LOS MALONES CEDEN EL PASO ANTE EL AVANCE DE LAS TROPAS REGULARES (1878)

Apenas transcurrido el invierno de 1878, las tropas se lanzaron a lo que acertadamente se llamó una serie de «malones invertidos» y comienza a ceder la violencia de los aborígenes.

El coronel OLASCOAGA expresa a este respecto: «El hundimiento total del imperio bárbaro se llevó a cabo con vertiginosa rapidez, logrando resultados exitosos en todas las expediciones».

«De esta forma, se acaba así con el poder de Namuncurá. Se dispersaron las tribus y se produjo la liberación de millares de cautivos, destruyéndose la mayoría de los campamentos salvajes que ocupaban miles de leguas».

«El plan concebido por el general JULIO ARGENTINO ROCA se había iniciado a comienzos del mes de agosto y a fines de noviembre se consideraba cumplido».

«El coronel MARCELINO FREYRE atacó durante seis días las tolderías del cacique NAMUNCURÁ y durante estas sangrientas jornadas, murieron los capitanejos ATOREY, CALFINUR Y CAÑOLO, pero fue capturado el capitanejo LANQUELEU, quien antes de entregarse, posibilitó la fuga de Namuncurá, quien con sus familiares huyó en dirección a Chiloé».

«Fueron además hechos prisioneros, un centenar de indios de pelea, 253 ancianos y numerosas mujeres y niños, capturándose además en la misma acción, un arreo de 900 ovejas, 800 caballos y 921 animales vacunos» y en dichas expediciones, que marcaron el fin del poder de Namuncurá, se distinguieron el teniente ROSENDO FRAGA, quien mas tarde sería Ministro de Guerra y el teniente HERNÁNDEZ».

«Al mismo tiempo, el coronel TEODORO GARCÍA atacaba al cacique CAÑUMIL, logrando matar a 30 de sus hombres, tomar prisionero a su hijo y a 158 combatientes. A su vez NICOLÁS LEVALLE, arrasaba las tolderías de CATRIEL y el general LORENZO VINTTER al frente de 300 soldados, penetraba 60 leguas en el desierto hasta llegar a orillas del río Colorado en menos de 60 días de campaña»-

Por su parte, más al norte, el famoso coronel CONRADO VILLEGAS, se bate contra el cacique PINCÉN y lo toma prisionero, sobresaliendo en esta acción los oficiales SOSA, RUIZ, MORITAIN, MONTES DE OCA, MOROSINI Y ALBA, mientras el coronel RACEDO enfrenta victoriosamente al astuto cacique MARIANO ROSAS, a quien Juan Manuel había instruído en sus campos siendo muy joven.

Somete luego al conocido Epumer, quien había tenido algunos problemas anteriormente, con el general LUCIO V. MANSILLA, cuando éste hizo varios brindis (o yapa hermano) y luego «loncoteó» (1) con el feroz Epumer.

Cuando Racedo redujo a Epumer, le tomó 400 prisioneros y 3.000 animales, perdiendo sólo 15 hombres. Luego destruyó la toldería de Mariano Rosas. Simultáneamente, también el coronel RUDESINDO ROCA deja fuera de combate a 150 hombres y hace 500 prisioneros en la zona de Leuvocó y Poitahué.

Puede afirmarse, en consecuencia, que al terminar el año 1878 no se halla en la Pampa el menor vestigio de indígenas capacitados para organizar un malón; han caído Catriel, Pincén, Epumer, Painé, Cañumil y Nahuel Payún.

En cuanto a Namuncurá, ha huído hacia el sur del Neuquen, y Baigorrita hace lo propio al darse cuenta que el dominio pampa ha concluido en esas tierras que fueron teatro de una lucha tradicional entre los milicos y el llamado salvaje, que no lo era tanto, considerando las técnicas de combate empleadas y el dominio logrado sobre el caballo, que constituía una verdadera prolongación de sus cuerpos.

Además de otras virtudes guerreras innegables, poseían una intuitiva percepción diplomática, la que utilizaban sagazmente contra los cristianos. De todas esas condiciones surge la trascendencia de la derrota infligida por nuestras tropas, superando deficiencias de todo tipo y evidenciando un coraje y creatividad admirables.

Insistimos en señalar el diferente criterio asumido por los norteamericanos para tratar el tema similar de sus campañas hacia el Oeste, ya que ellos supieron convertirlas en páginas brillantes de su historia. Inclusive crearon una maquinaria industrial poderosa que sirvió como valioso punto de apoyo a toda la nación y a sus diversos intereses.

En cambio aquí, en la República Argentina, salvo algunas honrosas excepciones como LUCAS DEMARE, HUGO DEL CARRIL, MARIO SOFFICI y otros pocos, en años anteriores, que se atrevieron a mostrar en imágenes estas campañas, en toda su grandeza, sin agregados ni distorsiones «seudo» humanistas.

Es una realidad indiscutible que no se ha dimensionado la trascendencia de un hecho histórico capaz de enorgullecer a cualquier país del mundo con la sensibilidad patriótica propia de una nación con raíces legítimas. Claro que no faltaron historiadores capaces de inventar fantasías que pudieran arrojar sombras sobre el proceder de quienes no lo merecían, según fueran las banderías políticas del momento.

(1). «Loncotear» era un juego de destreza, fuerza y picardía que jugaba dos contendientes, que sentados en el suelo con  las piernas estiradas  y apoyando sus pies, planta contra planta, tomándose de los pelos, debía tratar de mover de su lugar al adversario (ver Las Campañas al Desierto).

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