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BUENOS AIRES BUSCA SU FORMA DE GOBIERNO (06/07/1816)
En 1816, en las Provincias Unidas del Río de la Plata, todavía dudaban sobre que forma de gobierno debían adoptar. En los años siguientes a la Revolución de 1810 y durante 43 años, la actual República Argentina, permaneció sin definir la forma de gobierno que adoptaría.
Una cuestión de fondo, que fue largamente discutida y que generó y descartó diversos proyectos, sin que pudiera llegarse a una conclusión, hasta que fue sancionada la Constitución de 1853, estableciendo un gobierno “representativo, republicano y federal”.
En 1816, se reunió en Tucumán, el llamado “Congreso General Constituyente de 1816, para asumir esta responsabilidad, y definir la forma de gobierno que se adoptaría como país independiente y sancionar una Constitución que lo rigiera, dos de los temas fundamentales del plan del trabajo contenido en la Convocatoria. que había impuesto su instalación por medio del Estatuto Provisional de 1815.
El proyecto de instalar una monarquía
Reunidos en sesión secreta el 6 de julio de 1816, los congresales comenzaron escuchando las palabras de MANUEL BELGRANO, a quien se le había solicitado que expresara su parecer sobre la forma de Estado a adoptar luego de la declaración formal de la independencia (ver Proyectos de monarquías para las Provincias Unidas del Sud).
BELGRANO, comenzó exponiendo su parecer sobre la conveniencia de instalar una monarquía constitucional presidida por un descendiente legítimo de los antiguos emperadores incas.
“El plan estaba concebido para adecuar las instituciones del nuevo estado a la restauración absolutista implantada por la “Santa Alianza” en Europa y para sumar el apoyo de los pueblos incas del Perú, el Alto Perú y Ecuador en América del Sur”. Había recibido el apoyo de JOSÉ DE SAN MARTÍN y de MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES y de las provincias del norte, pero cuando llegó al Congreso, encontró una fuerte resistencia por parte de los diputados de Buenos Aires, que veían en ese proyecto, la pérdida de sus privilegios portuarios y apoyaban en cambio el establecimiento de una gran cantidad de repúblicas independientes en Hispanoamérica.
Y quienes eran los candidatos para ocupar el trono americano?. Fueron varios los nombres que circularon y los más mencionados fueron Juan Bautista Tupac Amaru Monjarrás, hermano de José Gabriel Condorcanqui Noguera, también conocido como Tupac Amaru II, líder de una sublevación que en 1870 puso en jaque el dominio español sobre el Perú y Dionisio Inca Yupanqui, nacido en Cuzco y educado en el Seminario de Nobles de Madrid, que como Coronel de Dragones, luchó contra los franceses, durante la invasión napoleónica.
BELGRANO se explayó luego sobre las ideas que predominaban en Europa y en el concepto de que «ante las naciones de aquella parte del globo, se habían formado de las Provincias Unidas y que es lo que de ellas se podía esperar para su protección».
Manifestó que las luchas internas no habían impresionado favorablemente y sus palabras al respecto fueron impactantes: «Aunque la revolución de América en su origen mereció un alto concepto de los poderes de Europa por la marcha majestuosa con que se inició, su declinación en el desorden y anarquía continuada por tan dilatado tiempo, ha servido de obstáculo a la protección que sin ella se habría logrado; así es que, en el día debemos contarnos reducidos a nuestras propias fuerzas”.
Un diagnóstico realista, por cierto: el año anterior en Waterloo el emblema republicano francés había caido. En materia de gobierno, sostuvo e insistió la conveniencia de establecer una monarquía temperada (es decir constitucional), «como la de Inglaterra”, representada por la dinastía de los Incas, para establecer un gran Estado ”, un sueño, todavía en estado larval, que imaginaba anticipadamente la creación de la “Gran República Sudamericana».
