LA EDUCACIÓN EN BUENOS AIRES EN LA ÉPOCA COLONIAL (1601)

Las primeras actividades educativas que se realizaron en las colonias de Hispanoamérica, tuvieron su sede en los Conventos.

A partir del siglo XVII, cuando las colonias españolas del Río de la Plata, comenzaron a adquirir características más evolucionadas que la de simples asentamientos y la sociedad se afianzaba, luego de consagrarse la mestización étnica, con el surgimiento del “criollo”, algunas familias comenzaron a enviar a sus hijos a los conventos para que se educaran.

Allí se les daban lecciones particulares y fueron los jesuitas quienes impulsaron  entonces la educación en estas tierras.  creando escuelas en sus conventos, centros de capacitación en las “misiones” y hasta una Universidad: La Universidad de Córdoba, fundada en 1613 por impulso del Obispo de Tucumán,  fray  HERNANDO DE TREJO Y SANABRIA, franciscano, criollo por su nacimiento, y hermano materno de HERNANDARIAS.

A partir de este hecho, trascendental de la Historia Argentina, hombres como FUNES, BELGRANO, MORENO, SARMIENTO y muchísimos otros, bregaron intensamente para instalar en la conciencia nacional, la importancia y la necesidad de la educación, para consolidar las bases fundacionales, de una Argentina plenamente conciente de sus actos, sus posibilidades y su lugar en el concierto de las naciones del mundo

Universidad de Córdoba
Creada el 19 de junio de 1613, en un principio, destinada a los estudiantes eclesiásticos, se fue modificando desde los primeros años de la Independencia hasta llegar a ser la actual Universidad de Córdoba. Entre sus profesores jesuitas, debe recordarse al padre PEDRO LOZANO, nacido en Madrid en 1697, muerto en Humahuaca en 1752, autor de varias obras históricas de suma importancia y en particular de una “Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán”.

En la misma Universidad estudiaron el padre BUENAVENTURA SUÁREZ, de Santa Fe, astrónomo que, en las reducciones guaraníticas, se fabricó los complicados instrumentos necesarios para sus trabajos científicos y el padre GASPAR JUÁREZ, nacido en Santiago del Estero, que después de su expulsión con los otros jesuitas, en 1767, publicó en Europa varias obras sobre las plantas de estos países.

De esta Universidad, también fueron sus alumnos el deán GREGORIO FUNES, que nacido en Córdoba, fue el primer historiador argentino y uno de los personajes más importantes de la Revolución de Mayo; JUAN JOSÉ PASO, oriundo de Buenos Aires, miembro del Segundo Triunvirato; el paraguayo JOSÉ GASPAR FRANCIA, que por desgracia se sirvió de su ciencia para implantar una tiranía en su país.

JUAN CRISÓSTOMO LAFINUR, nacido en el Valle de la Carolina, en San Luis, autor de las mejores poesías escritas con motivo de la muerte de Belgrano; su amigo JUAN CRUZ VARELA, de Buenos Aires, el poeta de la victoria de Ituzaingó y SANTIAGO DERQUI, nacido en Córdoba y que fuera luego, en 1860, presidente de la Confederación Argentina, sucediendo a URQUIZA.

Las ideas liberales llehan al Río de la Plata
La irrupción a mediado del siglo XVIII de las nuevas ideas liberales, del Iluminismo o la Ilustración, que sostenían los principios de la libertad personal,  la igualdad y la fraternidad entre los hombres, la soberanía popular, el progreso material y la tolerancia religiosa, todo  lo cual llevaba implícito la necesidad de impulsar la educación de los pueblos.

De acuerdo con esta tendencia,  surgen en Buenos Aires, las primeras  escuelas primarias y algunos centros de altos estudios creados bajo la influencia cultural española. Se crean los Reales Estudios y posteriormente el Real Colegio Convictorio Carolino, con miras a la fundación de una Universidad en el futuro y el abogado MANUEL BELGRANO, nombrado por la Corona, a fines del siglo XVIII, Scretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires, fundó las Escuelas de Dibujo y de Náutica.

