ABAJO ROSAS !!. UNA GUERRA QUE DURÓ CATORCE AÑOS (1838/1852)

Entre 1838 y 1852, numerosos movimientos y «Ejércitos Libertadores» se constituyeron con la intención de derrocar a JUAN MANUEL DE ROSAS, hasta que JUSTO OSÉ DE URQUIZA, en la batalla de Caseros, logró ese gran objetivo de los «unitarios».

El gran prestigio que Rosas había adquirido por el éxito que lograra contra los revolucionarios del 1° de diciembre encabezados por Lavalle, y por su victoriosa expedición al desierto, hizo que la Sala de Representaciones de Buenos Aires lo nombrara, en 1835, gobernador de la provincia por cinco años, con la suma del poder público y con facultades extraordinarias, cuyo ejercicio duraría todo el tiempo que el gobernador creyera indispensable, lo que equivalía a autorizar una dictadura vitalicia.

Rosas expide en seguida una proclama en la que después de fulminar a los unitarios con los epítetos más terribles y de cargar sobre ellos, toda la responsabilidad de los males que afligían al país, incita a los habitantes de la provincia a perseguirlos a muerte, «para que de esa raza de monstruos, no quede uno entre nosotros», .actitud que provocó la expatriación inmediata de numerosos ciudadanos identificados como unitarios.

Declarándose sostenedor del partido federal, Rosas tuvo la habilidad de asegurarse la adhesión de la mayor parte de las provincias, deseosas todas ellas, de una organización constitucional, bajo el sistema federal.

La Liga del Litoral, formada por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, debió caducar con  la captura del general Paz que encabezaba la Liga del Interior, contra la cual se formó.

Sin embargo, Rosas prolongó esta situación que lo convirtió en el árbitro de los destinos del país y se opuso a que algunas provincias consideraran cambiadas las circunstancias por las que habían hecho la delegación de facultades y deseaban retirarle esas atribuciones.

Esto y el terrorismo imperante durante su gobierno, fueron el origen de las campañas libertadoras, que buscaron derrocarlo por todos los medios, durante catorce años.

Naturaleza de los medios que utilizaron los beligerantes
Todas las agrupaciones que formaron parte de los «Ejércitos Libertadores», estuvieron constituidas principalmente con milicias, que eran reunidas por los caudillos o por las auto­ridades departamentales.

Algún pequeño grupo de veteranos de la guerra de la Independencia, se perdía en la totalidad de la informe agrupación de hombres llamados a las armas. Sin embargo, en la formación del «Ejército Grande Aliado de Sud América» (recién el noveno ejército libertador), entraron algunos núcleos de tropas veteranas. Pero, lento fue el proceso de organización y de preparación de estos ejércitos para su participación en el combate.

Sin embargo, las necesidades operativas, y hasta las circunstancias políticas y los factores morales, obligaron a menudo a entrar en campaña antes de haber dado término a esta tarea.

Ya sea porque la situación aconseje aprovechar una ocasión oportuna para llevar la ofensiva al territorio adversario, o bien porque éste, siempre mejor preparado por los recursos de que dispone, se haya decidido con una acción vigorosa y fulminante a impedir que el adversario disponga del tiempo indispensable para organizar y aumentar sus fuerzas.

Caracterizará la actuación de la mayor parte de los ejércitos libertadores, cada vez que sus jefes hayan resuelto adoptar un plan ofensivo, el tiempo que transcurrirá hasta el momento en que se produzca el primer choque importante con el adversario, la reunión y la organización de las fuerzas disponibles, las distancias a recorrer, la dificultad de las comunicaciones, la escasez de los recursos disponibles durante la marcha, para atender a la subsistencia del ejército y al reemplazo de los medios de movilidad.

Además de estas dificultades, propias de cualquier ejército en campaña, las fuerzas que se oponían a Rosas, tenían muchas dificultades para contar con el armamento que les era necesario. Rosas, dueño del puerto de Buenos Aires, impedía la llegada de cualquier embarque o desembarque que les fuera destinado.

En contraposición, las fuerzas de Rosas, eran muy fuertes por su número, su calidad, el armamento que poseían y los abundantes recursos de que disponían. Las unidades de línea, que con carácter permanente sostenían las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos y las numerosas unidades de milicias llamadas para combatir a los indios, aumentaban el ejército con elementos valiosos.

Rosas creó un ejército disciplinado, dando preferencia al arma de infantería. Tan pronto como se recibió del poder, estableció un campamento militar en Pavón y otro en Buenos Aires.

