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LOS PRIMEROS VIAJES DE DESCUBRIMIENTO (1513)
Los horizontes geográficos del mundo comenzaron a ensancharse en el siglo XV, por iniciativa de los navegantes portugueses. A ellos se sumaron los inventos náuticos de la época, elementos decisivos para poder recorrer sin temor, los más lejanos mares, en busca de nuevos horizontes.
Mientras tanto, en España, en 1469, se había producido un importante acontecimiento que cambiaría su destino: la fusión de dos coronas, a raíz del matrimonio de los príncipes Fernando de Aragón con Isabel de Castilla., cuyas positivas obras de gobierno, culminaron con la reconquista de las tierras ocupadas por los musulmanes, luego de la toma de Granada, el 2 de enero de 1492, obra libertadora que mereció que el papa Inocencio VIII, les acordara el titulo de “Reyes Católicos”.
España estuvo así, luego del descubrimiento de América (que en su nombre realizara CRISTÓBAL COLÓN), en condiciones de afrontar la conquista y evangelización de estas nuevas tierras, por lo que fueron en principio españoles o extranjeros al servicio de España, quienes sucedieron a COLÓN en la realización de esa tarea, destacándose, por la trascendencia de sus viajes, los realizados por JUAN DÍAZ DE SOLÍS y HERNANDO DE MAGALLANES, conocidos luego como “los viajes del descubrimiento”.
El primero tuvo por misión dirigir una expedición para encontrar el extremo austral que comunicara con el Mar del Sur, descubierto por VASCO NÚNEZ DE BALBOA, el 25 de setiembre de 1513. Solís partió de San Lúcar de Barrameda el 8 octubre de 1515 y luego de ciento cuatro días de navegación, el 2 de febrero de 1516, llegó a un estuario (Río de la Plata) que por el sabor de sus aguas, llamó Mar Dulce (ver Juan Díaz de Solís parte de España).
Efectuó reconocimientos y descubrió una isla que bautizó Martín García, por haber sepultado allí los restos de un tripulante llamado así. Prosiguió remontando el río, siendo observado por los naturales, aparentemente tranquilos, pero, habiendo llegando a un lugar llamado Arroyo de las Vacas, desembarcó con seis hombres y allí fueron todos muertos por éstos.
Así, abruptamente, cumplió SOLÍS su cita con la historia y con la muerte. Pagó con su vida la gloria que le cupo como descubridor del luego llamado “Rio de la Plata”, que se incorporó a la corona castellana.
La noticia de la muerte de SOLÍS no amedrentó la inquietud de CARLOS I, el nuevo monarca de España que decidió continuar con la búsqueda del ansiado paso hacia las Indias Orientales y aceptó el ofrecimiento del marino portugués HERNANDO DE MAGALLANES, que ya se había destacado en varios viajes.
Magallanes partió entonces, también de San Lúcar de Barrameda el 20 de setiembre de 1519 y el 10 de enero de 1520 arribó al estuario del Mar Dulce. Luego de algunos reconocimientos decidió proseguir hacia el sur y finalmente, el 21 de octubre, llegó a la punta de un cabo que llamó de las Once Mil Vírgenes, que abría la puerta de un estrecho por donde se internaron el 1o de noviembre, en un recorrido que terminó el 27 de ese mes.
Al salir del paso, que bautizó de Todos los Santos, se encontró con un inmenso océano que, por sus aguas tranquilas y serenas llamó Pacífico. Había logrado su objetivo. Después de algunos contratiempos siguió su marcha hacia el norte y cruzando la línea del Ecuador, recorrió un archipiélago (filipino) que denominó San Lázaro, desembarcando en la isla Mactan, donde el intrépido navegante y otros compañeros fueron muertos por los naturales, el 28 de abril de 1521, por lo que SEBASTIÁN ELCANO asumió el comando de la expedición y dispuso el regreso a España.
Como SOLÍS, MAGALLANES, había pagado con su vida la gloria que le cupo como descubridor del ansiado paso y por haber podido comprobar la discutida teoría sobre la redondez de la Tierra, pero a ambos les corresponde el mérito de haber sido quienes abrieron los caminos que después darían lugar a las corrientes colonizadoras que se sucedieron.