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VIAJANDO POR EL INTERIOR.(1729)
Córdoba del Tucumán, 3 de agosto de 1729.
«Carísimo señor hermano: Va pasando todavía el tiempo sin que pueda aún daros noticia del destino que deben darme los superiores. Si algo ocurre de particular, no dejaré de agregarlo al fin de ésta, como hice en la carta escrita desde Buenos Aires, en que os di noticia de todo el camino hecho por mar.
Así lo haré en la presente, en que debo referiros la navegación hecha por tierra. Así la llamarías, y con razón, si vieseis las inmensas campañas, que sin descubrir límite alguno en el horizonte, se extienden de Buenos Aires a Córdoba del Tucumán… Las cartas geográficas dan cuatrocientas millas en línea recta entre una a otra ciudad, y podéis imaginar, que necesariamente habremos agregado otro centenar de millas por los varios giros y regiros que es necesario hacer, ya porque así lo quiere el camino antiguo y deteriorado, ya para encontrar el paso de algunos riachuelos que lo atraviesan, ya, en fin, por hallar agua dulce que beber, de lo cual este vasto país es más escaso de lo que puede imaginarse.
Dije navegación principalmente por dos motivos: primero, porque en todo este camino que ha durado un mes entero, no solamente no se encuentra un montecillo, una colina, pero ni siquiera se descubre con la vista la menor ondulación montuosa. Sólo después de veinticinco días, se empiezan a ver las Sierras de Córdoba. Se encuentran algunas casas, distantes cuando menos unas de otras ocho o diez millas. Todas de paja, aforradas por fuera con cueros y fabricadas de barro. Hasta la mitad del camino no se ve un árbol, sino cerca de las casas donde plantan algunos, que echando por sí mismos nuevos vástagos, acaban por formar bosques.
Todo el terreno se ve que es muy propio para la cultura, produciendo por todas partes magníficos pastos para los animales, sin encontrarse una sola planta, pues La primera que vimos fue a tres millas antes de llegar a Córdoba. Exceptuando algunos pequeños plantíos, en que se siembran granos y trigos, todo lo demás se encuentra inculto, parte por falta de agua, parte por descuido de los paisanos, generalmente satisfechos con vivir en la miseria, con tal de no tener trabajo.
El segundo motivo porque dije navegación es que antes de ponerse en camino es necesario hacer las mismas provisiones que si se fuese a viajar por mar. Así, antes de partir de Buenos Aires nos proveímos de lo necesario para todo el camino, es decir, pan, galleta, huevos, pescado salado, buena cantidad de animales vacunos, y las vasijas de agua que bastasen hasta encontrar algún río donde llenarlas de nuevo (Carta del Padre Gervasoni a su hermano Angelino Gervasoni, publicada en el Nº 38 de La Revista de Buenos Aires,
Carta del ingeniero Santiago Bevans a su hija en 1806)
“ Mi empleo me obliga a viajar continuamente al interior de este curiosos país. Se reirían Uds. al verme salir de casa en un coche arrastrado por cuatro caballos que manejan tres hombres: dos montados en los animales delanteros y el otro, en el pescante. En llegando a una posta, hay que esperar el cambio de las bestias, las que unas veces están sueltas y otras guardadas en un corral.
En este último caso, se evita que el encargado del cambio salga al campo y tire el “lazo” (suerte de tirilla de cuero con una argolla en un extremo), sobre la cabeza del animal elegido, repitiendo la operación hasta juntar todos los que necesita. Varias veces he comido en estas postas. La comida es siempre la misma. Cuando llega el carruaje, sale un muchacho corriendo al campo y trae un cordero que ha degollado y desollado en pocos minutos y cuya carne sujeta a un “asador”, que es un hierro clavado en tierra, a poca distancia del fuego, éste se hace con troncos de madera, hojas secas u otro combustible.
Cocinada la carne, es servida en una fuente de gran tamaño y la comida es suficiente como para satisfacer el hambre de cuatro o cinco personas. Lo curioso es que el dueño de la posta nunca acepta el pago del almuerzo. En ocasiones, nuestro coche es tirado por seis mulas a la vez, en lugar de los cuatro caballos que generalmente se utilizan, y esto resulta muy divertido. Felizmente, pronto gozaré de más comodidades.
Se está construyendo un carruaje suficientemente largo como para que pueda ir yo acostado en su interior. Tengo a mi servicio dos oficiales de policía, que el gobierno ha destinado a ese efecto. Estos oficiales viven en nuestra casa y cuando salgo me siguen y cuidan”
Almuerzo en salta (1806). «Una mujer atendía la mesa. Todos los platos son servidos a la vez. La sopa fue reemplazada por arroz seco. Otra fuente contenía pescado y carne asada cortada en trozos. Luego – vino la ensalada y un plato de lo que llaman “olla podrida”, compuesto de habichuelas, coles, arroz, garbanzos, carne asada y salchichas. Entremeses de maíz cocido con agua (sencillamente mazamorra). Como postre, dulce de naranja muy bueno. Olvidaba decir que al lado de cada uno había un trozo de queso y que con él dimos principio a la comida. No había jarra sobre la mesa: el agua se servia en un pequeño cacharro cada vez que uno de nosotros quería beber. Un medio botellón de vino obligaba a moderarse en las libaciones (extraído del “Diario de viaje del pintor francés León Falliére).