EL AZÚCAR EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA (1812)

Aunque RUY DÍAZ DE GUZMÁN, en 1612  afirma en su obra “La Argentina”, que la caña de azúcar fue encontrada por los conquistadores españoles en los bosques orientales de Tucumán, como un elemento indígena más, numerosos historiadores sostienen que la caña de azúcar era desconocida en América y que fueron los expedicionarios los que la  trajeron desde España en sus primeros viajes al nuevo continente.

Se sabe que en 1646 don JUAN SERRANO tenía plantaciones de caña en el Departamento Chicligasta en la actual provincia de Tucumán y existen referencias de que la caña de azúcar «prosperaba maravillosamente» en esa provincia a fines del siglo XVII:  fueron los jesuitas, quienes  intensificaron estos cultivos en las tierras de esa  provincia.

Según dos versiones en apariencia opuestas pero complementarias, los jesuitas se habrían trasladado de Santiago del Estero hacia Tucumán a principios del siglo XVII, tanto por «la hostilidad que manifestaban  contra ellos los  en­comenderos», como por la constante oposición de los religiosos al servicio personal, o por lo malsano del clima de Santiago, lo salitroso de la tierra y la poca fertilidad del suelo.

En 1670 los jesuitas construyeron un Convento y una pequeña Capilla en terrenos ubicados en San José de Lules, adquiridos a don LEGUIZAMÓN LADRÓN DE GUEVARA. En esas tierras y por la misma época, los jesuitas comenzaron  el cultivo de caña en forma apreciable.

A fines del mismo siglo o comienzos del XVIII, la Compañía de Jesús, instala allí un trapiche de madera movido por bueyes. Entonces se verifica también el primer ensayo de utilización industrial de la caña, obteniéndose primero la miel y sus derivados y después el azúcar.

Cuando, en 1767, se produce la expulsión de la Compañía de Jesús, el gobernador de Tucumán, JUAN MANUEL CAMPERO ordena levantar un inventario que sólo en la estancia de los Lules arroja las siguientes existencias: un molino de agua; una curtiembre; un cañaveral con trapiche para moler la caña; un taller de carpintería y herrería; fondos para la fabricación de azúcar; pailas de cobre; un aserradero y frascos diversos. Esto demuestra, sin duda, una avanzada explotación agrícola industrial para la época.

A pesar de que con la expulsión de los jesuitas se paraliza la utilización indus­trial de la caña de azúcar hasta 1821 (año en que don JOSÉ EUSEBIO COLOMBRES instala un nuevo trapiche), los cultivos de ésta no desaparecen de Tucumán. Y no sólo en Tucumán hubo inquietudes azucareras.

En Salta el cultivo de caña fue introducido en 1760 por don ANTONIO FERNÁNDEZ CORNEJO, quien la trajo desde el Perú. Su elaboración se realizaba ya a fines del siglo XVIII en Orán y Campo Santo, donde se fabricaban «panes cónicos de azúcar”, y esta industria será, hasta 1810, junto con la vitivinícola, las dos únicas existentes en esa provincia.

Hacia 1778, trayéndola  desde Salta o tal vez del mismo Perú, el gobernador GREGORIO ZEGADA introdujo la caña de azúcar en la provincia de Jujuy, en la finca que poseía en el valle de San Francisco, de donde surgieron importantes plantaciones. En Misiones existía caña desde tiempo antes; los jesuitas fabricaban el azúcar en sus reducciones hasta su expulsión, y abastecían a Buenos Aires del producto.

El azúcar que comenzó a producirse en el siglo XVIII en Tucumán, Salta y Misiones proveía, en parte, a las reducidas necesidades que  existían en el país y ese consumo era completado con  azúcar proveniente de Brasil, Cuba, Paragua y algunos países de Europa.

Desaparecidos los centros productores organizados por los padres jesuitas, la industria azucarera habría  desaparecido totalmente si no se hubiera sostenido en el reducto salteño. Años más tarde, como hemos ya dicho, se reanudaría la explotación industrial de la caña de azúcar con mayor vigor en Tucumán, con los trapiches que se instalan en 1821,  de los que arrancará,  el afianzamiento  definitivo de  esta industria que constituye hoy, una de las principales riquezas de las provincias del norte.

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