Terminada la exposición de BELGRANO se levantó la sesión, que fue abierta nuevamente el 12 de junio. Tomó la palabra el diputado por Catamarca, MANUEL DE ACEVEDO y propuso discutir sobre tablas la forma de gobierno que debería adoptarse y anticipó su opinión, de que debería apoyarse la idea de BELGRANO y restablecer la monarquía incaica, cuya sede de gobierno debería ser la ciudad de Cuzco, donde había estado la antigua corte de los Incas, expresiones que generaron un intenso debate que se prolongó durante dos días.
En la sesión del 15 de julio, el diputado por Charcas, JOSÉ SEVERO MALABIA pidió que con preferencia a todo otro asunto se entrara a considerar la forma de gobierno y sorpresivamente, la discusión sobre el tema se precipitó con una manifiesta tendencia monárquica.
La idea de una monarquía, contaba con el apoyo de buena parte de los congresales (MARIANO SÁNCHEZ DE LORIA, JOSÉ ANDRÉS PACHECO DE MELO, JOSÉ IGNACIO THAMES, PEDRO MIGUEL ARÁOZ, MANUEL ANTONIO DE ACEVEDO, JOSÉ MARIANO SERRANO, PEDRO IGNACIO DE RIVERA, JOSÉ IGNACIO GORRITI, MARIANO BOEDO, TEODORO SÁNCHEZ DE BUSTAMANTE, entre otros), e inclusive, como hemos dicho, de figuras del relieve, como MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES, JOSÉ DE SAN MARTÍN y JUAN MARTÍN DE PUEYRREDÓN aunque estos últimos, la consideraban un medio y no un fin (1).
Ante esta embestida de los «monárquicos», tomó la palabra el diputado fray SANTA MARÍA DE ORO y dijo que: «para proceder a declarar-la forma de gobierno, era preciso consultar previamente a los pueblos»… y que en caso de procederse, sin aquel requisito, a adoptar el sistema monárquico (como lo habían propuesto otros diputados), a que veía inclinados los votos de los representantes, se le permitiese retirarse del Congreso, declarando ante quien debía verificar la renuncia de su empleo, que lo hacía en abierta oposición a esa propuesta (2).
Algunos diputados tomaron la palabra, fundamentando su posición y otros lo hicieron tratando de que ORO reviera su postura, pero sin lograr que cediera en su convencimiento, por lo que se dio por finalizada la sesión.
Aunque posteriormente se volvió sobre el tema, la firmeza del padre ORO, que gozaba de gran prestigio y autoridad entre sus pares, conjuró el proyecto presentado por BELGRANO y apoyado por varios disputados. Finalmente, el Congreso rechazará el plan de Belgrano, creando en su lugar un estado republicano y centralista, privilegiando a Buenos Aires.
Otras propuestas
Reiniciadas las sesiones, el 6 de agosto, el diputado TOMÁS MANUEL DE ANCHORENA sostuvo que la «federación de provincias», era la única forma de gobierno que conciliaría todas las diferencias de opiniones que se habían vertido hasta ese momento, generando esta posición que se ahondaran aún las diferencias existentes.
Más tarde escribiría una carta diciendo: «educados todos bajo el sistema monárquico, los hombres de más saber, opinaban que en estos países de América, era imposible formar gobiernos estables y bien ordenados, bajo puras formas democráticas», y que: «lo que es insoportable y ruinoso, no es la monarquía, sino el absolutismo».
Pero no todos los hombres de buen saber, eran monárquicos, como dijera ANCHORENA, y aunque el proyecto que proponía una monarquía incaica, fue definitivamente desechado, no se llegó a ninguna conclusión con respecto a la forma de gobierno que debería adoptarse.
La polémica encontró eco en los periódicos. El altoperuano VICENTE PAZOS SILVA a través de «La crónica argentina», se mostró acérrimo defensor del sistema republicano y ridiculizó el proyecto de una monarquía incaica. Por su parte, MANUEL ANTONIO DE CASTRO, a través de «El observador americano», bregó por el restablecimiento de una monarquía atemperada, por lo que se suscitó una polémica entre ellos.
