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LAS AVENTURAS DE JUAN DE VERGARA (1613)
Funcionario de la corona y delincuente, gestor del primer fraude electoral que se registra en la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El comercio de España con sus colonias en América
A partir del descubrimiento de América por CRISTÓBAL COLÓN en 1492 y durante todo el tiempo de la conquista y la colonización de estas tierras, la corona española buscó establecer sólidos vínculos comerciales con sus colonias y a tales efectos, en 1503, el rey de España, FERNANDO II DE ARAGÓN, estableció un férreo sistema monopólico para el intercambio comercial entre España y sus colonias en ultramar, en virtud del cual, éstas, sólo podían comerciar con empresas, productores y barcos españoles y cualquier transacción con las otras naciones europeas, estaba prohibida.
Aunque argumentaba que esto tenía por objeto impedir la introducción del imperialismo mercantil inglés en sus colonias, la verdad era que la corona, así buscaba aumentar su riqueza gracias a los metales preciosos (oro y plata) que el Nuevo Mundo podía proporcionarle en forma exclusiva y mantener cautivo al mercado que se le había abierto, para poder venderle sus productos
Con el propósito de facilitar las operaciones de control del tráfico y el pago de impuestos, se estableció que el de Sevilla, nombrado “Puerto de Indias”, fuera el único puerto de salida desde España y los de Veracruz (Virreinato de Nueva España) y Callao (Virreinato de Perú) los de arribo en América.
El puerto de Buenos Aires fue completamente marginado y sólo era visitado cada uno o dos años por navíos de registro. Pasaron incluso algunos lustros sin visitas de dichos navíos, situación que catapultó la actividad de los contrabandistas, que encontraron aquí, un ávido mercado para ubicar sus cargas, facilitada su tarea por la intervención de algunos nefastos personajes que, con una gestión corrupta, trajeron la mala fama a nuestro puerto.
El control oficial de esta actividad comercial a través del océano, del respeto a su condición monopólica y en general, de todos los asuntos comerciales con América, estaba a cargo de la “Casa de Contratación” que funcionaba en Sevilla y contaba para ello, con la colaboración del gremio de mercaderes, principalmente con el de los mercaderes genoveses, a los que se les dio el privilegio exclusivo de comerciar con América.
Un sistema de galeones mercantes y navíos de guerra fuertemente artillados para escoltarlos y protegerlos de los cada vez más frecuentes ataques de sus principales rivales europeos (Holanda, Inglaterra, Francia), comenzó entonces a surcar dos veces por año el Atlántico, en la llamada “carrera de Indias”, asegurando el monopolio español.
A partir de entonces, la monarquía, sus banqueros y mercaderes de Sevilla, en España y los españoles y criollos naturalizados “o españolizados”, residentes en América, tuvieron derecho a las licencias que la corona otorgaba para el comercio de sus productos y en Buenos Aires, aparecen los registreros, una organización que estaba integrada por una selecta casta de personajes vecinos destacados y funcionarios reales corruptos, que se hicieron muy ricos, intermediando en el comercio de España con sus colonias en América y con los contrabandistas que comenzaron a llegar frecuentemente, como derivación del estricto monopolio comercial que impuso la corona española y luego, hacerse cargo de la llegada y venta de esclavos negros, capturados en África.
En 1604, siendo gobernador del Río de la Plata y Paraguay, HERNANDO ARIAS DE SAAVEDRA (imagen), se incrementa el comercio ilegal. Se venden los permisos de exportación y ante la falta de buques españoles suficientes, favoreciendo el empleo de buques portugueses para el transporte, se traen y se exportan harinas de Córdoba (más baratas que las de Buenos Aires), utilizando el retorno de los buques, para traer manufacturas extranjeras. A la vista de todos, salen de Buenos Aires recuas de esclavos negros y cajones de manufacturas extranjeras con destino a Potosí y Perú, a la vez, que llegan de allí, cantidades de plata amonedada o en pasta, muy superiores a las posibilidades de la plaza.
El mal estaba en la burocracia colonial. El personal asalariado y los funcionarios reales mal pagados, eran presa fácil de los contrabandistas que les ofrecen tentadoras remuneraciones por ayudarlos en sus maniobras.
