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LA CIUDAD DE CURUZÚ CUATIÁ. SU ORIGEN (16/11/1810)
El 16 de noviembre de 1810, el general MANUEL BELGRANO fundó la ciudad de Curuzú Cuatiá en un alto de su marcha hacia el Paraguay, al frente del Ejército del Norte con la misión de sofocar la insurrección que se había producido en esa Gobernación.
El sitio de la provincia de Corrientes donde se levanta la ciudad era conocido en tiempos de la Colonia como Posta de la Cruz, porque allí se encontraba una que era indicada por una gran cruz, donde descansaban los viajeros, se intercambiaban mercaderías y se repartía el correo.
Los indígenas llamaban a la zona Curuzú Cuatiá, que en guaraní significa, entre otras acepciones, “cruce de caminos”. En 1797 se edificó una capilla, y dos años más tarde un Juez pidió permiso al Virrey AVILÉS para fundar un pueblo, aunque la solicitud no tuvo suerte porque los Cabildos de Corrientes y de Yapeyú se disputaban el lugar.
Pocos meses después de la Revolución de Mayo, Belgrano había recibido la orden de marchar con sus tropas hacia el Paraguay. El 14 de noviembre llegó a la posta y dos días más tarde dictó el decreto de fundación de la ciudad, a la que llamó “Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá”, uniendo en el nombre la lengua española y la guaraní que hablaba la población.
Fijó los límites definiendo su jurisdicción, que sería “desde las puntas del arroyo de la Tunas, siguiendo el arroyo Mocoretá y de éste a buscar las puntas del arroyo Timboy, de éste a buscar la barra de Curuzú-Cuatiá que entra en el Miriñay, de éste se seguirá hasta al laguna Iberá, y por el río Corrientes se seguirá la costa hasta sus malezales, de los cuales se ha de seguir a las puntas de las barrancas y de éstas a las del arroyo Basualdo hasta las puntas de las Tunas”.
Ordenó luego la venta de los terrenos “por sólo el valor de cuatro pesos”, para que ese dinero se usara para hacer una Escuela y dispuso que “ello era sin perjuicio de obligar a los pudientes a que hayan de satisfacer cuatro reales al maestro por cada uno de sus hijos”.
Los estancieros fueron obligados a instalar su casa en la planta urbana, una medida que Belgrano justificó diciendo que “no podía ver sin dolor que las gentes de la campaña viviesen tan distantes una de otras lo más de su vida, o tal vez en toda ella estuviesen sin oír la voz del pastor eclesiástico, fuera del ojo del juez y sin un recurso para lograr alguna educación”.
En estas palabras —dice una crónica (La Nación, 14 octubre de 1958)—, en este pintoresco lenguaje, se esconde la partida de nacimiento de Curuzú-Cuatiá, las bases sobre las que una nación pujante y nueva iría perfilando calles, construyendo edificios, concluyendo la obra cuyo punto de partida marcara Hernandarias en los comienzos del siglo XVI Curuzú-Cuatiá, del guaraní Curuzú, cruz, y Cuatiá, papel, su verdadero y lógico significado debe ser: Cruz escrita o grabada con letras (ver Expedición de Manuel Belgrano al Paraguay).