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LA CONQUISTA DEL ACONCAGUA (14/01/1897)
El guía ítalo-suizo MATTHIAS ZÜRBRIGGEN, integrante de la expedición de EDWARD FITZGERALD, logró llegar por primera vez a la cumbre del Aconcagua, el 14 de enero de 1897.
Situada en la provincia de Mendoza, el Aconcagua, es la máxima cumbre del Continente Americano. Desafía al hombre con su impresionante mole de piedra, donde según algunos informes, soplan vientos de hasta 260 kilómetros por hora y se registran temperaturas de más de cuarenta y cinco grados bajo cero en pleno verano; es de difícil escalamiento y su descenso no menos dificultoso, ha cobrado muchas vidas entre quienes intentaron llegar a su cumbre.
El primer intento para dominar este gigante de piedras nevadas, alcanzando su cima, se realizó en 1883, marcando el inicio de una serie de apasionantes y riesgosas aventuras. Aquella primitiva expedición no pudo cumplir su objetivo y desde ese momento, otras expediciones, integradas por montañistas de todo el mundo, se propusieron vencer el gigante americano.
Fracasado intento de hacer cumbre en el Aconcagua.
Este primer escalador que se conoce, era el sabio y gran “alpinista” alemán, el doctor PAUL GÜSSFELDT, quien en 1883 llegó a Chile y mientras se encontraba de exploración por los Andes centrales, concibió la idea de llegar a la cumbre del Aconcagua de 6.959 metros y cruzó la cordillera para dirigirse a Mendoza.
Para concretar su plan debió enfrentar la falta de dinero, la escasa información y las leyendas populares que aseguraban que los cerros rechazaban a los intrusos. Además tenía en contra el paso del tiempo porque ya había quedado atrás la época más favorable para el ascenso. Con gran esfuerzo reunió 5 peones y con una caravana de 15 mulas partió a principios de febrero desde la Hacienda Vicuña, en Chile.
Sin guía que lo acompañara, ni equipo apropiado para resistir las bajas temperaturas que lo esperaban, comenzó a ascender por el lado noroeste, por la cuesta de “La Jarilla” y mientras subía tomaba notas de cada acontecimiento y registraba las alturas con maniática precisión. A medida que avanzaban, las condiciones del camino se volvían más duras y 2 peones desertaron.
El 19 de febrero instaló su quinto vivac en el río Volcán, a 3.592 metros de altura y allí encontró un esqueleto humano. Continuó ascendiendo por caminos cada vez más difíciles hasta que se hizo imposible continuar con los animales y debieron seguir el trayecto a pie. Superados los 6.200 metros, el aire enrarecido, el frío y la pobre alimentación eran obstáculos cada vez mayores pero GÜSSFELDT siguió marchando y estimulando a sus acompañantes con promesas de gloria y dinero. El 2 de marzo intentaron llegar a la cumbre pero debieron regresar al campamento base.
Pero no se dio por vencido y casi enseguida intentó nuevamente el escalamiento, pero sólo llegó a los 6.600 metros. Agotado por este último esfuerzo, GÜSSFELDT anotó en su diario: “Hemos soportado mucho”, y comenzó el descenso.
Cumbre en el Aconcagua.
Luego del fracasado intento de GÜSSFELDT, el gigante andino, permaneció invicto y solitario durante un tiempo más. Hasta que a fines de 1896, el montañista inglés EDWARD FITZGERALD llegó a Mendoza al frente de una expedición formada por científicos y guías veteranos de los Alpes. Traían además, los elementos más avanzados que podían encontrarse en la época para sobrevivir en la alta montaña, desde vestuario especial, hasta instrumental y víveres.
Esta expedición eligió la ruta de Los Horcones y realizó las primeras mediciones y estudios topográficos y de la fauna y flora de la región.
Entre los miembros del grupo iba el guía ítalo-suizo MATTHIAS ZÜRBRIGGEN, que fue finalmente, quien el 14 de enero de 1897, logró llegar por primera vez a la cumbre del Aconcagua. FITZGERALD continuó trabajando durante varios meses en la zona, pero no logró alcanzar la cima, él también, a pesar de los numerosos intentos que realizó.
Tres veces había buscado ZÜRBRIGGEN (imagen) la ruta por la ladera noroeste, un desierto de piedras sueltas de dimensiones gigantescas, barrido por el viento y dominado por la puna (falta de oxígeno), hasta que pudo encontrar una canaleta en forma de media luna que lo condujo a un filo. Entonces advirtió que sobre él sólo había un cielo profundamente azul.