En esta etapa de la educación en el Río de la Plata, se respetaron, en general,  las características y costumbres del criollo, pero como con el cambio de dinastía en España, penetraron en la península las nuevas ideas, que luego se difundieron en todas las colonias de América, fue necesario establecer vallas de contención que canalizaran su influencia dentro de los límites precisos de la doctrina cristiana.

Así fue que, sin subestimar los criterios tradicionales, ni ignorando la influencia de las nuevas ideas, se concedió mayor importancia a la formación práctica como se puso de relieve en las ideas volcadas por BELGRANO en las célebres “Memorias del Consulado de Buenos Aires”. 

Esta nueva actitud,  también se puede observar en la obra llevada a cabo por el obispo del Tucumán, fray JOSÉ ANTONIO DE SAN ALBERTO, que apuntó a una educación de carácter pragmático y se procuró suavizar los castigos corporales, para lo cual se recomendó a los maestros tratar a sus alumnos con  “dulzura, paciencia, bondad y ternura”.

En 1751, había comenzado a publicarse en Francia, el “Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios”, más conocido como “La Enciclopedia”, en cuya redacción participaron Diderot, D’Alembert, Condillac, Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Turgot y otros pensadores.

La fisiocracia
“La Enciclopedia» fue un efectivo  instrumento de difusión de las nuevas ideas y, a la vez, inspiradora de una nueva corriente educativa, que también tomó elementos de la “fisiocracia”, doctrina económica elaborada por Francisco Quesnay, que sostuvo que toda la riqueza provenía de la tierra, por lo que sólo el agricultor era el productor auténtico (ver La Fisiocracia, una opción de Manuel Belgrano)

Los fisiócratas admitían la existencia de la monarquía absoluta, pero  entendían que el rey debía vigilar el cumplimiento de la ley natural. Dentro de esta nueva concepción, se atribuyó al Estado la obligación de ocuparse de la educación popular, con una orientación pragmática, que permitiera a los educandos desempeñarse con eficacia en el mercado del trabajo, una actitud en la que también influyó la masonería, sociedad secreta fundada en Inglaterra en 1717, aunque uno de sus objetivos era establecer el laicismo de Estado.

La educación popular
En España, fray BENITO JERÓNIMO FEIJÓO afirmó la necesidad de valorizar la ciencia experimental y GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS sostuvo, en su famosa “Memoria sobre la educación pública”,  que “las primeras letras son la primera llave de toda instrucción.

Ellas serán entonces la verdadera educación popular. Abridle así a la masa  la entrada a las profesiones industriosas y ponedle en los senderos de la virtud y de la fortuna”. También en el Río de la Plata, BELGRANO, imbuido de las ideas de la fisiocracia, escribió en las ya citadas “Memorias” del Consulado» .

«Uno de los principales medios que se deben aceptar (…) son las escuelas gratuitas […] allí se les podría dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde no reina éste, decae el comercio y toma su lugar la miseria”  (ver Las ideas Fisiocráticas de Belgrano).

El obispo del Tucumán, fray JOSÉ ANTONIO DE SAN ALBERTO, desde su cargo, bregó por la educación popular y la enseñanza práctica; en sus cartas pastorales, dirigidas a la feligresía de su diócesis, expresó claramente que “el que no sabe leer ni escribir es un ser inútil y perjudicial, tanto para la sociedad como para la religión». Además sostuvo que era necesario “dar a cada uno un oficio, que esté de acuerdo con su naturaleza y talento”

A fines del siglo XVIII y sobre todo en los principios de la Independencia, los más conspicuos personajes de todo el país fueron preocupándose cada vez más por desarrollar la instrucción pública.

