EL REGIMIENTO PATRICIOS Y LA REVOLUCIÓN DE MAYO

Los Patricios, esos Patricios que el orgullo europeo español tanto despreciaban, habían adquirido con el vejamen inferido a los complotados del 1º de enero de 1809 (alzamiento de Álzaga) un ascendiente tal ante la población entera, que su soberbia se hacía saber hasta en la marcialidad de su andar, en su lenguaje, insolente y audaz, en sitios de recreo, reuniones y corrillos.

Llevaban el triunfo en el semblante, combatiendo al extranjero, habían culminado el valor y al defender la autoridad de Liniers, daban el golpe de gracia al dominador amilanado por la superioridad revelada hasta el desparpajo de un documento público (1).

En esas palabras está reflejado cabalmente el prestigio y gran ascendiente de que gozaba el cuerpo de Patricios entre toda la población de Buenos Aires y muy en particular entre los nacidos en el país.

Ya el 30 de setiembre de 1807, el coronel CORNELIO DE SAAVEDRA, jefe del cuerpo, se había atrevido por así decirlo, a dirigir una proclama «a los señores americanos», hecho no común en aquel entonces, en la que hacía resaltar el valor, sacrificio y amor a la patria de que habían dado muestra sus soldados en la heroica acción de la defensa de Buenos Aires, en ocasión de la segunda invasión inglesa.

Desde aquel entonces, Saavedra, con su regimiento de Patricios, encarnó las esperanzas de los patriotas que aspiraban vehementemente a la constitución de un estado independiente.

La impericia política que demostraba en todos sus actos el virrey CISNEROS, contribuyó a acelerar la marcha de los sucesos que por aquella época se desarrollaban en Buenos Aires.

La labor realizada por una sociedad secreta constituida con el propósito de preparar la revolución fue encomiable. Formaban parte de ella un grupo de seleccionados patriotas, entre los cuales había varios oficiales que pertenecían al cuerpo de Patricios o que se habían formado en sus filas (BELGRANO, CHICLANA, VIAMONTE y otros, pertenecían a esta logia).

Llegó por fin el ansiado mes de mayo de 1810 y la población ya estaba preparada para recibir gustosa tan magnos acontecimientos. No había persona alguna en la gran aldea que no tuviera la sensación y el presentimiento de que en esos días, se iba a producir un hecho trascendental.

Los soldados de los cuerpos de nativos no eran ajenos a esta situación y muy en particular los del «Cuerpo de Patricios», pues sus oficiales habían dejado traslucir cuál era su estado de ánimo en la emergencia, contagiando por ello, el espíritu exaltado de tan selecto grupo de patriotas que deseaban intervenir a toda costa en los hechos que se gestaban y darle, si el caso llegaba, un corte sangriento a tan magna empresa.

El coronel Saavedra, que aparentemente no daba muestras de cuál sería su decisión, llegado el caso de plantearse la situación que todos anhelaban, fue abordado por los patriotas a principios del mes glorioso y éste, en forma terminante, declaró que de producirse el movimiento, estaba pronto para encabezarlo y apoyarlo decididamente con el cuerpo de Patricios a su mando. Con ello, quedaba confirmado que la gran reivindicación popular, tendría el valiosísimo apoyo del glorioso cuerpo criollo.

El 13 de mayo, Saavedra, que había marchado al campo a descansar, regresó a Buenos Aires y fue llamado inmediatamente a San Isidro, a casa de Viamonte, para enterarle de la noticia que había llegado en los días de su ausencia: la entrada del emperador Napoleón en Sevilla.»Ya es tiempo de obrar», fue la contestación del decidido comandante.

La situación imperante en Buenos Aires había llegado a un punto tal que Saavedra dispuso, por su exclusiva cuenta, acuartelar a su cuerpo. Ello ocurría el 18 de mayo.

Ese mismo día, se presentaron al cuartel de los Patricios innumerables patriotas ofreciéndose para cooperar con ellos en caso de ser necesario.

Merece mencionarse la desinteresada contribución ofrecida en esa oportunidad por el que luego sería teniente coronel MIGUEL DE IRIGOYEN DE LA QUINTANA, quien junto con sus hermanos, después de presentarse a Saavedra ofreciendo sus servicios, entregó a la caja del cuerpo que se encontraba exhausta, la suma de 4.000 pesos de su peculio personal «para dar una buena cuenta a los soldados Patricios».

Esta oportuna donación vino a salvar un serio inconveniente, pues la caja del cuerpo no tenía fondos. El 20 de mayo, el virrey Cisneros dispuso convocar a los comandantes de los cuerpos de la capital para conocer cuál era la opinión de los jefes en caso de producirse una convulsión local. La contestación fue categórica y terminante.

