UN VIAJE AL INTERIOR DE LAS PAMPAS (1729)

“Y para que tengáis idea clara de nuestro viaje, quiero describir el modo cómo se acostumbra hacerlo. Se podría hacer a caballo como lo hacen los Expresos y los Correos, que se envían, los cuales llevan consigo cuatro caballos”.

“El correo cabalga uno y los otros tres los hace correr adelante, atados juntos y los va mudando y cabalgando ya uno, ya otro, mientras tienen aliento. Por esto no pasaba día, que no encontrásemos tres o cuatro caballos muertos sobre el camino. Pero los viajes ordinarios se hacen en carretas, como lo hicimos nosotros”.

“La carreta es una especie de carro que en parte conviene con nuestro «biroccio», en parte con los carretones romanos y en parte ni con unos ni con otros. Viene a ser como nuestro «biroccio».

“Encima hay un tablado bien hecho con tablas gruesas, ancho y largo que pueda servir cómodamente de cama para una persona, y tenga espacio para el asiento de tres por cada lado”.

“Bajo el techo se ponen las provisiones, porque  los cofres, los líos y los paquetes se ponen fuera y sirven para sentarse encima. El todo está cubierto por cuatro muros de paja, con bóveda igualmente de paja, forrada exteriormente con cuero de buey y de tal altura que yo podía cómodamente estar derecho”.

“La carreta tiene la puerta o entrada detrás y se entra con una escalera que se alza cuando se camina. Toda esta máquina está puesta y equilibrada sobre dos grandes ruedas mayores que las de los carretones romanos y es tirada siempre por cuatro bueyes”.

“Toda carreta tiene su carretero, que la guía siempre sentado donde viene a estar el cochero en nuestras carrozas, dejándole un lugar como de dos palmos dentro del cóncavo de la carreta en una especie de nicho cerrado tras de él por un muro de paja”.

“Tiene el carretero en la mano dos púas, una enhastada en una caña bastante larga, con la que dirige los bueyes que van adelante y la otra más corta, para los dos que están al pértigo”.

“El orden de la marcha era regularísimo. Dividíanse las cuarenta y cinco carretas en tres escuadras. Cada una de éstas venía separada de la otra una media milla. Precedía a todas, un hombre a caballo que enseñaba el camino a la primera carreta, después seguía una tras otra, presentando un lindísimo espectáculo” (Carta del Padre Carlos Gervasoni a su hermano Angelino Gervasoni, publicada en el Nº 38 de La Revista de Buenos Aires).

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