En Buenos Aires, en 1773, bajo el gobierno de VÉRTIZ, inició sus actividades el Colegio de San Carlos o Carolino (así llamado en honor del rey de España, Carlos III). Se estableció en una parte de la que había sido casa principal de los padres jesuitas, calle Perú, entre Alsina y Moreno.

Al principio en sus aulas se enseñaba castellano, latín, filosofía y teología pero después se añadió el estudio de la la física, pero como no había instrumentos, para explicar la ascensión de los líquidos en los tubos vacíos de aire, por ejemplo, los maestros se valían del ejemplo de la bombilla de tomar mate.

Por esos años, fue director del colegio, el presbítero JUAN BALTASAR MACIEL, oriundo de Santa Fe y uno de los hombres más sabios de toda América.

Entre los primeros alumnos se encontraron CORNELIO SAAVEDRA y FELICIANO CHICLANA.Luego fueron ingresando sucesivamente HIPÓLITO VIEYTES, JUAN JOSÉ CASTELLI, MANUEL BELGRANO, JUAN RAMÓN BALCARCE, MARIANO MORENO y su hermano y primer biógrafo MANUEL MORENO; el presbítero SATURNINO SEGUROLA, hombre de inmenso saber y protector de los niños desvalidos en la época de Rosas; VICENTE LÓPEZ; TOMÁS GUIDO, uno de los principales ‘auxiliares’ de San Martín, padre del poeta GUIDO Y SPANO; ESTEBAN DE LUCA, que celebró en sus versos los triunfos de la revolución y murió ahogado en el Río de la Plata, trágico destino que luego compartiera su no menos desgraciado condiscípulo, MANUEL DORREGO.

Otras escuelas
Entretanto, bajo la influencia de BELGRANO, Secretario del Consulado por lo pronto y más tarde miembro de la primera Junta, se habían abierto escuelas especiales de matemáticas y en 1815, otra de dibujo, que se debió al franciscano FRANCISCO CASTAÑEDA.

Los estudios de Medicina se iniciaron como simples cursos que comenzaron a dictarse en 1801 hasta que en 1821, con la creación de la Universidad de Buenos Aires tuvieron carácter más formal, agregándose a ellos, la carrera de Derecho, estudios que hasta esa época debían ir a cursarse en España, como lo hiciera MANUEL BELGRANO o a Chuquisaca, como lo hizo Mariano Moreno o a Santiago de Chile, donde fueron a estudiar numerosos hombres de la época (Este texto ha sido compuesto utilizando un material enviado por la profesora Estela Abasto, Buenos Aires, 1997)

A continuación expondremos  el contenido de algunos documentos de la época que grafican las características y tendencias que caracterizaron a la educación durante la época colonial:

Objetivos de la enseñanza colonial.
Un discípulo del Colegio de Monserrat de Córdoba, sintetizando los propósitos de la educación en la Colonia dice:  “Surtía abundantemente las catedrales de canónigos verdaderamente apostólicos; proveía las parroquias tanto de ciudades como de la campaña de pastores celosos, desinteresados y vigilantes; daba a ciudades magistrados instruidos, íntegros,  amadores  del bien público».

«Abastecía las casas religiosas de sujetos dignos y de importancia; poblaba las ciudades de cabezas de familias que las supiesen gobernar y mantenerlas en la debida sujeción a Dios, al rey, y a sus representantes o ministros» (“Vida del venerable sacerdote don Domingo Muriel”, padre Francisco de Miranda, Córdoba 1916.

La enseñanza media (05/12/1771)
«Muchos años hace, que suspira esta ciudad  de Buenos Aires por un Colegio y Universidad en que se formen sus jóvenes para el servicio útil de la Iglesia y el Estado».

«No sólo la ciudad de Lima, sino también la de Quito, el Cuzco, Chile, Chuquisaca y Córdoba tienen ya Universidades con varios colegios cada una,  donde sin necesidad de que sus hijos abandonen su país, logran la instrucción de las ciencias». (Informe del Cabildo Eclesiástico al Gobernador del Río de la Plata, sobre el destino que debe darse a las fincas de las Temporalidades,  citado en  “Orígen y desarrollo de la enseñanza pública superior en Buenos Aires”, Juan María Gutiérrez, Buenos Aires, 1915.

