URQUIZA, JUSTO JOSÉ de (1801-1870).

Capitán General, Presidente de la Confederación Argentina (1854-1860), Gobernador de la provincia de Entre Ríos, estanciero y estadista. Polémica personalidad que trascenderá en la Historia como el vencedor de Caseros, verdugo final, del poder omnímodo que JUAN MANUEL DE ROSAS ejerció por más de 20 años, luego de ser su más fiel colaborador durante 15 años,

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Señor feudal en el Entre Ríos nativo entre 1836 y 1851. Su auténtica pasión federal se mantuvo altiva durante ese tiempo y cualesquiera fuesen sus excesos no careció nunca de cierta noción conducente a la democracia. Fincó su predicamento, según gustaba decir, en “las masas y las lanzas” y cuando se convenció de que el rigor o el empuje de los aceros sólo es válido si los respalda una razón de bien para las multitudes, sonó para él la hora que lo proyectó hacia la gloria.

Fue Gobernador de Entre Ríos durante varios períodos y a su iniciativa se deben la fundación del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay, la construcción de la Iglesia Catedral de esa ciudad y la instalación de numerosas escuelas en el territorio de aquella provincia, propendiendo así, a la difusión de la instrucción pública.

Nació el 18 de octubre de 1801 en Talar del Arroyo Largo (hoy, Urquiza), al norte de Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. Hijo de JOSÉ CIPRIANO DE URQUIZA Y ÁLZAGA, un estanciero y comerciante español y de MARÍA CÁNDIDA GARCÍA Y GONZÁLEZ, porteña. Se educó en Buenos Aires en el Colegio de San Carlos durante los años 1816-1818, cuando se declaró la Independencia y se estaba decidiendo sobre la forma y dirección de la nueva nación. Terminados sus estudios, volvió a Concepción del Uruguay para hacer negocios y comerciar (en especial con cueros). En gran parte corno consecuencia de sus relaciones familiares con FRANCISCO RAMÍREZ, participó en la turbulenta vida política de Entre Ríos, pero pronto se sintió atraído por la carrera militar y se alistó como oficial en la milicia de Concepción. Intervino en las luchas civiles y se batió en Vences, Pago Largo, El Sauce e India Muerta. Al mismo tiempo que se destacaba en la Legislatura de Entre Ríos y desempeñando importantes funciones en la administración de aquella provincia.

En 1823 se unió al mayor de los LÓPEZ JORDÁN (Urquiza había estado vinculado estrechamente a su familia) en una conspiración para destituir al gobernador LUCIO MANSILLA, pero vencido por éste, fue exiliado. Vivió un año en Curuzú Cuatiá, provincia de Corrientes y se dedicó a los negocios y a cultivar amistades que luego le serian útiles. En 1826 regresó a Entre Ríos y siendo Presidente de la Legislatura provincial, rechazó la Constitución Nacional dictada ese año. En 1832, acordó con ESTANISLAO LÓPEZ, gobernador de Santa Fe, aceptar a PASCUAL ECHAGÜE como gobernador de Entre Ríos, para terminar con la anarquía allí reinante.

En 1836, URQUIZA acompañó a ECHAGÜE a Buenos Aires y se encontró con JUAN MANUEL DE ROSAS, quien lo puso al mando de la División Federal de Observación en la frontera uruguaya y durante los quince años siguientes, Urquiza, un federal convencido, sirvió a Rosas corno oficial militar y aliado político.

En 1837 colaboró en la defensa de Paysandú y  en esos años se produjeron sangrientas guerras civiles en el Uruguay y en las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes. ROSAS apoyó a MANUEL ORIBE y a sus partidarios en el Uruguay, mientras que su opositor FRUCTUOSO RIVERA contaba con el apoyo de los unitarios. Mientras JUAN LAVALLE, JOSÉ MARÍA PAZ y FRUCTUOSO RIVERA estaban al mando de los unitarios y MANUEL ORIBE comandaba las tropas federales de Rosas, URQUIZA se convirtió en un importante líder federal.

En 1841, URQUIZA sucedió a ECHAGÜE como Gobernador de Entre Ríos, pero se vio obligado a delegar el poder y a retirarse del otro lado del Paraná con sus tropas cuando el este de Entre Ríos fue invadido y ocupado por las fuerzas unitarias provenientes del Uruguay que al mando del General JOSÉ MARÍA PAZ tomaron la ciudad de Paraná. Finalmente, en 1842, después de derrotar en el combate de Arroyo Grande a las fuerzas de FRUCTUOSO RIVERA, URQUIZA lo obliga a replegarse hacia el Uruguay. Marchó en su persecución, invadió ese territorio y lo derrota en India Muerta, el 27 de marzo de 1845.

