CRISTÓBAL COLÓN, FUE UN GENOCIDA?

Cada cual tiene su opinión sobre lo que pasó después del desembarco de Colón en América. Y la historia no se puede echar para atrás, ni cambiar (aunque muchos en verdad, lo intentan).

Cristóbal Colón, si crees conocerlo, estás equivocado

Debido al gran sufrimiento y mortalidad que llegó a partir del 12 de octubre de 1492, los escritores nativos consideraron el pasado como una época idílica de la América precolombina, donde la gente vivía una vida más larga y más feliz, gozaba los beneficios de una naturaleza pródiga en recursos, libre de enfermedades, con simples apetencias materiales y criando a sus hijos alejados de la locura que trajeron “los hombres barbudos que llegaron del Este”.

Se dice también que fue el saqueo y la violencia practicada por españoles, ingleses, holandeses y franceses y la introducción de enfermedades del viejo mundo, en particular la viruela y el sarampión, lo que produjo una gran destrucción de vidas y culturas nativas.

Y lo que es más grave, muy particularmente se lo anatematiza a Colón y se lo tilda de genocida (1) porque con él, vinieron las enfermedades y con él, llegó la civilización que devastó las muy exitosas y ya existentes civilizaciones nativas de estas tierras.

Nada más injusto y alejado de la verdad lo expresado hasta ahora, según nuestra opinión. CRISTÓBAL COLÓN descubrió América. No la colonizó ni hay evidencias de violencia genocida hacia los aborígenes.

Y por otra parte, esas pestes que causaron tantas muertes, pudieron haber llegado tanto con él, como con los que vinieron después, con las sucesivas expediciones de los colonizadores europeos, muchas de las cuales comenzaron a llegar, cuando COLÓN ya no viajaba a América (ver Viajes y Desventuras de Cristóbal Colón).

Después del primer viaje de COLÓN, descartando los viajes que John Cabot realizó a América del Norte entre 1497 y 1499, por cuenta de Inglaterra, recordemos que también por esos años, llegaron a la zona del Caribe y aledañas Vasco da Gama (1497), Alonzo de Ojeda. Juan de la Cosa y Américo Vespucio (1499), Vicente Yáñez Pinzón (1500), Pedro Álvares Cabral (1502) y ya con COLÓN de regreso de su cuarto y último viaje (noviembre de 1504), llegaron, Sebastián de Ocampo, Juan Ponce de León y Juan Díaz de Solis (1508), Juan de Esquibel y Diego Álvarez (1509) y una muy larga lista después. Son todos genocidas o portadores inconscientes de nuevas enfermedades?.

La peste negra o muerte negra, causada por el brote de una variante de una bacteria originada en Asia, llegó a Mesina, en la actual Italia, introducida por marineros a través de las rutas comerciales y desde allí se propagó por toda Europa.

Fue la pandemia de peste más devastadora de la Historia de la Humanidad. Afectó a Eurasia en el siglo XIV y alcanzó un punto máximo entre 1347 y 1353. Es difícil conocer el número de fallecidos, pero se calcula que fueron entre 80 a 200 millones en Eurasia y África del Norte (entre un 30 y un 60% de la población total de Europa).

En 1918 la “gripe española” mató a 50 millones de personas en todo el mundo. Fueron aquellos que propagaron estas pestes, también genocidas como CRISTÓBAL COLÓN?.

Aún, cuando la tendencia de romantizar la vida en las Américas antes de 1492 puede ser justificada, esto no es así. Cuando Colón y los hombres que después que él, llegaron desde Europa a América, no trajeron nada nuevo que no existiera ya entonces, en cuanto a violencia, sojuzgamiento y enfermedades. Trajeron más de lo mismo. Quizás con consecuencias más graves, pero no con la responsabilidad de haber sido los causantes de la desaparición de los pueblos nativos.

“….. no fueron solamente las enfermedades llegadas de Europa y de África, las causantes de estas terribles mortandades. Fueron las pandemias, sumadas la carencia de defensas, la disminución de la producción, las crisis políticas, la fragmentación social, el cese de la actividad económica, la baja en las tasas de natalidad, las guerras y las hambrunas, las que provocaron entre un 90 a 95 por ciento de muertes en la población indígena” (ver “La verdad sobre el genocidio español”).