Censo estudiantil (1773
Según un informe de MANUEL DE BASAVILBASO, Síndico Procurador de la ciudad de Buenos Aires, se supo que durante el quinquenio 1773-1778 habían concurrido a recibir instrucción en las escuelas pública de la ciudad, un total de 1.012 niños, que divididos  según la orientación de sus estudios, daba los siguientes totales:

En el Colegio Real de San Carlos: 27 estudiantes en Filosofía, 89 en Gramática  y 232 en primeras letras..
En el Convento de Santo Domingo: 10 en Teología, 18 en Filosofía,  9 en Gramática y 123 en primeras letras
En el Convento de San Francisco: 4 en Teología, 13 en Filosofía, 38 en Gramática y 138 en primeras letras.
En el Convento de la Merced: 4 en Teología, 29 en Filosofía, 8 en Gramática y 108 en primeras letras.
Convento de Betlemitas: 89 en primeras letras,
Parroquia de La Piedad:  50 en primeras letras
Parroquia de San Nicolás: 28 en primeras letras.
Parroquia de La Concepción: 12 en primeras letras.
Parroquia de Monserrat: 30 en primeras letras.
Parroquia del Barrio San Miguel: 20 en primeras letras.

Estos datos dan un total de 16 estudiantes de Teología, 77 de Filosofía, 144 de Gramática y 775 de primeras letras que cursan sus estudios en escuelas públicas.

Aunque a estos números se agregaran los que recibían  educación en sus hogares con maestros particulares, resulta evidente  que es desproporcionadamente bajo el número de niños que recibía una educación adecuada en esos tiempos, si consideramos que la población registrada en la ciudad de Buenos Aires, en esa época, según un censo  realizado por el Cabildo, era de 24.205 personas, de las cuales 12.500 eran mujeres  y 7.280 niños de ambos sexos,  (1.012 de 7.280).

Belgrano solicita al Sumo Pontífice permiso para leer libros prohibidos (1779)
«Beatísimo padre: Yo, Manuel Belgrano, humilde postulante, a Vuestra Santidad expone que él mismo, después de haber estudiado la carrera de letras, se dedicó al Derecho Civil,  siendo al presente presidente de la Academia de Derecho Romano, práctica forense y economía política en la real Universidad de Salamanca. Por lo cual, para tranquilidad de su conciencia y aumento de la erudición, a vuestra Señoría suplica le conceda permiso para leer y retener libros prohibidos en la regla más amplia”.( “Documentos del Archivo de Belgrano”, Museo Mitre, Buenos Aires.

El 11 de julio de 1779, el Papa Pío VI le otorgó a Manuel Belgrano la autorización solicitada, mediante un comunicado donse se expresa que El santísimo concede bondadosamente al postulante, la licencia y facultad pedida de leer y retener, durante su vida, todos y cualesquiera libros de autores condenados y aún de herejes, de cualquier manera que estuvieren prohibidos, custodiando sin embargo los dichos libros, para que no pasen a manos de otros. Exceptúanse los pronósticos  astrológicos que contienen supersticiones y los que  exprofeso tratan de asuntos obscenos” (“Documentos del Archivo de Belgrano”, Museo Mitre, Buenos Aires.

Disposiciones dictadas por el virrey Vértiz para la administración del Colegio Convictorio Carolino (9/12/1782).
De la recepción de los Colegiales. «Ordeno y mando que los que hubiesen de recibirse en el Colegio sean pensionistas, y no de gracia en atención a que los fondos, o fincas que se habían aplicado al Colegio de los bienes confiscados a los Exjesuitas han llegado casi a su exterminio,  los que hubieren de recibirse en el colegio harán antes información de ser cristianos viejos, limpios de toda mácula y raza de Moros, y Judíos, y recién convertidos a nuestra Santa Fe Católica, y que no tienen su origen de Penitenciados por el Santo Oficio, ni que hayan ellos, o sus Padres,  tenido oficio infame, y que asimismo antes, no han dado mal ejemplo, ni han sido de malas costumbres».