Con HERNANDARIAS ocupado en sus excursiones, los negocios marchaban viento en popa, hasta que éste decidió pedirle a la Audiencia de Charcas, el envío de un “visitador” para investigar la conducta del justicia mayor PEDRO LUIS DE CABRERA y del contador de la real hacienda HERNANDO DE VARGAS, a quienes sospechaba cómplices de los portugueses MÉNDEZ DE SOSA (o SOUZA) y DIEGO DE VEGA (O VEIGA).
En 1605 llega a Buenos Aires el juez pesquisador JUAN PEDRERO DE TREJO con la orden de la Audiencia de Charcas, de averiguar el motivo de que tantos esclavos negros llegaran al Alto Perú, provenientes del Río de la Plata y que tanta plata potosina, escapase “por la boca falsa del Río de la Plata”, con “grave perjuicio para los intereses de la corona”.
Lo acompaña su hábil secretario, el escribano JUAN DE VERGARA, quien con su gran perspicacia, pronto dio con el motivo de esas irregularidades; comprueba la compra de licencias de exportación por portugueses, que la salida de productos al exterior es menor al ingreso (muestra suficiente de la extracción disimulada de metálico) y confirma la complicidad delictiva de CABRERA y HERNANDO DE VARGAS con los traficantes.
El gobernador ARIAS DE SAAVEDRA declara cesantes a ambos funcionarios corruptos y luego de un paso fugaz por la administración pública de SIMÓN DE VALDEZ, nombra teniente gobernador al “hábil y honrado” JUAN DE VERGARA, ahora un apreciado y respetado vecino de Buenos Aires, que se había casado aquí y que había obtenido “carta de vecindad” y un registro notarial.
En 1609, finalizado el período de gobierno de HERNANDARIAS, llega para sucederlo DIEGO MARÍN NEGRÓN, decidido a seguir con la política de su antecesor, a quien admira por su honestidad y su lucha contra los contrabandistas y los comerciantes deshonestos.
Pero NEGRÓN era un hombre enfermo y no podía ejercer su cargo con la energía necesaria, por lo que, pese a sus nobles esfuerzos, los corruptos terminan por ganar las más honradas conciencias y el comercio ilegal y pronto, la trata de esclavos, adquieren proporciones inusitadas, amparados en la ley de arribos forzosos, que permitía lo que eufemísticamente se llamó “el contrabando ejemplar”.
El 28 de diciembre de 1609, llegó al puerto bonaerense la barca portuguesa “Nossa Senhora do Rosario”, con un cargamento de ochenta y siete esclavos negros. Su patrón pide se le conceda permiso por arribo forzoso, diciendo haber perdido el rumbo entre África y Brasil y tener averías graves a reparar. El alguacil de mar, el extremeño ANTONIO DE SOSA (sospechado de portugués y de apellidarse Souza), visitó al honrado JUAN DE VERGARA, que en ese momento desempeñaba la tenencia provisoria de la gobernación y le propuso un brillante negocio:
VERGARA debía denunciar como carga ilegal la del buque entrado, por lo que, conforme a las leyes vigentes, debería venderse en subasta pública y dársele la tercera parte del producto por ser el denunciante. Pero bajo cuerda, debía repartir ese porcentaje con el alguacil de mar, vedado por su empleo de cobrar porcentaje alguno.
VERGARA entra en el enjuague y ordena que SIMÓN DE VALDÉZ, el tesorero real y también cómplice de SOSA, realice la subasta. Realizada la misma, como nadie hace ofertas, salvo DIEGO DE VEGA, otro asociado a la maniobra, se le adjudica el lote a él a un precio vil. Los negros son remitidos entonces, legalmente a Potosí, donde serán vendidos con pingues ganancias para los avispados funcionarios de la corona.
El primer paso es el que cuesta. Ya enredados VERGARA y VALDEZ con los negociantes no tardarán en asociarse con DIEGO DE VEGA y gestionar la llegada de más buques negreros en “arribada forzosa”, denunciar a la carga ilegal, sacarla en subasta, comprarla y mandarla a Potosí.
Ya perdido todo escrúpulo, VERGARA será el asesor de la asociación; mientras SIMÓN DE VALDEZ desde su cargo de tesorero real, gozando de un concepto de acrisolada honestidad, será, algo así como el jefe de relaciones públicas del grupo.