A su regreso a Entre Ríos, encontró a su provincia amenazada otra vez por fuerzas correntinas comandadas por su Gobernador, el unitario MADARIAGA y por el general PAZ. La derrota que les provoca URQUIZA esta vez, fue seguida por la firma de un Tratado de Paz en Alcaraz, que marcó el comienzo de las desavenencias entre él y ROSAS, ya que éste no estuvo de acuerdo con las libertades que se tomó Urquiza en dicho tratado, nombrando Gobernador de Corrientes a su amigo BENJAMÍN VIRASORO. En diciembre de 1845 Urquiza fue reelecto gobernador de Entre Ríos y hacia 1847 ya se había convertido en el líder político más importante de la Mesopotamia argentina

El Pronunciamientyo.
En 1851, el general Urquiza había presentido la tormenta. Veía el horizonte oscuro, dudaba de sus elementos y tal vez de sí mismo. Mal aconsejado, creyó aplazar la tempestad e impedir la reacción, restableciendo el cintillo punzó. Éste fue un error deplorable. La proclama en la cual explicaba esta resolución, fue redactada por el doctor JUAN FRANCISCO SEGUÍ. Quiso con decisión y vehemencia la organización y le cerraban todos los caminos. Aspiraba al olvido del pasado. Su lema fue: No hay vencedores ni vencidos; e incendiaban de nuevo las hogueras, apenas apagadas, de la guerra civil”.

El 1º de mayo de 1851, siendo gobernador de Entre Ríos, se produjo la ruptura final de su relación con JUAN MANUEL DE ROSAS. Ese día, luego de lograr la adhesión de la provincia de Corrientes, lanza su llamado “Pronunciamiento”, un manifiesto donde afirmaba que Entre Ríos reasumía sus derechos soberanos y convocaba la reorganización nacional.

Propuso que las divisas “Viva la Confederación Argentina” y “Mueran los salvajes unitarios!” fueran reemplazadas por “Mueran los enemigos de la organización nacional!” y por medio de un Decreto reasumió las facultades sobre la soberanía del territorio de Entre Ríos, considerando: “Primero: que la actual situación física en que se hallaba el Excelentísimo señor Gobernador y Capitán General de Buenos Aires Brigadier don Juan Manuel de Rosas, no le permitía por más tiempo continuar al frente de los negocios públicos, dirigiendo las Relaciones Exteriores y los asuntos de Paz y Guerra de la Confederación Argentina. Segundo: que con repetidas instancias ha pedido a la Honorable Legislatura de aquella Provincia que lo exonere del mando supremo de ella, comunicando a los gobiernos confederados su invariable resolución de llevar a cabo la formal renuncia de los altos poderes delegados en su persona por todas y cada una de las Provincias que integran la República. Tercero: que reiterar al general Rosas las anteriores insinuaciones para que se retire del lugar que ocupa, es faltar a la consideración debida a su salud, y cooperar también a la ruina total de los intereses nacionales, que él mismo confiesa no poder atender con la actividad que ellos demandan. Cuarto: que es tener una triste idea de la ilustrada, heroica y célebre Confederación Argentina al suponerla incapaz, sin el general a su cabeza, de sostener sus principios orgánicos, crear y fomentar instituciones tutelares, mejorando su actualidad y aproximando al porvenir glorioso reservado en premio a las bien acreditadas virtudes de sus hijos.

” En vista de estas y otras no menos graves consideraciones y en uso de las facultades ordinarias y extraordinarias con que había sido investido por la Honorable Sala de Representantes de la provincia de Entre Ríos, declaró solemnemente a la faz de la República, de la América y del mundo:

 “Primero: que es la voluntad del pueblo entrerriano reasumir el ejercicio de las facultades inherentes a su territorial soberanía, delegadas en la persona del Excelentísimo señor Gobernador y Capitán General de Buenos Aires, para el cultivo de las Relaciones Exteriores y dirección de 1os negocios generales de Paz y Guerra de la Confederación Argentina, en virtud del Tratado Cuadrilátero de las Provincias litorales, fechado el 4 de enero de 1831. Segundo: que una vez manifestada así la libre voluntad de la Provincia de Entre Ríos, queda ésta en actitud de entenderse directamente con los demás gobiernos del mundo hasta tanto que, congregada la Asamblea Nacional de las demás provincias hermanas, sea definitivamente constituida la República”. Con este manifiesto rompió definitiva y contundentemente su dependencia con Rosas y la guerra con su antigüo mentor y aliado, se hizo inevitable.