Del vestido y traje de los colegiales  «Ordeno y mando que el vestido de los cole­giales sea en esta forma: la opa, u hoba (1),  será de paño negro de segunda y la sobre-ropa, o gabán,  de paño musgo, así por haberlo en más abundancia, y a precios más moderados, como por el dicho color encubre cualquier mancha».

La veca (2) será encarnada, y sobre ella al lado del Corazón se pondrá el escudo de plata con las Reales Armas. El bonete de picos será forrado en paño negro y en todos procurará el Rector la uniformidad en el ropaje.  Ordeno y mando asimismo, que todos los colegiales usen siempre vestido de color honesto, ni tampoco traigan anillos de oro, o plata, ni reloj ni cuanto indique profanidad.

(1). Opa: especie de capa sin mangas con aberturas a los costados, a través de las cuales pasan los brazos, dejando aparecer la vestimenta inferior que cubre el pecho
(2) La veca o beca, era un distintivo que llevaban los colegiales sobre el ropón o manto del mismo o distinto color que éste, que significaba que gozaban de una beca para estudiar.

De la distribución cotidiana, «Ordeno y mando que en todo tiempo se observe dentro de dicho Colegio la distribución siguiente : A las cinco de la mañana se tocará a despertar. De las cinco a la media, vestirse, lavarse, peinarse, etc.».

«A la media se irá a la Capilla y puestos de rodillas, se persignarán, dirán el acto de contricción, y rezarán las letanías de la virgen haciendo coro al Bedel. Concluida la letanía se leerán los puntos brevemente, a que se seguirá la oración por espacio de un cuarto de hora que se completa a las seis. De las seis a la media, oirán Misa, se retirarán a sus cuartos donde se conservarán en silencio, y estudio hasta las siete y media, que hecha seña van los colegiales» …. (y así  continúa, detallando el horario de clases de los Teólogos, Filósofos, en ambos turnos, mañana y tarde)

Del castigo de los colegiales. «Siendo el premio o el castigo los polos con que se sostiene la humana sociedad, es indispensable que se asigne algún castigo a los desaplicados, desobedientes o infractores de las constituciones; procurarán no aplicar con frecuencia el castigo de azotes cuando contemplen que por medio de otros penales ejercicios se pueden remediar sus faltas, y para los excesos enormes dispondrá un cuarto donde tenga un cepo y un par de grillos, para contener tan irregulares casos»  (“Documentos para la Historia Argentina”), Editado por la Facultad de Filosofía y Letras,  Buenos Aires 1915.)

Fragmento del Certificado de Estudios de Manuel Belgrano (08/06/1787)
Nos, Dominus Carolus Josephus Montero, doctor en Teologus, Primarius Sacra Teología Professor, Regaliumque studiorum Civitatis Bonaerensis Cancellarii vicem suplens. Cum nobis a Domino Emmanuele Belgrano Pérez, regalis collegii Sancti Caroli alumno, suplicatum fuerit, ut ei testimonium dara dignamur, quo constet, ipsum integro trienio in  philosophie studiis capessendis gimnasia publica frequentasse. . ..”. Firman el certificado: Carlos José Montero, Antonio Rodríguez de Vida, Matías Camacho, Luis José Chorroarín, los tres primeros lectores de teología, y el último maestro de filosofía……” (“Documentos del Archivo de Belgrano”, Tomo I, Museo Mitre, Buenos Aires.