Caminó sin dificultad hasta una pequeña meseta y observó lo que nadie antes había podido ver desde’ esa cúspide: la portentosa pared sur del Aconcagua, que se desprendía 3 mil metros en caída libre bajo sus pies y una cadena de montañas nevadas que no le parecieron significativas.
Sueño cumplido.
ZÚRBRIGGEN se encontraba a 6.962 metros -la máxima altura de América- y cumplía con el sueño frustrado de montañistas famosos, quienes ya habían intentado descubrir una vía hacia la cima del cerro. A GÜSSFELDT le cabe el mérito de haber sido el primero en: encontrar en 1883 un boquete por el río Putaendo, viniendo desde Chile, para llegar a los 6.200 metros del Aconcagua con tres arrieros y algunos peones inexpertos.
Años más tarde, el 31 de enero de 1906 es el doctor HELBRING quien repitiendo la hazaña de ZÜRBRIGGEN, conquistará la cumbre del Aconcagua. Al llegar el año 1925 harán lo mismo los ingleses RYAN, MC DONALD y COCHRANE. En 1928, son DE LA MOTTE y RAMSEY. En 1932 los doctores BORCHERS, MAAS y SCHNEIDER y en 1934 los italianos CHABOD, CEREZA y GIGLIONE. En ese mismo año, el teniente primero NICOLÁS PLANTAMURA es el primer argentino que hace cumbre
En 1925 el Aconcagua cobró su primera víctima: el escalador austríaco CTEPANEK, muere sepultado y es el famoso guía MARIO PASTEN, quién lo halla sentado sobre una roca, perfectamente conservado a 6.600 metros de altura.
La proeza de ZÜRBRIGGEN, sólo puede ser comparada con las grandes; gestas posteriores a su conquista del Aconcagua: la ascensión del glaciar de la ladera oriental, intento de un grupo de polacos en 1934, la conquista del filo sudoeste intentada en 1952 por una expedición integrada por los mendocinos FRANCISCO IBÁÑEZ y FERNANDO GRAJALES, la trepada de la pared sur en 1954, a cargo de un equipo de franceses dirigidos por RENÉ FERLET y la apertura de una “direttísima” sur-sur, realizada por los eslovenos en 1980.
En medio de esas aventuras se registran otros escalamientos memorables, entre los que se confunden, en rara mezcla, el trecking con el gran andinismo y una historia trágica: 75 muertos en los últimos 70 años. Poco queda de los tiempos pioneros. Hasta 1960, subir el Aconcagua significaba un objetivo casi sublime y un gran esfuerzo: los equipos personales eran pesados y no había variedad ni calidad en los elementos técnicos de escalada.
Pero ahora se calcula que visitan el cerro más de 3 mil personas al año, entre expertos andinistas y turistas. Un hotel los espera en el campo base de “Plaza de Mulas” y proliferan las empresas con guías que conducen a los viajeros hacia distintas alturas y aquellos que tratan de batir marcas trepando en motos y bicicletas o con piernas ortopédicas.
Olvido y muerte.
Después de su éxito, en 1902, ZÜRBRIGGEN participó en la tercera expedición al Himalaya y a partir de entonces nada se supo de él por mucho tiempo. Más tarde, cuando tenía 47 años, reapareció en Suiza acosado por una difícil situación económica y doblegado por el alcoholismo.
Sin embargo, sobrevive el espíritu pionero de MATTIAS ZÜRBRIGGEN, celebrado conquistador de los Alpes y del Himalaya, quien fue no solo el primer vencedor del Aconcagua, sino el guía alpino más destacado de su tiempo. El 21 de junio de 1917, se suicidó en Ginebra, cortándose las venas, a los 52 años de edad, acosado por la pobreza, la soledad y el olvido al que lo confinaron sus pares.
Sombrío y ampuloso, MATTHIAS ZÜRBRIGGEN encontró en los extremos una razón poderosa para vivir. Sir MARTIN CONWAY, con quien compartió travesías memorables, lo describió como «un hombre apasionado, disoluto, vital y exagerado. Al mismo tiempo, amable, de corazón tierno y personalidad atractiva». Nada lleva hoy el nombre de ZÜRBRIGGEN en el Aconcagua, pero se siente allí su enorme presencia.