MIGUEL CANÉ SANGRA POR LA HERIDA Y JUZGA A ROCA (1893)

MIGUEL CANÉ JUZGA  A  ROCA Y TRATA DE EXPLICARSE UNA ACTITUD SUYA. En el archivo de MIGUEL CANÉ (hijo), se conserva una «Memoria inédita», donde relata su paso por el Ministerio del Interior, en 1893, y las dificultades surgidas por el cambio de actitud de JULIO ARGENTINO ROCA, quien primero, a fin de junio de ese año, había expresado su apoyo al gabinete (que incluía al mismo Cané) y, a los pocos días, cambió de parecer.

Dice Cané en esas páginas: «Para buscar las razones de esta actitud del general Roca, no es necesario ahondar mucho ni ir muy lejos. Dejando a un lado sus condiciones personales de indecisión y de pusilanimidad, cuyo análisis requeriría tal vez el empleo de términos hirientes y seguramente injustos, como lo seria reprochar a la culebra que se arrastre o a la liebre que huya, o como lo seria criticar cualquier manifestación lógica de un organismo determinado».

«Basta para darse cuenta de esa actitud, plantear el problema cuya solución persigue el general Roca desde hace cuatro años, sin reparar en medios».

«Echando todo en la retorta que ha de darle la combinación deseada, desde los intereses de la patria, cuya visión tiene muy clara, hasta sus amistades, sus afectos, sus compromisos y su propia honra».

«El problema es éste: Dados nuestros antecedentes históricos y sociales, dados los sucesos de los últimos diez años, buscar los motivos de conllevar la representación política del interior del país y vivir política y socialmente tranquilo, hasta con ciertos ribetes de popularidad, en el seno de la sociedad porteña, es comprensible».

» De ahí, a sostener a Juárez para luego colgarlo; de ahí, a concebir el acuerdo, abrazar a Mitre, hacerlo candidato e imposibilitarlo luego hasta obligarle, por la situación creada, a renunciar: de ahí, a contribuir a la elección del Dr. Sáenz Peña para poner después trabas a su gobierno; de ahí, por fin, «j’ en passe et des mellieurs», celebrar conferencias fusionistas secretas, clandestinas, misteriosas, ofrecer su concurso y apenas la prensa brame, desmentirles públicamente; de ahí, el sacrificio frío, inútil, inhábil mismo, de dos amigos leales, para echarse en brazos de lo desconocido».

Ése es el hombre y no hay desgracia mayor para un país, que los sucesos políticos den importancia a ciudadanos de esa índole».

La conclusión que saca Cané en sus papeles inéditos es que la actitud del general Roca determinó que Del Valle asumiera como ministro en reemplazo de Cané: «no creo que ése fuera precisamente el objetivo del general», diría luego Cané, «pero cuando los hombres hábiles se equivocan, no es por el canto de un duro».

Cané se alejó del ministerio y tomó un barco que lo llevó a Misiones. Allá pasó quince días de reposo. «Acababa de tener, recordaría después, «un contacto con los hombres, bajo la forma de un breve y proteiforme ministerio de algunas semanas, que me había dejado rendido el espíritu, y disgustada el alma, como después de una lucha de largos años» (ver Cané, Miguel)

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