Acerca de la disciplina (31/07/1787).
El Rector del Real Colegio de San Carlos, Doctor CARLOS JOSÉ MONTERO, se dirigió al virrey señalándole la conveniencia de reformar el Reglamento del Colegio expresándose así: “…Sería muy conveniente se les autorizase a los Maestros, particularmente a los de Teología, con plena facultad para corregir y castigar a los estudiantes «manteistas» con todos aquellos castigos que se acostumbran en las clases, sin exceptuar el de los azotes, franqueándoles el auxilio Militar de la Tropa para el caso de inobediencia o sublevación  y que cuando estos remedios de corrección no alcancen se los expela de las clases por incorregibles».

«Y esta misma expulsión se ejecute con los estudiantes que frecuentasen los Cafés públicos o Juegos de Truco, y en los que se nota vicio del Cigarro, el que ha llegado a tal grado de insolencia, que aun en el atrio de la Iglesia y en la Portería del Colegio se ponen públicamente a fumar” (“Documentos para la Historia Argentina”, Tomo XVIII, Editado la Facultad de Filosofía y Letras,  Buenos Aires, 1915).

Expresiones del Director del Colegio San Carlos, doctor Luis José Chorroarín, en 1792.
“Yo gobierno a esta juventud por principios de honor y procuro ganarles el corazón, uso más del premio y de las distinciones que del castigo; porque sé que el miedo, a lo más, hace hipócritas, pero no hombres de bien; no obstante que cuando es preciso sé aplicarlo con pulso y de modo que aproveche; así me es doloroso que por algunos jóvenes, se me frustren mis conatos, y contra mi genio, me vea precisado a obrar así» (Documentos para la Historia Argentina”, Tomo XVIII, Editado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosi Letras, Buenos Aires, 1915.

Una denuncia de discriminación (27/06/1801)
«Es constante, que las innumerables personas, que hay en la América de las referidas castas, envilecidas por sola su condición y nacimiento, no son admitidas en las escuelas públicas de primeras letras, a fin de que no se junten, ni rocen con los hijos de los españoles».

«Por la misma razón no son admitidas en las carreras de las Armas, ni en ninguna otra Junta, Congregación o Comunidad da españoles… ¿Qué diré de las disensiones y pleitos que suelen originarse por razón de la vileza e infamia anexa a estas castas de gentes?».

«Un y popular rumor que se levante y difunda sin fundamento alguno, basta para infamar las familias más acreditadas… Si algún joven pretende tomar el estado de matrimonio con alguna persona de quien se sospecha o se diga que participa algo de semejantes razas o castas, aunque de muy remotas generaciones, aquí es el de desacreditarse unas familias a otras, aquí las disensiones, las enemistades perpetuas, los pleitos y los males sin fin (“Telégrafo Mercantil, Rural, Politico-Econòmico e Historiógrafo del Río de la Plata”, sábado 27 de junio de 1801).

Balance de la gestión del Colegio San Carlos (17/05/1806)
“Los frutos sazonados que ya han recogido la Iglesia y el Estado en solo veintidós años que cuenta el Colegio San Carlos, pues ya ha dado Prevendados, Curas, Catedráticos, Opositores a cátedras y, a curatos; Capellanes catrenses, empleados en varios ministerios Eclesiásticos, que desempeñan con dignidad».

«Militares que han dado su vida en defensa del Rey y de la Patria; Abogados que en estrados y en los Tribunales defienden a sus clientes con solidez, nervio y elocuencia; empleados en varias Reales Oficinas que llenan sus deberes con representación” (José Luis Chorroarin, Rector del Real Colegio de San Carlos, 27 de mayo de 1806.» (“Documentos para la Historia Argentina”, Tomo. XVIII, Editado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía  Letras,  Buenos Aires, 1915).

