ORÍGENES DE LA AGROGANADERÍA EN EL RIO DE LA PLATA.

La ganadería y la agricultura son las dos actividades que marcan hoy la impronta argentina en un mismo nivel de importancia y desarrollo, aunque tuvieron un inicio separado por muchos años y razones.

Primeros caballos
«En el año 1536 PEDRO DE MENDOZA trajo los primeros caballos a Buenos Aires (ver Los reyes de España disponen el envío de caballos al nuevo mundo). Luego de desaparecida la que fue la primera ciudad de Buenos Aires, se le ordenó a uno de los pioneros que matara a los siete caballos que quedaban vivos luego de la tremenda hambruna que asoló el poblado. La orden no fue cumplida y esos caballos de perdieron en la llanura pampeana y se hicieron montaraces. Años después ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA trajo desde Asunción algunos caballos y todos ellos, libres y a su albedrío, sin predadores que los diezmaran, se multiplicaron en forma extraordinaria hasta generar enormes bagualadas”.

Primeros vacunos
Tanto el ganado vacuno, como el lanar e incluso el caprino, fue llegando al territorio del Río de la Plata también alrededor del siglo XVI, viniendo desde distintas direcciones. Parece ser que fue JUAN NÚÑEZ DE PRADO quien en 1549, trayendo desde Potosí, vacas y ovejas hacia Tucumán, fue quien introdujo ganado vacuno en estos territorios.

Luego fue NUFRIO DE CHÁVEZ, quien desde Cuzco, trajo ovejas y cabras hasta Asunción; en 1557 FRANCISCO DE AGUIRRE trajo un arreo de ovejas desde Chile; en 1570, JUAN ORTIZ DE ZÁRATE hizo llegar a estas tierras yeguas y ovejas que venían desde Tarija y Charcas y en 1580 JUAN DE GARAY introdujo entre 300 y 500 vacas.

Pero fue ALONSO DE VERA Y ARAGÓN quien, en 1587 encabezó un arreo de aproximadamente 4.000 ovejas y 8.500 entre caballos y vacas y lo llevó a Paraguay, convirtiendo a Asunción en el centro productor y proveedor de ganado para toda la cuenca rioplatense (en 1588 HERNANDO ARIAS DE SAAVEDRA desde Asunción envió hacia la recientemente fundada ciudad de Corrientes, 1.500 vacunos y equinos para alimento y labores de sus pobladores).

Siete vacas y un toro. Acudiendo ahora a la obra “Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata» (1612), mal traducida como “La Argentina Manuscrita”, de RUY DÍAZ DE GUZMÁN, parece ser que el origen de nuestras inmensas existencias de ganado vacuno se debe a una descomunal proliferación generada luego del ingreso en 1556 al territorio del Río de la Plata, de ejemplares nacidos del apareamiento de un toro con siete vacas traídas por los hermanos GOES desde Brasil.

Dice DIÁZ DE GUZMÁN en su libro: “En este mismo tiempo llegaron por el río Paraná abajo cierta gente de la que estaba en el Brasil y con ella, el Capitán Salazar, y Ruy Díaz de Melgarejo, marido de Doña Elvira de Contreras, hija del capitán Becerra, como queda referido, y otros hidalgos portugueses y españoles como Scipion de Goes, Vicente Goes, hijos de un caballero de aquel reino llamado Luis Goes: estos fueron los primeros que trajeron vacas a esta provincia, haciéndolas caminar muchas leguas por tierra, y después por el río en balsas; eran siete vacas y un toro a cargo de un fulano Gaete, que llegó con ellas a la Asunción con grande trabajo y dificultad solo por el interés de una vaca, que le señaló por salario, de donde quedó en aquella tierra un proverbio que dice: son más caras que las vacas de Gaete» (

Acotemos que a partir de ese momento podríamos decir que los hábitos alimenticios de los habitantes del Río de La Plata comienzan a cambiar muy lentamente y a lo largo de los años, irán reemplazando al choique (avestruz), al pécari (jabalí), la vizcacha, el pato, la perdíz y a las codornices, por carne de vaca e incluso de caballo.

El primer veterinario
Según argumenta el historiador y médico veterinario OSVALDO A. PÉREZ, la crónica ha vinculado el nacimiento de la ciencia veterinaria en el Río de la Plata con la existencia de esas primeras grandes manadas de ganado salvaje que poblaban la pampa argentina allá por el siglo XVI, diciendo : «El desarrollo de la veterinaria en Argentina fue tardío, y esto se explica porque los animales vivían en libertad, en las llanuras pampeanas. Como el ganado era cimarrón, era abundante y no hacía falta cuidarlo».

«El primer veterinario, en realidad «albéitar» de Argentina, fue JUAN CORDERO MARGALLO, quien en 1613 también ejercía la medicina humana». Luego a partir de 1790 llegaron a Buenos Aires otros profesionales, pero también con el título de «albéitar». Pero la carrera de veterinaria en Argentina y la profesión diplomada como tal, tiene su punto de partida en 1871″.

El primer saladero
«En 1788 se instaló el primer saladero industrial en la Banda Oriental, propiedad de FRANCISCO MEDINA. Al morir Medina lo adquirió el poeta JUAN MANUEL DE LABARDEN, que lo explotó hasta que fue totalmente destruido por un incendio en 1798». «Recién en 1815, la contribución de la carne salada a la demanda agregada de dicho producto. daría un salto considerable con el funcionamiento de saladeros mayores, varios de ellos controlados por JUAN MANUEL DE ROSAS y sus asociados» (ver Los saladeros).

