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GENERACIÓN DEL CENTENARIO (1910)
La generación de escritores que comenzó a destacarse hacia 1910, en el Centenario de la Revolución de Mayo, conocida en el mundo de la Letras como la “Generación de 1910” o «Generación del Centenario», fue un componente importante dentro del clima ideológico de ese momento, que era el hispanismo: el espíritu de conciliación hacia España y la herencia española que tomó auge particularmente después de la guerra hispano-norteamericana.
Fue evidente que afrontaba circunstancias totalmente diferentes a las de sus predecesores.
Buenos Aires se había transformado ya en esos años, en un importante centro cultural, atrayendo a intelectuales de toda Latinoamérica, así como también, recibiendo las nuevas corrientes literarias e ideologías de Europa y la influencia cultural de Francia estaba en su apogeo.
RUBÉN DARÍO (imagen) ya había introducido el modernismo (que llamaba simbolismo) y los poetas, tales como LEOPOLDO LUGONES y otros, comenzaban a utilizar nuevas estructuras literarias; el marxismo, el socialismo y el anarquismo llamaban la atención acerca de la necesidad de una justicia social y atraían, tanto a intelectuales como a activistas.
La corriente inmigratoria trajo consigo nuevos estilos de vida europeos, así como ideas, al mismo tiempo que los escritos de la Generación de 1898 de España (polemistas y literatos como Larra, Espronceda, Meléndez, Quintana, Zorrilla), que buscaba sus propias respuestas después de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898, atrajeron el interés de los argentinos hacia su olvidada madre patria y generaron un sentimiento contra el «imperialismo yanqui», que abre paso a una nueva visión del pasado y que alimenta el mito de la raza.
Tanto los jóvenes como los más viejos comenzaron a comprender que era necesario aprender de si mismos lo que realmente significaba el sentido de “Argentinidad”.
Hombres tales como el crítico literario y ensayista RICARDO ROJAS buscaron sus raíces en la Argentina indiana y en la herencia europea en su obra “La restauración nacionalista” (1922), mientras que otros, como el novelista MANUEL GÁLVEZ, enfatizaron las tradiciones autoritarias de la Argentina, representada por los caudillos (“El solar de la raza”, 1913, donde señala que «ha llegado ya el momento de sentirnos argentinos, de sentirnos americanos y sentirnos en último término españoles, puesto que a la raza pertenecemos»).
Y con RICARDO ROJAS y MANUEL GÁLVEZ, muchos otros como JUAN BENJAMÍN TERÁN, ALBERTO ROUGÉS y LEOPOLDO LUGONES, encontraron sus propias fuentes y estilos y todos juntos, comenzaron una literatura verdaderamente nacional, en contraste con las anteriores y aisladas obras maestras y así, establecieron las bases para el nuevo nacionalismo argentino (ver Generación).