“Epidemias con origen en México que afectaban principalmente a la población autóctona y no enfermedades traídas por españoles como se creía, fueron la principal causa de la muerte masiva de miles de indígenas tras la Conquista, según una investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)”

“No hay que olvidar tampoco, que algunos códices mexicanos (Guerra, 1986) registran grandes epidemias en el continente americano con anterioridad al Descubrimiento y que la desolación de Tula, Aztlan, Tikal y otros centros urbanos, siglos antes de la presencia española, sólo puede explicarse como resultado de epidemias precolombinas con una mortalidad similar a las ocurridas durante la conquista de América”.

“Conviene advertir, sin embargo, que las más importantes no tuvieron su foco de dispersión en suelo ibérico, sino que como la influenza, procedían de Asia y la viruela y la fiebre amarilla vinieron de África.

Curiosamente las primeras noticias epidemiológicas de América ocurren en la patobiografía de Cristóbal Colón, factor decisivo en la heurística de las grandes epidemias de la conquista, pues pocos son los temas históricos que estén tan bien documentados como la vida y fastos del Descubridor del Nuevo Mundo ver (“Origen de las epidemias en la conquista de América”.  Francisco GUERRA Universidad de Alcalá de Henares, Ed. Universidad Complutense, Madrid, 1988).

La situación en la América precolombina
Se calcula que la población de la América Precolombina, era de entre 90 y 120 millones de habitantes (2) y se sabe que entre ellos, existió una gran diversidad en las formas de vida y cultura. Algunos eran cazadores, recolectores y pescadores nómades, mientras otros lograron a través de la agricultura y la ganadería adquirir una forma de vida sedentaria.

Muy pocos, sin embargo, lograron dar un paso más, formando las “civilizaciones”. Estamos hablando de los aztecas, los mayas y los incas y todas ellas, llegaron a ser lo que fueron, mediante la conquista y la depredación.

FDRA - Historia de la Defensa: Aztecas: La guerra de las flores

Ninguna de estas tres “civilizaciones” dio muestras de ser precisamente unos angelitos (ver “El mundo precolombino”). Cuando Colón llegó a estas tierras, los Toltecas, una nación que había colonizado la Meseta Central de México, dominando el terreno que hoy en día ocupan los estados de Puebla, Tlaxcala, Morelos, Hidalgo y México y que en un principio había nacido como una sociedad dominada por castas religiosas, con el tiempo, luego de que los militares se hicieran con el poder, se transformaron en una sociedad militarista y basada en las conquistas y fueron extremadamente crueles en sus expediciones.

Pero también a ellos les llegó la hora. En 1168 desaparecieron de la faz de la tierra, arrasados por los Chichimecas. Y cuando decimos desaparecidos lo decimos literalmente porque no dejaron ni uno vivo de ese maravilloso pueblo, origen de la civilización Azteca y conocido como el de los “maestros constructores”.

Los sucedieron los Aztecas y en el mundo Azteca, existían dos tipos de guerra: una era la diplomática, pero con mucha frecuencia, ante el fracaso de esta vía, recurrían a la conquista, que generalmente concluía con la quema o destrucción del templo y construcciones principales de la ciudad enemiga, la captura del botín y la aprensión de esclavos. Por medio de estas luchas fue como creció el estado azteca hasta formar un auténtico imperio.

Pero las continuas victorias forzaron a los aztecas a guerrear cada vez más lejos, lo que suponía un gran problema para una civilización que no contaba con animales de carga. Por ello los pueblos sometidos estaban obligados a suministrar alimentos a los ejércitos aztecas en marcha, principalmente tortas de maíz, y también cederles un porteador o “tamane”, por cada dos guerreros, para que cargase con los víveres y la impedimenta” (ver Mundo Azteca).

Sigamos con los Mayas. Este pueblo vivía guerreando con otros pueblos para hacer prisioneros que luego empleaban como esclavos para que realizaran trabajos que requerían de gran esfuerzo – como construcciones – o para sacrificios rituales. En la zona selvática y pantanosa, utilizaban el sistema de “roza” (cortar y quemar), para obtener tierras aptas para el cultivo, sistema que dio origen a la agricultura extensiva, provocando así la desertificación de grandes extensiones de tierra

Y terminemos con los Incas. Un extenso y exitoso imperio que fue posible, en gran medida por medio de la conquista militar. Los incas no solo conquistaron distintos pueblos, sino que adoptaron saberes andinos milenarios y los expandieron hacia otras regiones. Junto con su religión, costumbres y lenguaje, difundieron innovaciones técnicas, especialmente en agricultura, arquitectura y astronomía.

