PEÑALOZA, ÁNGEL VICENTE (1798-1863)

ÁNGEL VICENTE PEÑALOZA fue un caudillo riojano más conocido por su apodo de «El Chacho» (diminutivo afectuoso de muchacho), que lucho empecinadamente contra Rosas y contra el gobierno de Buenos Aires durante toda su vida.

Nació en 1796 en la pequeña aldea de Guaja, provincia de La Rioja, cerca de los pagos donde años antes había nacido JUAN FACUNDO QUIROGA. Era bisnieto de Francisco Javier Mercado de Peñaloza, poblador de Los Llanos de La Roja en el siglo XVII.

Recibió una educación elemental al lado de su tío abuelo, el presbítero y doctor Ángel Vicente Peñaloza y siendo aún muy jovencito se incorporó como soldado de las milicias riojanas al mando de JUAN FACUNDO QUIROGA.

En 1817 integró la caballería llanista que fue con la expedición del general SAN MARTÍN a Copiapó, acción en la que se lucen los riojanos y se hacen merecedores de la distinción  que SAN MARTÍN otorgó «a los vencedores de Chacabuco».

A partir de 1820 el «Chacho» acompaña a QUIROGA en todas sus campañas. Primero contra GREGORIO ARÁOZ DE LAMADRID y después contra JOSÉ MARÍA PAZ. Combatió en la batalla de El Tala, librada el 27 de octubre de 1826 y el ahora capitán PEÑALOZA resultó gravemente herido de un lanzazo.

En La Tablada, combate librado el 22 de junio de 1829, fue uno de los jefes de la caballería de QUIROGA que dieron doce cargas sucesivas sobre los cuadros de infantería de PAZ, arrebatándole todas sus piezas de artillería.

En 1835, después de la muerte de FACUNDO QUIROGA, en combinación con el gobernador sanjuanino MARTÍN YANZÓN, se levantó en armas con el pro­pósito de derrocar al gobernador rosista de la Rioja, FERNANDO VILLAFAÑE, pero fracasó en el intento.

En 1840, cuando el general catamarqueño, TOMÁS BRIZUELA, su amigo, asume la jefatura militar de la Liga del Norte contra JUAN MANUEL DE ROSAS, el «Chacho» fue de la partida y se distinguió durante una campaña que finalmente resultó desastrosa para los unitarios.

Después de la derrota sufrida en «Rodeo del Medio», el 24 de setiembre de 1841, tuvo que asilarse en Chile. En abril de 1842  repasó la cordillera y entró en La Rioja, dispuesto a emprender una nueva campaña contra las fuerzas rosistas y durante un año, con las pocas fuerzas que había logrado reclutar, sostuvo una desgastante actividad que no le fue propicia, por lo que tuvo que huír nuevamente a Chile.

A principios de marzo de 1844 y en febrero de 1845 intentó nuevamente levantar su provincia contra el poder de ROSAS, pero fracasó en ambos movimientos.

En mayo de 1845 decide volver a su patria, contando con la ayuda del gobernador de San Juan, su amigo NAZARIO BENAVÍDEZ, con quien había hecho las campañas contra los unitarios, desde 1826 hasta 1831.

Amparado por el jefe sanjuanino pudo radicarse nuevamente en Los Llanos y en febrero de 1848, encabezar un movimiento contra el gobernador riojano VICENTE, para encumbrar en el gobierno a MANUEL VICENTE BUSTOS.

Logrado su objetivo, junto a BUSTOS, PEÑALOZA apoyó la gestión de URQUIZA a partir del Acuerdo de San Nicolás, y después de 1854 se convirtió en firme puntal de la Confederación  Argentina  en el noroeste.

El 7 de julio de 1855 fue ascendido a coronel mayor del ejército nacional y el 27 de junio de 1861 el gobierno de la  Confederación lo nombró Comandante en jefe de 1a Circunscripción Militar del Noroeste, que comprendía La Rioja y Catamarca.

Después de Pavón, esperando en vano una ayuda de URQUIZA,  resistió dos violentos intentos de ocupar la provincia llevados en su contra por tropas enviadas por MITRE (ver Peñaloza reclama que Urquiza se defina).

En 1862, encabezó una rebelión contra el nuevo gobierno nacional de Buenos Aires, reflejando el tradicional recelo provincial hacia Buenos Aires y bajo su liderazgo, toda la región se halló inmersa en un tumultuoso desorden que amenazaba la autoridad del nuevo gobierno nacional.

Buenos Aires puso bajo el comando del general PAUNERO, una importante fuerza que marchó contra el caudillo riojano y en la creencia de que “el Chacho” era el único capaz de controlar la inquietud reinante en la zona y que podría conquistarse su lealtad, en 1862, PAUNERO, suscribió con PEÑALOZA un tratado de paz (ver Paunero, Wenceslao).

Más tarde El Chacho se rehusó a conceder ciertas exigencias gubernamentales y estalló nuevamente la guerra entre las provincias del noroeste y Buenos Aires.

El Chacho invadió la provincia de Córdoba para incorporarla a su movimiento y  el general PAUNERO, sintiéndose traicionado por PEÑALOZA, nuevamente al mando de las fuerzas nacionales, marchó contra él y contando con la ayuda de los gobernadores de las provincias vecinas, el 20 de mayo de 1863 lo derrotó totalmente en la batalla de «Lomas Blancas» y luego, en la sangrienta batalla de «Las Playas» librada el 28 de junio de ese año, tras lo cual,  se impuso un gobierno militar en la provincia de La Rioja.

El Chacho, que había huido, trató de derrocarlo, pero, tomado por sorpresa en el pueblo de Olta, fue muerto por el comandante IRRAZÁBAL el 12 de noviembre de 1863 (ver La muerte del Chacho Peñaloza).

PEÑALOZA, ese hombre rubio, de ojos azules, siempre fue una figura polémica. Para SARMIENTO representaba la barbarie que tenía que ser erradicada antes de que la Argentina pudiese civilizarse. Para el presidente MITRE y sus funcionarios, configuraba una amenaza para la nueva unidad nacional que no podía ser tolerada.

Pero, para las provincias del interior, fue un defensor contra el peligroso y  tradicional control de Buenos Aires y para el pueblo que lo siguió y lo amó, fue un auténtico caudillo, muy afable, semi analfabeto pero imbuído de enorme coraje. Un verdadero maestro de la guerra de guerrillas y firme en sus lealtades, en fin, uno de ellos.

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