LOS INDIOS, NUESTROS ANCESTROS.

El término «indio» tuvo un origen equívoco, porque nació por la creencia europea de que el continente descubierto por CRISTÓBAL COLÓN, que luego denominaron América, era en realidad la India y comenzaron a llamar “indios” a los aborígenes de estas tierras.

“En los primeros tiempos del dominio europeo en América, se denominaba “indio”, a cualquiera que haya nacido en este nuevo Continente, antes de la llegada de CRISTÓBAL COLÓN a estas tierras” (K. Spalding). “Hay evidencias del uso de este término desde tiempos del virrey Toledo, cuando la etiqueta de “indio” fue impuesta en el ambiente jurídico virreinal, dejando de lado diferencias étnicas y agrupando a los naturales por su lugar de proveniencia. Esta etiqueta se extendería a los descendientes, perpetuándola para mantener el sistema impuesto” (Estenssoro).

Aunque los viajes de Américo Vespucio permitieron corregir la cartografía, en el uso lingüístico, la confusión se perpetuó en el nombre dado a los nativos.

En la mayoría de las lenguas europeas, la palabra “indio”, es la misma para los nativos de la República de la India que para los pueblos originarios de América. En algunas, no obstante, existen dos palabras diferentes; por ejemplo, los nativos de la India en alemán se denominan “inder” y los pueblos americanos se denominan ”indianer”.

El término «indio» no pudo ser desterrado ya nunca más y en la República Argentina, todavía suele utilizarse para referirse genérica e indiferenciadamente a los pueblos originarios, amerindios, sin mezcla de sangre europea.

Diversos estudios e instituciones señalan como discriminatoria la tendencia a denominar a los pueblos originarios de América, con el término «indio», por lo que será aceptable, referirse a ellos como “indígena», “aborigen” o “nativo”.

Los aborígenes americanos llegaron al continente en varias épocas, algunas de las cuales se remontan a entre los 25.000 y los 40.000 años antes de Cristo. Vinieron desde Asia atravesando el Estrecho de Bering, pasando de Siberia a Alaska. Después de 600 generaciones, unos 18.000 años más tarde (hacia el año 10.000 antes de Cristo), alcanzaron el extremo sur del continente (la actual Tierra del Fuego en territorio argentino), a unos 17.000 kilómetros del punto de penetración inicial en el nuevo mundo.

Aborigenes, indígenas, originarios. ¿Cuál es la diferencia entre cada término? | Ministerio de Cultura

Cuando se produjo la llegada de los españoles al Río de la Plata, durante el siglo XVI, la totalidad de la población india en el área que actualmente constituye el territorio de la República Argentina, no excedía los 300.000 individuos.

Se hallaban divididos aproximadamente en veinte grupos diferentes, que abarcaban desde los más primitivos pescadores, cazadores y recolectores de la zona de Tierra del Fuego,  hasta las semicivilizadas  comunidades agrícolas de los límites sudestes del Imperio Inca (ver Aborígenes de la Argentina).

A pesar de diferir  lingüísticamente y en cuanto a sus antecedentes étnicos, estaban vinculados  por los problemas de su subsistencia en la misma clase de tierra: en cierta medida, compartían la misma dieta —al menos el maíz y la came de animales salvajes y utilizaban muchas de las mismas armas, tales como macanas, arpones, a veces arcos y flechas y boleadoras en las pampas.

En cualquier zona, fue la presencia de los indios y sus estructuras culturales, lo que  determinó la posibilidad del establecimiento español; fue así que la hostilidad de los charrúas desviaba a los conquistadores hacia la costa sur del Río de la Plata y después 1600 kilómetros, río arriba del Paraná y el Paraguay, hacia tierras habitadas por los semicivilizados y menos agresivos guaraníes, en las proximidades de Asunción del Paraguay.

Los hostiles guaycurúes evitaron que los españoles pudieran  ocupar  el Chaco y que establecieran una corta ruta que vinculara a las poblaciones del Río de la Plata y del Perú, mientras que los civilizados indios de los Andes, a pesar de ser feroces guerreros, fueron los que suministraron una capacitada mano de obra, que posibilitó el establecimiento de poblaciones en el norte y el noreste de las tierras conquistadas.

Durante el siglo XVII, tanto la población india como la española fue escasa, permaneciendo en pueblos muy separados entre sí y a veces, aisladas por completo; no obstante lograron sobrevivir y mezclaron su sangre y estilos de vida para conformar la sociedad criolla.

Bajo la Corona española, la Iglesia y las instituciones españolas que convirtieron a los indios a la cultura española, por medio de las encomiendas y las misiones, en gran parte jesuítas (ya que también funcionaban con otras órdenes), los indios fueron convertidos, culturizados y finalmente se mestizaron.

Y tanto los españoles como los indios, comenzaron a utilizar al caballo como base para su economía, para guerrear y como impulsor de un nuevo modo de vida, mientras la agricultura europea complementaba la de los indios, a fin de proporcionar alimentos, al igual que fibras para ser utilizadas en las industrias textiles indias.

Cuando el número de indios comenzó a reducirse, se importaron negros de Brasil y de África para ocupar el lugar de los primeros en los campos, industrias, labores urbanas y trabajo de transporte.

Durante el siglo XVIII,  los indios que bordeaban las fronteras, comenzaron a incursionar más activamente, destruyendo granjas y poblaciones,  por lo que se construyeron Fuertes a largo de las fronteras del norte y del sur y se creó una guardia de frontera, que se conoció como “Los Blandengues”.