Estos personajes, cuyo dominio social y político del Buenos Aires de entonces llegó a ser completo, fueron conocidos con el hombre —que les pondría HERNANDARIAS— de los confederados; es decir, asociados ilícitamente para el negocio del contrabando con las derivaciones morales y criminales que el riesgo requería.
El contrabando ejemplar tomará un gran vuelo en el período de gobierno de NEGRÓN, que por confiar en los oficiales reales —y ser impermeable a toda corrupción— no se daba cuenta del estado moral en que había caído el puerto y no advertía el negociado ilícito bajo las apariencias de la legalidad (ver Corrupción, hubo siempre).
Las actividades de los implicados en estas actividades ilícitas se multiplicaron y sus beneficios fueron cuantiosos. Buenos Aires se llenó de patrones de buques negreros, marineros, capataces de esclavos, peones de recuas, factores de comercio y hasta hombres de acción al servicio de la asociación esclavista. Además de estos asalariados, tentados por las cuantiosas ganancias que aquí podían obtener, muy por encima de los escasos frutos de la tierra recogidos por los viejos pobladores, comenzaron a llegar muchos portugueses para entrar en el negocio y se instalaban con esplendidez.
La amenaza de la Inquisición.
Este inusitado movimiento que generaban las actividades de los confederados, alarmó finalmente a MARÍN NEGRÓN. Sin estar totalmente convencido de la complicidad de los cristianos viejos, descartaba a JUAN DE VERGARA, SIMÓN DE VALDEZ Y TOMÁS FERRUFINO como implicados en algo deshonesto y, como ocurre siempre, echó la culpa exclusivamente a los que se conocían como los “cristianos nuevos” (es decir a los portugueses judíos conversos).
Como Hernandarias en 1602, comprendió que el remedio no era poner trabas, fácilmente eludidas, a la entrada ilegal de negros. Ya antes, Hernandarias había querido expulsar en masa a los portugueses, fueran éstos, cristianos viejos o nuevos, pero entrados sin autorización, porque los creía culpables de esta situación, pero sus propósitos se habían estrellado ante la oposición de la sociedad porteña y la piedad del obispo MARTÍN IGNACIO LOYOLA Y MALLEA.
Ahora, MARÍN NEGRÓN ideó otro procedimiento. No correría a los contrabandistas como “portugueses corruptos”, sino como “judaizantes”. El 15 de junio de 1610, informa al rey “el gran desorden en la entrada de portugueses … está el lugar tan lleno de ellos… la mayor parte de los habitantes ya lo son, y me dicen que también lo está de esta mala semilla la provincia del Tucumán”. …. “Un Tribunal de la Inquisición establecido en Buenos Aires, con fuerza suficiente para hacerse respetar… evitaría daños en este puerto y todas las provincias del Reino del Perú alejadas del Tribunal de Lima”.
Nada más injusto que esta acusación. La verdad era que los portugueses “cristianos nuevos” no eran los peores ni más enredistas: JUAN DE VERGARA, el español de prosapia, que después de ser el gran enemigo del tráfico, se convertiría en la cabeza local, pero invisible, de la asociación, era cristiano viejo, notario del Santo Oficio, y tesorero de la Santa Cruzada.
De cualquier manera los “confederados” pensaron que un Tribunal de la Inquisición instalado en Buenos Aires, donde sólo había una inoperante delegación cuyo notario era precisamente VERGARA, molestaría con sus averiguaciones la vida de los cristianos nuevos; y lo que era más temible, podía incautarse de pruebas decisivas del tráfico negrero y sus responsables, bajo pretexto de investigar prácticas judaizantes.
Se movieron entonces secretas y poderosas influencias y a Buenos Aires no llegó el Tribunal del Santo Oficio y la solicitud de MARÍN NEGRÓN quedó demorada en el Consejo Supremo de Indias.
Muerte de Marín Negrón (1613)
En enero de 1613 MARÍN NEGRÓN, por fin, ha tomado en serio a los confederados. No solamente insiste en su trámite para traer al Tribunal de la Inquisición, sino que en julio da un golpe fuerte al “contrabando ejemplar”, estableciendo que las subastas de cargas ilegales llegadas como “arribadas forzosas” (donde nadie osaba hacer ofertas contra los confederados) se hiciesen previa tasación del gobernador y a su “justo precio”. Pero esta orden nunca sería cumplida. El 26 de julio de 1613 MARÍN NEGRÓN muere repentinamente.
