PRIMERAS ESCUADRAS NAVALES ARGENTINAS (1811)

Producida la Revolución de Mayo, la Junta de Gobierno comprendió la importancia de tener bajo su control las aguas de Río de la Plata y de los ríos Paraná y Uruguay. En 1811 Buenos Aires estaba prácticamene bloqueada por las fuerzas realistas españolas con base en Montevideo y sus naves recorrían a su libre albedrío nuestras. aguas Fue entonces que por intermedio de uno de sus diputados del interior, el salteño FRANCISCO DE GURRUCHAGA, nuestro primer gobierno patrio,  se dio a la tarea de crear una fuerza naval.

La primera escuadra (10/02/1811)
Con más entusiasmo que elementos se creó nuestra primera, heterogénea y débil escuadrilla naval. La componían tres naves: el bergantín goleta “La Invencible”, el bergantín “25 de Mayo”  y la balandra “Americana” y se la puso bajo el mando del Teniente Coronel de Marina JUAN BAUTISTA AZOPARDO, quien pese a sus esfuerzos y al heroico comportamiento de sus hombres, fue estrepitosamente vencida por un fuerza naval española al mando del Capitán de Navío FRANCISCO DE ROMARTE en el combate  naval de San Nicolás, el 2 de marzo 1822, que la Historia registra como el primer combate naval de las Provincias Unidas.

La “Invencible”, mandada por el valiente AZOPARDO, sostuvo el honor del pabellón hasta que sólo quedaban menos del 25% de sus efectivos de pie y en condiciones de combatir (ver Combate de San Nicolás). Luego de esa primera frustrada experiencia, el Triunvirato volvió a insistir en su decisión de contar con una fuerza naval que libere nuestras costas de la presencia realista y esta vez tuvo mejores resultados.

La estructura naval de las Provincias Unidas en 1811 estaba integrada por la Capitanía del Puerto de Buenos Aires, la Mesa de Cuentas y Razón y las escasas naves de muy poco porte con que se contaba. La Capitanía del Puerto de Buenos Aires, primer organismo naval, continuaba el sistema colonial sin variantes.

Era su Jefe MARTÍN JACOBO THOMPSON reconocido como el Primer Capitán de Puertos de nuestra Historia y si bien al principio sus tareas, eran más bien policiales y de seguridad (más afines en realidad, con las de una Prefectura), pronto, las circunstancias demandaron que se ocupara también en tareas logísticas y se involucrara en acciones de guerra. La creación de la “Mesa de Cuentas y Razón” el 12 de enero de 1811, se debió a la necesidad de crear un organismo independiente que pudiera reemplazar a uno similar que ya existía en Montevideo montado y manejado por los realistas.

Su competencia estaba vinculada con cuestiones económicas y logísticas, ya que asumió la responsabilidad del control de gastos, pagos y compras. Fue en realidad, el embrión de las futuras “Comisaría de Marina” y de la Jefatura de Intendencia. Es lógico deducir entonces  que las Provincias Unidas estaban muy lejos de contar con una fuerza naval adecuada para poner fin al dominio de sus aguas que ejercía la armada realista.

Hacia fines de 1813, el panorama se había ensombrecido y peligraba lo obtenido durante la Revolución  de Mayo. España, después de haber librado una tremenda contienda, había logrado expulsar a las fuerzas de Napoleón. En Hispanoamérica, la reacción de la corona española triunfaba en Méjico, Nueva Granada y Chile.

En el Alto Perú  nuestras fuerzas habían sido destrozadas  en Vilcapugio y Ayohuma y frente a Buenos Aires, se alzaba inconmovible en su poder, la ciudad de Montevideo, bastión inexpugnable del poder realista en el Río de la Plata, que aunque cercado por tierra (ver sitio de Montevideo), tenía aseguradas sus vías de comunicación y reaprovisionamiento por agua, por la eficaz tarea de una importante flota naval que dominaba no solamente nuestro Estuario, sino que también tenía absoluto control sobre los ríos Paraná y Uruguay.

Y era precisamente allí, en Montevideo,  la base de operaciones de los realistas, desde donde se lanzaría la ofensiva sobre Buenos Aires para aplastar la Revolución que habiendo destituído al su virrey, se declaraba libre e independiente de la “madre patria”. Buenos Aires era, en esos momento, la única ciudad del virreinato del Rio de la Plata, que aún mantenía bien el alto la antorcha de su libertad.

Creación de la segunda Escuadra Naval
Ya en 1813, dentro de ese panorama desalentador, la influencia de CARLOS MARÍA DE ALVEAR, el entusiasmo y la actividad de JUAN LARREA, la financiación de PÍO WHITE y su confianza y apoyo a la revolución (aunque estuviera haciendo un negocio) y el consejo profesional de BROWN dieron sus frutos. Unidos estos cuatro hombres hicieron el milagro de crear una nueva escuadra.

