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PRIMERA CARGA DE LA CABALLERIA ARGENTINA EN PERDRIEL (27/06/1806)
En Perdriel, los Húsares de Pueyrredón, según lo registra la Historia, llevaron la primera carga de un Regimiento de caballería contra un adversario, y fue durante un ataque que se llevó contra los invasores ingleses, que había desembarcado tres días antes en Buenos Aires.
El 27 de junio de 1806, una columna de 1.500 soldados ingleses al mando del general WILLIAM CARR BERESFORD, entra triunfante en las calles de Buenos Aires, al redoblar de sus tambores y con las banderas desplegadas. En esa forma tomaban posesión de una ciudad que por aquel entonces contaba con una población de 45.000 habitantes.
El 30 de julio, una División de caballería al mando de JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN, bajó al caserío de Perdriel para esperar la llegada del Capitán de Navío SANTIAGO DE LINIERS, que debía incorporarse con un Ejército reclutado en la Banda Oriental y luego avanzar juntos sobre la ciudad, para intentar su recuperación.
En esta División revistaban el coronel MARTÍN RODRÍGUEZ, el sargento mayor MANUEL OCAMPO, el sargento mayor TOMÁS GUIDO, el capitán TOMÁS VIDELA, el capitán JUAN ANTONIO TERRADA, el capitán BENITO NAZAR, el capitán ANTONIO YANIS, el teniente MARIO CARRANZA y los subtenientes ESTRADA y MONTES DE OCA.
El pequeño ejército gaucho, organizado para esta operación, gracias a la autoridad e influencia que JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN, tenía entre sus efectivos, mucha gente de campo, que carecía de tanta preparación militar como la de los realistas, pero le sobraba coraje.
A las fuerzas así concentradas en Perdriel se le unieron el Regimiento de Blandengues, al mando del comandante ANTONIO OLAVARRÍA y con este refuerzo se totalizaron aproximadamente 600 hombres, quedando a la espera de Liniers.
El jefe inglés, coronel GUILLERMO CARR BERESFORD, tuvo pronto conocimiento de todo lo que estaba pasando en Perdriel y se dispuso a sorprender a Pueyrredón antes de que Liniers cruzara el río de la Plata con sus tropas de refuerzo. El 31 de Julio, a las 24 horas, marchó con 500 hombres del famoso Regimiento 71 de Highlanders y 6 piezas de artillería, a fin de sorprender a la división gaucha.
A las 11 de esa noche, MARTÍN DE ÁLZAGA, enterado (vaya a saber cómo) de estos planes del enemigo, solicitó dos voluntarios para llevar en forma urgente esta información a Pueyrredón. A las 5 y 30 del viernes 1º de agosto de 1806, llegó al campamento de Perdriel una expedición compuesta por 50 voluntarios con armas y municiones.
Casi al mismo tiempo, el jefe de las avanzadas, coronel MARTÍN RODRÍGUEZ, avistó la aproximación de una columna enemiga en dirección a Perdriel.
Rápidamente se colocaron en batería cuatro carronadas (1) y en el centro dos pedreros (2). A lo largo de una tapia recta allí existente, se concretó la línea de defensa: dos grupos de tiradores ocupaban sus extremos y en total las fuerzas defensoras no excedían de 80 hombres. La caballería voluntaria, los Húsares, a las órdenes de JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN, se situó a retaguardia.
El Comandante OLAVARRÍA con su Regimiento de Blandengues, se constituyó en reserva y 30 minutos más tarde la columna enemiga estaba ya próxima. Los criollos, al avistar al invasor, enarbolaron una divisa blanca y encarnada y a los gritos de: «¡Santiago! ¡Cierra España! ¡Mueran los herejes!» y a las 7 de la maña abrieron el fuego con su escasa artillería, en tanto que la infantería hacía también lo propio.
El fuego de la artillería fue contestado por los ingleses, quienes adelantaron la línea de tiradores. La derrota era ya un hecho. Los Blandengues se pusieron en retirada, formados, con su comandante a la cabeza.
Sólo 109 hombres quedaron en el campo de acción, de los cuales 14 eran de caballería. El General BERESFORD ordenó avanzar a su infantería, dejando a retaguardia a la artillería. Cuando los ingleses llegaron a la tapia encontraron los cañones de los defensores.
Fue entonces que Juan Martín de Pueyrredón, con el propósito de salvar su artillería, poniéndose al frente de un grupo de partidarios, dio una carga a la infantería inglesa, apartándose mucho de sus gauchos, debido a estar mejor montado, y dirigiéndose hacia el sitio donde se encontraban el General Beresford y el Coronel Pack y los hubiese muerto o tomado prisioneros, un disparo no mataba el caballo que montaba Pueyrredón, dando con él por tierra..
Mientras los soldados ingleses avanzaban contra el jefe caído, un criollo ganó, con la rapidez del rayo, la retaguardia del flanco derecho del Regimiento 71 cargando en línea recta sobre el General Beresford. Su edecán, capitán ARBUTHNOT, que estaba cerca, lo contuvo con su espada, pero el jinete, zigzagueando, atravesó las filas del 71 y consiguió recoger a su valiente jefe en el anca de su veloz caballo.
Los ingleses que presenciaron la escena, no pudieron evitar de expresar su admiración y gritaron: -¡Vean, muchachos, qué tipo valiente!. El jinete que acababa de salvar la vida de Pueyrredón era LORENZO LÓPEZ, el alcalde del Pilar, quien protegía la retirada de los cañones.
Otro caso de heroísmo en esa acción, se mostró en un artillero alemán que había desertado junto con el Sargento HARRY y que solo, se mantuvo firme al pie de su cañón hasta que fue hecho prisionero. Llevado a la ciudad, fue juzgado y fusilado sobre el tambor. Antes de su ejecución el obispo en persona le administró el sacramento.
Era éste un cabo irlandés, desertor de las tropas inglesas, llamado MIGUEL SKENNON, que combatía por su fe católica contra los herejes ingleses, al lado de los argentinos. Así, en esta acción, nacieron los Húsares de Pueyrredón y con ellos la Caballería Argentina. Así se bautizaron, entre el fuego, con olor a pólvora y sabor a gloria, para luego, a sable y lanza, labrar la libertad americana (ver Primera invasión e los ingleses al Río de la Plata).
(1) Carronada: cañón de artillería, corto y de grueso calibre. (2) Pedrero: boca de fuego que disparaba pelotas de piedra.