Mateo Leal de Ayala ocupa el gobierno (1613)
Al justicia mayor de Buenos Aires, MATEO LEAL DE AYALA, le corres pendía ocupar el gobierno mientras no llegase alguien con título de España o Lima. AYALA había sido un buen vecino, pero no pudo resistir la presión de los confederados, ni su propia ambición. Durante su gobierno las actividades de los confederados se ejercían a la vista de todos y la corrupción llegó a extremos nunca alcanzados.
Buenos Aires se llenó de patrones de buques negreros, marineros, capataces de esclavos, peones de recuas, factores de comercio y hasta hombres de acción al servicio de la asociación esclavista. Además de estos asalariados —por cuantioso salario, muy por encima de los escasos frutos de la tierra recogidos por los viejos pobladores— llegaban y se instalaban con esplendidez muchos comerciantes “portugueses” a dirigir el negocio (ver Pillerías en el puerto de Buenos Aires)..
Los buques negreros llegaban en gran número en “arribadas forzosas”. Corría el dinero en abundancia, que patrones de barcos, capataces, peones y marineros gastaban en numerosas casas de juego y prostitución. Ya se habían tirado por la borda los escrúpulos y el mismo tesorero real y antiguo justicia mayor, SIMÓN DE VALDEZ abrió una sala de juego en su mismo domicilio, donde personalmente recogía “la coima de los naipes” como se establecerá más tarde, en el procese que abriría Hernandarias, cuando asuma de nuevo el gobierno.
Pero no todo el ambiente estaba corrompido. Un grupo de antiguos pobladores —Hernandarias los llamará “los beneméritos”— a quienes se ha sumado un oficial real incorruptible, el depositario DOMINGO DE LEÓN, tratan de resistir la envilecida atmósfera del “puerto” y mantienen correspondencia con HERNANDARIAS, que vivía en Santa Fe y desde allí, los incita a no ceder posiciones.
Eran solamente algunos pocos antiguos pobladores de Buenos Aires, pues gran parte, ya se había plegado a los confederados por alianza de familias o conveniencias personales, pero ellos —FRANCISCO DE SALAS, alcalde de 1er. voto en el Cabildo de 1613, GONZALO DE CARVAJAL, su yerno, el escribano del Cabildo GONZALO REMÓN, y los HIGUERAS DE SANTANA, GRIBEO, NIETO DE HUMANÉS, muchos de los cuales vinieron con Garay— querían volver a los buenos y viejos tiempos sin mercaderes y donde el honor valía más que el dinero.
El gran número de negros que comienzan a llegar entonces, alarma a la Audiencia de Charcas y para averiguar las razones de ello, destaca como «visitador» al licenciado ENRIQUE DE JEREZ. Llegado éste a Buenos Aires, dirige una investigación y arriba a la conclusión que el gobernador MARÍN NEGRON ha sido asesinado por orden de JUAN DE VERGARA, alcalde del Cabildo y tesorero de la Santa Cruzada. A consecuencia del informe que eleva a este respecto, DE JEREZ es agredido y DE VERGARA, invocando su condición de alcalde, ordena su detención, acusándolo de un delito inexistente y lo envía encadenado a Charcas «para su enjuiciamiento», pero quedará detenido en Córdoba, con la clara intención de impedirle hablar con las autoridades.
Interinato de Frances de Beaumont y Navarra (1615)
Noticias sobre la extraña muerte de MARÍN NEGRON, la actuación de los “confederados”, la fraudulenta elección de autoridades del Cabildo, las inmensas recuas de esclavos que llegaban a Buenos Aires y partían hacia el Alto Perú, el apresamiento del visitador de la Audiencia, e innumerables quejas sobre la inmoralidad reinante en la colonia, llegan a Lima, y el virrey, marqués DE MONTESCLAROS, resuelve que LEAL DE AYALA cese en el interinato y nombra gobernador a FRANCES DE BEAUMONT Y NAVARRA, desconociendo que éste, ya había estado por Buenos Aires haciendo negocios con VALDEZ y DE LA BANDA.
Los “confederados” pueden ahora trabajar tranquilos, contando con la complicidad de la máxima autoridad de la colonia, pero en mayo de 1615, son sorprendidos por una tremenda noticia. El virrey ha dispuesto que HERNANDO ARIAS DE SAAVEDRA asuma nuevamente como gobernador y ordena el inmediato regreso a España de BEAUMONT Y NAVARRA.