Crítica al sistema educativo vigente (1807)
“El clero secular de Córdoba, encabezado por el célebre Deán de la Iglesia Catedral de Córdoba, Doctor GREGORIO FUNES,.celoso de la influencia que habían adquirido los padres franciscanos, sucesores de los jesuitas en el gobierno del Colegio y de la Universidad de Córdoba  después de la expulsión,  entabló la pretensión de disputásela, y lo hizo con tan buen éxito, que a fines de 1807, no sólo se les quitó a los regulares franciscanos la dirección del Colegio de Monserrat, sino la de la Universidad de Córdoba, que desde entonces quedó a cargo de aquél, confiriéndosele el Rectorado, al dicho dean FUNES, quien durante el ejercicio de sus funciones, realizó im­portantes modificaciones en su régimen literario”.

El que se observaba en la Universidad de Córdoba entonces, era el que se usaba en la Europa del Siglo XV;  tal era el atraso en que «sistemáticamente» quería conservar el gobierno español en estas vastas regiones.

«El estudio preparatorio que se exige a los alumnos que entran al curso de las facultades mayores, era el imperfecto conocimiento del idioma latino, que era el que servía de vehículo necesario para adquirir los demás conocimientos con que debían instruirse».

«El curso de Filosofía nada otra cosa era, que la enseñanza de la filosofía peripatética, ya desterrada de todas las escuelas,y si en la Física advertían algunas nociones introducidas por el admirable progreso que traen hecho los conocimientos humanos en esta ciencia, todas ellas eran reducidas a la discusión abstracta de algunos sistemas, que no daban sino una muy pequeña vislumbre de esos maravillosos fenómenos».

Fuera de las Facultades de Filosofía y Teología, se dictaba en la Universidad de Córdoba una cátedra de Jurisprudencia, que era sin duda la más  útil de la enseñanza, pues que ella preparaba a una carrera cierta y honorable,; la única, fuera del sacerdocio, que podían emprender con alguna esperanza, en aquel tiempo, los jóvenes americanos..

El Deán Funes, superior en ideas e ilustración a la mayoría de sus compatriotas., proyectó una reforma de los estudios para lo cual desde luego solicitó y consiguió el establecimiento de una cátedra de matemáticas (Comentarios de un ex alumno del Colegio de Monserrat de Córdoba, recogidos por Dámaso de Uriburu en su obra “Memorias 1794-1857”, Editada por el Senado de la Nación.

14 Comentarios

  1. Anónimo

    SUScribite al demente y contárselo a tu gente y que quede en su inconsciente ieieieieieieieieeee

    Responder
    1. Anónimo

      jaja

      Responder
    2. Anónimo

      xshfcgvjkbnmñl,ñlkp}í{uoñy.k,jgt

      Responder
  2. Anónimo

    es lo peor del mundo

    Responder
    1. Anónimo

      xshfcgvjkbnmñl,ñlkp}í{uoñy.k,jgtdrtfguyhiujikojoh,gmfdxhcgvhbjnkml-n,hgfdxcvh bnm

      Responder
    2. Anónimo

      ezdxrfctguvyhbujk.jvhmcgdxfszbgdn

      Responder
  3. Anónimo

    cuantas aulas había?

    Responder
  4. Anónimo

    sumundoseraconquistadoajjjajjajajajajjjajjjaajaajjjajajajajajjajaja

    Responder
  5. Jose Luis

    Me gustaría saber cuáles fueron los tres primeros. Okegios unicadis en lo que hoy es la Ciudad de Buenos Aires y los tres primeros de la actual Provincia Iva de Buenos Aires
    El texto resultó interesante e instructivo i

    Responder
  6. Jose Luis

    Me gustaría saber cuáles fueron los tres primeros. colegios ubicados en lo que hoy es la Ciudad de Buenos Aires y los tres primeros de la actual Provincia de Buenos Aires
    El texto resultó interesante e instructivo i

    Responder
  7. Anónimo

    pinches mentirosos alv

    Responder
  8. Anónimo

    Apex Pro TKL

    Responder
  9. Anónimo

    ME encantan los huevos soy lyan

    Responder
    1. Anónimo

      EZ

      Responder

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *