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UN INEXPLICABLE ERROR DE LA PRIMERA JUNTA (06/12/1810).
El rechazo de MARIANO MORENO a los honores que se le habían tributado a CORNELIO SAAVEDRA, generó el dictado de un Decreto cuya interpretación dio motivo a que la Primera Junta de Gobierno cometiera un inexplicable error.
En efecto, el 6 de diciembre de 1810, la Primera Junta de Gobierno formada el 25 de mayo de 1810 envió al Alto Perú, para afirmar su autoridad y difundir los principios revolucionarios, una expedición militar que, el 7 de noviembre, venció a tropas del virrey del Perú en Suipacha. Como en esta batalla intervinieron efectivos del Regimiento de Patricios, jefes y oficiales de dicho cuerpo organizaron un festejo en su cuartel porteño, siendo invitados de honor el jefe del cuerpo y Presidente de la Junta, el coronel CORNELIO SAAVEDRA, y su esposa.
En la ocasión se produjeron dos hechos de largas consecuencias. El primero tuvo por protagonista a MARIANO MORENO, uno de los Secretarios de la Junta, quien concurrió al cuartel para asistir a la reunión, sin haber sido invitado, por lo que, los centinelas de guardia no le permitieron ingresar.
En el segundo, el capitán ATANASIO DUARTE tomó una corona de dulce que adornaba un postre y la puso en manos de Saavedra, quien a su vez se la entregó a su esposa. El gesto del oficial fue considerado como expresión de que algunos pretendían considerar al presidente de la Junta nuevo emperador de América.
Si bien muchos de los concurrentes no dieron importancia a lo hecho por DUARTE, en mérito a hallarse éste en estado de embriaguez, el suceso trascendió y llegó a conocimiento de MORENO. Sin dejar pasar tiempo, el joven e impetuoso Secretario, evidentemente agraviado por habérsele impedido asistir y quizás más aún, herido en su ego, redactó un proyecto de Decreto que el 6 de diciembre presentó a la Junta, que lo aprobó sin modificaciones inmediatamente, con el voto de Saavedra incluido.
Este Decreto daba normas sobre honores hechos al Gobierno y a sus miembros, como, por ejemplo, que quien brindase por un miembro de la Junta en particular sería desterrado por seis años. También prohibía «que ningún centinela impida la libre entrada en toda función o concurrencia pública a los ciudadanos decentes que la pretendan”.
Hasta aquí nada hay que no haya sido dicho y repetido reiteradamente. En cambio, no se suele recordar que el flamante Reglamento creó dificultades y dudas impensadas para su aplicación. Por ello, el sargento mayor de la plaza porteña, teniente coronel MARCOS BALCARCE, responsable de hacer ejecutar varias de las nuevas disposiciones, preguntó qué debía entenderse por “ciudadano decente”.
ROBERTO MARFANY halló en el Archivo General de la Nación, un borrador de la respuesta que se le dio al preocupado militar: «…se reputará decente -se le precisó- toda persona blanca que se presente vestida de fraque o levita…”. O sea que, por contrario imperio, cometiendo un inexplicable error, para la Primera Junta, no era decente y quedaba excluido un hermano en religión de San Martín de Porres si como éste, era mulato o vestía hábito, o incurría en ambas cosas a la vez.
Tampoco lo serían aquellos blancos, negros y mulatos que vistiendo el uniforme de la Patria, el austero traje ciudadano o el característico “chiripá” de nuestros gauchos, fueron protagonistas de su nacimiento como nación soberana, tales como el Teniente Coronel Inocencio Pesoa, María Remedios del Valle, denominada hoy la Madre de la Patria, el Teniente Coronel Nicolás Cabrera, el soldado Batallón, el amigo de San Martín, Bolívar y O’Higgins, don Bernardo de Monteagudo, el Teniente Coronel Agustín Sosa, Martín Miguel de Güemes, el Teniente Coronel Manuel Macedonio Barbarín, el Coronel Domingo Sosa, el Soldado Joaquín Chaves (dixit Enrique Mario Mayochi).