Primer fraude electoral en el Río de la Plata (1616)
En 1615, los “beneméritos” eran todavía “los dueños” del Cabildo, y constituían un obstáculo al libre desenvolvimiento de la banda, algo que los confederados, no podían permitir
Necesitaban apoderarse del Cabildo, sobre todo de los puestos de alcaldes, que por estar a cargo de éstos, las tareas de investigar ilícitos y distribuir justicia, podían ser peligrosas en manos “enemigas” (ver Pillerías en el puerto de Buenos Aires).
Tanto dinero corre, y tan buenas perspectivas ofrece la plaza, que tres abogados —GABRIEL SÁNCHEZ DE OJEDA, JUSEPE DE FUENZALIDA Y DIEGO FERNÁNDEZ DE ANCHADA— llegaron para ayudarlos e intentaron instalarse en Buenos Aires, pero el Cabildo, último reducto de los beneméritos, temió que aumentaran la corrupción ambiente y no quiso admitirlos.
Esperaron entonces, pacientemente que llegara el fin de ese año. Sabían que en el Cabildo de Buenos Aires, como en todos los de la colonia, el 1º de enero de cada año, al terminar su período de mando, los salientes, elegían a quienes los sucederían. El de Buenos Aires estaba formado por dos alcaldes y seis regidores con voto, y por una práctica aceptada votaban también los tres oficiales reales: el tesorero SIMÓN DE VALDEZ, el contador TOMÁS FERRUFINO, y el depositario BERNARDO DE LEÓN.
Para elegir el Cabildo de 1616 los confederados contaban con sólo dos votos (VALDEZ y FERRUFINO) contra ocho: los dos alcaldes (FRANCISCO DE SALAS y FRANCISCO MANZANARES), cinco regidores (DOMINGO GRIBEO, FELIPE NAHARRO, GONZALO DE CARABAJAL, MIGUEL DEL CORRO y BARTOLOMÉ DE FRUTOS) y el depositario —y a la vez alférez real— (BERNARDO DE LEÓN), pues el sexto regidor (JUAN QUINTEROS) estaba preso en la cárcel “por un crimen”.
¿Cómo se transformó una minoría de dos votos contra ocho en una mayoría? La labor fue ingeniosa. Se empezó por intentar la corrupción de los mayoritarios—como lo denunciarían el día de la elección el alcalde de 1er. voto y tres de los regidores—pero la maniobra dio sólo dos votantes: el alcalde de 2° voto, FRANCISCO MANZANARES, que se entrega con la promesa de hacerlo procurador general y mayordomo de propios, y el regidor FELIPE NAHARRO, que se pasa por el cargo de alcalde de la Hermandad. Son, por lo tanto, cuatro votos contra seis. Tampoco era mayoría.
Llega el 1º de enero de 1616, día de la elección, y los beneméritos al entrar a la sala capitular se enteran que han sido apresados la noche anterior el escribano del Cabildo, CRISTÓBAL REMÓN, y uno de sus regidores, DOMINGO GRIBEO, y en cambio está presente JUAN QUINTEROS, el detenido por “caso criminal”.
FRANCISCO DE SALAS protesta por las detenciones maliciosas de GRIBEO y REMÓN, la presencia del delincuente QUINTEROS; denuncia las tentativas para “sacar otro alcalde que querían sacar” y tacha de nula la votación que debía hacerse.
Lo acompañan en la protesta “una, dos y tres veces LEÓN y CARABAJAL, mientras DEL CORRO con sospechosa prudencia declara “que no se entrometía en si habían sido las prisiones del dicho Escribano y Regidor maliciosas, ni si habían pedido votos o no”, pero los demás callan.
El Justicia Mayor de Buenos Aires, MATEO LEAL DE AYALA, que en su carácter de gobernador interino preside el acto, explica que detuvo a GRIBEO y REMÓN “por causas criminales que han fulminado contra ellos”, negándose a una solicitud de SALAS de que en tal caso, fuesen traídos “con custodia”; en cuanto a QUINTEROS dijo que “estaba en libertad bajo fiado”, que acababa de concederle, y que por lo tanto podía presentarse al Cabildo y votar. Dice luego, que por la ausencia de REMÓN, ha debido nombrar “para legalizar el acto” al escribano de registro GASPAR DE AZEVEDO. Acto seguido, como era de práctica, el presidente empieza la elección recomendando “toda paz, quietud y sosiego, dando su boto libremente a quienes les pareciese”.