El primero para atender la frontera de Santa Fe y el otro para dominar la ciudad.  A estos campamentos llegaban los gauchos que se reclutaban, se los desmontaba y eran adiestrados para integrar los cuerpos de infantería que se creaban, aumentando así sus fuerzas.

Vuelto al poder en 1835, Rosas encontró intacto la estructura militar creada antes por él. La delegación de las facultades inherentes al Poder Ejecutivo Nacional, que en su persona, hicieron las provincias y la suma del poder público, con el que fue investido, le dieron un excelente medio para consolidarse aún más en el poder.

Acontecimientos producidos hasta 1838
La adhesión de los caudillos López (Santa Fe) y Echagüe (Entre Ríos), le aseguraba a Rosas la estabilidad en el litoral, tanto porque así mantenía sometida a la levantisca provincia de Corrientes, como porque esto le permitía establecer una barrera infranqueable a los unitarios refugiados en el Uruguay.

Sus más tenaces e influyentes opositores, instalados en Montevideo, estaban empeñados en organizar una expedición destinada a cambiar la situación política por la que atravesaban las provincias argentinas, derrocando su gobierno.

En julio de 1836 Rivera encabezó una revolución del partido colorado contra el gobierno de Oribe, partidario de Rosas y los emigrados argentinos engrosaron sus filas revolucionarias, con la esperanza de que el triunfo de este movimiento, contribuiría a favorecer sus planes.

En previsión de que la revolución de Rivera pudiera traerle serias complicaciones con las provincias argentinas del litoral, Rosas reforzó y puso en estado de movilización al ejército de Entre Ríos, para poder hacer frente con ventajas a los acontecimientos que sobrevendrían.

La revolución de Rivera fracasó, pero en 1837 el caudillo uruguayo insistió nuevamente e invadió el Estado Oriental desde Río Grande do Sul, al frente de una respetable fuerza de la que formaban parte, muchos de estos emigrados argentinos y no pocos voluntarios del Estado de Río Grande y ya desde los primeros encuentros de los revolucionarios colorados con las tropas de Oribe, se pudo apreciar que esta vez, Rivera tendría mejor suerte,

La situación que ahora se le presentaba a Rosas, era realmente grave: A los problemas que le provocaba el conflicto que mantenía con Bolivia y con muchas de las provincias argentinas, se le presentaba ahora éste, que se agravaba aún más, por la muerte de su aliado Estanislao López, gobernador de Santa Fe, cuya influencia en el Litoral, era tan decisiva, como absoluta había sido su adhesión a la persona del gobernador de Buenos Aires.

Rosas compendió que el triunfo de Rivera le daría la oportunidad esperada a los «emigrados unitarios”, para llevar a cabo sus planes de invasión al territorio argentino, contando con el apoyo del nuevo gobierno oriental y seguramente, también con el de la escuadra francesa que, en vista de la negativa de Rosas de eximir del servicio militar a los los franceses radicados en Buenos Aires, bloqueaba los ríos del litoral argentino.

Para hacer frente al peligro más directo e inmediato y también para vigilar las costas del Uruguay, Rosas juzgó necesario acrecentar aún más el poder ofensivo del ejército reunido en Entre Ríos a las órdenes del general Echagüe Finalmente, la revolución del partido colorado triunfó en el decisivo combate del Palmar y Oribe fue destituído.

El caudillo vencedor dirigió entonces sus objetivos hacia las provincias argentinas del litoral, movido por su profundo rencor hacia Rosas que lo había hostilizado tratando de impedir sus acciones en contra de Oribe. Los acontecimientos producidos en el estado oriental, habían convertido a éste, su nuevo gobierno, en aliado de hecho de los franceses, en guerra con Rosas.

Rivera se valió de esta circunstancia, y aprovechando el ataque y ocupación de la Isla Martín García, llevado a cabo por la escuadra francesa, en junio de 1838, decidió invadir la provincia de Entre Ríos, contando con el apoyo de los franceses que bloqueaban los ríos Paraná y Uruguay y para consolidar el éxito de esta nueva empresa, entró en negociaciones con el Gobernador de la provincia de Corrientes, para firmar un tratado de alianza defensiva y ofensiva contra Rosas,

Este Tratado fue firmado el 31 de diciembre de 1838 y así comenzó un largo período de catorce años de luchas, que recién terminó el 3 de febrero de 1852, con la caída de Rosas, luego de ser derrotado en la batalla de Caseros (ver Campañas contra Rosas).

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