UNA PAGINA DE HUDSON
La transcribimos de El Ombú, en la traducción de Eduardo Hilman (Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1941. Colección Austral, 182). Dice así: Un redepente se aparició un mozo que venía a caballo, a toito escape, hacia la tanquera, gritando: !Loh`ingleses!. Todos no paramoh`al instante, y enderezamos pa la tranquera, y subiéndonoh encima, vimos palao en que sale el sol, a menos de media legua, un gran ejército que marchaba en dirección a GùenohAires. Podíamos ver que la parte e la tropa que iba adelante, había hecho alto a la orilla e un arroyo que corre al lao el convento y desemboca en el Plata, a dos leguahal Este de ay.
La tropa se componía toita e infantería y una pilae e gente la venía siguiendo a caballo; asigún nos contó el mozo, vecinos que habían ido a ispiar a loh invasoreh ingleses; también dijo que los soldados, al llegar al arroyo, habían empezao a tirar sus mantas al suelo, y que el gauchaje lah estaba recogiendo. No hizo más que oír esto Don Santos, cuando ijo que iba a juntarse con ellos, y montando su flete, y siguiéndolo de atrasito yo y dos de los flaires, que dijeron que querían recoger algunas mantas pal laoel arroyo. Al llegar ay, encontramos que, no contentos lohingleses con el paso, que tenía un fondo sumamente barroso, habían arreglado otro lugarpor ande cruzar, derrumbando los bordes del arroyo a ambos laos; habían dueblao una pilae mantas, y lahhabían tendido en el lechoel arroyo, ande media unos veinticinco pasos de un lao al otro. Tamién estaban tirando la mar de mantas, y el gauchaje lahestaba recogiendo y cargando con ellas sus fletes.
Don Santos se metió en medioé la turba y agarró una diez o doce mantas, las mejores que halló, pa dárselaha los flaires; entonces recogió algunas pocas pa él mesmo y me ordinó que se las cargara a mi flete. Les hizo mucha gracia a los soldados ver lo apuraos que estábamos recogiendo las mantas del suelo; pero cuendo unoe los nuestros gritó: Esta gente debe haberse guerto locam pa tirar sus mantas de esa manera, con este tiempo frío; tal vez sus casacas coloradas lohabrigarán cuando estén tendidos por ay esta noche. Un soldado que comprindió y sabía hablar español, retrucó : -No necesitamos máh esas mantas, señores. Cuando durmamohotra vez, será en las mejores camas de GuenohAires -. Entonces gritó don Santos: -Ese, señores, tal vezsea un sueño él que jamás dispierten-. Esto que dijo don Santos lohhizo fijarse en él, y el soldado retrucó: -No hay muchhombres como usté por estas terras, ansina que nonohasusta lo que usté dice-. Dispués, los soldados se entretuvieron mirando a los flaires, mientras ataban a sus fletes las mantas que don Santos les había dao, y afijándose que llevaban espuelas atadaha sus patas peladas, se rieron a gritos, y el que hablaba español les dijo: -Sentimos mucho, guenos hermanos, que no tengamos botas que ofrecerles., además de las mantas-