Debían elegirse primeramente los dos alcaldes: los cinco beneméritos votan a Gonzalo de CARABAJAL y DOMINGO GRIBEO, y los cinco confederados a JUAN DE VERGARA y SEBASTIÁN DE ORDUÑA. El escribano de registro tacha el voto que acaba de darse CARABAJAL a sí mismo, y dice que por haber sido empatada la elección entre GRIBEO, VERGARA y ORDUÑA con cinco votos cada uno (a CARABAJAL le computa solamente cuatro) el gobernador debe desempatar “arrimando su boto”.
AYALA lo hace “arrimándose” a VERGARA y ORDUÑA. DE LEÓN impugna eso voto “porque el capitán JUAN DE VERGARA es hombre poderoso y mercader, que tiene compañía con el capitán DIEGO DE VEGA, mercader asimismo vecino deste puerto de que biene muy gran daño a Su Magestad, a esta República, y que no siendo Alcaldes tienen esta mano, que será siéndolo?”… y en quanto a SEBASTIÁN ORDUÑA contradize la misma elección por ser mercader y estar hoy mismo, aguardando de próximo, una nao suya y de su hermano”. Aclara GONZALO DE CARABAJAL a continuación, que el navío esperado por ORDUÑA al que se refiere DE LEÓN, “venía cargado de negros”. AYALA, ya desembozadamente inclinado a favor de los “confederados”, no hace lugar a las contradiccio-nes y proclama el resultado.
Luego deben elegirse los regidores: en tres nombres, los dos grupos en pugna, están de acuerdo, pero el gobernador debe “arrimar su voto para los otros tres que empatan en cinco sufragios” y también “arrima su voto” para que FELIPE NAHARRO sea alcalde de Hermandad.
Es tan escandalosa la elección, que uno de los regidores designado por unanimidad, el capitán FRANCISCO MUÑOZ, se niega a hacerse cargo y prefiere sufrir la multa y prisión correspondientes, antes de sentarse en el escaño “tan deshonrosamente otorgado”.
Quienes se opusieron al fraude y denunciaron las actividades de los alcaldes designados, tendrán que sufrir las consecuencias: al escribano REMÓN se lo separa y al depositario DE LEÓN, se le rechazan las cuentas presentadas , obligándolo a reembolsar de su bolsillo, dos mil doscientos pesos. En cambio, quienes hicieron posible estas designaciones fraudulentas, recibirán su premio. FELIPE NAHARRO fue elegido Alcalde de la Hermandad, FRANCISCO DE MANZANARES será nombrado síndico procurador y mayordomo de propios” y hasta el “cristiano nuevo”, pero “honrado vecino de esta ciudad”, DIEGO DE VEGA, será nombrado mayordomo del Hospital.
Y ya no tuvieron que ocultar más sus maniobras. DIEGO DE VEGA, en pleno día y a la vista de todos, desembarca sus partidas de negros esclavos y las deposita en una propiedad que SIMÓN VALDÉS tenía junto al río y desde allí partirán hacia el Alto Perú, con todos sus papeles en regla y sin sufrir obstáculo alguno (Ver Corrupción, hubo siempre).
En 1617 HERNANDARIAS regresa a Buenos Aires de una de sus excursiones y renueva con mayores bríos su lucha contra los contrabandistas y los “confederados”. Como primera medida mete presos a VEGA, VALDÉS, LEAL DE AYALA y VERGARA y les inicia un proceso que anuncia será implacable con quienes hayan cometido delitos, pero tropieza con mil dificultades. Nadie, o muy pocos, se animaban a ayudarlo o a decirle lo que sabían y hasta se vio obligado a rodearse con santafesinos de su confianza, porque teme que los porteños atenten contra su vida.
Remite a España a VALDÉS para que allí sea juzgado, pero éste soborna a sus guardias y logra escapar. También VERGARA, inexplicablemente logra fugarse de la cárcel y los confederados que habían huído a su llegada, se “asilaron” en Santiago del Estero y Córdoba denunciando ser perseguidos políticos y ante los reclamos de HERNANDARFIAS, no son devueltos por los gobiernos de esas provincias.
