EL PASAJE DE UN RÍO (1752)

“…Era tanto lo que este río Arrecifes había crecido, que tenía muy cerca de una legua de ancho. No había embarcación alguna con que fué preciso valernos de una “pelota”, que es lo que para pasar un río han discurrido los naturales”.

“La hacen con un cuero de vaca o de toro, atando  las puntas por las cuatro esquinas, y en aquel poco de plano que queda en medio, se pone todo el recado de montar, y luego sobre él se sienta el pobre navegante sobre sus mismos pies, casi arrodillado y de una de las esquinas de la pelota, prenden una cuerda: échase un mozo a nadar con toda suavidad, y sin mover oleaje alguno, con el movimiento de pies y manos, va nadando y tirando aquella debilísima embarcación de aquella cuerda, que lleva prendida  con los dientes”.

“Quien se embarcó en ella, ha de pasar sin hacer el más mínimo movimiento porque, a cualquier vaivén, se fué a pique. Primero que yo pasase el mencionado río Arrecifes, en esta ocasión, pasó fray Antonio Cardia, que iba de secretario, y fué tanto el miedo que le sorprendió de verse en medio del río, tendido sobre un cuero, que temí, no fuese causa su temblor,  que la embarcación se fuese a pique”.

“Adviértase que para pasar los ríos de esta manera, se busca regularmente la parte más estrecha y menos rápida. Nosotros subimos una legua más arriba del paso ordinario, donde el agua estaba bastante encajonada”.

“He referido esto para que en adelante, cuando se diga haber pasado algún río en pelota, se entienda por lo mismo, haber pasado en dicha embarcación (“Diario y derrotero de sus viajes 1749-1753”, fray Pedro José de Parras, Ed. Ediciones Argentinas “El Solar”, Buenos Aires, 1882).

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