Urquiza suma nuevos aliados.
El 29 de mayo de 1851 Urquiza firmó un Tratado de Alianza con Brasil, Entre Ríos, Corrientes y el gobierno de Montevideo contra Rosas y su aliado en el Uruguay, Manuel Oribe y ROSAS respondió declarando la guerra al Brasil

URQUIZA pasó enseguida a la Banda Oriental donde rindió al general Oribe, que operaba allí en calidad de general en jefe de las fuerzas de Juan Manuel de Rosas, sitiadoras de Montevideo. Al capitular este militar, tuvo que entregar al vencedor las tropas argentinas que tenía a sus órdenes. Al frente del Ejército Aliado, atravesó el río Paraná por El Diamante, el 20 de diciembre de 1851, poniéndose en marcha hacia Buenos Aires.

El 24 de diciembre de 1851 URQUIZA cruzó el Paraná, a la altura de Diamante con su ejército y regresó a Entre Ríos, donde logró reforzar sus fuerzas incorporando unos 2.500 hombres más. El 2 de febrero llegó a las cercanías de Buenos Aires y allí organizó sus efectivos en espera del ataque de ROSAS. Por su parte, éste, comprendiendo que su presencia en el país era incompatible con las aspiraciones de URQUIZA, resolvió dejarlo que siguiera sus designios y decidió enfrentarlo a pesar de que en la víspera había separado del mando al general PACHECO, el mejor de sus generales.

Urquiza vence a Rosas en la batalla de Caseros
ROSAS reunió sus tropas en Santos Lugares, provincia de Buenos Aires y el día 3 de febrero de 1852 a las diez de la mañana, los dos ejércitos chocaron en Caseros, cerca de San Martín, provincia de Buenos Aires. Las fuerzas de Rosas, sin un mando capaz para dirigirlas, fueron prontamente derrotadas y desbandadas ante la tremenda superioridad de las fuerzas que enfrentaba y en las primeras horas de la tarde el ejército aliado mandado quedó dueño del campo.

ROSAS logró desprenderse con un pequeño grupo de leales y emprendió la retirada hacia Buenos Aires. Al llegar a un lugar denominado Hueco de los Sauces, echó pie a tierra y redactó su renuncia del cargo de Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y la envió a la Legislatura por medio de uno de sus hombres. Luego siguió su camino y llegado a Buenos Aires, se refugió en la casa del Ministro Plenipotenciario inglés, embarcándose esa misma noche para Europa. A partir de esa acción se iniciaba una nueva era en la organización del país (ver Batalla de Caseros).

Urquiza entra en Buenos Aires
Al día siguiente, 4 de febrero de 1852, URQUIZA hizo su entrada triunfal en Buenos Aires, hecho que fue criticad por muchos, porque lo hizo al frente de tropas extranjeras y se dedicó, a partir de ese momento, a la tarea de lograr la organización nacional (ver Hostilidad de Buenos Aires hacia Urquiza).

El 31 de mayo de 1852, reunió en San Nicolás de los Arroyos a la mayoría de los gobernadores provinciales y firmaron el llamado “Acuerdo de San Nicolás”,  por el cual a recibía el cargo de Director Provisional de la Confederación Argentina, confiándosele además las relaciones exteriores,  se convocaba un Congreso General Constituyente que debía reunirse en Santa Fe, antes de agosto de ese año, integrado por dos representantes de cada provincia, se abolían las Aduanas provinciales y     se establecía la libre navegación de los ríos

En setiembre, la provincia de Buenos Aires se retiró de la Confederación, por la sospecha de parte de los exiliados antirosistas que regresaban al país, de que Urquiza se perfilaba ya como ser otro dictador como ROSAS y además porque la mayoría de los porteños creían que la reorganización debía realizarse bajo la dirección de Buenos Aires, quizás temerosos de perder los beneficios de los impuestos portuarios para su propia provincia.