A pesar de todas esas dificultades HERNANDARIAS logra seguir con la instrucción del proceso ayudado por el escribano REMÓN. El expediente llegó a tener 16.000 fojas, debido a las permanentes apelaciones y demás argucias legales que supieron interponer los abogados de los acusados, a la misteriosa desaparición de testigos de la acusación, a los cambios en que incurrían muchos en sus declaraciones que decían “no me consta”, “me olvidé”, “no recuerdo” o que luego de declarar, se dirigían a Córdoba o a Santiago del Estero y desde allí, ya fuera de la jurisdicción de Buenos Aires, se desdecían de lo dicho, declarando que lo habían hecho “bajo tormento.
VERGARA que ha conseguido llegar a Charca, acusa a HERNANDARIAS de “tirano” y que lo suyo en una persecución política y convence de ello a las autoridades. Ya libre se dirige a España donde logra malquistar a HERNANDARIAS con el rey FELIPE III y lo pone entonces en una situación que lo obliga a pasar a la defensiva.
Cansado y hastiado por el escaso resultado que tuvo su campaña para desterrar la corrupción en Buenos Aires, y por la desilusión que le provocara el “comportamiento de su rey, escuchando y aceptando como verdades, las expresiones y denuncias de un delincuente, cuyas malandanzas eran conocidas y repudiadas por la gente honorable de esta gobernación”.
En 1618, se divide la gobernación de Buenos Aires y Paraguay y HERNANDARIAS (indudablemente castigado), queda como gobernador de esta última, con los municipios de Asunción, Villa Rica y Santiago de Jerez, mientras que Buenos Aires, con Santa Fe, Corrientes y Concepción del Bermejo, pasaban a ser gobernadas por DIEGO DE GÓNGORA.
Las cosas volvieron entonces a la misma situación y Buenos Aires volvió a ser el centro de la corrupción y del contrabando y VERGARA retorna triunfante. Logra que los cargos de regidores sean “perpetuos” y según la ordenanza real que establecía que esos cargos se pondrían a la venta por medio de un remate público, ofertó 700 pesos plata por cada uno y como misteriosamente, no hubo otras ofertas, se quedó con los seis cargos y nombró a su suegro DIEGO TRIGUEROS, a dos concuñados, JUAN BARRAGÁN (hijo del Hermano Pecador), y TOMÁS ROSENDO, a su amigo y socio FRANCISCO DE MELO y al soldado JUAN BAUTISTA ÁNGEL (que lo había ayudado a escapar cuando HERNANDARIAS lo había puesto preso), reservándose el sexto nombramiento para él mismo.
No vale la pena seguir comentando las maniobras, argucias y trapisondas que apoyado por funcionarios corruptos y gente a la que se la “arreglaba con dos pesos” para lograr su complicidad, realizó a partir de entonces VERGARA. Más investigaciones, juicios de residencia, excomuniones, denuncias cruzadas seguirán siendo las noticias que generará su vida. Dueño absoluto del poder que otorgaba el Cabildo, bien aceitadas sus relaciones con la justicia y con una “caja inagotable” para pagar conciencias, nadie ya pudo ponerle punto final a su invulnerable poder.
Paradójicamente HERNANDARIAS será sometido a juicio por abuso de poder, siendo finalmente feliz y justicieramente absuelto, al demostrarse la inconsistencia de los cargos que se le atribuían y VERGARA continuará viviendo riquísimo, respetado e influyente; haciendo negocios y manteniendo el poder a perpetuidad, sostenido por una sociedad corrupta que aceptaba todo, aunque estuviera fuera de la Ley, con tal de pasarla bien. Murió en 1630?, dejando una cuantiosa fortuna y el recuerdo de una gestión que lo define como el primer corrupto de nuestra historia.
Fuentes. “Historia Argentina” Tomo I, páginas 208 a 229 “Beneméritos y confederados”. José María Rosa, Ed. Juan C. Granda, Buenos Aires, 1965; “La Historia en mis documentos”. Graciela Meroni, Ed. Huemul, Buenos Aires, 1969; “Historia Argentina”. José María Rosa, Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1981; “Actas y Asientos del extinguido Cabildo y Ayuntamiento de Buenos Aires”. Manuel Ricardo Trelles, Ed. Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1885; “Historia de la Argentina”. Ernesto Palacio, Ed. Peña Lillo, Buenos Aires, 1968.