SUBLEVACIÓN DE MENDIZÁBAL (09/01/1820)

A los gritos de ¡Viva la Federación! ¡Mueran los tiranos!, se amotinó en la ciudad de San Juan, el Batallón 1º de Línea, compuesto por alrededor de mil efectivos, encabezados por el capitán MARIANO MENDIZÁBAL (1) y la mayor parte de los sargentos. poniendo transitoriamente en peligro, el plan de liberación continental de SAN MARTÍN.

Iniciaron la sublevación con el capitán MENDIZÁBAL, Francisco SOLANO del CORRO y Manuel MORILLO quienes depusieron al Gobernador que se resistía a dejar el mando en manos de MENDIZÁBAL y se apoderaron de todos los jefes no comprometidos en el motín, poniéndolos en prisión junto al comandante Severo GARCÍA de SEQUEIRA, que trató de resistirse al motín.

SEQUEIRA y sus compañeros fueron alejados de San Juan con el pretexto de ser remitidos a disposición del Director del Estado; pero, al llegar al lugar solitario de Aguango, fueron ejecutados sumariamente.

En 1819, el difícil año de la anarquía argentina, el general SAN MARTÍN se vio acosado entre las órdenes gubernamentales instándolo a regresar a Buenos Aires para hacerse cargo del Ejército Nacional para aplastar los movimientos sediciosos que atentaban contra la paz del país o continuar preparándose para realizar su lucha por la independencia hasta el Perú y la victoria final.

Optando por esta última alternativa, volvió a cruzar los Andes hacia Chile con parte de sus efectivos, dejando a otras fuerzas en el área de Cuyo para que continuaran con las tareas de reclutamiento, organización y reunión de abastecimientos, pertrechos y caballería que eran necesarias para este último fin.

Aprovechando esta ausencia, el ex capitán MARIANO MENDIZÁBAL (q.v.) que había sido reincorporado a las filas del Ejército, luego de sufrir un castigo por la insubordinación que protagonizara el año anterior, revistando a fines de 1819 en el Batallón Cazadores, con base de San Juan, se convirtió en el principal instigador de una revuelta protagonizada por soldados que aborrecían la rígida disciplina impuesta por San Martín, esperando que con su actitud, se los excluyera de la Campaña programada por éste y así quedarse a salvo en el suelo patrio.

El movimiento, apoyado por federales de esa provincia, por enemigos personales y políticos del gobierno de San Juan y por oportunistas, que como siempre tenían puesto el ojo en especulaciones políticas y económicas, estalló el 9 de enero de 1820.

Ese día, el personal de tropa del Batallón Cazadores se sublevó, bajo las órdenes de sus sargentos. Arrestó a sus oficiales, marchó sobre la ciudad y tomó posesión de la gobernación. Depuso al Gobernador de la provincia, al ilustre colaborador de SAN MARTÍN, el coronel JOSÉ IGNACIO DE LA ROSA y enseguida, el Cabildo de San Juan designó  a MENDIZÁBAL Teniente Gobernador de la Provincia de San Juan.

Éste proclamó su autonomía del gobierno central de Buenos Aires. Días después, en apoyo de la revuelta iniciada por MENDIZABAL, se sublevó en Mendoza el Batallón 1° de Cazadores de los Andes, bizarro cuerpo que combatiera gloriosamente en la campaña libertadora de Chile y para evitar derramamiento de sangre en el país, donde ya acababa de asomar la anarquía, el general TORIBIO DE LUZURIAGA, gobernador intendente de Cuyo, el día 17 del mismo mes resignó el mando en manos del Cabildo de la capital.

Fue evidente que los líderes del movimiento carecían de programa y la provincia de San Juan, como otras que tomaron el mismo camino, sufrieron los desenfrenados excesos y atrocidades cometidos tanto contra las personas como contra la propiedad por los soldados alzados en armas, mientras los oficiales reñían entre ellos, y competían por el liderazgo político y el poder.

BARTOLOMÉ MITRE calificó este hecho como una revuelta originalmente espontánea, desviada luego por intereses personales de sus líderes. «Una revolución federal de la índole observada en muchas de las provincias como una reacción contra el centralismo propugnado en Buenos Aires».

Enfrentados los sediciosos con el fracaso de su intentona, principalmente provocado por la falta de un sustento racionalmente organizado para la misma, Mendizábal fue desalojado del poder y finalmente los otros caudillos de la revuelta se unieron a las fuerzas federales a lo largo de la costa o formaron bandas de saqueadores.

San Martín destacó a un comisionado para tratar de recobrar lo que se pudiera de las unidades militares implicadas, pero tuvo poco éxito.

San Juan reconquistó el control de su propio gobierno y hasta llegó a declarar su independencia y si bien este levantamiento, podría considerarse como uno de los tantos cambios violentos de gobiernos provinciales, la rebelión conducida por Mendizábal adquirió una relevancia especial por la amenaza que significó para los planes de liberación de San Martín, por su coincidencia con la de Arequito (q.v.), porque unidades del propio Ejército de San Martín estaban implicadas y por los inaceptables excesos cometidos a su amparo, aun en una época de violencia (ver Revoluciones, motines y sublevaciones).

(1) Para algunos autores, el cabecilla principal de la revuelta fue el alférez CATALINO BIENDICHO (Bartolomé Mitre, «Historia de San Martín y la emancipación sudamericana»).

 

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