EN BUENOS AIRES, NADIE QUIERE A LOS INGLESES (1807).

Samuel Achmuty, un inglés muy equivocado  (06/03/1807
 “Montevideo 6 de marzo de 1807. “….. el partido español, dueño del poder,  es el de los nativos del país mismo, aumentados con algunos españoles oriundos, establecidos desde  largo tiempo en él. Éstos, cansados del yugo español están ansiosos de sacudirlo; y aunque por su atraso, su falta de costumbre y la barbarie de su temperamento, son completamente incapaces de formar un gobierno propio, aspiran sin embargo, a seguir los pasos de los americanos del Norte, para erigirse en Estado independiente.

Si nosotros les prometiésemos la independencia, se insurreccionarían al momento contra su’gobierno, y se unirían a nosotros con la grande masa de sus habitantes. Pero, aunque nada los satisfaría por completo, sino la independencia. Yo creo que preferirían nuestro gobierno, a su presente estado de anarquía y al yugo español. Mientras,  no hay duda ds que abierta o secretamente han de ser enemigos nuestros. Fdo.S.Acmuty (Carta del almirante Samuel Acmuty al Primer Ministro ingles William Winham Grenville, citado por Vicente Fidel López en su obra “Historia de la República Argentina”., Buenos Aires, 1883)

La actitud de los criollos frente al invasor
“…. ccuando llegamos  a Montevideo encontramos en abundancia, sólo carne de vaca y una «guerra constante llevada contra nosotros y contra quien tratase de comprar mercaderías».Durante la marcha a Buenos Aires, ni un hombre se nos juntó y sin duda no hubo uno que no estuviera armado y a la ofensiva contra nosotros. El viejo español que es la única persona que comercia se arruina con la llegada de los comerciantes ingleses, el criollo que desea vivir en esa indolencia que sólo le es grata, se siente molesto por la limitación que la vecindad de una fuerza armada le impone. Sobretodo esto, la intolerancia reina aquí al máximo y tiene tanta influencia que ningún ejército de Protestantes puede nunca triunfar en última instancia contra la vasta población'» (Mayor general Gower en una carta particularque le enviara al  a Windhan, Primer Ministro inglés,  pocos días después de la derrota de Whitelocke, en Buenos Aires (Citado por John Street, en su obra “ Gran Bretaña y la Independencia del Río de la Plata”,  Ed. Paidós, Buenos Aires, 1967.

«…. No pudimos procurarnos guías ni relatos acertados del país para las futuras operaciones. Por la fuerza nos procuramos todo lo que poseíamos o queríamos; en cuanto a buena voluntad,  nada” (Samuel Achnuty en su dfensa durante el juicio que se le siguió en Londres por el fracaso de su expedición a Buenos Aires  (Citado por John Street, en su obra “ Gran Bretaña y la Independencia del Río de la Plata”,  Ed. Paidós, Buenos Aires, 1967.

Hasta las mujeres nos repudian
Un episodio que se desarrolló la noche misma del 6 de junio de 1806 en la famosa fonda de “Los Tres Reyes” relatado por el capitán Aleander Guillespie,  se suma a las referencias que han trascendido, sobre la hostilidad y el rechazo a la presencia de los ingleses que se vivió durante aquellas funestas  jornadas  de 1806, cuando por espacio de 45 días, fueron huéspedes indeseables  de la población de Buenos Aires:

“Para rehacernos de tanta penuria reciente,  junto con seis compañeros de armas, habíamos  ido a comer a la célebre fonda de «Los Tres Reyes», situada como todo el mundo sabe, en la calle de Santo Cristo, 25 de mayo. Tocóles sentarse en la misma mesa que algunos oficiales españoles y un señor Barreda, criollo letrado, que amablemente les servía de intérprete. Mezquina era la cena —eggs and bacon—(huevos con panceta), como que los mercados no se abastecían desde la antevíspera; pero alegraba la vista una arrogante muchacha, hija del mesonero, que ayudaba al servicio.

El excelente mayor, recién llegado del Cabo, luego de  setenta días de travesía, observaba a la joven con vivísimo intarés. No tardó en sospechar que algo muy grave pasaba en ella: su ceño airado, .sus encendidas mejillas y ojos centelleantes   eran indicio de una tempestad interior. El narrador confiesa que se sentía desazonado de buena fe, ignorando sobre quién descargaría la tormenta. Al fin estalló.

Cuadrándose de repente delante de los pobres milicianos, la hija de los tres Reyes espetóles esta arenga desnuda de art’ficio: Caballeros, debieran avisarnos de antemano que era su intención cobarde entregar a Buenos Aires: pues por mi vida que a saberlo, nosotras las mujeres hubiéramos salido a la calle, y echado a pedradas a esos ingleses…”. La anécdota es significativa, en nuestros días se la tendría como símbolo de la psicología popular durante esa crisis solemne  (“Buenos Aires y el interior”, Alexander Guillespie, Buenos Aires, 1821, citado por Paul Groussac en su obra  Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires”, Buenos Aires. 1907.

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