LAS LINEAS DE FORTINES EN LA FRONTERA SUR DE BUENOS AIRES

Cuando los conquistadores españoles llegaron al Río de la Plata, todas estas tierras se encontraban en manos de sus primitivos dueños. Desde 1550 en adelante, se produjo la fundación definitiva de muchos pueblos que se establecieron como mojones de los caminos, que sigue a la conquista y colonización en estas enormes vastedades geográficas.

En muchos lugares, el indio no ofreció resistencias al español y esos territorios quedaron incorporados sin mayores luchas, aunque en varias ocasiones se produjeron levantamientos indígenas, que con gran esfuerzo pudieron ser vencidos por las tropas españolas, como sucedió en el noroeste donde Quilmes y Calchaquíes no aceptaban la entrega de su tierra y fueron trasladados compulsivamente a Buenos Aires y Santa Fe para evitar problemas de difícil solución.

También los Comechingones, Huarpes, Juríes, Querandíes, Timbúes, Minuanes, Charrúas, Guaraníes y otras parcialidades, realizaron alzamientos y lucharon contra los españoles, por los malos tratos recibidos y los repartimientos de las tribus a los encomenderos.

Pero la fuerza de la pólvora, las armas de acero y la estrategia de los europeos y principalmente el uso del caballo como arma de combate, consiguió dominar a los bravos hijos de la tierra, venciéndolos definitivamente, produciendo en muchos casos, la total desaparición de naciones indígenas completas.

Los pobladores de la enorme cuña boscosa del Chaco austral tenían la protección de sus impenetrables bosques, donde sólo en contadas oportunidades podían penetrar los soldados españoles, pero ningún colonizador pensaba quedarse en esa peligrosa soledad.

Lo propio acontece con los indígenas de la cordillera central y de la cordillera sur, donde conquistadores y colonizadores, sólo pasan alguna que otra vez, pero  no establecen pueblos ni estancias, salvo en Mendoza que es camino obligado hacia Chile y luego algunas poblaciones que se internan en la pampa, sobre la ruta natural hacia Buenos Aires.

Las naciones aborígenes del sur y sudoeste de nuestro país, mantenían la libertad y sus tierras, gracias a las dilatadas distancias que los alejaban y preservaban de la codicia de los hombres blancos europeos. Luego se agrega a los indígenas, un elemento fundamental que les hace posible mantenerse en guerra y en libertad con los españoles primero y con los criollos más tarde, por espacio de casi 350 años (1836-1890).

El caballo, al expandirse biológicamente por las pampas, las zonas adyacentes a la Cordillera de los Andes y al área boscosa del Chaco Austral, generó en los grupos humanos aborígenes con hábitat  en esas regiones, un tipo  sociocultural nuevo, que disfrutó de su vida libre e independiente durante muchos años, pero también determinó, a partir siglo XIX, su propia extinción como elemento racial y cultural preponderante, aunque dejaron en sucesivas mezclas humanas, la semilla que engendró un exponente étnico de extraordinarias condiciones: el bíotipo que se plasma en el criollo argentino.

Para mantener expeditas las vías de comunicación entre Buenos Aires y los pueblos del interior, fue menester crear una línea de fronteras, en cierta medida ilusoria, que sirviera de contención y escarmiento a los primitivos dueños de la tierra, toda vez que penetraban  en territorios considerados como propiedad del cristianismo, por oposición a su mentada infidelidad religiosa.

A comienzos del siglo XVII, los viajes de Buenos Aires a Córdoba, Mendoza y otros pueblos del interior, se realizaban todos atravesando territorios hostiles, bajo la contingencia de la buena o mala voluntad de los caciques, capitanejos y guerreros que vivían en esas despobladas regiones.

A fines del siglo XVII, ya existían nuevos pueblos como “Las Conchas”, “Baradero”, “Punta del Sauce” (que luego se llamará “La Carlota”) en territorios de Córdoba, cuyos gobiernos apoyaban eficazmente los viajes al interior y el establecimiento de colonos en otros puntos de su dilatada llanura.

Más tarde, ya en el siglo XVIII, son innumerables los pequeños poblados que se fundan en distintos lugares del país y de esta manera, ya se puede ver en el mapa rioplatense, una serie de Fortines y Pueblos, cuya nómina, referida solamente a la provincia de Buenos Aires,  incluye a los ubicados en Morón (1600), Luján (1630), Las Conchas (1676), Punta del Sauce (luego llamado “La Candelaria, 1689), Baradero (1696),

San Isidro (1719), San Antonio de Areco (1725), Pergamino (1730), La Magdalena (1730), San Vicente (1734), San Nicolás (1749), Guardia de Luján (luego llamado Mercedes, 1753), Merlo 1754, Arrecifes (1756) y Pilar (1772) y a La Concepción, instalado en Río Cuarto en 1794 (ver Fuertes, Fortines, Guardias y Comandancias)

Fuentes: “La Guardia de San Miguel del Monte (1580-1830)”. Sánchez Zinny, Ed. Damiano, Buenos Aires, 1939; “Historias del Salado y la Bahía: crónicas y documentos del pasado”. Adriana Pisani, Editorial Dunken, Buenos Aires; “Toldos, Fuertes y Fortines”. Isaías García Enciso, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1980; «Caciques y Capitanejos  en la Historia Argentina”, Guillermo Alfredo Terrera, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1986);  Archivo General de la Nación; Acción y presencia del Ejército en el sur del país” (Campañas al Desierto). Comando del Quinto Cuerpo de Ejército, Buenos Aires, 1997; La conquista del desierto”. Juan Carlos Walther, Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 1970; “La Conquista del Desierto”. Actas del Congreso Nacional de Historia; “La Conquista del Desierto”. Adolfo Arana.

 

5 Comentarios

  1. Salvador

    excelente nota!

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  2. Naiara romero

    Horrible nota amigo

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  3. Anónimo

    Orriblee nota Lucia comiste
    @lucycouste

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  4. Anónimo

    Horrible nota compi

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  5. Anónimo

    Gracias por la nota me audio in Minton

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