Protagonizaron numerosos encuentros armados, pero principalmente se embarcaron en una guerra “chanca-inca” en el año 1440; en la guerra “chimú-inca” en 1470, desatada por políticas expansionistas de ambas potencias emergentes precolombinas y ya, después de Colón, en una guerra civil que enfrentó a dos pretendientes al trono en 1532 (ver Guerras del Imperio Incaico).

En cuanto a los Caribes (los primeros en entrar en contacto con los españoles en 1492), a diferencia de los Mayas, los Aztecas y los Incas, es justo reconocer que no han dejado referencias que los destaquen como un pueblo violento y belicoso, aunque los historiadores coinciden en que practicaron el canibalismo debido a su gran agresividad.

Que su vocación expansionista, era satisfecha siempre a través de la conquista de nuevos territorios a costa de sus primitivos moradores, que tomaban los pueblos que no practicaban la exogamia pacífica y que mataban a los niños y adultos varones, para quedarse con las mujeres viudas y solteras. Hoy en día los antropólogos se encuentran divididos ante la veracidad de estos hechos.

Para terminar de definir el perfil idiosincrásico de los Caribes, recordemos que realizaban sacrificios humanos durante ceremonias rituales, que eran polígamo, consideraban a las mujeres seres inferiores y usaban el sacrificio total de los nacidos varones, quedándose con solo las mujeres para lograr una unión patrilineal.

Las enfermedades
Dejemos a un lado por ahora, la violencia de la conquista en la América precolombina y pasemos a las enfermedades que trajo “el genocida Colón” y que causaron la muerte de la población aborigen, según dicen sus críticos.

Epidemias en la América de la Conquista. Revisitando la cuestión

Si bien es cierto que a partir del 12 de octubre de 1492, desde Europa y luego desde África llegaron la viruela, el sarampión, la gripe?, el cólera, las paperas, la malaria, la fiebre amarilla, la varicela y el matlazáhuatl (que apareció recién en 1737), entre otras enfermedades no menos graves, causando una gran mortandad entre la población nativa, no es menos cierto que en la América precolombina, la situación no era tan idílica como se afirma en algunos espacios (3), (4)

“Los indígenas habían tenido hasta antes de la conquista, una excelente salud y carecían sobre todo de enfermedades crónicas y si bien es cierto que en la América precolombina también existían enfermedades y cada tanto se presentaba una epidemia, éstas no tenían la gravedad ni causaban tantas muertes, como lo hicieron luego las llegadas desde Europa y más tarde de África, provocando la muerte de gran parte de la población nativa”, dicen algunos historiadores (Legado Histórico de nuestros conquistadores”. AUPEC)

Y esto es lo generalmente aceptado, aunque la evidencia arqueológica revela una amplia variedad de enfermedades y males endémicos y que, en la América precolombina, la esperanza de vida era muy corta y variaba significativamente de una sociedad a otra. Era de 16 a 22 años para los hombres y de 14 a 18 años para las mujeres, según dos muestras (Jaffee, 1991 y Cassidy, 1984). Eso significa que pocos vivían lo suficiente como para desarrollar enfermedades degenerativas crónicas asociadas al envejecimiento, es decir, no morían precisamente de viejos (5)

Menos del 40 por ciento de los niños llegaba a vivir más allá de los 5 años y las complicaciones en el parto era la causa de muerte más frecuente entre las mujeres, mientras que entre los hombres, además de las enfermedades, las lesiones traumáticas como resultado de accidentes (principalmente de caza o por exposición a la intemperie) o violencia (como resultado de “… canibalismo, infanticidio, sacrificios rituales, geronticidios y otras formas de guerra y violencia…”), eran la causa de mortandad más frecuente.

En cuanto a la existencia o no de enfermedades que podrían haber sido letales en la América post-colombina, se ha comprobado la existencia de muchas de ellas, pero sin la magnitud ni la virulencia de las llegadas después de octubre de 1492.