Si bien el Congreso desarrolló sus actividades en base a una unidad de criterios, que se apoyaba en el común deseo de un país organizado, fue evidente que la mayoría de los congresales eran partidarios de establecer una forma monárquica de gobierno, es decir organizar el país, sobre la base de un poder centralizado, en controversia con los que pretendían el predominio de las provincias
Por eso, las divergencias sobre la forma de gobierno que dividieron a los diputados, permite distinguir varias tendencias: los «monarquistas», que sostenían la dinastía incaica, incaica o bien la candidatura de un príncipe portugués y los «republicanos», divididos a su vez en «unitarios» (defensores del centralismo porteño) y «federales», o partidarios de las autonomías provinciales, encabezados por los representantes de la provincia de Córdoba.
“La idea de Belgrano, que contó con la adhesión de figuras emblemáticas como Güemes y San Martín y fue adoptada por no pocos congresales en los debates que siguieron, merece una reflexión a dos siglos de aquellos sucesos, sobre todo teniendo presente que formaba parte de un plan claramente dirigido a continentalizar la revolución iniciada pocos años antes pero que, anclada en una visión portuaria, daba señales de claro estancamiento” (ver “El proyecto monárquico de Belgrano).
Después, los congresales se trasladaron a Buenos Aires el 23 de setiembre de 1816 y la decisión sobre la forma de gobierno a adoptar, será tomada por los congresales, que el 20 de abril de 1819, después de nueve meses de intensos debates, aprobaron el texto de la Constitución de 1819 (ver Belgrano y Rivadavia embarcados en un proyecto monárquico)
(1). Escribe el historiador BARTOLOMÉ MITRE a este respecto: «Bien que SAN MARTÍN aceptara la monarquía como solución de oportunidad, y aun se inclinase a ella, como medio de constituír un gobierno fuerte y estable para triunfar de la España.
Más cauto que BELGRANO y tan juicioso como PUEYRREDÓN, no hacía ostentación de sus opiniones, ni aún trataba de imponerlas a sus amigos. Así se ve que los diputados de Cuyo, que obraban bajo su inspiración, opinaron, unos en contra y otros en pro de la monarquía.
El caso de Manuel Belgrano tiene la notoriedad no sólo de ser partidario de una monarquía temperada o constitucional, sino que va más allá. En vías de ganar el apoyo indígena, propone como candidato al trono a un descendiente de los incas. Es más, señala que el candidato sería el hermano de Tupac Amaru, un octogenario que para entonces estaba preso en los calabozos de Cádiz.
(2) En el informe que el diputado Oro envió al Cabildo de San Juan, consta que calificó de «incompatible» el establecimiento de una monarquía y al oponerse a ella (son sus palabras), «creo seguir la opinión y voluntad de mi pueblo». Por eso, cuando se dice, que a fray JUSTO SANTA MARÍA DE ORO se le debe el establecimiento de la República (en vez de la monarquía), se expresa una irrefutable verdad histórica.»
(3). En palabras del mismo San Martín encontramos su antirrepublicanismo en pos de la instauración monárquica al decir “me muero cada vez que oigo hablar de federación, ¿no sería más conveniente trasplantar la Capital a otro punto, cortando por este medio las justas quejas de las provincias? ¡Pero, federación! ¡Y puede verificarse!.».
«Si un gobierno constituido y en un país ilustrado (Estados Unidos de Norteamérica), poblado, artista, agricultor y comerciante, se ha tocado en la última guerra entre los ingleses las dificultades de una federación, ¿qué será de nosotros que carecemos de esas ventajas?”; y en otra carta de 1819 insiste en que “una gran monarquía no será fácil de consolidar, una gran república, imposible”.
muy buena info
..
Entonces que forma de gobierno tomaron?
R
hola
hola
que forma de gobierno proponian serrano y acevedo ?
todo bien pero.. no dice que forma de gobierno tomaron. Cual es la forma que tomaron??
Muy buena información
Artigas ya había postulado en el Congreso de Tres Cruces (en el que se fijaron las instrucciones a los representantes orientales para la Asamblea del año XIII) que la capital de las provincias unidas debía establecerse fuera de Buenos Aires; por este motivo, Alvear propició el rechazo de la representación oriental, cuyos integrantes no pudieron participar de la asamblea —
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