LA RELIGION OFICIAL EN LA REPÚBLICA ARGENTINA

La Argentina es un país eminentemente católico, apostólico romano. En la década de 1970, después de más de un siglo y medio de libertad de culto, aproximadamente el 93% de sus habitantes seguían profesando esa misma fe, como lo habían sido desde la conquista española.

Los sacerdotes que en el siglo XVI acompañaron a los conquistadores al Río de la Plata y a Tucumán, en 1536, construyeron tres primitivas capillas en donde hoy está la ciudad de Buenos Aires. Lo mismo ocurrió en otras zonas colonizadas y casi de inmediato, la estructura jerárquica de la Iglesia Católica Apostólica Romana se estableció en estas tierras, para atender las necesidades espirituales de sus feligreses, para supervisar la vida moral de la sociedad y estimular y dirigir la evangelización de los indios hacia el cristianismo.

La primera diócesis del Río de la Plata se creó en 1547, en Asunción, Paraguay; la primera en lo que actualmente es el territorio argentino fue la de Tucumán, fundada en 1570.

Incluía Tarija (hoy en Bolivia), Jujuy, Salta, Tucumán. Santiago del Estero (donde residía el Obispo, ya que era entonces la capital de la provincia de Tucumán), Catamarca, La Rioja y Córdoba; se nombró al fraile franciscano JERÓNIMO VILLACARRILLO como su primer obispo, pero como murió antes de ser investido, el trabajo de la Iglesia progresó a partir de 1577, con el nombramiento del fraile dominicano FRANCISCO DE VITORIA (q.v.) y sus sucesores, incluyendo al obispo FEMANDO DE TREJO Y SANABRIA, nombrado en 1592.

La diócesis de Buenos Aires se estableció en 1620 y la organización de la Iglesia Católica se mantuvo sin modificaciones durante los siguientes dos siglos, con excepción del traslado de la residencia del obispo de Santiago del Estero a. Córdoba, en 1699. En 1806, se creó la diócesis de Salta.

Aunque los obispos y otros miembros de jerarquía estaban tradicionalmente muy interesados en convertir a los indios al cristianismo, este trabajo, en realidad, 1o realizaban las órdenes religiosas; al principio, fueron los franciscanos y dominicos, luego los jesuítas, mercedarios y otros, que llegaron durante el siglo XVI.

A lo largo de toda la época colonial, la Iglesia también fue responsable de la educación, el cuidado médico, el bienestar y el cultivo de las artes y oficios (en especial, las necesarias para construir sus hermosas iglesias) de la sociedad argentina; miembros de esas órdenes y de la jerarquía también escribieron gran parte de la literatura científica y de la historiografía, fomentaron y enriquecieron la economía de la región (en especial en áreas misioneras) y también desempeñaron funciones importantes como líderes públicos.

Una nueva era comenzó para la Iglesia, cuando la Argentina se independizó de España en 1810. Durante el primer siglo de la independencia, los problemas de jurisdicción derivados del antiguo real patronato español (derechos legales de la Corona española con respecto a nombramientos y finanzas eclesiásticos), el creciente secularismo, la institución de la libertad de culto, etc., causaron desavenencias que fueron resueltas en forma más o menos pragmática, más que con un concordato legal y los asuntos del dogma pocas veces fueron parte del problema (véase Argentina y la Iglesia, una relación conflictiva).

Aunque legalmente la Iglesia Católica Apostólica Romana tiene poco poder en la política argentina, es muy influyente y esto se evidenció en el conflicto con J. D. Perón durante su primera presidencia.

En 1954, el presidente Perón se volvió contra la Iglesia que antes había apoyado activamente; la acusó de tener preferencias “aristocráticas y oligárquicas” y les quitó los privilegios civiles que él mismo les había concedido anteriormente (tales como la reinstalación de la educación religiosa en las escuelas públicas en 1943), encarceló a los sacerdotes, suprimió los diarios católicos, prohibió las procesiones religiosas y hasta toleró (se cree en general que las instigó) las manifestaciones públicas que causaron el incendio de las iglesias y otros tipos de agresiones contra ellas.

Se cree que la reacción popular frente a este ataque a la Iglesia Católica Apostólica Romana, tuvo luego mucha influencia en el éxito de la revolución que destituyó a Perón en septiembre de 1955.

La violencia política del siglo XX en la Argentina (VIII): el conflicto entre Perón y la Iglesia - La Unión de Lanús

Desde entonces, se han usado siempre los símbolos cristianos (católicos) públicamente. Sin embargo, Perón (imagen) había influenciado definitivamente en la relación Estado-Iglesia. A mediados de la década de 1970, sus miembros se dividieron en tres grupos: 1) los conservadores que querían preservar la tradición, rechazando las innovaciones y negándose a adaptarse a las nuevas situaciones; 2) los moderados, que fomentaban cierta modernización, y 3) aquellos que exigían cambios sociales drásticos inmediatos. Se los conoce hoy como los “Sacerdotes del Tercer Mundo” que se cree que siguen las políticas peronistas o «justicialistas».

En general, la Iglesia Católica Apostólica Romana en la Argentina hoy tiene poco poder político y también sufre el problema internacional de la falta de sacerdotes; sólo hay alrededor de cinco mil clérigos católicos para servir a toda la feligresía argentina y están divididos en treinta y ocho diócesis y doce arquidiócesis;

Buenos Aires fue la primera arquidiócesis en 1865, que estuvo a cargo del arzobispo MARIANO JOSÉ DE ESCALADA BUSTILLO Y ZEBALLOS que sigue siendo la primada sobre las de Bahía Blanca, La Plata, Santa Fe, Paraná, Salta, San Juan, Córdoba. Corrientes, Mendoza, Rosario y Tucumán. Un nuncio apostólico o emisario especial del Papa reside en Buenos Aires.

Fuentes. “Historia de la Iglesia en la Argentina”. Cayetano Bruno, Buenos Aires, 1966; “Diccionario Histórico Argentino”. Ione S. Wright y Lisa M. Nekhom, Ed. Emecé Editores, Brasil, 1994; Historia eclesiástica argentina”. J. C. Zuretti, Buenos Aires, 1945; “Diversas publicaciones referidas al tema” en la Revista “Todo es Historia”; La Iglesia y el Estado en “Historia de las Instituciones argentinas”. José C. Ibáñez, Ed. Troquel S.A., Buenos Aires, 1962.

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