Mediante investigaciones arqueológicas que comenzaron con la realizada en Mapuka, que fue la primera investigación de bioantropología que se realizó en el Caribe colombiano (ver Las grandes causas de muerte en la América precolombina), se ha confirmado, ya desde antes de que llegara COLÓN, los aborígenes americanos padecían, además de las recurrentes hambrunas y hasta graves cuadros de déficit nutricional de sífilis, tuberculosis, leishmaniasis y tripanosomiasis americana, carate, bocio, hiperostosis porótica y espongiosa, parásitos intestinales, bronquitis y disenterías en forma indiscriminada, borreliasis (fiebre recurrente precolombina), salmonelosis, bartonelosis (o verruga peruana), tifis exantemático (conocido como “tabardete mexicano”, luego de una terrible epidemia que en 1457 y 1495 diezmó la población de México), cáncer, artritis, enfermedades mentales y frecuentes muertes por la ingesta, picadura o mordedura de plantas y animales e insectos venenosos (ver Las enfermedades del hombre americano).

En esta situación, en la que la población, debido a la incomunicación en que había vivido durante siglos con el resto del mundo, no había desarrollado ninguna inmunidad, ni creado defensas contra esas nuevas enfermedades que comenzaron a llegar con los españoles, los virus se propagaron amplia y rápidamente, provocando una importante e impactante reducción de la población indígena, sin afectar mayormente a los conquistadores que ante muchas de esas enfermedades, ni se perturbaban, pues durante siglos las habían padecido y habían desarrollado inmunidad.

En algunas zonas las enfermedades aparecieron mucho antes de que se estableciera contacto físico con los conquistadores, debido a que el contagio, habiendo partido desde el Caribe, se facilitaba enormemente entre los diferentes grupos de indígenas, que se trasladaban de un lado a otro, cubriendo grandes distancias.

No olvidemos además, que con la llegada de los europeos llegaron también animales que incrementaron las pestes. Mientras América poseía animales nativos, sobre todo los domésticos (llamas, vicuñas, cuises etc.), que no tenían parasitismo trasmisible a humanos, los conquistadores ingresaron animales que causaron impacto en la población, pues además de traer gran cantidad de enfermedades trasmisibles, a los indígenas se les impuso el modelo europeo de domesticación, con mayor proximidad y contacto entre humanos y animales, facilitando así el incremento de las enfermedades.

Cómo empezó todo
Hasta hace muy poco, se afirmaba que fue la viruela la causante de la muerte y desaparición de gran parte de la población nativa de América luego de la llegada de CRISTÓBAL COLÓN. Pero estudios recientes establecieron que esta peste fue introducida en Santo Domingo, hacia 1518, fecha en la que ya, apenas quedaban 15.600 indígenas de cerca de 3.770.000 que originalmente vivían en las Antillas, según los cálculos más confiables (ver “Origen de las epidemias en la conquista de América”).

Otros autores, estimando que debería haber otra causa que explicara la muerte de tantos nativos durante el período 1492/1518, profundizaron sus estudios y determinaron que la desaparición de los aborígenes que vivían en Las Antillas (tamos, siboneyes, boriquenses y caribes), se debió a la presencia del virus de la “influenza suina” (o gripe de cerdo) en América, aunque aún no se sabe si era preexistente o vino con COLÓN.

Según lo consigna FRANCISCO GUERRA en su obra “Origen de las epidemias en la conquista de América”, Editada por la Universidad Complutense (Madrid, 1988), se basan para ello, en lo expresado en el único registro oficial que existe a este respecto donde se informa que en “La Isabela”, en 1493 se produjeron los primeros casos de esta enfermedad, presumiblemente traída por “ocho puercas” que COLÓN había embarcado en las Islas Canarias el 5 de octubre de 1493, durante una escala que había realizado allí y que “ …. el mismo “Almirante padeció la enfermedad”.

Y esta última es finalmente, la hipótesis más aceptada por la comunidad científica internacional, aunque existen voces discrepantes, que hasta le niegan peligro mortal para el hombre a la “gripe de cerdo” Gripe porcina en Medinplus)

Consideraciones finales
Dejando a un lado versiones que se ajustan a verdades que quizás no son expresiones de la realidad, deberíamos consentir que el intercambio cultural, económico y humano iniciado hace más de cinco siglos continúa hoy y eso es muy positivo. Estos son solamente algunos de los datos que definen esta Historia:

Al principio, hubo un “intercambio”. Llegaron los espejitos y se fue el oro. Vino el pan y se fue el maíz. Llegó la caña de azúcar y se empezaron a acabar los bosques.