Las curtiembres
«El origen de la industria de curtido de cueros se remonta al año 1790, cuando el director de la Real Fábrica de Curtidos de Sevilla envía al Virreinato a dos de sus oficiales para que enseñen a los criollos a curtir pieles y cueros. Vinieron un irlandés y un español, que llegaron a Buenos Aires en 1790».

NUESTRA HISTORIA: Los orígenes de Argentina: LA PRIMERA SIEMBRA DE TRIGO EN EL RIO DE LA PLATA

Primeros cultivos
Desde aquella liminar siembra de trigo realizada por la tripulación de SEBASTIÁN GABOTO en proximidades del encuentro del río Paraná con el Pilcomayo el 22 de noviembre de 1527, las tierras que pertenecían al territorio hoy ocupado por la República Argentina, sólo se consideraron aptas para el desarrollo de la actividad ganadera durante mucho tiempo por lo que hacia esa actividad se volcaban los mayores esfuerzos y el cultivo de los campos tardó en llegar.

En un comienzo los conquistadores españoles menospreciaron la agricultura, volcándose principalmente hacia la minería. Sin embargo, los centros mineros no podían subsistir sin agricultura y ganadería, pues debían resolver los problemas de alimentación y transporte. Así, en torno a las explotaciones mineras tempranamente se establecieron haciendas y estancias, cuya producción de carne vacuna y porcina, trigo y maíz (también de mulas, cueros y sebo), dirigió a satisfacer las necesidades de la población minera, mientras que en la campaña, los pocos cultivos que existían eran de uso exclusivamente familiar.

Labrar la tierra no era una ocupación que atrajera la atención de los conquistadores como más tarde, tampoco lo fue de nuestros gauchos. La búsqueda obsesiva de tesoros y el constante guerrear contra los nativos, demandaba toda la atención de los primeros y luego, una sociedad que estaba asentada sobre una gran extensión de tierra, poblada por una inmensa cantidad de ganado y que obligaba a muy poco esfuerzo para subsistir, se hizo pastoril.

Aunque en la región pampeana, durante mucho tiempo la ganadería subsistió en solitario y fue su principal actividad económica, a partir de 1553 en Santiago del Estero y en 1561 en Mendoza, comenzó a desarrollarse el cultivo de la vid, en Misiones los cultivos de la yerba mate (iniciados por guaraníes y jesuitas) y abastecía a casi todo el virreinato. Pronto, debido a la demanda altoperuana, surgieron otros cultivos alimenticios: vinos (en Salta, Cuyo, Córdoba), aguardientes y singanis; (bebida alcohólica de la familia del aguardiente de uvas), e incluso plantaciones de olivo, principalmente en La Rioja y Catamarca.

“Pero la necesidad de alimentar una cada vez más creciente población, demandó cambios fundamentales y entre el siglo XVI y el siglo XVIII, la región se caracterizó por la existencia de una auto-suficiencia económica regional. A fines del siglo XVIII, comenzó una etapa en la cual las diferentes regiones comenzaron a intercambiar crecientes flujos de capital, trabajo y bienes, dando inicio a una forma de desarrollo económico incipiente, basado fundamentalmente en las actividades agrícolas y manufactureras.

La agricultura se transformó y comenzó a ser una de las actividades más importantes en América y disparó la valorización social que otorgaba la posesión de la tierra. Nacieron así numerosas haciendas y estancias en territorios que antes no se destacaban por su productividad”.

Pero fue a partir de la llegada de los primeros inmigrantes europeos, a fines del siglo XIX, acostumbrados y hasta amantes del laboreo, cuando la actividad se difundió hasta nuestra campaña y comenzaron a surgir, primero pequeñas granjas con huertos bien cuidados y provistos para consumo de los mismos productores y luego establecimientos de mayores proporciones y destinados a surtir los mercados locales.

Ya en el período de la “Organización Nacional”, en 1868 se creó el primer Instituto de Agronomía de la Argentina y en 1875, el arribo del primer cargamento de granos traídos desde Gran Bretaña, desató una ola de inversión local en cultivos y en silos e inversiones británicas en ferrocarriles y finanzas.

Llegamos así a 1898, que fue cuando por medio de la Ley 3727 se creó el actual Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, durante la segunda presidencia del General Julio Argentino Roca y la agricultura, junto con la ganadería comenzó a constituirse en pilares fundamentales del desarrollo nacional.

Destacados pioneros y propulsores de la agricultura rioplatense
Fueron verdaderos pioneros PABLO BESÓN. Un genovés de nacimiento, y eficiente agrónomo, que en la Aguada de Montevideo, convirtió en vergeles agrícolas lo que era despreciables arenales haciendo verdaderamente “de las piedras, pan”; JUAN AGUSTÍN VIDELA quién en su estancia de Magdalena. Provincia de Buenos Aires, plantó montes de árboles hasta entonces desconocidos en estas latitudes.

FRANCISCO DE ASIS Y CALVO propulsor del cultivo del roble “Torcuato Orgomán”, una importante variedad de plantas útiles en estas tierras; JUAN COBO, que introdujo en la región de Cuyo, una importante variedad de semillas exóticas traídas desde Cádiz, estacas de álamo italiano y álamo negro en cuyo origen debe buscarse las típicas alamedas cuyanas tan propias de su paisaje».

Fuentes: «En torno a 1810”, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Academias Nacionales, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2010; “Historia del ganado vacuno y los frigoríficos en la Argentina); «Notas Históricas». Serafín Livacich, Buenos Aires, 1916.

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