Con cuatro barcos mercantes armados, una fragata, dos bergantines y una goleta, con 70 cañones (comprados o recuperados de los arsenales de la patria, donde dormían su veteranía) y 500 hombres en total, formaron una fuerza respetable compuesta por la fragata “Hércules”, la corbeta “Céfiro”, el bergantín “Nancy” ,  la goleta “Julieta y algunos pocos buques menores  (sumacas, goletas y queches.), a los que se agregaron luego las fragatas “Belfast” y “Agreable”

Se las tripuló como se pudo: con ingleses, franceses, españoles y de cualquier otra nacionalidad, pero que fueran hombres de mar, aunque fuesen desertores, aventureros, fugitivos, aunque también los hubo que se enrolaron  para defender su libertad. Como los que llegaron al llamado del Triunvirato, no alcanzaban para dotar a la nueva escuadra, se apeló a criollos inflamados de entusiasmo para defender la libertad lograda, aunque también fueron bien recibidos, matreros, guapos orilleros, gauchos andariegos, negros libertos, y hasta “voluntarios” recogidos en las cárceles

Pero quién  debía comandar ese grupo heterogéneo y peligroso. Rápidamente tres nombres acudieron a la memoria de los triunviros: un francés llamado ESTANISLAO COURRANDE, cuyo prestigio se basaba en una larga historia como corsario contra los ingleses; BENJAMÍN FRANKLIN SEAVER, un norteamericano famoso en aquellos días por su valor temerario y su experiencia por haber navegado todos los mares del mundo y finalmente GUILLERMO BROWN, un marino irlandés cuyo prestigio ganado en ambas orillas del Plata, realizando hábiles golpes de mano, eran producto de una larga experiencia profesional como marino al servicio de la corona inglesa, quien fue finalmente el elegido.

En dos meses, BROWN informó que su escuadra ya estaba lista para inciar las operaciones. Acondicionadas sus naves, puestos bajo el rigor de una férrea disciplina militar sus hombres, que se sometieron a ella, dominados por la fuerza de su personalidad y conocimientos y  completado su armamento, BROWN partió hacia la Isla Martín García, donde se enfrentó .nuevamente con el Capitán de Navío JACINTO DE ROMARATE, aquel marino quien había  vencido a  AZOPARDO en San Nicolás.

Esta vez, las fuerzas realistas eran menores a las de aquella jornada, pero mucho mejor dotadas,  por la calidad y el volumen de fuego de sus naves y la experiencia de sus tripulaciones. El efrentamiento se produjo el 10 de marzo de 1814 en el combate de Martín García y aunque nuevamente la escuadra patriota fue vencida, lo fue solo en su primera jornada, puesto que BROWN , lejos de desistir de su empeño, retiró sus fuerzas, las recompuso y el día 15 de ese mismo mes, logró vencer a su oponente que debió retirarse vencido.

Nunca más volvió ROMARATE al Río de la Plata. Fue el mejor jefe español que combatió a los patriotas y Montevideo perdió con él, a  uno de sus principales valores con que contaba para poder llevar a cabo sus pretendida dominación de ese Buenos Aires que se había rebelado contra su autoridad y derrocado a su virrey el  25 de Mayo de 1810.

La escuadra que creó Sarmiento (1874)
En 1872, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, en ejercicio de la presidencia de la Nación decidió que era hora para que el país tuviera su escuadra para la vigilancia y defensa de su inmenso litoral marítimo y fluvial.

A tales efectos, acometió decididamente esa tarea y produjo tres hechos muy importantes en esa dirección: creó la Escuela Naval Militar, dictó la Ley de Fondos de Armamento Naval y dispuso el establecimiento de bases logísticas y talleres y arsenales de mantenimiento, además de ordenar la construcción de dos naves en Inglaterra.

Su apoyo tesonero y entusiasta para construir el puerto de Buenos Aires lo  había llevado a pedir consejo su amigo FERNANDO DE LESSEPS, el ilustre constructor del Canal de Suez y lo mismo hizo en esta oportunidad.

Siguiendo estos consejos SARMIENTO encargó su escuadra a los astilleros ingleses de Birkenhead y las naves se construyeron entre 1874-1875.

Eran éstas los monitores acorazados «Los Andes» y «El Plata», ambos de 1.677 toneladas, armados con dos cañones de avancarga en torre doble blindada, de 200 libras (proyectiles de 92 kilos), de tipo Armstrong y otros seis cañones de menor calibre.

Las máquinas eran a carbón y poseían dos hélices cada barco. Ambos cascos eran de hierro con espolón a proa y coraza de 255 mm en la torre de artillería y para ofrecer menos blanco en combate se podían sumergir hasta 20 cm.. Cada nave era tripulada por 20 oficiales y 110 marineros.

Tripuladas ambas, por marinos ingleses, llegaron a Buenos Aires el 13 de mayo de 1874. Pocos después, en el mismo año, se incorporaon a esta escuadra seis bombarderas y cañoneras de 416 toneladas y armadas con un cañón Armstrong de 240 mm cada una. Luego, en 1874, fueron incorporados los navíos «Constitución», «Bermejo», «Pilcomayo», «República», «Paraná» y «Fulminante».

En 1875 se incorporó a la escuadra la corbeta «Uruguay», de 620 toneladas, equipada con torpedos de fondo (minas submarinas) y el Arsenal de Marina de Zárate completó el conjunto de las obras fundamentales para la Armada que realizó Sarmiento.

Y naves de esta escuadra, fueron las que se enviaron en octubre de 18178, al sur del país, para frenar las ambiciones de Chile sobre esos territorios y también fueron las que durante las revoluciones de 1880 y 1890, bombardearon Buenos Aíres durante varias horas, especialmente la zona de Retiro.

En la revolución de 1893, el monitor «Los Andes», integrante de esta escuadra, se plegó a los rebeldes y llevó 18.000 fusiles Remington y 4 cañones a Rosario y en El Espinillo sostuvo un combate naval con los barcos leales al Gobierno (ver Combate naval durante la revolución de 1893).

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