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ROSAS EXPULSA NUEVAMENTE A LOS JESUITAS (00/03/1843)
El 9 de agosto de 1836 llegan a Buenos Aires, procedentes de Europa, seis religiosos de la Compañía de Jesús a quienes tanto el gobierno como la población tributan cálida acogida.
Días más tarde, el 26 de agosto, un decreto de Rosas dispone el restablecimiento de la Compañía de Jesús «tan respetable entre nosotros por los imponderables servicios que hizo en otro tiempo a la religión y al Estado».
Se produce así en América del Sur, la primera revocación de la pragmática de Carlos III que había dispuesto su expulsión en 1767.
El 7 de diciembre de 1836 los padres jesuitas son autorizados para abrir «aulas públicas de gramática latina, y después, cuando puedan y lo indiquen las circunstancias, enseñar la lengua griega y la retórica, poner Escuelas de primeras letras para varones y establecer cátedras de filosofía, teología. cánones, derecho natural y de gentes, derecho civil y derecho público eclesiástico, como también de matemáticas».
Al maestro mayor de la ciudad, arquitecto SANTOS SARTORIO, se le encarga de «la compostura y aseo de las piezas en que hayan de situarse dichas aulas» y al rector de la Universidad, se le ordena facilitar «todos los trastos, muebles y utensilios que haya de más en el establecimiento de su cargo, y que no haciendo allí falta, puedan ser útiles al servicio de dichas aulas».
Pronto resulta evidente que los jesuitas, cuyo número se eleva rápidamente a 39 con la llegada de otros y la incorporación de algunos, ya ancianos, que habían quedado en Buenos Aires luego de la expulsión, no mantienen cordiales relaciones con Rosas.
Desean quedar al margen de la propaganda federal. Rosas ha logrado que en todas las parroquias y funciones religiosas se predique en favor de los federales. El propio obispo exige a los párrocos que impidan el acceso a los templos de los fieles que no ostenten el distintivo federal.
Pero los jesuitas no usan la divisa en el Colegio, ni prohiben que los alumnos vistan prendas de colores «unitarios», es decir, celestes o verdes.
Una carta de NICOLÁS MARINO, fechada el 4 de setiembre de 1841, refleja el sentir rosista sobre !a conducta de los jesuítas. «Estos padres, que todo lo deben a nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes, han creído poder cubrir con el ropaje de su hipocresía la ingratitud de su conducta y la perversidad de sus hechos».
Pero se han precipitado en un funesto error. Los conocemos ya los federales. Son unos salvajes unitarios, tanto más alevosos cuanto que profanan la religión y la virtud, haciéndolas servir a su deslealtad y asquerosa codicia.» El 4 de octubre de 1841 comienza a oírse por las calles de Buenos Aires: «Mueran los jesuitas salvajes unitarios ingratos'».
Alarmado, el padre MARIANO BERDUGO, Rector del Colegio, aloja a los sacerdotes en varias casas amigas y les concede asueto a los alumnos, que pronto dejan de concurrir definitivamente al establecimiento por disposición de sus padres.
Ante la hostilidad, creciente, el padre BERDUGO se oculta en la ciudad y el 20 de octubre huye a Montevideo. Esta fuga complica aún más las cosas. Finalmente, en marzo de 1843, el jefe de policía, BERNARDO VICTORICA, dispone la expulsión de los padres no secularizados. Sólo dos, FRANCISCO MAJESTÉ e ILDEFONSO GARCÍA, permanecen en Buenos Aires (ver Rosas y los Jesuitas)
A quién no persiguió ese dictador asesino?
Ejemplo del populismo y peronismo ladron y corrupto que siempre le siguió los pasos…
Es la Argentina prehistórica que se niega a avanzar.
Quizás muy en el fondo los jesuitas eran masones. Porque la Santa sede está contaminada desde sus inicios.