Fue allí justamente que Saavedra en nombre de todos los demás jefes nativos dijo: «No cuente V . E. para eso, ni conmigo ni con los Patricios, el gobierno que dio autorización a V. E. para mandarnos ya no existe, se trata de asegurar nuestra suerte y la de América y por eso el pueblo quiere reasumir sus derechos y conservarse por sí mismo».

Los acontecimientos se aceleraron y el 22 tuvo lugar el famoso Cabildo Abierto, donde el pueblo votó por la cesación del Virrey en sus funciones y reemplazándole a aquél hasta el nombramiento de una junta de gobierno que se integraría por votación popular.

Entre los vecinos notables invitados por el Cabildo para asistir al congreso celebrado dicho día, figuraban varios oficiales del regimiento de patricios, como así también de otros cuerpos de nativos y fueron ellos quienes juntamente con numerosos patriotas, votaron por la caducidad de la autoridad del virrey y la formación de un gobierno popular.

Al día siguiente, el Cabildo, con una hábil maniobra, trató de dejar sin efecto lo votado el 22 y dispuso que continuasen en el ejercicio del poder el propio Cisneros, presidiendo una junta gubernativa, entre cuyos vocales hicieron figurar a Saavedra. El propio Virrey, no conforme con esta nueva resolución del Cabildo, deseó conocer previamente la decisión de los jefes de cuerpo, quienes declararon, que «lo que el pueblo ansiaba era que se hiciese pública la cesación del Virrey en el mando».

Acto seguido, el Cabildo solicitó a Saavedra que pusiera a su disposición una compañía de Patricios para publicar el bando respectivo dando a conocer la cesación del mandato del Virrey. Llegaban las primeras sombras de la noche y el capitán EUSTAQUIO DÍAZ VÉLEZ (2) al mando de su compañía de Patricios, a paso firme y al compás de los tambores, avanzó por las calles de la ciudad dando a conocer tan grata noticia.

El 24 de mayo, el cuartel de Patricios se convirtió en el centro de reunión de los patriotas cuando surgió el descontento público ante la inútil dilación para decidir la forma de gobierno que iba a asegurar el triunfo definitivo de la gran causa. Fraternizaban los soldados con los civiles, congregándose los oficiales en el salón de la mayoría, dispuestos a hacer valer los derechos mediante el empleo de las armas.

No hubo necesidad de ello. En medio de aquel emocionante cuadro de exaltación patriótica, CHICLANA, IRIGOYEN y MARIANO MORENO templaron los ánimos y calmaron a los más resueltos, asegurándoles que al día siguiente se elevaría una exhortación al Cabildo para exigir el cumplimiento de la voluntad del pueblo, tan inequívocamente expresada.

Tal era el designio de los oficiales y soldados de este benemérito cuerpo, que hicieron falta muchos argumentos para apaciguarlos, pues ellos querían resolver la cuestión en forma terminante. Ya habían sido sorprendidos en su buena fe por el Cabildo y no admitirían más dilaciones.

Toda la noche de la víspera del 25 de mayo, los soldados permanecieron en vigilia. Fueron muy pocos los que alcanzaron a cerrar los ojos para descansar. Sus mentes no se lo permitían. Sus pensamientos estaban fijos en la idea de que llegara el ansiado día para declararse libres e independientes de la corona española.

Por fin llegó el 25 de mayo, y con sus primeras luces, el pueblo comenzó a reunirse frente al Cabildo en la histórica Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo), para escuchar más tarde de labios de los patriotas la noticia del triunfo de la revolución.

El regimiento de Patricios, como queda dicho, tuvo una actuación evidentemente más moral que militar. Se convirtió en el sostén, el apoyo del movimiento emancipador, fue el nervio de la Revolución de Mayo. Respondió a sus antecedentes, a las inspiraciones de la hora histórica y a la voz de su jefe que, según palabras de BARTOLOMÉ MITRE: «señaló el momento con el índice inflexible del destino».

La gran reivindicación popular se apoyó en todo momento en ese cuerpo criollo y puede afirmarse que sin él, sin su decisión, la revolución se hubiera retardado.

(1). «D. Cornelio de Saavedra», por Z. Saavedra, (2). El mismo capitán Díaz Vélez fue el encargado de publicar todos los bandos dados a conocer en esos días, como así también fue designado después del 25 de mayo, para trasladarse a la Colonia del Sacramento, en la Banda Oriental, para poner en conocimiento de la población la resolución de la primera Junta de gobierno (ver El Regimiento Patricios).

5 Comentarios

  1. Lorena torres

    Excelente página

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  2. Anónimo

    holaaaa

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    1. Anónimo

      hola

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  3. anonimo

    .

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  4. Anónimo

    holiwis

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