Mientras continuaban las hostilidades, entre Buenos Aires y el resto de las provincias y después de varios sucesos, que culminaron con la revolución contra Urquiza del 11 de septiembre de 1852, encabezada por los generales JUAN MADARIAGA y PIRÁN, el 19 de mayo de 1853, el Congreso Constituyente, reunido en Santa Fe, con la representación de trece provincias, sancionó la Constitución Federal de la República. Fue promulgada por el vencedor de Caseros y jurada en todo el país, con excepción de Buenos Aires, el 9 de julio de ese mismo año.

Poco después, el 20 de febrero de 1854, las trece provincias que formaban la Confederación y que habían designado Capital provisoria a la ciudad de Paraná, reunidas en Congreso, eligieron primer Presidente Constitucional al General Justo José de Urquiza. La mayoría de las provincias la aceptó y el 5 de marzo de 1854 URQUIZA comenzó su período presidencial de seis años como primer Presidente constitucional de la República Argentina, con su capital en Paraná, provincia de Entre Ríos.

En 1858 firmó un Tratado con España por el cual ésta reconocía la independencia argentina y restablecía relaciones diplomáticas. Estimuló la inmigración y la creación de colonias agrícolas, una en Santa Fe (Esperanza) y una en San José (Entre Ríos); firmó el tratado de libre navegación con Brasil; reconoció la independencia del Paraguay y nacionalizó la Universidad de Córdoba. Por sus esfuerzos, la instrucción pública, el comercio, la producción, la industria, las ciencias y las artes, los transportes y las comunicaciones recibieron un extraordinario estímulo y el progreso llegó a todas las provincias.

Aunque ciertos líderes de Buenos Aires pedían como condición que Urquiza renunciara, el problema de incluir a Buenos Aires en la Confederación parecía estar acercándose a la solución en 1859, pero, los sucesos políticos que se produjeron en la provincia de San Juan, con el asesinato del gobernador BENAVÍDEZ como consecuencia, reabrieron el conflicto que culminó el 23 de octubre de 1859, cuando el presidente Urquiza derrotó completamente en la batalla de Cepeda, a las tropas de Buenos Aires comandadas por el general BARTOLOMÉ MITRE.

Finalmente, el 11 de noviembre de 1859 se firmó el Pacto de la Unión Nacional en San José de Flores por el cual Buenos Aires se incorporaba a la Confederación. En 1860 Urquiza delegó la presidencia al recién electo SANTIAGO DERQUI y volvió a su provincia, donde otra vez fue electo gobernador de Entre Ríos (1860-1864); continuó con sus anteriores esfuerzos para completar la reintegración de Buenos Aires a la Confederación pero comenzaron nuevas hostilidades.

El 17 de septiembre de 1861, BARTOLOMÉ MITRE, en ese entonces gobernador de Buenos Aires, venció a Urquiza en Pavón y se acusó a Urquiza de haberse rendido sin necesidad. Se firmó una paz en la que URQUIZA aceptó retirarse a Entre Ríos y permanecer alejado de la política nacional. La organización nacional, por la que Urquiza había trabajado tanto, se logró por fin con BARTOLOMÉ MITRE como primer presidente y con Buenos Aires como capital, habiendo sido Cepeda y Pavón los dos últimos sucesos que la posibilitaron.

El 12 de diciembre de 1861 cesó el gobierno de la Confederación Argentina, de acuerdo con una declaración firmada por el general Juan Pedernera, vicepresidente en ejercicio de la presidencia, entrando, en consecuencia, las catorce provincias a formar el gobierno nacional.

En 1865 estalla la guerra con Paraguay y ello le significó serios problemas a Urquiza, debido a los estrechos vínculos y negocios que había mantenido y negocios con los líderes paraguayos. Trató de usar su influencia con FRANCISCO SOLANO LÓPEZ para evitar la guerra pero fue inútil; cuando LÓPEZ atacó Corrientes, Urquiza se pronunció en contra del Paraguay y apoyó la causa argentina a pesar de la poca popularidad de la guerra en Entre Ríos.

En 1868, los federales provinciales en Entre Ríos, dirigidos por RICARDO LÓPEZ JORDÁN (el menor), se levantaron otra vez contra Buenos Aires y URQUIZA fue acusado de venderse a los porteños y en 1868, por lo que, cuando se propuso a LÓPEZ JORDÁN como gobernador, URQUIZA temió que su influencia se usara con fines contrarios a la organización nacional y se aseguró la gobernación para el mismo.