Vinieron la uva, la vaca, la gallina y el caballo y se fueron las piñas, las guacamayas, la madera, el cacao y el caucho. Y mientras llegó el vino y el aguardiente, los españoles se enviciaron con el tabaco. Vino la religión católica y se satanizaron las creencias indígenas. Llegaron las enfermedades y se murieron casi todos los aborígenes.

De ese intercambio, que a veces fue gentil y muchas veces violento, nació una nueva raza y una nueva cultura: la del Nuevo Mundo, donde se combinan elementos, no de dos sino de tres continentes. No hay que olvidar que con los europeos también llegaron los negros y con ellos todo lo africano. Y surgieron los mestizos y los mulatos.

Nacieron la cumbia, la panela, el vallenato, pero también nacieron los vaqueros, nuevas expresiones artísticas y arquitectónicas, el candombe, los Luther King y hasta el hombre, tuvo que aprender a vivir sin discriminar a sus semejantes.

Que hubo violencia. Claro que la hubo. La hubo desde que el Hombre comenzó su existencia sobre la Tierra y quizás antes; porque en todo nacimiento hay violencia y aquí nació un nuevo mundo.

Un mundo que si no era descubierto por Colón, podría haber sido otro cualquiera de los tantos exploradores que siempre están buscando nuevos horizontes. Nuevas tierras, que inexorablemente, por medio de la conquista o por medio de la evolución, ya nunca más serán como lo fueron.

Cuando decimos esto, estamos pensando en Marco Polo, en Ragnar Lodbrok, el vikingo, en Carlomagno y hasta en el mismo perito Moreno, todos ellos personajes que estaban llamados a abrir puertas cerradas de otros mundos, de otras civilizaciones, llevando sus creencias y sus costumbres que, aunque no lo quieran, serán a partir de su llegada, las nuevas creencias y las nuevas costumbres de sus anfitriones forzados.

Puede argumentarse que esa era la vida que ellos querían vivir y nadie tenía derecho a obligarlos vivir otra vida. Pero, hasta cuando habrían podido sobrevivir nuestros aborígenes si no llegaban (de la mano de sus “opresores” por supuesto), las vacunas, las cirugías reparadoras, los Rayos X, los anteojos, la ortodoncia y tantas otras maravillas que la civilización (no la “gente libre y orgullosa defensora de su tierra” que seguiría viviendo en chozas, comiendo carne cruda), trajo al nuevo mundo.

Porque eso es la evolución. Se imaginan acaso, los críticos de esos prohombres de la historia de las civilizaciones, lo que sería su vida si no fuera por ellos?. Se imaginan encendiendo sus fuegos todavía con dos ramitas?. Se ven a sí mismos viviendo en chozas de barro?. Piensan que podrían vivir sin reloj, sin anteojos, sin la penicilina ni el jarabe para la tos?. Y ni que hablar de la computadora ni del automóvil ni de la televisión.

Si esos pueblos que se dicen “ignominiosamente conquistados”, no hubieran tenido que soportar la llegada de los “descubridores” y “conquistadores”, no existirían hoy. Las enfermedades, la endogamia, los rigores del clima, las guerras, las pestes endémicas y tantas calamidades más, los habrían hecho desaparecer a todos, lenta, pero inexorablemente (ver Viajes y desventuras de Cristóbal Colón).

(1). Definición de genocidio: «Aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos».

(2). El hispanista venezolano ÁNGEL ROSEMBLAT en su obra “La población de América en 1492. Viejos y nuevos cálculos”, publicada en 1967, dice que la cifra no pasaría de 13 millones, concentrándose los principales grupos, en las actuales regiones de México y Perú, ocupados por el imperio Azteca e Inca respectivamente y que en el Caribe, no pasaban de 1 millón sus habitantes,

(3). El doctor Mario Féliz, profesor de Química Inorgánica en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP e investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas bonaerense, pone en discusión la creencia de que en América no se conocían enfermedades graves ni epidemias. Afirma que hay evidencias de que ambos continentes compartieron, por lo menos, el tifus y la influenza.

