EL SEÑOR BLONDÍN, UN EQUILIBRISTA EN LA PLAZA DE MAYO (24/05/1879)

Es la noche del 24 de mayo DE 1879. Algunos trasnochadores comentan la instalación de dos gruesos postes, «de más que regular altura», uno en cada extremo de la “Plaza de Mayo”. Al día siguiente una cuerda une los extremos de ambos postes, conformando  un riel mortal cortando el vacío!. Se ha hecho alguna publicidad diciendo que el señor BLONDÍN, equilibrista de fama mundial, se adherirá a los festejos del 25 de Mayo cruzando la plaza de punta a punta, a varios metros del suelo, sin red de protección alguna. Su única ayuda, un balancín y su extraordinario coraje y sentido del equilibrio.

Pero quien era este tal Señor BLONDIN?. Se trataba de Jean François Gravelet-Blondin, un funámbulo y acróbata francés, más conocido como “El Gran Blondin”. Comenzó a ganar celebridad en 1859 cuando cruzó la garganta bajo las Cataratas del Niágara en los Estados Unidos, caminando por una cuerda tendida a cincuenta metros de altura, para cumplir un recorrido de 335 metros, proeza que repitió luego con los ojos vendados, metido dentro de una bolsa, arrastrando una carretilla y otras variaciones tan disparatadas como peligrosas (ver Charles Blondín).

Llega el gran día. El señor BLONDÍN se abre paso entre el público vestido con una ajustada malla y enarbolando un largo  balancín y sus mefistofélicos bigotes. Murmullos, algunos aplausos y luego silencio; un silencio sepulcral que lo envuelve todo y anuda las gargantas de los espectadores, mientras el señor BLONDÍN trepa hasta lo alto de un de los postes. Desde allí, con un gesto teatral saluda a la multitud que lo mira expectante. Apoya un pie sobre la cuerda tensada entre los dos postes y la tantea. Apoya el otro y hace lo mismo. Luego mira nuevamente a su público e inicia ese incierto camino que puede llevarlo a la muerte. Es que la cuerda está a casi cinco metros de altura y debajo de ella está el duro piso de piedra. Cualquier paso en falso, será mortal.

BLONDÍN  da dos o tres pasos; avanza un metro, dos y ya una cuarta parte del recorrido está cumplida. El silencio continúa. Hay un diálogo de esperanza y tragedia entre manos apretadas y ojos muy abiertos y la figura firme y cautelosa que camina allá arriba. Llega al centro: ahora da lo mismo ir adelante que atrás. El centro queda atrás; sólo un cuarto del camino falta para llegar al final!.  Menos, mucho menos… Nadie puede ver desde abajo la cara  de BLONDÍN  atrapada entre el ángulo de sus brazos, la barra del balancín y los reflejos del sol. Dos metros, uno… ¡Sería tremendo que se cayera ahora!, comenta un espectador…. Por fin  ¡Llegó!. Blondín, impertérrito, desciende, descolgándose por el otro poste.  Aplausos, gritos, vivas; pero por sobre todo, un profundo suspiro de alivio de parte de los espectadores y por qué no, también de BLONDÍN

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