras que delimitan hacia el este con la provincia de Buenos Aires y el mar océano hasta llegar al Río Colorado; al oeste con las cordilleras de Chile y el primer Desaguadero; al norte con las sierras de Córdoba, Yacanto y Rioja y al sur con los bosques que son los límites entre los Tehuelhes”  y los “Dihuibets”.

“Se lo andan de un lugar a otro contra el viento, y en un viaje que hice al interior, el año 1744, hallándome en estas llanuras durante unas tres semanas, era un número tan excesivo que durante quince días me rodearon por completo. Algunas veces pasaron por donde yo estaba en grandes tropillas a todo escape durante dos horas sin cortarse; y durante todo este tiempo, a duras penas pudimos, yo y los cuatro indios que entonces me acompañaban, librarnos de que nos atropellasen e hiciesen mil pedazos. Otras veces he transitado por esta misma región sin ver uno solo de ellos”.

“A la gran abundancia de caballos y ganado vacuno se atribuye el que los españoles e indios no cultiven sus tierras con ese cuidado y diligencia que se requiere y que la ociosidad haya cundido tanto entre todos ellos. Lo más sencillo es que cualquiera de ellos pueda tener o amansar una tropilla de caballos mientras que armado con su cuchillo y su lazo está ya habilitado para proporcionarse mantención”.

“Vacas y terneros abundan y lejos de la vista de los dueños; así es que fácil es carnearlos sin que se aperciban y ésta es la práctica general (“Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur”, obra que es una compilación de los escritos del sacerdote Tomás Falkner, realizada por William Combe y publicada en 1774).

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