ESPAÑA DISPONE EL ENVÍO DE CABALLOS AL NUEVO MUNDO (21/05/1493)

Por disposición de los reyes de España, CRISTOBAL COLÓN antes de emprender su segundo viaje a América, carga 20 yeguarizos en sus naves. La real cédula detallaba «veinte lanzas jinetas a caballo, escogidas en el reino de Granada y cinco de ellas lleven dobladuras e las dobladuras sean yeguas».

El caballo era un animal desconocido en América y su presencia como elemento bélico iba a ser fundamental en la historia. Cuando los indígenas vieron por primera vez a los con­quistadores montados sobre sus caballos creyeron que se trataba de un solo ser, una especie de centauro que en muchos casos tomaron por dioses.

A pesar de la enorme diferencia numérica, los europeos sacaron gran ventaja en los combates al luchar montados, porque podían atacar y retirarse con mucha velocidad. El papel del caballo fue decisivo para la conquista de los grandes imperios azteca e inca.

Cuando Pedro de Mendoza llegó con sus naves al Río de la Plata, en 1536, traía un importante número de caballos destinados a establecer la superioridad de los conquistadores sobre los aborígenes.

El primer intento de fundar un poblamiento estable en estas tierras, la destruída Buenos Aires, terminó en fracaso y los españoles se marcharon dejando una cantidad no determinada de caballos y yeguas que se fugaron hacia esas inmensas llanuras.

En 1580 Juan de Garay llegó para fundar nuevamente Buenos Aires y se encontró con increíble tropillas de caballos vagando por la pampa. Se calcula que en 44 años, el número de cabezas había llegado a 89.000. Con el paso del tiempo, algunos indígenas, especialmente los araucanos llegaron a ser maestros en el manejo de los caballos y fueron también para ellos, una incomparable arma de combate (ver Los caballos, protagonistas de la Historia Argentina).

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