Con la expulsión de los jesuítas en 1767, la creación del virreinato en 1776 y la estabilización del límite entre la América hispana y la portuguesa,  en la frontera nordeste, los indios  y las misiones se vieron en una situación totalmente diferente, lo que causó graves problemas e instó a  la autoridad real a concentrarse en mantener su control y a desarrollar y poblar nuevas tierras, muchas de las cuales eran pobladas por indios desde tiempo atrás.

Más tarde, durante la guerra de la independencia, como también  en las guerras civiles que sobrevinieron, ya en el siglo XIX, los indios y los mestizos acompañaron con frecuencia a las fuerzas regulares, tanto en carácter de guerreros como de trabajadores. Durante la primera mitad del siglo XIX, la acción de los indios se centró en las regiones del sur de las pampas y del norte patagónico.

A medida en que esas tierras fueron tornándose valiosas para la cria de ganado destinado a abastecer las florecientes plantas de envasado de carne o saladeros y que los indios araucanos, feroces y muy agresivos, arrebataban las tierras a los anteriores y más primitivos indios pampeanos, se libraron cada vez más encarnizadas luchas contra ellos.

Primero durante el gobierno de Martín Rodríguez y luego por otros expedicionarios, hasta que varias décadas después, terminadas las campañas al desierto, se recuperaron esas tierras para destinarlas a ser utilizadas para la agricultura y para la cría de ovejas.

También a fines del siglo XIX, los indios del Chaco Austral fueron finalmente sometidos, abriéndose esos territorios a la colonización y el desarrollo, llevado a cabo principalmente por colonizadores europeos que comenzaron a explotar esta nueva riqueza agrícola que se les ofrecía vírgen y que, en gran parte se basaba en la producción comercial de las plantas en su hábitat indígena, tales como el-maíz y la yerba mate, con las que se pudo abastecer el mercado nacional como el internacional, a pesar de que la agricultura europea, asiática y de otras naciones también cumplieron una función muy importante.

Hoy en día, ls descendientes de aquellos indios,  son todos considerados argentinos y es común notar que la sangre india corre por nuestras venas,

Si uno viajaba al interior desde las ciudades costeras —aunque por cierto aún existen algunas comunidades indias a lo largo de las fronteras paraguaya, boliviana y chilena—; se percibe sin embargo, que los límites no están ahora tan bien determinados, ya que los indios emigraron a las ciudades y las olas de inmigrantes extranjeros, han modificado las estructuras étnicas a largo de toda la Nación;

Además de las contribuciones de su sangre, plantas, habilidades, trabajo, etc., la presencia de los indios en la Argentina,  ha estimulado el desarrollo intelectual nacional y afectado su historia cultural.

Durante el período colonial, los estudiosos europeos estaban interesados en desempeñarse como misioneros entre los indios; y mientras les impartían la doctrina católica, comenzaron a interesarse en las ricas variantes linguísticas y de costumbres de las distintas tribus indígenas; a la par que se establecieron escuelas avanzadas para completar la educación de sus misioneros novicios.

Las diversas órdenes  (especialmente los jesuitas en Córdoba), también crearon instituciones en las cuales los criollos nativos podían acceder a una educación idéntica a la de cualquier academia o universidad española y muchos  de esos mismos académicos, exploraron las nuevas tierras en sus travesías misioneras, como FALKNER en el sur, SÁNCHEZ LABRADOR en el norte y otros a través  del Chaco.

Las descripciones de dichas travesías, que contienen cuidadosas observaciones relativas a los fenómenos naturales, así como detalles relativos a la geografía y a la composición étnica, posibilitaron a los posteriores estudiosos  europeos y argentinos, el estudio  arqueológico y antropológico  de los primeros indios conocidos por los españoles, así también como el análisis de sus antecesores prehistóricos en estas tierras.

Los escritores de fines del siglo XIX y del XX también,   han desarrollado interés en los indios  como auténticas figuras argentinas, describiéndolos a veces en su propio hábitat, como lo hiciera Lucio V. Mansilla en su obra “Una excursión a los indios ranqueles”, pero más frecuentemente, incluyéndolos en la literatura gauchesca o en otras obras relativas a la vida rural argentina

Fuentes: “Del paganismo a la santidad”. Juan Carlos Estenssoro Fuchs, Ed. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2003; “De indio a campesino”. K. Spalding, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1974; “Estampas del pasado”. Busaniche J. L. Solar, Ed. Hachette, Buenos Aires, 1971; Historia Argentina”. Ediciones Océano, Barcelona, España, 1982; Revista Todo es Historia Nº261; “Los pueblos indígenas en América Latina, Ed. CEPAL, 2014; “Diccionario Histórico Argentino”. Ione S. Wright y Lisa M. Nekhom, Emecé Editores, Brasil 1994; “La Historia en mis documentos”. Graciela Meroni, Ed. Huemul, Buenos Aires, 1969; Material contenido en un trabajo que nos acercara un usuario. No tiene firma ni pie de imprenta, por lo que desconozco su origen, pero pareciéndome que su contenido era sumamente interesante, lo subo a mi página con el objeto de que el mismo sea conocido, esperando que si alguien tiene alguna objeción, corrección o ampliación acerca de este tema, nos la envíe.

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