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LA ARMADA ARGENTINA EN LA PATAGONIA (1879)
Las primeras presencias de nuestra Marina de Guerra en el lejano sur, datan desde la época en que nuestro país empezó su desarrollo normal, libre de luchas internas y de bloqueos ejercidos por fuerzas navales extranjeras.
Terminada la guerra con el Paraguay, recién pudo el gobierno nacional dedicar su atención a la Patagonia, esa enorme lengua de tierra a la sazón virgen y prácticamente inexplorada.
El capitán LUIS PIEDRABUENA, cuyo nombre es recordado con frecuencia por los pobladores del sur, navegaba desde hacía años a lo largo del litoral patagónico, haciendo de vigía de nuestro patrimonio nacional y paseando la soberanía de nuestro pabellón a lo largo de ese extenso litoral.
Este hombre, nacido en Carmen de Patagones, fue un patriota desinteresado y ferviente, que con sus numerosos viajes prestó incalculables servicios para el progreso de esa zona.
Ya en 1813, el Comodoro LUIS PY, al mando de una pequeña escuadrilla, había entrado por primera vez a la Ría de Santa Cruz y en 1879, cuando el general ROCA comandó la segunda campaña del desierto, la Marina de Guerra remontó el Río Negro, alcanzando con una de sus embarcaciones el Lago Nahuel Huapí.
Durante esos azarosos años, los buques recorrieron la desamparada costa sur, donde las únicas poblaciones formadas eran la colonia galesa de Rawson, las míseras casillas de Piedrabuena y de Rouquaud en Santa Cruz y la misión Bridges, en Ushuaia.
En 1871, el transporte de la marina «Villarino», condujo los primeros colonos que se instalaron en Puerto Deseado, Santa Cruz y Río Gallegos, cumpliendo travesías difíciles y no siempre con final feliz.
Avanzando en frágiles embarcaciones, cumpliendo su tarea civilizadora a través de mil obstáculos, bajíos, escollos, malos tiempos, quedando muchos de ello sobre las rocas que los destrozaran, como balizas para mostrar a quienes los siguieran, donde se hallaban los peligros que debían eludir.
El 1º de diciembre de 1878, el presidente NICOLÁS AVELLANEDA dispone el envío de una fuerza naval al sur del país, con el objeto de afianzar la soberanía argentina sobre esos territorios (ver Ocupación de la Patagonia).
En 1881, el presidente de la Nación, general JULIO ARGENTINO ROCA, preocupado seriamente en hacer desaparecer del mapa de la República, tanto los desiertos como los territorios ignorados del país, mandó a todos sus rumbos expediciones militares y científicas.
Entre ellas, priorizó una que ordenaba explorar los territorios conquistados para sujetarlos a la acción de la industria y del progreso humano y ambas para dejar testimonio de la soberanía argentina en aquellas regiones.
Entre estas expediciones de carácter científico-militar, figura la que al mando del comandante LUIS PIEDRABUENA, partió el 18 de diciembre de 1881 en dirección al polo Sur para hacer reconocimientos en las costas de la Patagonia y Tierra del Fuego, llevando a bordo del buque «Cabo de Hornos», al teniente de la marina italiana GIÁCOMO BOVE, expresamente solicitado al rey de Italia para confiarle los aspectos científicos esta misión.
La llamada «Expedición Científica Austral Argentina», el último viaje que realizaría Piedrabuena, se realizó a bordo de la corbeta «Cabo de Hornos» y el cúter «Patagones», y durante ocho meses recorrieron las islas de los Estados, las costas de Tierra del Fuego, la Tierra de Graham, varias islas, el mar de Ross y el canal de Beagle, realizando invalorables observaciones.
La expedición trajo una importante información, que luego resultó de gran valor para la formulación de los planes y proyectos que finalmente permitieron la integración definitiva de esos territorios a la soberanía nacional y su posterior desarrollo (ver Última expedición de Luis Piedrabuena hacia el sur argentino).
En 1882, la corbeta «Cabo de Hornos» recorre la Isla de los Estados, explora sus costas y reconoce los puntos importantes; entra en el canal de Beagle y costea en todo su largo la costa fueguina.
En 1884, sale por primera vez al mar una división naval al mando del capitán de navío LASERRE y en su viaje inaugural alcanza a llegar a Ushuaia.
Desde entonces, la influencia de la marina de guerra se hizo sentir firmemente en la Patagonia a medida que los buques surcaban sus aguas, las tripulaciones desembarcaban y se organizaban los servicios de comunicaciones con la Capital Federal.
Las diversas comisiones hidrográficas realizadas a la zona, levantando la costa desde la desembocadura del Río de la Plata hasta las islas Orcadas, han permitido confeccionar cartas marinas y balizar la costa, asegurando la navegación a todo lo largo del litoral.
Los trabajos realizados, a pesar de las condiciones precarias que debieron soportarse debido a los malos tiempos, el desabrigo de la región y el difícil contacto con todo centro poblado, han permitido reunir en el terreno los datos necesarios para transportar al dibujo con fidelidad, hasta el menor detalle de la costa y sembrar de sondajes hasta la distancia de muchas millas mar adentro, descubriendo bajíos y escollos, determinando profundidades, analizando las aguas, la constitución del fondo del mar y de las especies que lo habitan.
Más de doscientas cartas náuticas que comprenden a todo nuestro litoral marítimo, incluyendo las islas Orcadas; tablas de mareas; almanaques astronómicos; derroteros que proporcionan todas las descripciones sobre rutas a seguir; listas de faros y balizas; avisos a los navegantes, etc., son todas publicaciones con que la Marina, completa su obra hidrográfica y que representan un continuado estudio de todos los factores que puedan interesar al navegante.
Otra obra de gran importancia que debe ser acreditada a nuestra Armada es la colocación y mantenimiento de señales que proveen a la seguridad de la navegación nocturna y diurna y facilitan la entrada de las embarcaciones a los puertos.
Las reparaciones de estos elementos se efectúan en talleres de la Marina y el buen estado del balizamiento es mantenido por el personal que, en un buque balizador, lo recorre constantemente.
Aparte de estas actividades dedicadas a dejar expedito el camino mediante el cual el hombre se encontró facilitado para lanzarse a la conquista de esa tierra fecunda, la Marina de Guerra contempla con verdadero celo, la necesidad de mantener latente, entre los pobladores, el concepto de argentinidad.
Constantemente sus buques recorren los puertos y concurren a las ceremonias oficiales realizadas en los mismos, prestigiándolas con su presencia y sembrando nobles sentimientos de patriotismo.
En esta forma la Armada se mantiene en intenso contacto con los habitantes de la Patagonia y su acción beneficiosa, persistente y eficaz, se hace sentir en el corazón de los pobladores, que la admiran, la quieren y la enaltecen.