CUERPO DE VIGILANTES DE NOCHE (13/03/1834)

SERENOS, así se llamaba popularmente a los integrantes del “Cuerpo de Vigilante de Noche”, creado el 3 de junio de 1834. Eran los guardianes encargados de rondar de noche por las ciudades durante la segunda mitad del siglo XIX.

El nombre deriva de la costumbre que tenían, de ir anunciando la hora y el tiempo durante toda la noche, gritando: «las doce y sereno» o «lluvioso».

 En la época colonial había ciudadanos o soldados dirigidos por el Alcalde, que velaban por la seguridad nocturna y ya en 1805 el Cabildo de Buenos Aires quiso establecer un servicio regular de serenos pero no tuvo éxito. En 1815 hizo un segundo intento, que también fracaso

En 1821, el diputado de policía JOAQUÍN DE ACHÁVAL decidió probar por tercera vez y tampoco pudo ponerse en práctica el servicio que ya le era imprescindible a la ciudad de Buenos Aires, dado el incremento que había sufrido su población.

En 1833, el gobernador BALCARCE volvió a proponer el proyecto y al año siguiente, el general LUCIO NORBERTO MANSILLA, jefe de la Policía de Buenos Aires, simultáneamente con la creación del cuerpo de «Vigilantes de Día de la Ciudad» (3 de junio de 1834), creó el “Cuerpo de Serenos” (o “Vigilantes de Noche), policía nocturna que entró en servicio el 13 de marzo de 1834, y se relevaba con los “Vigilantes de Día», alternando con ellos su presencia en las calles de la ciudad de Buenos Aires.

Estaba formado por catorce hombres que patrullaban treinta y tres cuadras del centro de la ciudad y no eran en realidad un cuerpo oficial de policía, pues si bien dependía funcionalmente del Jefe de esa Repartición, eran costeados por los vecinos, que abonaban al efecto, un llamado “Impuesto de Serenos”, que era administrado por una Comisión Directiva, a la que también se hallaban subordinados.

Sus obligaciones eran, además de las de vigilancia, la de despertar a los vecinos que se lo solicitasen, controlar que las puertas de las casas y comercios estuvieran bien cerradas (llamaban a los propietarios en caso de no estar así), atender las emergencias de los pobladores, por ejemplo, llamar al médico o al sacerdote, volver a encender los faroles o luces que se habían apagado accidentalmente, mantener el orden y velar por el cumplimiento de la ley.

Cada 30 minutos debían cantar la hora y el tiempo, con el agregado del consabido lema político durante la época de ROSAS (“Las doce han dado y sereno, viva la santa Federación” era el latiguillo usado).

Actuaban provistos de un farol para alumbrarse y hacer señales, una lanza corta y pistola para defenderse, y un capote con caperuza para protegerse de las inclemencias del tiempo. Fuera de lo nombrado, que era lo que los uniformaba, en lo demás, vestían a su arbitrio y fue frecuente verlos con sombrero gris de copa alta, pañuelo al cuello, con el obligado cintillo federal en el pecho, rojo, calzoncillo cribado blanco y pesados botines negros.

En 1840 comenzaron a vestir uniforme, al igual que las fuerzas policiales y como ellas militarizados. Con el crecimiento de la ciudad, este Cuerpo se hizo cada vez más numeroso y durante el gobierno de ROSAS, se involucró tanto con el gobierno, que se disolvió después de la caída del caudillo.

En 1852, casi inmediatamente después de Caseros, el cuerpo de “Serenos” o “Vigilantes de Noche”, fue reorganizado. Recuperaron su estado civil, pero ahora patrullaban las calles a caballo y en 1854, pasaron a depender de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires

Este pintoresco organismo, cuyos integrantes dieron una nota característica a la vida nocturna de Buenos Aires, desapareció junto con los «Vigilantes de Día», al ser sustituidos ambos, por el «Cuerpo de Vigilantes» y sus funciones pasaron a ser responsabilidad de la Policía.

Los “serenos” prestaron su último servicio en la ciudad de Buenos Aires durante la noche del 30 de noviembre de 1872, pero hasta 1883 continuaron prestándolo en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe (ver La Policía Argentina. Origen y evolución).

1 Comentario

  1. HML

    Interesante y amena forma de enseñar nuestra historia.

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