Desde su gobierno, apoyó para presidente a DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, sanjuanino, pero muy vinculado con unitarios de Buenos Aires exiliados. En febrero de 1870, Sarmiento visitó a URQUIZA en su Palacio de Gobierno y el 11 de abril de 1870, una partida de milicianos jordanistas irrumpió en el “Palacio San José”, cerca de Concepción del Uruguay, donde URQUIZA descansaba y lo ultimó a tiros, mientras que otras fuerzas del mismo LÓPEZ JORDÁN asesinaron a sus hijos, JUSTO Y WALDINO, en Concordia, provincia de Entre Ríos.

El asesinato de URQUIIZA, fue la chispa que encendió una revolución comandada por LÓPEZ JORDÁN, quien de inmediato se autoproclamó Gobernador de Entre Ríos. El Gobierno Nacional intervino en este hecho y envió una fuerza represora que derrotó a López Jordán, restableciendo el orden en la provincia. Urquiza fue sepultado en la parroquia de Concepción del Uruguay; esta Iglesia se convirtió en monumento nacional; después de su muerte, se nacionalizó el Colegio del Uruguay y se lo llamó Colegio Nacional Capitán General Justo José de Urquiza. En 1942, el edificio original se transformó en monumento nacional.

JUSTO JOSÉ DE URQUIZA es una de las figuras más discutidas de la historia argentina; muchas historias contemporáneas y otras escritas con anterioridad aún se hallan matizadas por las pasiones del período de ROSAS. Sin embargo, siempre se han reconocido sus aportes como líder en e! derrocamiento de ROSAS y en la reorganización nacional bajo la Constitución Federal; más recientemente, se ha valorado su clara visión de las necesidades económicas y culturales del país y sus aportes en todos esos campos.

Los historiadores modernos de su época tienden a enfatizar también sus contribuciones a la educación, a la libertad de prensa y al desarrollo económico; como comerciante de toda la vida, empresario y estan­ciero influyente, los intereses económicos personales y los de su país desempeñaron un papel importante, como también sus convicciones federales, en su insistencia acerca de la organización nacional y de la inclusión de Buenos Aires en la Confederación

Dice Vicente Quesada en su libro “Memorias de un Viejo” (Buenos Aires 1888): “Conocí personalmente al general Urquiza después de Caseros. Era de estatura regular, fuerte y vigoroso de músculo. Tenía anchas las espaldas y levantado el pecho; su aspecto revelaba fuerza física, valor y audacia.

Vestía entonces siempre de frac, unas veces azul con botones de metal amarillo, chaleco blanco y pantalón claro: otras, todo de negro. Calzaba botas de charol, el pie era pequeño como la mano. En su mirada penetrante había algo de fascinador, su cara era imponente. En ese tiempo tenía siempre en la mano un latiguillo muy delgado, con el cual jugueteaba sin cesar. Sus labios eran delgados, sobre todo el superior que se contraía fácilmente, y palidecía. En ese entonces era reservado y casi taciturno.

“Recuerdo que era muy aficionado el baile y especialmente a la contradanza. Era atento con las damas, cortesano y tuvo fama de enamoradizo. Cuando estaba en calma y sereno podía adivinarse que tenía un alma susceptible de fierezas y borrascas. Tenía poco pelo y cuidadosamente ocultaba la calvicie con el peinado.

Era pulcro en su aspecto. Aparecía empero autoritario, no era muy afectuoso. Sus labios eran delgados, sobre todo el superior, que se contraía fácil­mente, y palidecía: el movimiento nervioso de sus fosas nasales era síntoma de emoción moral profunda, el ojo se hacía brillante y tenía los fulgores del relámpago”.

“A medida que el general Urquiza adquirió la convicción de su popularidad por la victoria de Caseros, serenaba su carácter y el poder lo iba transformando. Ya nada tenía que aspirar de la gloria militar, y se hizo conservador. Si recurrió a las armas, fue para defender su obra. Abandon6 el latiguillo. Se hizo cuidadoso en el traje, vestía muy correctamente y era bastante presu­mido. Lo he visto muchas veces dar prueba de acatamiento a las opiniones ajenas. Escuchaba el consejo, y si le convencían, no era terco, a no ser que le hubieran irritado”.