“Cuántas veces hemos escuchado decir que con la llegada de los españoles en el siglo XVI, durante la conquista de América, el desembarco del “hombre blanco” trajo innumerables enfermedades que hicieron estrago en la población aborigen. Sin embargo, un investigador de la UNLP se permite dudar de estas afirmaciones y sostiene que “existen evidencias” de que los nativos también padecían de muchas enfermedades desde antes”.

“En muchos casos, los materiales esqueléticos revelan signos de enfermedad, deficiencias nutricionales y violencia. Por ejemplo, la evidencia mortuoria de Teotihuacán indica tasas de mortalidad tan altas o mayores que las de ciudades europeas contemporáneas. Basado en datos osteológicos es posible afirmar que ambos continentes compartieron, por lo menos, el tifus y la influenza”.

“La evidencia arqueológica también sugiere que la tuberculosis tenía una larga historia entre los habitantes del nuevo mundo: “los restos más tempranos muestran claros signos de la enfermedad que se remontan a unos 2000 años atrás”.

Además, el científico platense aseguró que “las tradiciones anteriores a la conquista, relativas a epidemias, apoyan la hipótesis de que el tifus pudo haber existido en las Américas antes del siglo XVI”.

“La América precolombina es observada con frecuencia con una mirada arrebatada y romántica que convierte aquel mundo en la versión americana del paraíso bíblico. Un edén vilmente profanado por la conquista española. Una imagen idílica, por cierto, construida sobre la base de lo transmitido por cronistas nativos cuando afirman, por ejemplo, que en este continente no se conocían enfermedades graves ni epidemias”.

“Es verdad que los conquistadores trajeron consigo algunas enfermedades del viejo mundo como la viruela y el sarampión y que las epidemias ocasionaron gran sufrimiento y mortandad dando pábulo, entre los escritores nativos, a la idea de que el pasado había sido una época relativamente libre de enfermedades. Tiempos aquellos durante los cuales las vidas de la gente eran más largas y felices. Sin embargo, ese mundo estaba lejos de ser real” (ver Los pueblos precolombinos y las enfermedades antes de la conquista).

(4). “Por sugerencias de Fray Bartolomé de las Casas, quien pensaba que los negros resistirían más que los indígenas las plagas que los estaban diezmando, llegaron los esclavos negros africanos. De esta forma se introdujo la malaria al continente americano”. (Legado Histórico de nuestros conquistadores”. AUPEC)

(5). Dice a este respecto Suzanne Austin Alchon en su obra “Las grandes causas de muerte en la América precolombina. Una perspectiva hemisférica”: “Durante los últimos 20 años, un creciente número de especialistas ha comenzado a poner en duda la imagen del paraíso contenida en las creencias nativas. Algunos, sin embargo, han seguido perpetuando este mito a través de un retrato positivo del ambiente de las enfermedades del nuevo mundo (Ortiz de Montellano, 1990: 120; Dobyns, 1983: 34; Thornton, 1987: 39 y Sale, 1990: 160). De hecho, en un trabajo anterior, yo misma no fui capaz de apreciar el grado de enfermedad que prevaleció en este hemisferio antes del contacto, a pesar de un análisis bastante detallado del ambiente de la enfermedad (Alchon, 1991: 19-31). Hace muy poco, la geógrafa-historiadora Linda Newson también subestimó el grado y la seriedad de las enfermedades y la mortalidad prevalecientes durante la era precolombina (Newson, 1991: 144).

Fuentes. “Las enfermedades del hombre americano”. F. Guerra y M. C. Sánchez Téllez, Ed. Universidad de Alcalá de Henares, España, 1990; “Las grandes causas de muerte en la América precolombina. Una perspectiva hemisférica”.  Suzanne Austin Alchon, Ed. Universidad Autónoma del Estado de México Toluca, México, 1999; “El mundo precolombino. Las civilizaciones inca, maya y azteca”. Historia y Ciencias Sociales, Carolina González; “El Caribe precolombino”. Museo de América, Barcelona, 2009; “El tifus en México antes de Zinsser”. Francisco Fernández de Castillo, Ed. Instituto Mexicano del Seguro Social, México, 1982; “Origen de las epidemias en la conquista de América”. Francisco Guerra, Ed. Universidad Complutense, Madrid, 1988

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