LA CASA MÍNIMA DE SAN TELMO

Sobre el pequeño pasaje San Lorenzo al 380, casi Defensa, formando parte del complejo histórico El Zanjón de Granados, en el barrio San Telmo de la ciudad de Buenos Aires, se encuentra la casa más angosta de la ciudad, conocida hoy, como “la casa mínima”.

La historia de la Casa Mínima, el edificio más angosto y enigmático de la Ciudad

Tiene el aspecto de una caja de zapatos, larga y angosta y mide 2,50 de frente por 13 metros de profundidad. Es la única casa en su tipo, que aún está en pie en Buenos Aires y todavía se conservan el piso hecho con listones de madera y las gruesas vigas de madera sosteniendo el techo. Su sencilla y angostísima fachada está pintada de blanco a la cal y su revoque descascarado, revela en algunos sectores, el alma de los grandes ladrillones unidos con barro batido y bosta, con los que se construía en aquella época.

Tiene una puerta de entrada dos hojas con cuarterones pintados de verde y una tranca de hierro. Y es precisamente el color de esa puerta, cuyo primitivo color rojo punzó está parcialmente oculto por dos tonos de verde, lo que permite, según el arquitecto e historiador urbano PABLO LÓPEZ CODA, deducir que esa casita, fue construida entre 1829 y 1852, antes o durante el gobierno de JUAN MANUEL DE ROSAS y que fue parte de una vivienda más grande.

En el patio de dameros de su planta baja, nace una escalera de madera apoyada en la medianera Este, que lleva a la única habitación de esta pequeña casa. Esta está ubicada en la planta alta y asomándose sobre la puerta de entrada, tiene una puerta-ventana vidriada de dos hojas con un dintel arqueado y un pequeño balcón estilo francés, con barrotes de hierro y un farolito.

Como existe la teoría de que en aquellos años, este tipo de casitas, estaban destinadas a ser vivienda de los esclavos libertos, a quienes sus amos les asignaban para construírlas, un pequeño espacio contiguo a su propiedad, la casa mínima del pasaje San Lorenzo, estuvo nimbada con el mito de que allí había residido un esclavo liberto, a quien su amo le habría donado el terreno para que edificara su hogar. De ahí que por mucho tiempo se la llamó entre los porteños “la casa del esclavo liberto”.

Pero estudios posteriores establecieron que esa leyenda no expresa la verdad. Se comprobó que esas parcelas no se donaban, sino que con la muerte del esclavo liberto, volvían a sus anteriores dueños. Seguramente, hubo en Buenos Aires muchísimas casas mínimas que fueron desapareciendo a medida que los libertos morían y los propietarios originales recuperaban el dominio de la propiedad.

Por otra parte, el arquitecto JOSÉ MARÍA PEÑA, director del Museo de la Ciudad de Buenos Aires, sostiene que la casita mínima, “era la parte que sobrevivió a los embates del tiempo, de una propiedad más grande que fue construida a mediados del siglo XIX” y finalmente, otra teoría asegura que ese pequeño lote donde se construyó la “casita mínima”, era un lote “residual”, quedó así, luego de las sucesivas subdivisiones que se hicieron en la manzana que ocupa (ver Curiosa Buenos Aires).

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