“Era susceptible y muy impresionable; apasionado y a veces generoso. No le conozco en su interior doméstico; le ví siempre en actos públicos, en su despacho o en su sala de recibo. El vencedor de Caseros tenía una memoria prodigiosa. Ante el general Urquiza el gaucho prefería decir la verdad, aunque le perjudicase. El general Urquiza era enemigo de la mentira. Odiaba el robo, que castigó hasta con crueldad, pero necesario es no olvidar que Entre Ríos había sido el asilo de los bandidos y salteadores. Él la moralizó…”

Alguien dijo, refiriéndose a tan eminente argentino, que los extraordinarios perfiles de la personalidad del general Justo José de Urquiza —que desde hace décadas suscita el permanente interés de estudiosos e investigadores— se agiganta si se piensa que su primera experiencia de jefe y de dirigente se había nutrido en los, agitados campos de las corrientes intestinas, donde no había piedad para el vencido, y la derrota llevaba consigo el exterminio (1).

Agasajo a Urquiza.
Poco después de Caseros, se formó una Comisión con el objeto de organizar un homenaje al general JUSTO JOSÉ DE URQUIZA para testimoniar el reconocimiento de los “hacendados” de la provincia de Buenos Aires al vencedor de Caseros “al considerar los importantes trabajos de S.E. para reglamentar y organizar la campaña, para garantir las propiedades y para dar empuje vigoroso a su desarrollo».

Esta “Comisión de Hacendados” la presidía el comandante general de la frontera sur, coronel RAMÓN BUSTOS (hijo del caudillo cordobés) y la integraban EUSTAQUIO DÍAZ VÉLEZ, GERVASIO ORTIZ DE ROZAS, DANIEL ARANA, ROQUE BAUDRIX, ÁLVARO DEL VALLE, ANTONIO TERRERO, JACOBO PARRAVICCINI, CLAUDIO SUÁREZ, MARIANO BAUDRIX, JUAN NEPOMUCENO FERNÁNDEZ, FEDERICO TERRERO, MANUEL J. COBOS, JOSÉ GREGORIO LEDESMA, JUAN CANO, A.G. MORENO, MIGUEL OTERO, ÁNGEL PACHECO, JOSÉ MARÍA SUÁREZ, FEDERICO Y ALEJANDRO LELOIR, EUGENIO ROBALLOS, NARCISO MARTÍNEZ e hijos, LUIS GORZ, PEDRO J. VELA, PRUDENCIO ORTIZ DE ROSAS, AGUSTÍN DELGADO, JORGE ATUCHA, PEDRO PABLO PONCE, EZEQUIEL CASTRO, PATRICIO LYNCH, RAMÓN LLAVALLOL y LUÍS DORREGO.

Finalmente, el 7 de setiembre de 1852, en los salones del Club del Progreso, en Buenos Aires, se llevó a cabo un banquete en honor del entrerriano, «donde todos los primores que el arte de agradar se hayan inventado para los sentidos, se encontraban allí, diestramente colocados”, según decía la crónica local, agregando que “compartió la mesa principal el almirante Sir Hotham, Ministro Plenipotenciario de Inglaterra quien disfrutó, luego de la cena, agradables momentos con los demás asistentes que departieron cordial y amablemente.

Al día siguiente, Urquiza, con sus edecanes, Diego de Alvear y Delfín Huergo, se embarcó a las 11 de la mañana en la nave “Countess of Londsdale”, para dirigirse hacia Santa Fe, junto con un destacamento seleccionado de sus tropas que coreaban el saludo así dispuesto: “Orden, Libertad y Progreso” y ese mismo día estalló un movimiento contra él, encabezado por los generales Juan Madariaga y Pirán (ver Gobierno de Justo José de Urquiza).

(Véanse las obras de Beatriz Bosch sobre Urquiza y temas afines: “Urquiza y su tiempo”, muy completa y muy bien escrita, Buenos Aires, 1971; “Urquiza, el saladerista”, de Manuel E. Machi, editada en Córdoba en 1971 (un valioso estudio de Urquiza como empresario, terrateniente y uno de los más exitosos hombres de negocios de la Argentina); ¿Cómo surgió Urquiza?, de Adolfo Saldías, Buenos Aires, 1973, extraído de la “Historia de la Confederación Argentina” de Saldías (5v., “Historia de Rosas y su época”, editado en París en 1881-1887; “La lucha por la consolidación nacional 1852-1862”, de James R. Scobie,  Buenos Aires, 1964; “El general Urquiza y la organización nacional”, de Juan A. González Calderón, editado en Buenos Aires en 1940 y “Urquiza”, de Luis A Calderón, editado en Buenos Aires en 1949.

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